EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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Rivalidad entre las sociedades

348. Las reuniones que se ocupan exclusivamente de comunicaciones inteligentes y las que se entregan al estudio de las manifestaciones físicas, tienen cada una su misión; ni las unas ni las otras estarían en el verdadero espíritu del Espiritismo si se mirasen con mal ojo, y la que lanzase piedras a la otra, probaría por esto solo la mala influencia que la domina; todas deben concurrir, aunque por caminos diferentes, al objeto común que es la investigación y la propagación de la verdad; su antagonismo, que sería un efecto de orgullo sobrexcitado, entregando armas a los detractores, sólo haría daño a la causa que pretenden defender.


349. Estas últimas reflexiones se aplican igualmente a todos los grupos que pudiesen diferir sobre algunos puntos de la doctrina. Como lo hemos dicho ya en el capítulo de las Contradicciones, estas divergencias se refieren, en la mayoría de los casos a los accesorios y muchas veces a simples palabras; habría, pues, puerilidad en formar opinión aparte, porque no se pensase exactamente del mismo modo. Sería aun peor que esto, si los diferentes grupos o sociedades de una misma población se mirasen con envidia. La envidia se comprende entre las gentes que se hacen competencia y pueden acarrearse un perjuicio material; pero cuando no hay especulación, la envidia puede ser una rivalidad mezquina de amor propio. Como en definitiva, no hay sociedad que pueda reunir en su seno a todos los adeptos, los que están animados por un verdadero deseo de propagar la verdad y cuyo objeto es únicamente moral, deben ver con placer multiplicarse las reuniones, y si hay en ellas competencia debe ser para ver quien hará más bien. Las que pretendieran estar en lo verdadero con exclusión de las otras deberían probarlo tomando por divisa el amor y la caridad; porque tal es el sello de todo verdadero espiritista. ¿Quieren prevalecerse de la superioridad de los Espíritus que les asisten? Que lo prueben por la superioridad de las enseñanzas que reciben, y por la aplicación que se hace de las mismas; este es un criterio infalible para distinguir a los que marchan por el mejor camino.


Ciertos Espíritus más presuntuosos que lógicos, prueban algunas veces imponer sistemas extraños e impracticables a favor de nombres venerados de los que se amparan. El buen sentido hace muy pronto justicia a estas utopías, pero esperando, pueden sembrar la duda y la incertidumbre entre los adeptos; de aquí viene a menudo una causa de disentimiento momentáneo. Además de los medios que hemos dado para apreciarles, hay otro criterio que da la medida de su valor; es el número de partidarios que reclutan. La razón dice que el sistema que encuentra más eco en las masas, debe estar más cerca de la verdad que aquel que es rechazado por la mayoría y ve disminuir sus filas; así, pues, tened por cierto que los Espíritus que rehusan la discusión de su enseñanza es porque comprenden su debilidad.


350. Si el Espiritismo debe, así como está anunciado, conducir a la transformación de la Humanidad, esto sólo será posible por el mejoramiento de las masas, y no llegará sino gradualmente y poco a poco por el de sus individuos. ¿Qué importa creer en la existencia de los Espíritus, si esta creencia no hace mejor, más benévolo, más indulgente para con sus semejantes, más humilde y más paciente en la adversidad? ¿Para qué le sirve al avaro el ser espiritista, si siempre es avaro; al orgulloso, si siempre está lleno de sí mismo; al envidioso, si siempre tiene celos? Todos los hombres podrían, pues, creer en las manifestaciones, y la Humanidad quedar estacionada pero no son estos los designios de Dios. Todas las sociedades espiritistas formales deben dirigirse hacia el objeto providencial agrupándose alrededor de ellas los que tienen unos mismos sentimientos; entonces habrá unión entre ellas, simpatía, fraternidad, y no un vano y pueril antagonismo de amor propio, de palabras más bien que de cosas; entonces serán fuertes y poderosos, porque se apoyarán sobre una base inalterable: el bien para todos; entonces serán respetadas e impondrán silencio al torpe sarcasmo, porque hablarán en nombre de la moral evangélica respetada por todos.


Tal es el camino por el cual nos esforzamos en hacer entrar al Espiritismo. El estandarte que enarbolamos muy alto, es el del Espiritismo cristiano y humanitario y nos consideramos felices al ver reunirse a su alrededor tantos hombres en todos los puntos del globo, porque comprenden que aquí está el áncora de salvación, la salvaguardia del orden público, la señal de una era nueva para la Humanidad. Invitamos a todas las sociedades espiritistas a que concurran a esta grande obra; que de una a otra parte del mundo se tiendan la mano fraternal y confundirán el mal encerrándole en confusas redes.