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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO XIV - DE LOS MÉDIUMS > 1. Médiums de efectos físicos
1. Médiums de efectos físicos
160. Los médiums de efectos físicos son más especialmente
aptos para producir fenómenos materiales, tales como los
movimientos de los cuerpos inertes, los ruidos, etc.. Se pueden
dividir en médiums facultativos y médiums involuntarios. (Véase
en la Segunda Parte, los capítulos II y IV).
Los médiums facultativos son aquellos que tienen la
conciencia de su poder y que producen los fenómenos espíritas
por un acto de su voluntad. Esta facultad, aunque es inherente a la
especie humana, como ya lo hemos dicho, está lejos de existir en
todos en el mismo grado; pero si hay pocas personas en que es
absolutamente nula las que son aptas para producir los grandes
efectos, tales como la suspensión de los cuerpos graves en el
espacio, la traslación aérea y sobre todo las apariciones, son más
raras aún. Los efectos más sencillos son los de la rotación de un
objeto, los golpes que da levantándose este objeto, o en su misma
sustancia. Sin dar más importancia capital a estos fenómenos,
aconsejamos que no se desprecien, pueden dar lugar a
observaciones interesantes y ayudar a la convicción. Pero es de
notar que la facultad de producir efectos materiales existe rara
vez entre aquellos que tienen medios más perfectos de
comunicación como la escritura o la palabra. Generalmente la
facultad disminuye en un sentido a medida que se desenvuelve en
otro.
161. Los médiums involuntarios o naturales son aquellos
cuya influencia se ejerce sin saberlo ellos mismos. No tienen
ninguna conciencia de su poder, y muchas veces lo anómalo que
pasa a su alrededor no les parece de ningún modo extraordinario;
esto forma parte de sí mismos, absolutamente como las personas
que están dotadas de la doble vista y ellas mismas no lo saben.
Estos sujetos son muy dignos de observación y deben recogerse y
estudiarse los hechos de este género que vengan a nuestra noticia;
éstos se manifiestan en cualquier edad y a menudo en niños muy
jóvenes. (Véase el capítulo V, “Manifestaciones espontáneas”).
Esta facultad no es por sí misma el indicio de un estado
patológico, porque no es incompatible con una salud perfecta. Si el que
la posee sufre, es por razón de una causa extraña; así los
medios terapéuticos son impotentes para hacerla cesar. Puede, en
algunos casos, ser consecuencia de cierta debilidad orgánica, pero
nunca es causa eficiente. No se podría, pues, razonablemente,
concebir ninguna inquietud al punto de vista higiénico; no podrá
tener ningún inconveniente, a no ser que si el sujeto que ha llegado
a ser médium facultativo, abuse de la facultad, porque entonces
habría en él emisión demasiado abundante de fluido vital, y a
consecuencia debilidad de los órganos.
162. La razón se subleva a la idea de torturas morales y corporales, a las que la ciencia ha sometido algunas veces a seres débiles y delicados con el fin de asegurarse si por su parte había superchería; estos experimentos, hechos muchas veces con malevolencia, son siempre nocivos a las organizaciones sensitivas; de esto podrían resultar graves desórdenes en la salud; hacer tales pruebas es jugar con la vida. El observador de buena fe no tiene necesidad del empleo de estos medios; aquel que está familiarizado con esta especie de fenómenos sabe que pertenecen más bien al orden moral que al orden físico, y que en vano se buscaría la solución en nuestras ciencias exactas.
Por lo mismo que estos fenómenos corresponden al orden moral, se debe evitar con un cuidado no menos escrupuloso todo lo que pueda sobreexcitar la imaginación. Se saben los accidentes que puede ocasionar el miedo, y se sería menos imprudente si se conocía todos los casos de locura y de epilepsia que tienen son origen en los cuentos de hechiceros y brujerías. ¿Qué sería, pues, si se persuadía que es el diablo? Los que difunden tales ideas no saben la responsabilidad que contraen: pueden matar. Pues el peligro no es sólo para el sujeto, es también para los que le rodean, que pueden asustarse pensando que su casa es una guarida de demonios. Esta funesta creencia es la que ha causado tantos actos atroces en los tiempos de ignorancia. Con un poco más de discernimiento, sin embargo, se hubiera podido pensar que quemando el cuerpo poseído por el diablo, no se quemaba al diablo. Puesto que querían deshacerse del diablo, a él era a quien se debía matar; la Doctrina Espírita ilustrándonos sobre la verdadera causa de estos fenómenos, les da el golpe de gracia. Lejos, pues, de avivar este pensamiento, es un deber de moralidad y de humanidad combatirle si existe.
