EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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Médiums interesados

304. Como todo puede llegar ser un objeto de explotación, nada tendría de extraño que se quisieran explotar a los Espíritus; falta saber cómo tomarían ellos la cosa si alguna vez se intentara introducir semejante especulación. Diremos en primer lugar que nada se prestaría más al charlatanismo y a la truhanería que semejante negocio. Si se ven falsos sonámbulos, aun se verían más falsos médiums y esta sola razón sería un motivo fundado de desconfianza. El desinterés, por el contrario, es la respuesta más perentoria que pueda oponerse a aquellos que sólo ven en lo hechos una hábil maniobra. No hay charlatanismo desinteresado. ¿Cuál sería, pues, el objeto de las personas que usasen la superchería sin provecho, con más motivo, cuando su honradez notoria no permite sospechar de ellos?


Si las ganancias que un médium sacara de su facultad podían ser un motivo de sospecha, no sería una prueba que esta sospecha fuese fundada; podría, pues, tener una aptitud real y obrar de muy buena fe aun haciéndose retribuir: veamos si en este caso podemos razonablemente esperar un resultado satisfactorio.


305. Si se ha comprendido bien lo que hemos dicho sobre las condiciones necesarias para servir de intérprete a los buenos Espíritus, las causas numerosas que pueden alejarles, las circunstancias independientes de su voluntad que muchas veces son un obstáculo para que vengan, en fin, todas las condiciones morales que pueden ejercer una influencia sobre la naturaleza de las comunicaciones, ¿cómo podría suponerse que un Espíritu por poco elevado que fuese viniese a todas horas del día a ponerse bajo las órdenes de un empresario de reuniones y someterse a sus exigencias para satisfacer la curiosidad del primero que se presente? ¡Se sabe la aversión de los Espíritus por todo lo que es concupiscencia y egoísmo, el poco caso que hacen de las cosas materiales, y se quisiera que ayudasen a traficar su presencia! Esto lo repugna el pensamiento, y sería necesario conocer muy poco la naturaleza del mundo de los Espíritus para creer que pueda ser de este modo. Pero como los Espíritus ligeros son menos escrupulosos y sólo desean ocasiones de divertirse a nuestras expensas, resulta que si uno no es mixtificado por un falso médium, corre todo el peligro de serlo por alguno de entre ellos. Estas solas reflexiones dan la medida del grado de confianza que debería concederse a las comunicaciones de este género. Por lo demás, ¿para qué servirían los médiums pagados, puesto que si uno mismo no tiene esta facultad, puede encontrarla en su familia, entre sus amigos o conocidos?


306. Los médiums interesados no son únicamente aquellos que podrían exigir una retribución fija; el interés no se traduce siempre por la esperanza de una ganancia material, sino por las miras ambiciosas de todas las clases sobre las cuales se pueden fundar esperanzas personales; éste es también un mal paso del que saben muy bien aprovecharse los Espíritus burlones, con una destreza y una truhanería verdaderamente notables, entreteniendo con engañosas ilusiones a los que de este modo se ponen bajo su dependencia. En resumen, la mediumnidad es una facultad dada para el bien, y los buenos Espíritus se alejan de cualquiera que pretenda hacer de ella una maravilla para conseguir cualquier cosa que sea que no esté conforme con las miras de la Providencia. El egoísmo es la plaga de la sociedad; los buenos Espíritus lo combaten, no se puede suponer que vengan a servirle. Esto es tan racional, que sería inútil insistir más sobre este punto.


307. Los médiums de efectos físicos no están en la misma categoría; generalmente estos efectos son producidos por Espíritus inferiores menos escrupulosos. No decimos que estos Espíritus sean necesariamente malos por esto: se puede ser mozo de cordel y hombre muy honrado; un médium de esta categoría, que quisiera explotar su facultad, podría, pues, tener quien le asistiera sin gran repugnancia; pero aun en esto se presenta otro inconveniente. El médium de efectos físicos, lo mismo que el de comunicaciones inteligentes, no ha recibido la facultad para su recreo; se le ha dado a condición de hacer de ella un buen uso, y si abusa puede serle retirada, o volverse en perjuicio suyo porque en definitiva los Espíritus inferiores están a las órdenes de los Espíritus superiores.


A los Espíritus inferiores les gusta mucho mixtificar, pero no quieren ser mixtificados; si se prestan voluntariamente a la broma y a las cosas de curiosidad, es porque quieren divertirse; no quieren que se les explote más que a los otros, ni servir de figurantes para que otros recojan los beneficios y prueban a cada momento que tienen su voluntad, que obran cuando y como mejor les parece, lo que hace que el médium de efectos físicos esté aun menos seguro de la regularidad de las manifestaciones que el médium escribiente. El pretender producirlas en días y horas fijas sería probar la mayor ignorancia. ¿En este caso qué es lo que se hace para ganar su dinero? Simular los fenómenos; es lo que puede suceder no solamente a aquellos que harían de esto un oficio reconocido, más también a personas sencillas en apariencia que encuentran este medio más fácil y más cómodo que el trabajar. Si el Espíritu no da de sí, se le suple: ¡la imaginación es tan fecunda cuando se trata de ganar dinero! Siendo el interés un motivo legítimo de sospecha, da un derecho para el examen riguroso, de que uno no podría ofenderse sin justificar las sospechas. Pero cuanto más legítima es la sospecha en este caso, tanto más ofensivas es frente a personas honradas y desinteresadas.


