Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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El músculo que cruje

Los adversarios del Espiritismo acaban de hacer un descubrimiento que deberá contrariar mucho a los Espíritus golpeadores; será para éstos como haber recibido el golpe de una maza, del cual tendrán mucha dificultad para restablecerse. En efecto, ¿qué deberán pensar esos pobres Espíritus del terrible corte de escalpelo que acaban de llevar del Sr. Schiff y después del Sr. Jobert (de Lamballe), y finalmente del Sr. Velpeau? Me parece verlos muy avergonzados, expresándose más o menos así: «¡Pues bien, mi querido amigo, estamos en apuros! He aquí que estamos arruinados; no habíamos contado con la anatomía, que descubrió nuestro ardid. Decididamente, no hay condiciones de vivir en un país donde hay gente que ve tan claro». –Vamos, señores tontos, que habéis creído ingenuamente en todos esos cuentos de viejas; impostores, que quisisteis hacernos creer en la existencia de seres que no vemos; ignorantes, que imagináis que algo pueda escapar a nuestro escalpelo, inclusive vuestra alma; y todos vosotros, escritores espíritas o espiritualistas, más o menos espirituosos, inclinaos y reconoced que no sois más que embaucadores, charlatanes y hasta incluso bribones e imbéciles: esos señores os dejan elegir, porque he aquí la luz, la pura verdad.

Academia de Ciencias (Sesión del 18 de abril de 1859.) – DE LA CONTRACCIÓN RÍTMICA MUSCULAR INVOLUNTARIA. – El Sr. Jobert (de Lamballe) comunica un hecho curioso de contracciones involuntarias rítmicas del músculo peroneo lateral corto, que confirma la opinión del Sr. Schiff en lo referente al fenómeno oculto de los Espíritus golpeadores.

“La Srta. X..., de catorce años, fuerte y bien constituida, es acometida desde los seis años de edad por movimientos involuntarios regulares del músculo peroneo lateral corto derecho y por ruidos que se hacen oír por detrás del maléolo externo derecho, con la regularidad del pulso. Aparecieron por primera vez en la pierna derecha, durante la noche, acompañados por un dolor bastante fuerte. Poco tiempo después, el peroneo lateral corto izquierdo fue acometido por una afección de la misma naturaleza, pero de menor intensidad.

“El efecto de esos ruidos es el de causar dolor y problemas en el andar, e incluso hasta provocar caídas. La joven enferma nos declaró que la extensión del pie y la compresión ejercida sobre ciertos puntos del pie y de la pierna son suficientes para detenerlos, a pesar de que ella continúe sintiendo dolores y fatigas en el miembro.

“Cuando esta interesante persona se presentó ante nosotros, he aquí en qué estado la encontramos: En el nivel del maléolo externo derecho, era fácil de constatar –en el borde superior de esta protuberancia ósea– un ruido regular, acompañado por una protuberancia pasajera y por una inflamación en las partes blandas de esta región, los cuales eran seguidos por un ruido seco que se sucedía a cada contracción muscular. Este ruido se hacía oír en la cama, fuera de la cama y a una distancia bastante considerable del lugar donde la joven reposaba. Notable por su regularidad y por su crujido, este ruido la acompañaba por todas partes. Al auscultar la pierna, el pie o el maléolo, se distinguía un choque incómodo que repercutía en toda la extensión del trayecto recorrido por el músculo, exactamente como si fuese un golpe que se transmitiera de una a otra extremidad de una viga. Algunas veces el ruido parecía un frotamiento, una raspadura, y esto cuando las contracciones eran menos intensas. Esos mismos fenómenos siempre se han reproducido, ya sea que la enferma estuviese de pie, sentada o acostada, independientemente de la hora del día o de la noche en que la examinábamos.

“Si estudiamos el mecanismo de los ruidos producidos, y si, para mayor claridad, dividimos cada ruido en dos momentos, veremos lo siguiente:

“Que, en un primer momento, el tendón del peroneo lateral corto se disloca al salir del canal óseo, y necesariamente levanta el peroneo lateral largo y la piel;

“Que, en un segundo momento, cumplido el fenómeno de contracción, su tendón relaja, se coloca nuevamente en el canal óseo y, al chocar contra éste, produce el ruido seco y sonoro del que hemos hablado.

