EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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Comunicaciones apócrifas

A menudo se reciben comunicaciones de tal modo absurdas, aunque firmadas por nombres de los más respetables, que el buen sentido más vulgar, demuestra su falsedad; pero las hay que el error disimulado bajo cosas buenas que ilusionan y algunas veces impiden el descubrirlas a primera vista, pero no podrían resistir a un examen serio. Sólo citaremos algunas como muestra.

XXIX

La creación perpetua e incesante de los mundos es para Dios como un goce perpetuo, porque ve sin cesar que sus rayos dan todos los días más luz y felicidad. Para Dios no hay número, ni tiempo. Por esto las centenas o millares, para él son la misma cosa. Es un padre cuya felicidad está formada de la felicidad colectiva de sus hijos y a cada segundo de creación, ve una nueva felicidad venir a confundirse en la felicidad general. No hay alto, ni suspensión en este movimiento perpetuo, esta grande felicidad incesante que fecunda la tierra y el cielo. Del mundo no se conoce sino una pequeña fracción, y vosotros tenéis hermanos que viven bajo latitudes en las que el hombre no ha podido aun penetrar. ¿Qué significan esos calores terroríficos y esos fríos mortales que detienen los esfuerzos de los más atrevidos? ¿Creéis simplemente que allí está en fin de vuestro mundo, cuando no podéis adelantar más con vuestros pequeños medios? ¿Podríais acaso medir exactamente vuestro planeta? No creáis esto. Hay sobre vuestro planeta más lugares ignorados que lugares conocidos. Pero como es inútil propagar más todas vuestras malas instituciones, todas vuestras malas leyes, acciones y existencias, hay un límite que os detiene aquí y allá, y os detendrá hasta que tengáis que llevar las buenas semillas que ha hecho vuestro libre albedrío. ¡Ah, no! Vosotros no conocéis este mundo que llamáis Tierra. En vuestra existencia veréis un gran principio de pruebas de esta comunicación. Va a dar la hora en que habrá otro descubrimiento mayor que el último que se ha hecho; mirar cómo va a ensancharse el círculo de vuestra tierra conocida, y cuando toda la prensa cantará este Hosanna en todas las lenguas, vosotros, pobres hijos, que amáis a Dios y que buscáis su camino, vosotros lo habréis sabido antes que aquellos mismos que darán su nombre a la nueva tierra. San Vicente de Paúl.

Observación. — Al punto de vista de estilo, esta comunicación no puede resistir la crítica; las incorrecciones, los pleonasmos, las frases viciosas saltan a los ojos de cualquiera, por poco letrado que sea; pero esto nada probaría contra el nombre con el que va firmada, en atención a que estas imperfecciones podrían venir de la insuficiencia del médium, como lo hemos demostrado. Lo que es obra del Espíritu, es la idea: pues cuando dice que hay sobre nuestro planeta más lugares ignorados que lugares conocidos, que va a descubrirse un nuevo continente es para un Espíritu que se llama superior, probar la más profunda ignorancia. Sin duda se pueden descubrir más allá de los hielos algunas rincones de tierra desconocidos, pero decir que estas tierras están pobladas y que Dios las ha ocultado a los hombres con el fin de que no llevaran a ellas sus malas instituciones, es tener demasiada fe en la confianza ciega de aquellos a quienes divulga semejantes absurdos.