Lo que es preciso hacer cuando una facultad semejante se desenvuelve espontáneamente en un individuo, es dejar al fenómeno seguir su curso natural: la Naturaleza es más prudente que los hombres; la Providencia, por otra parte, tiene sus miras, y el más pequeño puede ser instrumento de los más grandes designios. Pero es menester convenir en que este fenómeno adquiere algunas veces proporciones fatigosas e importunas para todos; * pero he aquí en todos los casos lo que deberá hacerse. En el cap. V., de las Manifestaciones físicas espontáneas hemos dado ya algunos consejos con este objeto, diciendo que es necesario procurar ponerse en relación con el Espíritu para saber de él lo que quiere. El siguiente medio está igualmente fundado sobre la observación.
Los seres invisibles que revelan su presencia por efectos sensibles son, generalmente, Espíritus de un orden inferior, y que se pueden dominar por el ascendiente moral; este ascendiente es el que es preciso tratar de adquirir.
Para obtener este ascendiente es menester hacer pasar al sujeto del estado de médium natural al de médium facultativo. Entonces se produce un efecto análogo al que tiene lugar en el sonambulismo. Se sabe que el sonambulismo natural cesa generalmente cuando se reemplaza por el sonambulismo magnético. No se detiene la facultad emancipadora del alma, se le da otro curso. Lo mismo es en cuanto a la facultad mediúmnica. A este efecto, en lugar de poner trabas a los fenómenos, lo que no se consigue fácilmente, y siempre sin peligro, es preciso excitar al médium a producirlos por su voluntad, imponiéndose al Espíritu; por este medio llega a dominarle, y de un dominador algunas veces tiránico hace un ser subordinado y a menudo muy dócil. Un hecho digno de observación y justificado por la experiencia es que en semejante caso un niño tiene tanta y muchas veces más autoridad que un adulto; nueva prueba en apoyo de este punto capital de la doctrina, que el Espíritu solo es niño por el cuerpo y que tiene por sí mismo un desenvolvimiento necesariamente anterior a su encarnación actual, desenvolvimiento que puede darle ascendiente sobre Espíritus que le son inferiores.
La moralización del Espíritu por los consejos de una tercera persona influyente y experimentada, si el médium no está en estado de hacerlo, es a menudo un medio muy eficaz; más adelante volveremos a esto mismo.
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* Uno de los hechos más extraordinarios de esta naturaleza, por la variedad y rareza de los fenómenos, es, sin contradicción, el que tuvo lugar en 1852, en el Palatinado (Baviera rhenana) en Bergzabern cerca de Wissemburgo. Es tanto más notable como que casi reunía en el mismo sujeto, todos los géneros de manifestaciones espontáneas; barahúnda hasta quebrantar la casa, trastorno de los muebles, objetos lanzados lejos por una mano invisible, visiones y apariciones, sonambulismo, éxtasis, catalepsia, atracción eléctrica, gritos y sonidos aéreos, instrumentos tocando sin contacto, comunicaciones inteligentes, etc., y no es de menos importancia, la prueba de estos hechos, durante cerca de dos años, por innumerables testigos oculares dignos de fe por su saber y su posición social. La relación auténtica de esto se publicó, en aquella época, en muchos diarios alemanes y notablemente en una obrita hoy día agotada y muy rara. Se encontrará la traducción completa de esta obrita en la Revista Espírita de 1858, con los comentarios y explicaciones necesarias. Según nuestro conocimiento es la sola publicación francesa que se ha hecho de dicha obrita. Además del interés admirable que se desprende de estos fenómenos, son eminentemente instructivos al punto de vista del estudio práctico del Espiritismo.