“Se repetía, por así decirlo, a cada segundo, y cada vez que el dedo meñique del pie sentía una sacudida, la piel que cubría el quinto metatarsiano era levantada por el tendón. Cesaba cuando el pie era fuertemente extendido. Paraba también cuando era ejercida una presión en el músculo o en la vaina de los peroneos.

“En estos últimos años, los periódicos franceses y extranjeros, han hablado mucho de ruidos semejantes a martillazos, ya sea regulares o siguiendo un ritmo particular, que se producían alrededor de ciertas personas acostadas en la cama.

“Los charlatanes se han apoderado de esos fenómenos singulares, cuya realidad es confirmada además por testigos dignos de fe. Han intentado relacionarlos con la intervención de una causa sobrenatural, y se sirvieron de dichos fenómenos para explotar la credulidad pública.

“La observación de la Srta. X... muestra cómo los tendones dislocados, bajo la influencia de la contracción muscular y en el momento en que se colocan nuevamente en sus canales óseos, pueden producir ruidos que, para ciertas personas, anuncian la presencia de Espíritus golpeadores.

“Con el ejercicio, cualquier persona puede adquirir la facultad de producir a voluntad semejante dislocación de tendones y ruidos secos que se escuchan a distancia.

“Al rechazar toda idea de intervención sobrenatural y al notar que esos ruidos y golpes extraños ocurrían siempre al pie de la cama de los individuos agitados por los Espíritus, el Sr. Schiff se preguntó si la sede de esos ruidos no estaría en dichos individuos, en vez de fuera de los mismos. Sus conocimientos anatómicos lo han llevado a pensar que bien podía ser en la pierna, en la región de los peroneos donde se encuentran una superficie ósea, tendones y una vaina común.

Al estar bien arraigada en su espíritu esta manera de ver, él hizo experiencias y ensayos en sí mismo, los cuales no le permitieron dudar que el ruido tenía su sede por detrás del maléolo externo y en la vaina de los tendones del peroneo.

“Después el Sr. Schiff llegó inclusive a ejecutar ruidos voluntarios, regulares, armoniosos y, ante un gran número de personas (cerca de cincuenta), pudo imitar los prodigios de los Espíritus golpeadores, con o sin zapatos, estando de pie o acostado.

“El Sr. Schiffestableció que todos esos ruidos tienen como origen el tendón del peroneo largo, cuando se disloca en el canal óseo, agregando que los mismos coexisten con un adelgazamiento o ausencia de la vaina común en el peroneo largo y en el corto. En cuanto a nosotros, admitiendo en principio que todos esos ruidos fuesen producidos por la caída de un tendón del peroneo contra la superficie ósea, pensamos entretanto que no hay necesidad de una anomalía de la vaina para que eso suceda. Bastan la contracción del músculo, la dislocación del tendón y su nueva colocación en el canal óseo para que el ruido tenga lugar. Además, solamente el peroneo corto es el agente del ruido en cuestión. En efecto, éste toma una dirección más recta que el peroneo largo, el cual tiene que pasar por varios desvíos en su trayecto; está ubicado en lo más profundo del canal óseo; recubre completamente este canal, de donde es natural que saquemos la conclusión de que el ruido es producido por el choque de ese tendón contra las partes sólidas del canal óseo; presenta fibras musculares hasta la entrada del tendón en el canal común, mientras que para el peroneo largo es todo lo contrario.

“El ruido es variable en su intensidad y, en efecto, se pueden distinguir en el mismo diversos matices. Es así que, desde el ruido estridente que se distingue a lo lejos, encontramos una variedad de ruidos, de fricciones, como de la sierra, etc.

“Usando el método subcutáneo hemos hecho sucesivamente incisiones a través del cuerpo del peroneo lateral corto derecho y del cuerpo del mismo músculo en el lado izquierdo de nuestra enferma, y hemos mantenido los miembros inmóviles
con la ayuda de un aparato. Unidas las partes, las funciones de los dos miembros fueron recobradas, sin ningún rastro de esta RARA y singular afección.