XXX

Hijos míos, nuestro mundo material y el mundo espiritual que tan pocos conocen aun, forman como dos platos de la balanza perpetua. Hasta aquí nuestras religiones, nuestras leyes, nuestras costumbres, y nuestras pasiones han hecho de tal modo caer el plato del mal para levantar el bien, que se ha visto el mal reinar como soberano en la Tierra. Desde muchos siglos es siempre la misma queja que se exhala de la boca del hombre, y la conclusión fatal, es la injusticia de Dios. Hay quien llega hasta negar la existencia de Dios. Vosotros los veis todo aquí y nada allá; vosotros veis lo superfluo que choque con la necesidad, el oro que brilla al lado del cieno; todos los contrastes más patentes que deberían probaros vuestra doble naturaleza. ¿De dónde viene esto? ¿Quién tiene la culpa? Aquí tenéis lo que debéis buscar con tranquilidad y con imparcialidad; cuando uno desea sinceramente encontrar un buen remedio, lo encuentra. Pues bien, a pesar de este dominio del mal sobre el bien, por vuestra propia falta, ¿por qué no veis el resto marchar derecho por la línea trazada por Dios? ¿Veis desarreglarse las estaciones? ¿Los calores y los fríos chocar inconsideradamente? ¿La luz del Sol olvidarse de alumbrar la Tierra? ¿La tierra olvidar en su seno la simiente que el hombre ha depositado en ella? ¿Veis que cesan los mil milagros perpetuos que se producen a vuestra vista, desde el nacimiento de la yerba, hasta el nacimiento del niño, hombre futuro? Pero, todo va bien de parte de Dios, todo mal de parte del hombre. ¿Qué remedio hay? Es muy sencillo: acercarse a Dios, amarse, unirse, entenderse y seguir tranquilamente el camino cuyos hitos se ven con los ojos de la fe y de la conciencia. San Vicente de Paúl.


Observación. — Esta comunicación fue obtenida en el mismo círculo; pero ¡qué diferencia con la precedente! No sólo por los pensamientos, sino por el estilo. Todo es, justo en ella, profundo, sensato, y ciertamente San Vicente de Paúl no la desconocería, por esto se le puede atribuir sin miedo. XXXI ¡Vamos, hijos, unid vuestras filas! Quiere decir, que vuestra buena unión haga vuestra fuerza. ¡Vosotros que trabajáis en la fundación de un grande edificio, velad y trabajad siempre para consolidarlo por su base, y entonces podréis levantarlo bien alto, bien alto! El progreso es inmenso sobre todo nuestro globo; una cantidad innumerable de prosélitos se forman bajo nuestra bandera; muchos escépticos y aun de los más incrédulos se acercan también. ¡Marchad, hijos, marchad con el corazón alto, lleno de fe, el camino que seguís es hermoso; no os paréis; seguid siempre la línea recta, servid de guías a aquellos que vienen después de vosotros, ellos serán felices, muy felices! ¡Marchad, hijos; vosotros no tenéis necesidad de la fuerza de las bayonetas para sostener vuestra causa, sólo necesitáis la fe; la creencia, la fraternidad y la unión, estas son vuestras armas; con ellas sois fuertes, más poderosos que todos los grandes potentados del universo reunidos, a pesar de sus fuerzas vivientes, sus flotas, sus cañones y su metralla! Vosotros que combatís por la libertad de los pueblos y la regeneración de la grande familia humana, marchad, hijos, ánimo y perseverancia. Dios os ayudará. Buenas noches, hasta más ver. Napoleón. Observación. — Napoleón era, cuando vivía, un hombre grave y formal como el que más; todo el mundo conoce su estilo breve y conciso; hubiera singularmente degenerado, si después de su muerte se hubiese vuelto hablador y burlesco. Esta comunicación puede que sea del Espíritu de algún soldado que se llamaba Napoleón.

XXXII

No, no se puede cambiar de religión cuando no hay una que pueda a la vez satisfacer el sentido común y la inteligencia que se tiene y que sobre todo pueda dar al hombre los consuelos presentes. No, no se cambia de religión, se cae de la inepcia y de la dominación en la sabiduría y en la libertad. ¡Marchad, marchad, nuestro pequeño ejército! Marchad y no temáis a las balas enemigas: las que os deben matar, aun no se han hecho, si estáis siempre del fondo del corazón en el camino de Dios, es decir, si queréis siempre combatir pacífica y victoriosamente por la felicidad y la libertad. San Vicente de Paúl.

Observación. — ¿Quién es el que conoce a San Vicente de Paúl, por este lenguaje, por estos pensamientos disparatados y desprovistos de sentido? ¿Qué significan estas palabras: No, no se cambia de religión, uno cae de la inepcia y de la dominación en la sabiduría y en la libertad, con sus balas que aun no están hechas?; sospechamos mucho que este Espíritu no sea el mismo que ha firmado más arriba Napoleón.