Por lo mismo que estos fenómenos corresponden al orden moral, se debe evitar con un cuidado no menos escrupuloso todo lo que pueda sobreexcitar la imaginación. Se saben los accidentes que puede ocasionar el miedo, y se sería menos imprudente si se conocía todos los casos de locura y de epilepsia que tienen son origen en los cuentos de hechiceros y brujerías. ¿Qué sería, pues, si se persuadía que es el diablo? Los que difunden tales ideas no saben la responsabilidad que contraen: pueden matar. Pues el peligro no es sólo para el sujeto, es también para los que le rodean, que pueden asustarse pensando que su casa es una guarida de demonios. Esta funesta creencia es la que ha causado tantos actos atroces en los tiempos de ignorancia. Con un poco más de discernimiento, sin embargo, se hubiera podido pensar que quemando el cuerpo poseído por el diablo, no se quemaba al diablo. Puesto que querían deshacerse del diablo, a él era a quien se debía matar; la Doctrina Espírita ilustrándonos sobre la verdadera causa de estos fenómenos, les da el golpe de gracia. Lejos, pues, de avivar este pensamiento, es un deber de moralidad y de humanidad combatirle si existe.
Lo que es preciso hacer cuando una facultad semejante se desenvuelve espontáneamente en un individuo, es dejar al fenómeno seguir su curso natural: la Naturaleza es más prudente que los hombres; la Providencia, por otra parte, tiene sus miras, y el más pequeño puede ser instrumento de los más grandes designios. Pero es menester convenir en que este fenómeno adquiere algunas veces proporciones fatigosas e importunas para todos; * pero he aquí en todos los casos lo que deberá hacerse. En el cap. V., de las Manifestaciones físicas espontáneas hemos dado ya algunos consejos con este objeto, diciendo que es necesario procurar ponerse en relación con el Espíritu para saber de él lo que quiere. El siguiente medio está igualmente fundado sobre la observación.
Los seres invisibles que revelan su presencia por efectos sensibles son, generalmente, Espíritus de un orden inferior, y que se pueden dominar por el ascendiente moral; este ascendiente es el que es preciso tratar de adquirir.
Para obtener este ascendiente es menester hacer pasar al sujeto del estado de médium natural al de médium facultativo. Entonces se produce un efecto análogo al que tiene lugar en el sonambulismo. Se sabe que el sonambulismo natural cesa generalmente cuando se reemplaza por el sonambulismo magnético. No se detiene la facultad emancipadora del alma, se le da otro curso. Lo mismo es en cuanto a la facultad mediúmnica. A este efecto, en lugar de poner trabas a los fenómenos, lo que no se consigue fácilmente, y siempre sin peligro, es preciso excitar al médium a producirlos por su voluntad, imponiéndose al Espíritu; por este medio llega a dominarle, y de un dominador algunas veces tiránico hace un ser subordinado y a menudo muy dócil. Un hecho digno de observación y justificado por la experiencia es que en semejante caso un niño tiene tanta y muchas veces más autoridad que un adulto; nueva prueba en apoyo de este punto capital de la doctrina, que el Espíritu solo es niño por el cuerpo y que tiene por sí mismo un desenvolvimiento necesariamente anterior a su encarnación actual, desenvolvimiento que puede darle ascendiente sobre Espíritus que le son inferiores.
La moralización del Espíritu por los consejos de una tercera persona influyente y experimentada, si el médium no está en estado de hacerlo, es a menudo un medio muy eficaz; más adelante volveremos a esto mismo.
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* Uno de los hechos más extraordinarios de esta naturaleza, por la variedad y rareza de los fenómenos, es, sin contradicción, el que tuvo lugar en 1852, en el Palatinado (Baviera rhenana) en Bergzabern cerca de Wissemburgo. Es tanto más notable como que casi reunía en el mismo sujeto, todos los géneros de manifestaciones espontáneas; barahúnda hasta quebrantar la casa, trastorno de los muebles, objetos lanzados lejos por una mano invisible, visiones y apariciones, sonambulismo, éxtasis, catalepsia, atracción eléctrica, gritos y sonidos aéreos, instrumentos tocando sin contacto, comunicaciones inteligentes, etc., y no es de menos importancia, la prueba de estos hechos, durante cerca de dos años, por innumerables testigos oculares dignos de fe por su saber y su posición social. La relación auténtica de esto se publicó, en aquella época, en muchos diarios alemanes y notablemente en una obrita hoy día agotada y muy rara. Se encontrará la traducción completa de esta obrita en la Revista Espírita de 1858, con los comentarios y explicaciones necesarias. Según nuestro conocimiento es la sola publicación francesa que se ha hecho de dicha obrita. Además del interés admirable que se desprende de estos fenómenos, son eminentemente instructivos al punto de vista del estudio práctico del Espiritismo.