EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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20. Entre los materialistas, es menester distinguir dos clases: en la primera ponemos a todos aquellos que lo son por sistema; entre éstos no es la duda, es la negación absoluta, razonada a su manera; a sus ojos el hombre no es más que una máquina que marcha mientras está montada, que si se descompone, se detiene y sólo queda de ella después de la muerte el esqueleto. Su número es felizmente muy restringido, y no constituye, en ninguna parte, una escuela altamente reconocida; no tenemos necesidad de insistir sobre los deplorables efectos que resultarían para el orden social de la vulgarización de semejante doctrina: nos hemos extendido lo suficiente sobre este objeto en El libro de los Espíritus (núm. 147 y Conclusión III).


Cuando hemos dicho que la duda cesa entre los incrédulos en presencia de una explicación racional, es necesario cuando menos exceptuar de ellos a los materialistas, aquellos que niegan toda potencia y todo principio inteligente fuera de la materia; la mayor parte se obstinan en su opinión por orgullo, y creen que su amor propio está obligado a persistir: persisten por y contra todas as pruebas contrarias, porque no quieren quedar debajo. Con estas gentes no hay nada que hacer; tampoco es conveniente dejarse sorprender por el falso semblante de sinceridad de aquellos que dicen: hacedme ver y creeré. Los hay que son más francos y dicen claramente: vería y no creería.