XXXIII

Hijos de mi fe, cristianos de mi doctrina olvidada por los intereses de los torrentes de la filosofía de los materialistas, seguidme por el camino de Judea, seguid la pasión de mi vida, contemplad ahora a mis enemigos, mirad mis sufrimientos, mis tormentos y mi sangre derramada por mi fe. Hijos espiritualistas de mi nueva doctrina, estad prontos a soportar, a desafiar las olas de la adversidad, los sarcasmos de vuestros enemigos. La fe marchará sin cesar siguiendo vuestra estrella que os conducirá por el camino de la felicidad eterna, de la misma manera que la estrella condujo por la fe a los magos del Oriente al pesebre. Cualesquiera que sean vuestras adversidades, cualesquiera que sean vuestras penas y lágrimas que habréis derramado sobre esta esfera de destierro, tened ánimo, estad persuadidos que la alegría que os inundará en el mundo de los Espíritus será mucho más grande que los tormentos de vuestra existencia pasajera. El valle de lágrimas es un valle que debe desaparecer para desear puesto a la brillante morada de alegría, de fraternidad y de unión, en la que iréis a parar por vuestra buena obediencia a la santa revelación. La vida, queridos hermanos de esta esfera terrestre, todo preparatoria, sólo puede perdurar el tiempo necesario para vivir bien preparado para esta vida que nunca podrá acabar. Amaos, amaos como yo os he amado y como os amo aún; hermanos, ánimo hermanos. Os bendigo; en el cielo os espero. Jesús. De estas brillantes y luminosas regiones, a donde el pensamiento humano apenas puede llegar, el eco de vuestras palabras y de las mías, han venido a conmover mi corazón. ¡Oh! ¡De qué alegría me siento inundado viéndoos, a vosotros, los que lleváis adelante mi doctrina! No, nada se iguala al testimonio de vuestros buenos pensamientos! Ya los veis, hijos, la idea regeneradora lanzada por mí en otro tiempo por el mundo, perseguida, detenida un momento bajo la presión de los tiranos, va a marchar para siempre sin obstáculos, iluminando los caminos a la humanidad tan largo tiempo sepultada en las tinieblas. Todo sacrificio grande y desinteresado, hijos míos, tarde o temprano lleva sus frutos. Mi martirio os lo ha probado; mi sangre derramada por mi doctrina salvará a la humanidad y borrará las faltas de los grandes culpables. ¡Seáis bendecidos, vosotros que tomáis puesto en la familia regeneradora! ¡Marchar, ánimo hijos! Jesús.

Observación. — Sin duda nada hay de malo en estas dos comunicaciones. Pero el Cristo jamás tuvo este lenguaje pretencioso, enfático e pomposo. Compárense con la que hemos citado más arriba, y que lleva el mismo nombre, y se verá de qué parte está el sello de la autenticidad. Todas estas comunicaciones se han obtenido en el mismo círculo. Se observa en el estilo, un aire de familia, giros de frases idénticas, reproducidas a menudo las mismas expresiones, como por ejemplo, marchar, marchar, hijos, etc. De donde se puede sacar en consecuencia que es el mismo Espíritu el que las ha dictado todas bajo nombres diferentes. En ese centro muy concienzudo por lo demás, pero demasiado crédulo, no se hacían ni evocaciones, ni preguntas; todo lo esperaban de las comunicaciones espontáneas, y se ve que ciertamente ésta no es una garantía de identidad. Con preguntas un poco precisas y de lógica cerrada, fácilmente se hubiese podido hacer que este Espíritu ocupara su puesto; pero él sabía que nada tenía que temer, puesto que nadie le pedía nada y que aceptaban sin comprobación y con los ojos cerrados, todo lo que él decía. (Véase núm. 269).

