Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Conversaciones familiares del Más Allá
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Benvenuto Cellini
(Sesión de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas del 11 de marzo de 1859.)

1. Evocación. –Resp. Interrogadme, estoy preparado; sed tan extensos como queráis: tengo tiempo para concederos.

2. ¿Recordáis la existencia que habéis tenido en la Tierra en el siglo XVI, de 1500 a 1570? –Resp. Sí, sí.

3. ¿Cuál es actualmente vuestra situación como Espíritu? –Resp. He vivido en varios otros mundos y estoy bastante contento con la posición que hoy ocupo: no es un trono, pero estoy a camino.

4. ¿Habéis tenido otras existencias corporales en la Tierra después de aquella que conocemos? –Resp. Corporales, sí; en la Tierra, no.

5. ¿Por cuánto tiempo habéis permanecido errante? –Resp. No puedo daros un tiempo exacto: por algunos años.

6. ¿Cuáles eran vuestras ocupaciones en el estado errante? –Resp. Trabajaba para estudiarme.


7. ¿Volvéis a veces a la Tierra? –Resp. Poco.

8. ¿Habéis asistido a la obra dramática en la cual sois representado? ¿Y qué pensáis de la misma? –Resp. He ido varias veces a verla; me ha halagado como Cellini, pero poco como Espíritu que progresó.

9. Antes de la existencia que os conocemos, ¿habéis tenido otras en la Tierra? –Resp. No, ninguna.

10. ¿Podríais decirnos lo que erais en vuestra precedente existencia? –Resp. Mis ocupaciones eran muy diferentes de las que he tenido en la Tierra.

11. ¿En qué mundo habitáis? –Resp. No es conocido por vosotros y no lo veis.

12. ¿Podríais darnos una descripción física y moral del mismo? –Resp. Sí, fácilmente.

Mis queridos amigos, con referencia al aspecto físico me ha causado satisfacción su belleza plástica: allí nada choca a los ojos; todos las líneas se armonizan perfectamente; la mímica se expresa en estado constante; los perfumes nos envuelven y no sabríamos qué más desear para nuestro bienestar físico, porque las necesidades poco numerosas a las que estamos sometidos son enseguida satisfechas.

En cuanto al aspecto moral, la perfección es menor, porque allí todavía se pueden ver a conciencias perturbadas y a Espíritus inclinados al mal; no es la perfección –lejos de esto–, pero, como ya os lo he dicho, estamos a camino y todos esperamos alcanzarla un día.

13. ¿Cuáles son vuestras ocupaciones en el mundo que habitáis? –Resp. Trabajamos las Artes. Soy artista.

14. En vuestras Memorias, relatáis una escena de hechicería y de sortilegio que habría sucedido en el Coliseo de Roma, y a la cual habríais participado; ¿la recordáis? –Resp. Poco claramente.

15. Si la leyésemos para vos, ¿esto ayudaría a traer a la memoria dicha escena? –Resp. Sí, me auxiliaría a recordarla.

(A continuación es hecha la lectura del fragmento de sus Memorias.)

“En medio de esta vida extraña, me relacioné con un sacerdote siciliano, de espíritu muy distinguido, y que era profundamente versado en las letras griegas y latinas. Un día en el que conversaba con él, surgió el tema de la necromancia, y le dije que toda mi vida había deseado ardientemente ver y aprender algo de ese arte. Para abordar semejante asunto, es preciso un alma firme e intrépida, me respondió el sacerdote...