308. La facultad mediúmnica, aun limitada a las manifestaciones físicas, no se ha dado para hacer ostentación sobre las tablas, y el que pretendiera tener a sus órdenes a los Espíritus para exhibirles en público, con mucho derecho puede ser sospechoso de charlatanismo o de prestidigitación más o menos hábil. No se olvide que todas las veces que se vean anuncios de pretendidas sesiones de espiritismo o de espiritualismo a tanto la entrada, debe recordarse el derecho que se compra al entrar.


De todo lo que precede, sacamos en consecuencia que el desinterés más absoluto es la mejor garantía contra el charlatanismo: si no asegura siempre la bondad de las comunicaciones inteligentes, quita a los Espíritus malos un poderoso medio de acción, y cierra la boca a ciertos detractores.


309. Quedaría lo que puede llamarse escamoteo de aficionados, es decir los fraudes inocentes de algunos bromistas del mal género. Sin duda podría practicarse como pasatiempo en las reuniones ligeras y frívolas, pero no en los grupos formales en los que solo se admiten personas de carácter. Por lo demás, puede uno proporcionarse el placer de una mixtificación momentánea; pero sería menester estar dotado de una singular paciencia para hacer este papel durante meses y años, y cada vez durante muchas horas consecutivas. Sólo algún interés puede dar esta perseverancia, y lo repetimos, el interés puede hacerlo sospechar todo.


310. Puede que se diga que un médium que da su tiempo al público por interés de la cosa, no puede darlo si no le pagan, porque es menester vivir. ¿Pero es en el interés de la cosa o en el suyo que lo da, no es más bien porque en ello entrevé un oficio lucrativo? A este precio se encontrarán siempre personas adictas. ¿No hay más que esta industria a su disposición? No olvidemos que los Espíritus, cualquiera que sea su superioridad o su inferioridad, son las almas de los muertos, y cuando la moral y la religión hacen un deber de respetar sus restos, la obligación de respetar a su Espíritu es aún mayor.


¿Qué se diría del que sacase un cuerpo de la tumba y lo exhibiese por dinero, porque este cuerpo había de llamar la atención? ¿Es menos irrespetuoso exhibir el Espíritu que el cuerpo bajo el pretexto de que es curioso el ver trabajar a un Espíritu? Notad bien que el precio de entrada estará en relación de las cosas que podrá hacer y del atractivo del espectáculo. Ciertamente si cuando vivía hubiese sido cómico, regularmente no hubiera creído que después de su muerte hubiera encontrado un director que le haría representar gratis, en su provecho.


No debemos olvidar que las manifestaciones físicas lo mismo que las manifestaciones inteligentes, las permite Dios para nuestra instrucción.


311. Prescindiendo de esta consideraciones morales, no podemos negar que haya médiums interesados, pero de igual manera honrados y concienzudos, porque en todos los oficios hay personas buenas; sólo hablamos de los abusos; pero se convendrá, por los motivos que hemos expuesto, que el abuso tiene más razón de estar entre los médiums retribuidos que entre aquellos que, mirando su facultad como un favor, no la emplean sino para hacer un servicio.


El grado de confianza o de desconfianza que puede concedérsele a un médium retribuido, ante todo depende del aprecio que se hace de su carácter y de su moralidad y además de las circunstancias. El médium que con un fin eminentemente formal y provechoso, estuviese impedido de utilizar el tiempo de otro modo y por esta razón exonerado, no puede confundirse con el médium especulador, aquel que con designio premeditado se hiciera una industria de la mediumnidad. Según el motivo y el objeto, los Espíritus pueden pues, condenar, absolver y aun favorecer; juzgan más bien la intención que el hecho material.


312. Los sonámbulos que utilizan su facultad de un modo lucrativo, no están en el mismo caso. Aunque esta explotación esté sujeta a abusos y que el desinterés sea una gran garantía de sinceridad, la posición es diferente, atendido a que su propio Espíritu es el que obra; de consiguiente le tiene siempre a su disposición, y en realidad se explotan a sí mismos, porque son libres de disponer de sus personas, como ellos lo entienden, mientras que los médiums especuladores, explotan las almas de los difuntos. (Véase núm. 172, Médiums sonámbulos).


313. No ignoramos que nuestra severidad con respecto a los médiums interesados amotina contra nosotros a todos aquellos que explotan o tendrán intención de explotar esta nueva industria, y se nos hacen enemigos encarnizados, lo mismo que sus amigos que naturalmente toman su defensa; nos consolamos de ello, pensando que los mercaderes arrojados del templo por Jesús no debían mirarle con muy buenos ojos. Tenemos además contra nosotros a las personas que no miran la cosa con la misma gravedad; sin embargo, nos creemos con el derecho de tener una opinión y emitirla; no forzamos a nadie para que la adopte. Si se ha unido a ella una inmensa mayoría es que la encuentra justa; porque en efecto, no vemos cómo se podría probar que no hay más suerte en encontrar el fraude y los abusos en la especulación que en el desinterés. En cuanto a nosotros, si nuestros escritos han contribuido a poner en Francia y en otras partes el descrédito en la mediumnidad interesada, creemos que no será uno de los menores servicios que habrán hecho al Espiritismo formal.