XXXIV

¡Qué hermosa es la naturaleza! ¡Qué prudente es la Providencia en su previsión! Pero vuestra ceguedad y vuestras pasiones humanas impiden el tomar paciencia en la prudencia y bondad de Dios. Os lamentáis de la más ligera nubecilla, del menor retardo en vuestras previsiones; sabed, pues, hombres impacientes que dudáis, que nada sucede sin un motivo siempre previsto, siempre premeditado en provecho de todos. La razón de lo que procede es para reducir a la nada, hombres timoratos e hipócritas, todas vuestras previsiones de mal año para vuestras cosechas. Dios inspira a menudo la inquietud a los hombres por su porvenir para impulsarles a la previsión; y veis cuán grandes son los medios para hacer a vuestros temores sembrados con designio, y que lo más a menudo ocultan pensamiento ávidos más bien que una idea de una prudente previsión inspirada por un sentimiento de humanidad en provecho de los pequeños. Mirad las relaciones que se harán entre las naciones. Mirad qué transacciones deberán realizarse; ¡qué medios concurrirán para detener vuestros temores! Porque vosotros los sabéis, todo se encadena; grandes y pequeños concurrirán también a la obra. ¿Acaso no veis ya en todo este movimiento un origen de cierto bienestar, para la clase más laboriosa de los Estados, clase verdaderamente interesante que vosotros los grandes, vosotros, los omnipotentes de esta tierra, consideráis como gentes amoldadas a vuestro gusto, creadas para vuestras satisfacciones? Además, ¿qué sucede con todo este vaivén de un polo al otro? Es que una vez bien previsto, muchas veces este tiempo ha cambiado; el sol obedeciendo al pensamiento de su creador, ha sazonado en algunos días vuestras cosechas; Dios ha puesto la abundancia donde vuestra codicia meditaba la escasez, y a pesar vuestro los pequeños podrán vivir; y sin que lo dudéis habéis sido sin saberlo la causa de una abundancia. Sin embargo acontece – Dios lo permite algunas veces–, que los malos tengan suerte en sus proyectos de avaricia; pero entonces es una lección que Dios os da a todos; lo que quiere es estimular la previsión humana; es el orden infinito que reina en la naturaleza, es el valor que deben imitar y que deben soportar con resignación los hombres contra los acontecimientos. En cuanto a los que por cálculo se aprovechan de los desastres, creedlo, serán castigados. Dios quiere que todos sus seres vivan; el hombre no debe jugar con la necesidad, ni traficar con lo superfluo. Justo en sus buenas obras, grande en su clemencia, demasiado bueno para nuestra ingratitud, Dios, en sus designios, es impenetrable. Bossuet. Alfredo de Marignac.

Observación. — Esta comunicación ciertamente no contiene nada malo; hay en ella ideas filosóficas profundas y consejos muy sabios que podrían engañar sobre la autenticidad del autor a las personas poco versadas en literatura. El médium que la obtuvo, habiéndola sometido al examen de la Sociedad Espiritista de París, sólo hubo una voz para declarar que no podría ser de Bossuet. Habiéndose consultado a San Luis contestó: “Esta comunicación en cuanto a ella es buena, pero no creáis que sea Bossuet el que la ha dictado. La ha escrito un Espíritu quizá poco o mucho bajo su inspiración, y ha puesto el nombre del gran Obispo para hacerla aceptar más fácilmente; pero debéis reconocer la substitución con el lenguaje. Es del Espíritu que ha puesto su nombre después del Bossuet”. Preguntado este Espíritu sobre el motivo que le hizo obrar de este modo dijo: Tenía deseos de escribir alguna cosa con el fin de que los hombres me recordaran; viendo que yo era débil, he querido poner en ella el prestigio de un gran nombre. — ¿Pero no veías que se reconocería que no era de Bossuet? — ¿Quién sabe lo que ha de suceder? Vosotros podrías engañaros. Otros menos lúcidos la hubieran aceptado. En efecto, la facilidad con que ciertas personas aceptan lo que viene del mundo invisible, bajo la firma de un gran nombre, es lo que anima a los espíritus mentirosos. Es menester poner toda la atención en descubrir las astucias de éstos y esto no puede conseguirse sino con la experiencia adquirida por un estudio formal. Así repetimos sin cesar: Estudiad antes de practicar, por que es el único medio para no adquirir la experiencia a vuestras expensas.