“Una noche, pues, el sacerdote hizo sus preparativos y me dijo que buscase a un compañero o a dos. Designó como su ayudante a un hombre de Pistoya, que también se ocupaba con la necromancia. Entonces nos dirigimos al Coliseo. Allí, el sacerdote se vistió a la manera de los necromantes y después se puso a dibujar círculos en el suelo, con las más bellas ceremonias que se pueda imaginar. Él había llevado perfumes preciosos, drogas fétidas y fuego. Cuando todo estuvo en orden, hizo una abertura en el círculo y nos introdujo de la mano, uno después del otro. Enseguida distribuyó a cada uno sus funciones. Puso el talismán en las manos de su amigo el necromante, encargó a los otros para cuidar el fuego y los perfumes, y finalmente comenzó sus conjuraciones. Esta ceremonia duró más de una hora y media. El Coliseo se llenó de legiones de Espíritus infernales. Cuando el sacerdote vio que éstos eran bastante numerosos, se volvió hacia mí –que estaba cuidando de los perfumes– y dijo: Benvenuto, pídeles algo. Respondí que deseaba reunirme con Angélica, mi amada siciliana. Esa noche no obtuvimos ninguna respuesta; sin embargo, quedé encantado con lo que había visto. El necromante me dijo que era necesario volver una segunda vez y que yo conseguiría todo lo que quisiese, con tal que llevara a un muchacho que aún fuese virgen. Elegí a uno de mis aprendices y llevé conmigo también a dos de mis amigos...

“Puso el talismán en mis manos y me dijo que lo girase hacia los lados que me fueran indicados. Mi aprendiz estaba ubicado bajo el talismán. El necromante comenzó sus terribles evocaciones, llamó por el nombre a una multitud de jefes de legiones infernales y les dio órdenes en hebreo, en griego y en latín, en el nombre del Dios increado, vivo y eterno. Luego el Coliseo se llenó de un número de demonios cien veces más considerable que la primera vez. Por consejo del necromante, pedí de nuevo encontrarme con Angélica. Él se volvió hacia mí y dijo: ¿no los has escuchado anunciarte que en un mes estarías con ella? Y me rogó que me mantuviese firme, porque había allí mil legiones más que él no había llamado. Agregó que éstas eran las más peligrosas y que, puesto que ellos habían respondido a mis preguntas, era preciso tratarlos con dulzura y despedirlos tranquilamente. Por otro lado, el muchacho gritaba con espanto que percibía a un millón de hombres terribles que nos amenazaban, y a cuatro gigantes, armados de pies a cabeza, que parecían querer entrar en nuestro círculo. Durante ese tiempo, el necromante –temblando de miedo– intentaba conjurarlos, dando al tono de voz la más dulce entonación. El muchacho se había cubierto la cabeza entre sus rodillas y gritaba: ¡Quiero morir así! ¡Estamos muertos! Entonces le dije: "Todas esas criaturas están por debajo nuestro y lo que ves no es más que humo y sombra; por lo tanto, levanta los ojos". Apenas me hubo obedecido, continuó: el Coliseo entero está en llamas y el fuego viene sobre nosotros. El necromante ordenó que se quemara asa fétida. Agnolo, el encargado de los perfumes, estaba muerto de miedo.

“El ruido y el terrible mal olor hicieron conque el joven levantase la cabeza. Al escucharme reír, se calmó un poco y dijo que los demonios comenzaban a emprender su retirada. Permanecimos así hasta el momento en que llegó la madrugada. El muchacho nos dijo que solamente percibía algunos demonios, y a una gran distancia. En fin, desde que el necromante hubo cumplido con el resto de sus ceremonias y que se sacó sus ropas especiales, todos salimos del círculo. Mientras caminábamos por la calle Banchi para regresar a nuestras casas, él aseveraba que dos demonios daban saltos delante nuestro y que corrían sobre los tejados y también en el suelo.

“El necromante juraba que desde que había puesto los pies en el círculo mágico, nunca le había sucedido algo tan extraordinario. Después intentó convencerme a unirme a él para consagrarnos a un libro que debía proporcionarnos riquezas incalculables y que nos daría los medios de obligar a los demonios a indicarnos los lugares donde están escondidos los tesoros que la Tierra oculta en su seno...

“Después de diferentes narraciones que tienen más o menos relación con lo anterior, Benvenuto contó cómo al cabo de treinta días, es decir, en el plazo fijado por los demonios, reencontró a su Angélica.”

16. ¿Podríais decirnos lo que hay de verdadero en esta escena? –Resp. El necromante era un charlatán, yo era un novelista y Angélica era mi esposa.

17. ¿Habéis vuelto a ver a vuestro protector Francisco I? –Resp. Ciertamente; él volvió a ver a muchos otros que no fueron sus protegidos.