“SR. VELPEAU – Los ruidos de que acaba de tratar el Sr. Jobert en su interesante reseña parecen vinculados a una cuestión muy vasta. En efecto, esos ruidos se observan en varias regiones: la cadera, los hombros, la parte interna del pie, que a menudo les sirven de sede. Entre otros he visto a una señora que, con la ayuda de ciertos movimientos de rotación del muslo, producía una especie de música bastante nítida que podía ser escuchada de un lado al otro del salón. El tendón de la porción larga del bíceps braquial la produce fácilmente al salir de su vaina, cuando relaja o se rompe el haz de fibras que lo retiene naturalmente. Sucede lo mismo con el músculo posterior de la pierna o con el flexor del dedo gordo del pie, por detrás del maléolo interno. Tales ruidos se explican, como bien lo han comprendido los Sres. Schiff y Jobert, por la fricción o por los sobresaltos de los tendones en los canales o contra los bordes de las superficies sinoviales. Por consiguiente, son posibles en una infinidad de regiones o en los plexos de varios órganos. A veces dichos ruidos son claros y estridentes, otras veces son sordos y confusos, siendo además secos o huecos, variando extremamente de intensidad.

“Al respecto, esperamos que el ejemplo dado por los Sres. Schiff y Jobert lleve a los fisiólogos a ocuparse seriamente con esos diversos ruidos y que un día den la explicación racional de los fenómenos incomprendidos o hasta aquí atribuidos a causas ocultas o sobrenaturales.

“SR. JULES CLOQUET – En apoyo a las observaciones del Sr. Velpeau sobre los ruidos anormales que los tendones pueden producir en diversas regiones del cuerpo, cita el ejemplo de una muchacha de dieciséis a dieciocho años que le fue presentada en el hospital San Luis, en una época en que los Sres. Velpeau y Jobert eran vinculados a este mismo establecimiento. El padre de esta muchacha, que se intitulaba padre de un fenómeno –especie de saltimbanqui–, esperaba sacar provecho de su hija al exhibirla en público; él anunció que ella tenía en el vientre un péndulo en movimiento. Realmente la joven se había conformado con esa situación. A través de un ligero movimiento de rotación en la región lumbar de la columna vertebral, ella producía crujidos muy fuertes, más o menos regulares, siguiendo el ritmo de un movimiento ligero que la misma daba a la parte inferior de su torso. Esos ruidos anormales podían ser escuchados muy claramente a más de veinticinco pies de distancia, y se asemejaban al ruido de un antiguo asador; ellos eran interrumpidos a voluntad por la muchacha, y parecían tener su sede en los músculos de la región dorsolumbar de la columna vertebral.”

Este artículo, extraído de L’Abeille médicale (La Abeja médica), y que hemos transcripto en la íntegra para edificación de nuestros lectores, a fin de que no seamos acusados de haber querido esquivar algunos argumentos, ha sido reproducido con variantes por diferentes periódicos, acompañados por sus habituales epítetos. Nosotros no tenemos por hábito refutar groserías: las dejamos por cuenta de quien las ha proferido; nuestro buen sentido nos dice que nada se prueba con tonterías e injurias, por más erudita que sea la persona. Si el artículo en cuestión se hubiera limitado a esas banalidades –que ni siempre son marcadas con el sello de la urbanidad y de los buenos modales–, nosotros no lo citaríamos; pero éste trata la cuestión desde el punto de vista científico; nos sobrecarga con demostraciones, a través de las cuales nos pretende pulverizar; por lo tanto, veamos si, decididamente, estamos muertos por el decreto de la Academia de Ciencias, o si tenemos alguna posibilidad de vivir como el pobre loco Fulton, cuyo sistema el Institutodeclaró un sueño vacío e impracticable, lo que privó a Francia nada menos que de la iniciativa del buque a vapor; ¡y quién sabe las consecuencias que este poderío, en las manos de Napoleón I, podría haber tenido en los acontecimientos ulteriores!

No haremos más que una breve observación con respecto a la calificación de charlatán dada a los adeptos de las ideas nuevas; esto nos parece un tanto arriesgado, cuando se aplica a millones de individuos que con las mismas de ninguna forma negocian, y porque ellas alcanzan los más altos estratos de las clases sociales. Olvidan que en sólo algunos años el Espiritismo ha hecho increíbles progresos en todas las partes del mundo; que Él no se propaga entre los ignorantes, sino en las clases esclarecidas; que cuenta en sus filas con un número muy grande de médicos, magistrados, eclesiásticos, artistas, literatos, altos funcionarios: personas a las cuales generalmente se les reconoce algunas luces y un mínimo de buen sentido. Ahora bien, confundirlas en un mismo anatema y mandarlas sin ceremonia para los manicomios es actuar con mucha insolencia.

