EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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XXV

La mayor parte de las veces, ¿con qué fin pedís comunicaciones a los Espíritus? Para obtener un buen escrito y enseñarlo a vuestros conocidos como muestra de nuestro talento, los conserváis preciosamente en vuestros álbumes, pero en vuestros corazones no hay cabida. ¿Creéis que porque nos lisonjeáis venimos a tomar puesto en vuestras asambleas como en un concurso haciendo gala de elocuencia para que podáis decir que la sesión ha sido muy interesante? ¿Qué os queda cuando habéis encontrado una comunicación admirable? ¿Creéis que venimos buscando vuestros aplausos? Desengañaos; no estamos dispuestos a divertiros de ningún modo; por vuestra parte, estáis aún en la curiosidad que en vano disimiláis; nuestro objeto es haceros mejores. Además, cuando nosotros vemos que nuestras palabras no dan fruto, y que todo se reduce por vuestra parte a una estéril aprobación, vamos a buscar almas más dóciles; entonces dejamos venir a nuestro puesto a los Espíritus que sólo quieren hablar, y de éstos no falta. Vosotros os admiráis de que dejemos tomar nuestro nombre. ¿Qué os importa, puesto que para vosotros es lo mismo? Pero sabed bien que no lo permitiríamos delante de aquellos por quienes realmente nos interesamos, es decir, con aquellos con quienes no perdemos nuestro tiempo: aquellos son nuestros preferidos y les preservamos de la mentira. No deis, pues, la culpa a nadie sino a vosotros si sois engañados tan a menudo; para nosotros el hombre formal no es aquel que se abstiene de reír, sin aquel cuyo corazón se conmueve en nuestras palabras, que las medita y se aprovecha de ellas. (Véase núm. 268, preguntas 19 y 20). Massillon.