18. ¿Cómo lo juzgabais cuando encarnado, y cómo lo juzgáis ahora? –Resp. Os diré cómo lo juzgaba: como a un príncipe y, en calidad de tal, ciego por su educación y por su entorno.

19. Y ahora, ¿qué decís de él? –Resp. Ha progresado.

20. ¿Era por sincero amor al arte que él protegía a los artistas? –Resp. Sí, pero también por placer y por vanidad.

21. ¿Dónde él está actualmente? –Resp. Se encuentra viviendo.

22. ¿En la Tierra? –Resp. No.

23. Si lo evocásemos en este momento, ¿podría venir y conversar con nosotros? –Resp. Sí, pero no presionéis así a los Espíritus; que vuestras evocaciones sean preparadas con bastante anticipación, y entonces poco tendréis que preguntar a los Espíritus. De esta manera os arriesgáis mucho menos de ser engañado, porque a veces esto puede suceder. (San Luis).

24. (A san Luis) ¿Podríais hacer conque dos Espíritus viniesen a conversar? –Resp. Sí.


24 a. En este caso, ¿sería útil tener dos médiums? –Resp. Sí, sería necesario.

Nota. Este diálogo ha tenido lugar en otra sesión; al mismo volveremos en un próximo número.

25. (A Cellini): ¿De dónde os venía el sentimiento del arte que estaba en vos? ¿Era resultado de un desarrollo especial anterior? –Resp. Sí; por mucho tiempo estuve vinculado a la poesía y a la belleza del lenguaje. En la Tierra me uní a la belleza como reproducción; hoy me ocupo de la belleza como invención.

26. Teníais también habilidades militares, ya que el papa Clemente VII os confió la defensa del Castillo de San Ángel. Sin embargo, vuestros talentos de artista no debían daros mucha aptitud para la guerra. –Resp. Tenía habilidad y sabía aplicarla. En todo es necesario juicio, sobre todo en el arte militar de entonces.

27. ¿Podríais dictar algunos consejos a los artistas que buscan seguir vuestros pasos? –Resp. Sí; les diré sencillamente que se unan a la pureza y a la verdadera belleza, más de lo que lo hacen y de lo que yo mismo lo he hecho; ellos me comprenderán.

28. La belleza, ¿no es relativa y convencional? El europeo se cree más bello que el negro, y el negro más bello que el blanco. Si hay una belleza absoluta, ¿cuál es su característica? Tened a bien darnos vuestra opinión al respecto. –Resp. De buen grado. No he deseado hacer alusión a una belleza convencional: muy por el contrario; lo bello está en todas partes, es el reflejo del Espíritu en el cuerpo y no solamente la forma corporal. Como vos lo decís: un negro puede ser bello, de una belleza que será apreciada sólo por sus semejantes, es cierto. Del mismo modo, nuestra belleza terrestre es disformidad para el Cielo, como para vosotros –blancos– el bello negro os parece casi disforme. Para el artista, la belleza es la vida, el sentimiento que sabe dar a su obra; con esto dará belleza a las cosas más comunes.

29. ¿Podríais guiar a un médium en la ejecución de un molde de escultura, como Bernard de Palissylo ha hecho con sus dibujos? –Resp. Sí.

30. ¿Podríais hacerle ejecutar algo al médium que en este momento os sirve como intérprete? –Resp. Como también a otros; pero yo preferiría a un artista que conociera las habilidades de mi arte.

Observación – La experiencia prueba que la aptitud de un médium para tal o cual género de producción depende de la flexibilidad que él presenta al Espíritu, haciendo abstracción de su talento. El conocimiento del oficio y de los medios materiales de ejecución no son el talento, pero se concibe que el Espíritu que dirige al médium encuentre en éste una dificultad mecánica menos a vencer. Entretanto, se han visto a médiums que hacen cosas admirables, aunque les falten las primeras nociones, ya sea de poesía, de dibujo, de grabado, de música, etc.; pero entonces es que existe en ellos una aptitud innata, resultante indudablemente de un desarrollo anterior, del cual han conservado la intuición.