Mas diréis: «Se trata de personas de buena fe, que son víctimas de una ilusión; nosotros no negamos el efecto, pero no concordamos con la causa que le atribuís; la Ciencia acaba de descubrir la verdadera causa, volviéndola conocida y, por esto mismo, destruye toda la base mística de un mundo invisible que puede seducir a las imaginaciones exaltadas, a pesar de ser sinceras.»

Por nuestra parte, no nos jactamos de ser sabios, y aun menos osaríamos ponernos en el nivel de nuestros honorables adversarios; solamente diremos que nuestros estudios personales de Anatomía, y las Ciencias Físicas y Naturales que hemos tenido el honor de enseñar, nos permiten comprender su teoría y que de ninguna manera nos sentimos aturdidos con esa avalancha de palabras técnicas; los fenómenos de los cuales hablan son perfectamente conocidos por nosotros. En nuestras observaciones sobre los efectos atribuidos a los seres invisibles, hemos tenido el cuidado de no menospreciar una causa tan patente. Cuando un hecho se presenta, no nos contentamos con una única observación; queremos verlo de todos los lados, en todos sus aspectos, y antes de aceptar una teoría examinamos si la misma explica todas las circunstancias, si ningún hecho desconocido ha de contradecirla, en una palabra, si resuelve todas las cuestiones: la verdad tiene su precio. Señores, admitís realmente que esta manera de proceder es bastante lógica. ¡Pues bien! A pesar de todo el respeto debido a vuestra erudición, se presentan algunas dificultades en la aplicación de vuestro sistema en lo que respecta a los llamados Espíritus golpeadores. La primera –al menos singular– es que esa facultad, que hasta ahora era excepcional y vista como un caso patológico, calificada por el Sr. Jobert (de Lamballe) como una rara y singular afección, de repente se volvió tan común. Es cierto que el Sr. Jobert, de Lamballe, dice que todo hombre puede adquirirla a través del ejercicio; pero como él también ha dicho que la misma es acompañada de dolor y fatiga, lo que es bastante natural, se ha de concordar que es necesario tener una muy fuerte voluntad de mistificar para hacer crujir el músculo durante dos o tres horas seguidas, cuando esto no lleva a nada, y con el único placer de divertir a algunas personas.

Pero hablemos seriamente; esto es más grave, porque es Ciencia. Esos señores que han descubierto esta maravillosa propiedad del peroneo largo, no imaginan todo lo que puede hacer este músculo; ahora bien, he aquí un bello problema para resolver. Los tendones dislocados no golpean solamente en los canales óseos; por un efecto verdaderamente singular, van a golpear también en las puertas, en las paredes, en los techos, y esto a voluntad, exactamente en los lugares designados. Pero he aquí algo más fuerte, y ved cuán lejos estaba la Ciencia de sospechar todas las virtudes de ese músculo que cruje: él tiene el poder de levantar una mesa sin tocarla, de hacerla golpear con las patas, de dar un paseo por el cuarto, de mantenerse en el espacio sin un punto de apoyo; de abrirla, de cerrarla y de hacerla quebrar al caer, ¡y con qué fuerza! ¿Creéis que se trata de una mesa frágil y liviana como una pluma, que uno levanta con un soplo? Os equivocáis; se trata de mesas pesadas y macizas que pesan de cincuenta a sesenta kilos, que obedecen a muchachas, a niños. Pero el Sr. Schiff dirá: Nunca he visto esos prodigios. Esto es fácil de entender: en verdad, nunca ha visto porque jamás ha querido ver.

