EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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XV

Todos los médiums son incontestablemente llamados a servir a la causa del Espiritismo según la medida de su facultad, pero hay muy pocos que no se dejan prender en el lazo del amor propio; es una piedra de toque que poca veces deja de producir su efecto; así es que sobre cien médiums, apenas encontraréis uno por ínfimo que sea, que no se haya creído en los primero tiempos de su mediumnidad, llamado a obtener resultados superiores y predestinados a grandes misiones. Los que sucumben a esta vanidosa esperanza cuyo número es grande, vienen a ser presa inevitable de Espíritus obsesores que no tardan en subyugarles adulando su orgullo y tomándoles por la parte flaca; cuanto más se han querido elevar, más ridícula es su caída, cuando no es desastrosa para ellos. Las grandes misiones sólo se confían a los hombres elegidos, y Dios mismo les coloca sin que ellos los busquen en el centro y en la posición en que su concurso podrá ser eficaz. Nunca está demás recomendar a los médiums inexpertos que desconfíen de lo que ciertos Espíritus puedan decirles, tocante al pretendido papel que están llamados a representar; porque si lo creen así solo recogerán defecciones en este mundo y un severo castigo en el otro. Que se persuadan bien que en la esfera modesta y obscura en que están colocados pueden prestar grandes servicios, ayudando a la conversión de los incrédulos o dando consuelo a los afligidos; si deben salir de este círculo serán conducidos por una mano invisible que preparará los caminos puestos en evidencia, por decirlo así, a pesar suyo. Que se recuerden bien de aquellas palabras: “El que se eleva será abatido, el que se abata será elevado”. El Espíritu de Verdad