31. ¿Podríais dirigir a la Sra. G. S., aquí presente, que es artista, pero que nunca ha conseguido producir algo como médium? –Resp. Trataré de hacerlo si ella lo consiente.

32. (Preguntas de la Sra. G. S.) ¿Cuándo quieres comenzar? –Resp. Cuando quieras, a partir de mañana.

33. ¿Pero cómo he de saber que la inspiración viene de ti? –Resp. La convicción viene con las pruebas; dejadla venir lentamente.

34. ¿Por qué no he tenido éxito hasta el presente? –Resp. Poca persistencia y falta de buena voluntad del Espíritu llamado.

35. Agradezco la asistencia que me prometes. –Resp. Adiós; hasta luego, compañera de trabajo.

Nota – La Sra. G. S. debe haber puesto manos a la obra, pero nosotros aún no sabemos si ha conseguido algún resultado.

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El Sr. Girard de Codemberg
Antiguo alumno de la Escuela Politécnica, miembro de varias sociedades culturales y autor de un libro titulado: Le Monde spirituel, ou science chrétienne de communiquer intimement avec les puissances célestes et les âmes heureuses.
Muerto en noviembre de 1858; evocado el 14 de enero siguiente en la Sociedad.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí; ¿qué queréis de mí?

2. ¿Venís con gusto a nuestro llamado? –Resp. Sí.

3. ¿Queréis decirnos qué pensáis actualmente del libro que habéis publicado? –Resp. He cometido algunos errores, pero hay en el mismo algo de bueno y, sin jactancia, soy muy llevado a creer que vosotros mismos aprobaríais lo que he dicho allí.

4. Habéis dicho principalmente que tuvisteis comunicaciones con la madre del Cristo; ¿veis ahora si realmente era Ella? –Resp. No, no era Ella, sino un Espíritu que tomaba su nombre.

5. ¿Con qué objetivo el Espíritu tomaba ese nombre? –Resp. Él me veía transitar por el camino del error y aprovechaba para que yo me complicase aún más; era un Espíritu perturbador, un ser ligero, más propenso al mal que al bien; se sentía feliz al ver mi falsa alegría. Yo era su juguete, como los hombres lo son a menudo de sus semejantes.

6. ¿Cómo vos, dotado de una inteligencia superior, no percibisteis el ridículo de ciertas comunicaciones? –Resp. Estaba fascinado, y creía que todo lo que me decían era bueno.


7. ¿No pensáis que esta obra puede hacer mal, en el sentido de que se presta al ridículo con respecto a las comunicaciones del Más Allá? –Resp. En este sentido, sí; pero también he dicho que tiene algo de bueno y de verdadero; desde otro punto de vista, la misma impresiona a los ojos de las masas, y frecuentemente encontráis un buen germen en aquello que nos parece malo.

8. ¿Sois más feliz ahora que cuando estabais encarnado? –Resp. Sí, pero tengo mucha necesidad de esclarecerme, porque todavía estoy en la niebla que se sigue a la muerte; soy como el escolar que comienza a deletrear.

9. Cuando encarnado, ¿conocisteis El Libro de los Espíritus? –Resp. Nunca le presté atención; yo tenía ideas preconcebidas; en esto pecaba, porque no profundizaba ni estudiaba demasiado todas las cosas; pero el orgullo es siempre lo que nos causa ilusión. Además, esto es propio de los ignorantes, en general: no quieren estudiar sino aquello que prefieren y sólo escuchan a los que los halagan.

10. Pero vos no erais un ignorante: vuestros títulos son la prueba de esto. –Resp. ¿Qué es el sabio de la Tierra delante de la ciencia del Cielo? Además, siempre existe la influencia de ciertos Espíritus interesados en apartarnos de la luz.

Nota – Esto corrobora lo que ya se ha dicho, de que ciertos Espíritus inspiran el alejamiento de las personas que pueden dar consejos útiles y desbaratar sus maquinaciones. Esta influencia nunca es la de un Espíritu bueno.

