Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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El niño y el arroyo: parábola

11 de noviembre de 1859 (médium: Sr. Did...)

Cierto día un niño llegó a un arroyo que corría muy rápido, cuyo caudal tenía casi la impetuosidad de un torrente; el agua descendía de una colina vecina y aumentaba a medida que avanzaba por la planicie. El niño se puso a examinar el torrente y después recogió todas las piedras que sus pequeños brazos podían llevar; resolvió construir un dique: ¡qué ciega presunción! Pese a todos sus esfuerzos y a su cólera infantil, no lo consiguió. Entonces, al reflexionar más seriamente –si es que podemos emplear esta palabra para un niño– subió cada vez más, abandonó su primero intento y quiso hacer el dique cerca de la propia fuente del arroyo. ¡Ay!, sus esfuerzos fueron nuevamente impotentes; cayó en desánimo y se fue llorando. Estábamos aún en la bella estación y el arroyo no era tan rápido, en comparación con la corriente que tenía en el invierno; el caudal aumentó, y el niño vio el creciente volumen de agua que descendía con más agitación y furor, derribando todo a su paso; el infeliz niño habría sido arrastrado por la corriente si se hubiese atrevido a acercarse como en la primera vez.

¡Oh, hombre débil! ¡Niño! Tú, que quieres levantar una muralla, un obstáculo infranqueable a la marcha de la verdad: no eres más fuerte que ese niño, y tu pequeña voluntad no es más fuerte que sus pequeños brazos. Y aunque te gustaría detenerla en su propia fuente, la verdad –te aseguro– ha de arrastrarte infaliblemente.

BASILIO