EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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XI

El don de la mediumnidad es tan antiguo como el mundo; los profetas eran médiums; los misterios del Eleusis estaban fundados sobre la mediumnidad; los Caldeos, los Asirios, tenían médiums; Sócrates estaba dirigido por un Espíritu que le inspiraba los admirables principios de su filosofía; él oía su voz. Todos los pueblos han tenido sus médiums, y las inspiraciones de Juana de Arco no eran otra cosa que la voz de los Espíritus bienhechores que la dirigían. Este don que se esparce hoy día, era más raro en la edad media, pero jamás ha cesado. Swedenborg y sus adeptos tuvieron una numerosa escuela. La Francia de los últimos siglos, burlona y ocupada con una filosofía que queriendo destruir los abusos de la intolerancia religiosa, ofuscaba bajo el ridículo todo lo que era ideal, la Francia debía alejar al Espiritismo que no cesaba de progresar en el Norte. Dios había permitido esta lucha de ideas positivas contra las ideas espiritistas, porque el fanatismo se había hecho una arma de estas últimas; ahora que los progresos de la industria y de las ciencias han desarrollado el arte de vivir bien, a tal punto que las tendencias materiales han venido a ser dominantes, Dios quiere que los Espíritus vuelvan otra vez a conducir los intereses del alma; quiere que el perfeccionamiento del hombre moral sea lo que debe ser, es decir, el fin y el objeto de la vida. El Espíritu humano sigue una marcha necesaria, imagen de la gradación sufrida por todo lo que puebla el Universo visible e invisible; todo progreso llega a su hora: la de elevación moral ha llegado para la Humanidad; no se cumplirá en vuestros días; pero dad gracias a Dios de que asistáis a la aurora bendecida. Pedro Jouty (Padre del médium).