11. Y ahora, ¿qué pensáis de este libro? –Resp. No podría hablar del mismo sin elogiarlo; pero nosotros no elogiamos, como bien lo sabéis.

12. ¿Se ha modificado vuestra opinión sobre la naturaleza de las penas futuras? –Resp. Sí; yo creía en las penas materiales; ahora creo en las penas morales.

13. ¿Podemos hacer algo que os sea agradable? –Resp. Siempre; haced cada uno por mí una pequeña oración a la noche; os agradeceré por esto; no lo olvidéis.

Nota – El libro del Sr. de Codemberg ha provocado una cierta sensación y, debemos decirlo, una penosa sensación entre los adeptos esclarecidos del Espiritismo, a causa de la extrañeza de ciertas comunicaciones que se prestan bastante al ridículo. La intención era loable, porque era un hombre sincero; pero él es un ejemplo del dominio que ciertos Espíritus pueden ejercer, adulando y exagerando las ideas y los prejuicios de los que no examinan con suficiente severidad los pros y los contras de las comunicaciones espíritas. Sobre todo nos muestra el peligro de difundirlas muy ligeramente al público, porque ellas pueden ser un motivo de repulsión, al fortalecer a ciertas personas en su incredulidad, haciendo así más
mal que bien, al darles armas a los enemigos de la causa. Por lo tanto, jamás seríamos demasiado circunspectos al respecto.

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El Sr. Poitevin, aeronauta
Muerto hace alrededor de dos meses de una fiebre tifoidea, contraída en consecuencia de un descenso forzado que él hizo en pleno mar.
Sesión de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas del 11 de febrero de 1859.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí; hablad.

2. ¿Lamentáis la vida terrestre? –Resp. No.

3. ¿Sois más feliz que cuando encarnado? –Resp. Mucho.

4. ¿Qué motivo ha podido llevaros hacia las experiencias aeronáuticas? –Resp. La necesidad.

5. ¿Teníais el pensamiento de servir a la Ciencia? –Resp. De ningún modo.

6. ¿Veis ahora la Ciencia aeronáutica desde otro punto de vista que cuando estabais encarnado? –Resp. No; yo la veía como la veo ahora, porque la apreciaba bien. Veía muchos perfeccionamientos que había que introducir, pero que yo no los podía desarrollar por falta de ciencia; pero esperad: hombres vendrán que le darán la importancia que ella merece y que merecerá un día.

7. ¿Creéis que la Ciencia aeronáutica se volverá un día objeto de utilidad pública? –Resp. Sí, ciertamente.

8. La gran preocupación de los que se ocupan con esta Ciencia es la investigación de los medios para dirigir los globos aerostáticos; ¿pensáis que se llegará a eso? –Resp. Sí, ciertamente.

9. Según vos, ¿cuál es la mayor dificultad que presentan dichos aeróstatos? –Resp. El viento, las tempestades.

10. ¿Entonces no es la dificultad de encontrar un punto de apoyo? –Resp. Si dirigiésemos los vientos, dirigiríamos los globos.

11. ¿Podríais señalar hacia qué punto convendría orientar las investigaciones al respecto? –Resp. Dejemos esto.

12. Cuando encarnado, ¿habíais estudiado los diferentes sistemas propuestos? –Resp. No.

13. ¿Podríais dar consejos a los que se ocupan con estas investigaciones? –Resp. ¿Pensáis que seguirían vuestros consejos?

14. No serían los nuestros, sino los vuestros. –Resp. ¿Queréis un tratado? Lo mandaré hacer.

15. ¿Por quién? –Resp. Por los amigos que me han guiado.

16. Aquí se encuentran dos inventores distinguidos en materia de aerostación: el Sr. Sansón y
el Sr. Ducroz, que han obtenido datos científicos muy honorables. ¿Tenéis una idea de sus sistemas? –Resp. No; hay mucho que decir; no los conozco.

17. Admitiendo como resuelto el problema de dirección de los globos aerostáticos, ¿creéis en la posibilidad de una navegación aérea en gran escala, como sobre el mar? –Resp. No, nunca como por el telégrafo.

