EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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83. De todas las manifestaciones espiritistas, las más sencillas y las más frecuentes son los ruidos y los golpes; aquí es, sobre todo, donde es preciso temer a la ilusión, porque una porción de causas naturales pueden producirlos: el viento que silba o que agita un objeto, un cuerpo que se mueve por sí mismo sin apercibirse, un efecto acústico, un animal oculto, un insecto, etc. y también las bromas de mal gusto de algunas personas. Los ruidos espiritistas tienen, por otra parte, un carácter particular, afectando una intensidad y un timbre muy variados que les distinguen fácilmente, y que no permiten confundirlos con el crujido de la madera, el chisporroteo del fuego o el monótono tic-tac de un péndulo; esto son golpes secos, tan pronto sordos, débiles y ligeros, como claros distintos, algunas veces estrepitosos, que cambian de sitio y se repiten sin tener una regularidad mecánica. De todos los medios de comprobación, el más eficaz, el que no puede dejar duda sobre su origen, es la obediencia a la voluntad. Si los golpes se oyen en el paraje designado, si responden al pensamiento por su número y su intensidad, no se puede desconocer en ellos una causa inteligente; pero la falta de obediencia no es siempre una prueba contraria.