EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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259. El medio que se emplea algunas veces con buen resultado para asegurar la identidad, cuando el Espíritu que se comunica es sospechoso, consiste en hacerle afirmar, en nombre de Dios Todopoderoso, que es el mismo que se nombra. Sucede a menudo que el que toma un nombre supuesto retrocede ante un sacrilegio, y después de haber empezado a escribir: Yo afirmo, en nombre de..., se para y traza con cólera líneas insignificantes, o rompe el lápiz; si es más hipócrita, evade la cuestión por una restricción mental, escribiendo por ejemplo: Os certifico que digo la verdad; o bien: Atestiguo en nombre de Dios, que soy yo el que os hablo, etc. Pero los hay que no son tan escrupulosos y juran todo lo que se quiere. Uno de ellos se comunicó a un médium diciendo que era Dios y el médium, muy honrado por un tan alto favor, no vaciló en creerle. Evocado por nosotros no se atrevió a sostener tal impostura, y dijo: Yo no soy Dios, pero soy, su hijo. — Entonces, ¿sois Jesús? Esto no es probable porque Jesús está colocado muy alto para emplear un subterfugio. ¿Os atrevéis, pues, a afirmar, en nombre de Dios que sois el Cristo? — Yo no digo que sea Jesús; yo digo que soy hijo de Dios, porque soy una de sus criaturas.

Debe deducirse de esto que si rehusa un Espíritu el afirmar su identidad en nombre de Dios, es siempre una prueba manifiesta de que el nombre que ha tomado es una impostura, pero que la afirmación sólo es una presunción y no una prueba cierta.