18. No hablo de la velocidad de las comunicaciones, que jamás puede ser comparada con la del telégrafo, sino del transporte de un gran número de personas y de objetos materiales. ¿Qué resultado se puede esperar con referencia a esto? –Resp. Poca celeridad.

19. Cuando estabais en peligro inminente, ¿pensabais en lo que seríais después de vuestra muerte? –Resp. No; estaba completamente concentrado en mis maniobras.

20. ¿Qué impresión os causaba el pensamiento del peligro que corríais? –Resp. El hábito había embotado el miedo.

21. ¿Qué sensación tuvisteis cuando estabais perdido en el espacio? –Resp. Preocupación, pero felicidad; mi Espíritu parecía escapar de vuestro mundo; sin embargo, las necesidades de hacer maniobras me llamaban con frecuencia a la realidad y me hacían caer en la fría y peligrosa posición en la que me encontraba.

22. ¿Veis con placer que vuestra esposasiga la misma carrera arriesgada que vos? –Resp. No.

23. ¿Cuál es vuestra situación como Espíritu? –Resp. Vivo como vosotros, es decir, que puedo atender a mi vida espiritual como vosotros podéis proveer a vuestra vida material.

Observación – Las curiosas experiencias del Sr. Poitevin, su intrepidez, su notable destreza en las maniobras de los globos aerostáticos, nos hacía esperar de él más elevación y grandeza en sus ideas. El resultado no correspondió a nuestras expectativas; como se ha podido ver, la aerostación no era para él más que una industria, una manera de vivir a través de un género particular de espectáculo; todas sus facultades estaban concentradas en los medios para atraer la curiosidad pública. Es así que, en estas Conversaciones del Más Allá, las previsiones son a menudo inciertas; algunas veces son superadas, en otras uno se depara con menos de lo que se esperaba, lo que es una prueba evidente de la independencia de las comunicaciones.

En una sesión particular, y por intermedio del mismo médium, Poitevin ha dictado los siguientes consejos, para cumplir la promesa que acababa de hacer: cada uno podrá apreciar su valor; nosotros los damos como tema de estudio sobre la naturaleza de los Espíritus y no por su mérito científico, más que discutible.

«Para dirigir a un globo lleno de gas encontraréis siempre las
mayores dificultades: la inmensa superficie que él ofrece como presa para los vientos; la poca cantidad de peso que el gas puede llevar; la fragilidad de la envoltura que este aire sutil exige; todas estas causas nunca permitirán dar al sistema aerostático la gran extensión que desearíais verlo tomar. Para que el aeróstato tenga una utilidad real, es preciso que sea un modo de comunicación poderoso y dotado de una cierta rapidez, pero sobre todo poderoso. Hemos dicho que él estaría en un término medio entre la electricidad y el vapor; sí, y por dos razones:

1°) Debe transportar a los viajeros más rápidamente que el ferrocarril, y será menos rápido que el telégrafo, con referencia a los mensajes.

2°) No está en el medio de esos dos sistemas, porque participa a la vez del aire y de la tierra, sirviéndole ambos de camino: está entre el cielo y el mundo.

«No me habéis preguntado si, a través de ese medio, conseguiríais visitar otros planetas. No obstante, este pensamiento es el que ha inquietado a muchos cerebros angustiados, y cuya solución colmaría de asombro a todo vuestro mundo. No, no lo conseguiréis. Imaginad, pues, que para cruzar esos espacios inauditos para vosotros, de millones y millones de leguas, la luz tarda años; por consiguiente, ved cuánto tiempo sería necesario para alcanzarlos, incluso llevados por el vapor o por el viento.

