Un oficial superior muerto en magenta
(
Sociedad, 10 de junio de 1859.)
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
2. ¿Podríais decirnos cómo habéis venido tan prontamente a nuestro llamado? –Resp. Yo estaba prevenido de vuestro deseo.
3. ¿Por quién habéis sido prevenido? –Resp. Por un emisario de Luis.
4. ¿Teníais conocimiento de la existencia de nuestra Sociedad? –Resp. Vos lo sabéis.
Nota – En efecto, el oficial en cuestión había realmente contribuido para conseguir la autorización, a fin de constituirnos en Sociedad.
5. ¿Bajo qué punto de vista encarabais nuestra Sociedad cuando la ayudasteis en su formación? –Resp. Mis ideas aún no estaban enteramente establecidas, pero me inclinaba mucho a creer y, sin los acontecimientos que han sobrevenido, ciertamente yo habría ido a instruirme en vuestro Círculo.
6. Hay muchas y grandes notabilidades que comparten las ideas espíritas, pero que no las confiesan en público; ¿sería deseable que esas personas influyentes en la opinión pública enarbolasen abiertamente esa bandera? –Resp. Paciencia; Dios lo quiere, y de esta vez la expresión es verdadera.
7. ¿De qué clase influyente de la sociedad pensáis que el ejemplo deberá partir en primer lugar? –Resp. Primeramente, de algunas; después, de todas.
8. Desde el punto de vista del estudio, ¿podríais decirnos si vuestras ideas son más lúcidas que las del zuavo que acaba de venir, a pesar de que ambos hayan fallecido casi en el mismo momento? –Resp. Mucho más; aquello que él ha podido deciros, atestiguando una cierta elevación de pensamientos, le ha sido soplado, porque él es bueno pero muy ignorante y un poco ligero.
9. ¿Todavía os interesáis por el éxito de nuestro ejército? –Resp. Mucho más que nunca, porque ahora conozco su objetivo.
10. Tened la bondad de definir vuestro pensamiento; el objetivo ha sido siempre abiertamente confesado, y en vuestra posición, sobre todo, ¿no debíais conocerlo? –Resp. ¿Conocéis el objetivo que se ha propuesto Dios?
Nota – Nadie ha de ignorar la gravedad y la profundidad de esta respuesta. Así, cuando encarnado, él conocía el objetivo de los hombres: como Espíritu, ve lo que hay de providencial en los acontecimientos.
11. ¿Qué pensáis de la guerra en general? –Resp. Mi opinión es que os deseo un progreso tan rápido, a fin de que la guerra se vuelva tan imposible como inútil.
12. ¿Creéis que llegará el día en que la misma será imposible e inútil? –Resp. Sí, no tengo duda, y puedo deciros que ese momento no está tan lejos como pensáis, no obstante no pueda daros la esperanza de que vos mismo lo veréis.
13. ¿Os habéis reconocido inmediatamente en el momento de vuestra muerte? –Resp. Me he reconocido casi enseguida, y esto gracias a las vagas nociones que yo tenía del Espiritismo.
14. ¿Podéis decirnos algo sobre M..., muerto también en la última batalla? –Resp. Él aún se encuentra enmarañado en la materia; siente mucha dificultad en desprenderse; sus pensamientos no se habían vuelto hacia este lado.
Nota – De esta manera, el conocimiento del Espiritismo ayuda al desprendimiento del alma después de la muerte; esto abrevia la duración de la turbación que acompaña a la separación; y es comprensible: el Espíritu conocía anticipadamente el mundo en el cual se encuentra.
15. ¿Habéis asistido a la entrada de nuestras tropas en Milán? –Resp. Sí, y con felicidad; me quedé encantado con la ovación que nuestro ejército recibió, primeramente por patriotismo, y después por causa del futuro que le aguarda.
16. Como Espíritu, ¿podéis ejercer alguna influencia en la estrategia militar? –Resp. ¿Creéis que esto no ha sido hecho desde el principio, y tenéis dificultad de adivinar por quién?
17. ¿Cómo se explica que los austríacos hayan abandonado tan prontamente una plaza de armas como Pavía? –Resp. Miedo.
18. ¿Están entonces desmoralizados? –Resp. Completamente; además, si actuamos sobre los nuestros en un sentido, debéis pensar que una influencia de otra naturaleza actúa sobre ellos.
Nota – Aquí la intervención de los Espíritus en los acontecimientos es indudable; ellos preparan los caminos para el cumplimiento de los designios de la Providencia. Los Antiguos habrían dicho que era la obra de los dioses; nosotros decimos que es la de los Espíritus por orden de Dios.
19. ¿Podríais darnos vuestra opinión sobre el general Giulay, como militar, dejando a un lado todo sentimiento de nacionalidad. –Resp. ¡Pobre, pobre general!
20. ¿Volveríais con placer si os llamásemos? –Resp. Estoy a vuestra disposición, e incluso prometo venir sin ser llamado; tened la certeza de que la simpatía que yo tenía por vos no hizo más que aumentar. Adiós.