«Volviendo al tema principal, os decía al comienzo que no era preciso esperar mucho de vuestro sistema actualmente empleado; pero obtendréis mucho más al comprimir el aire, actuando sobre el mismo de forma fuerte y extensa; el punto de apoyo que buscáis está delante vuestro, os rodea por todos lados; con él os chocáis a cada uno de vuestros movimientos, obstaculiza diariamente vuestro camino e influye sobre todo lo que tocáis. Pensad bien sobre esto y extraed de esta revelación todo lo que podáis: sus deducciones son enormes. Nosotros no podemos tomaros de la mano y haceros forjar las herramientas necesarias para ese trabajo; no podemos daros, palabra por palabra, una inducción; es preciso que vuestro Espíritu trabaje, que madure sus proyectos, sin lo que no comprenderíais aquello que hicieseis y no sabríais manejar vuestros instrumentos; nosotros mismos seríamos obligados a mover y abrir todos vuestros émbolos, y las circunstancias imprevistas que un día u otro vendrían a dificultar vuestros esfuerzos, os arrojarían en vuestra primera ignorancia.

«Por lo tanto, trabajad y encontraréis lo que estéis buscando; conducid a vuestro Espíritu en la dirección que os indicamos y aprended por la experiencia, que nosotros no os inducimos al error.»

Observación – Estos consejos, aunque contienen indiscutibles verdades, no por esto dejan de denotar a un Espíritu poco esclarecido en ciertos puntos de vista, ya que él parece ignorar la verdadera causa de la imposibilidad de alcanzar otros planetas. Es una prueba más de la diversidad de aptitudes y de luces encontradas en el mundo de los Espíritus, como en la Tierra. Es por la multiplicidad de observaciones que se llega a conocerlo, a comprenderlo y a juzgarlo. Es por eso que damos muestras de todos los géneros de comunicaciones, teniendo el cuidado de hacer resaltar al fuerte y al débil. La comunicación de Poitevin termina con una consideración muy justa, que nos parece haber sido suscitada por un Espíritu más filosófico que el suyo; además, él había dicho que esos consejos serían redactados por sus amigos, que nada enseñan de definitivo.

Aquí encontramos, aún, una nueva prueba de que los hombres que han tenido una especialidad en la Tierra, no siempre son los más apropiados para esclarecernos como Espíritus, sobre todo si no son lo suficientemente elevados para desprenderse de la vida terrestre.

Es de lamentar que, para el progreso de la Aeronáutica, la mayoría de esos hombres intrépidos no puedan poner su experiencia a servicio de la Ciencia, mientras que los teóricos, ajenos a la práctica, son como marineros que nunca han visto el mar. Indiscutiblemente, un día habrá ingenieros en aerostática, como hay ingenieros navales, pero eso sólo será posible cuando aquellos pudiesen ver y sondar por sí mismos las profundidades del océano aéreo. ¡Cuántas ideas no les serían dadas por el contacto real con los elementos, ideas que escapan a las personas del oficio! Porque sea cual fuere su conocimiento, ellos no pueden, desde el fondo de sus gabinetes, percibir todos los escollos; por lo tanto, si un día esta Ciencia debe volverse una realidad, sólo lo será por intermedio de ellos. A los ojos de mucha gente, eso es aún una quimera, y he aquí por qué los inventores, que en general no son capitalistas, no encuentran el apoyo ni el estímulo necesarios. Cuando la aerostación dé dividendos –incluso en esperanzas– y pueda ser comercializada, no le han de faltar capitales. Hasta que esto suceda, es necesario contar con la devoción de aquellos que ven el progreso antes que la especulación. Mientras haya parcimonia en los medios de ejecución, habrá fracasos por la imposibilidad de hacer ensayos en larga escala o en condiciones apropiadas. Serán forzados a proceder con mezquindad, lo que es un mal, en esto como en todas las cosas. El éxito solamente será alcanzado al precio de bastantes sacrificios para entrar plenamente en el camino de la práctica, y quien dice sacrificio dice exclusión de toda idea de beneficio. Esperemos que el pensamiento de dotar al mundo de la solución de un gran problema, aunque no sea más que desde el punto de vista de la Ciencia, inspire algún desinterés generoso. Pero lo primero que hay que hacerse sería dar a los teóricos los medios de adquirir la experiencia del aire, inclusive a través de los medios imperfectos que poseemos. Si Poitevin hubiese sido un hombre de saber y si hubiera inventado un sistema de locomoción aérea, indiscutiblemente hubiese inspirado más confianza a aquellos que nunca abandonaron el suelo, y probablemente hubiera encontrado los recursos que son negados a los otros.