En sus observaciones, ¿habrá tenido el Sr. Schiff la necesaria independencia de ideas? ¿Él estaba libre de toda prevención? Nos es lícito dudarlo. No somos nosotros que lo decimos: es el Sr. Jobert. Según él, el Sr. Schiff hubo preguntado, al hablar de los médiums, si la sede de esos ruidos no estaría preferentemente en ellos y no fuera de ellos; sus conocimientos anatómicos lo han llevado a pensar que bien podía ser en la pierna. Al estar bien arraigada en su espíritu esta manera de ver, etc. Así, según la confesión del Sr. Jobert, el Sr. Schiff ha tomado como punto de partida, no los hechos, sino su propia idea, su idea preconcebida bien arraigada; de ahí las investigaciones en un sentido exclusivo y, por consecuencia, una teoría exclusiva que explica perfectamente el hecho que ha visto, pero no aquellos que no ha visto. –¿Y por qué no los ha visto? –Porque en su pensamiento sólo había un punto de partida verdadero y una explicación verdadera; partiendo de allí, todo lo restante debería ser falso y no merecía examen; de esto resulta que, en su ardor de atacar a los médiums, erró en la estocada.

Señores, ¿imagináis conocer todas las virtudes del peroneo largo porque lo habéis sorprendido tocando la guitarra en su vaina? ¡Ah, claro que sí! He aquí algo muy diferente para registrar en los anales de la Anatomía. Habéis creído que el cerebro era la sede del pensamiento: ¡errado! Se puede pensar por el tobillo. Los golpes dan pruebas de inteligencia; por lo tanto, si esos golpes vienen exclusivamente del peroneo, ya sea del peroneo largo, según el Sr. Schiff, o del corto, según el Sr. Jobert (sería preciso que ellos se pusiesen de acuerdo al respecto), es porque el peroneo es inteligente. –Esto no tiene nada de sorprendente; al hacer crujir su músculo a voluntad, el médium ejecutará lo que queráis: imitará la sierra, el martillo, tocará la llamada militar, el ritmo solicitado de un aria. –Como lo quieran; pero cuando el ruido responde a algo que el médium ignora completamente, que no puede saber; cuando os revela esos pequeños secretos que solamente vos conocéis, secretos que desearíais esconder de vosotros mismos, es necesario concordar que el pensamiento viene de otra parte y no del cerebro. ¿De dónde vendrá entonces? ¡Pues claro! Del peroneo largo. Y eso no es todo: el músculo que cruje también es poeta, porque puede hacer versos encantadores, aunque el médium nunca los haya hecho en su vida; es políglota, porque dicta cosas verdaderamente muy sensatas en idiomas en que el médium no sabe ni una sola palabra; es músico..., bien lo sabemos, ya que el Sr. Schiff hizo ejecutar al suyo sonidos armoniosos, con o sin zapatos, ante cincuenta personas. –Sí; pero también compone. Vos, Sr. Dorgeval, que últimamente nos habéis dado una encantadora sonata, ¿creéis simplemente que ha sido el Espíritu Mozart quien os la ha dictado? Os habéis confundido: es vuestro peroneo largo que ha tocado el piano. En verdad, señores médiums, no sospechabais tener tanto espíritu en vuestro talón. Por lo tanto, ¡honor a aquellos que han hecho este descubrimiento; sus nombres han de ser inscriptos con letras grandes para la edificación de la posteridad y en honor a su memoria!

Dirán que bromeamos con cosas serias; pero las bromas no son razones. No; tampoco las tonterías y las groserías son razones. Al confesar nuestra ignorancia junto con esos señores, aceptamos su erudita demostración y la tomamos muy seriamente. Habíamos creído que ciertos fenómenos eran producidos por seres invisibles que se han dado ellos mismos el nombre de Espíritus; es posible que nos hayamos confundido; como nosotros buscamos la verdad, no tenemos la ridícula pretensión de aferrarnos a una idea que, de una manera tan perentoria, nos ha sido demostrada que es falsa. Desde el momento en que el Sr. Jobert, a través de una incisión subcutánea con el escalpelo, ha cortado a los Espíritus, ya no hay más Espíritus. Puesto que él dice que todos los ruidos provienen del peroneo, es necesario creerlo y admitirlo en todas sus consecuencias; de este modo, cuando los golpes se hacen oír en la pared o en el techo, es que el peroneo los produce, o la pared tiene un peroneo; cuando esos ruidos dictan versos a través de una mesa que golpea con la pata, una de dos: o la mesa es poetisa o el peroneo es poeta; esto nos parece lógico. Vamos inclusive más lejos: cierto día en que hacía experiencias espíritas, un oficial conocido nuestro recibió a través de una mano invisible un par de bofetadas tan bien dadas que, dos horas después, aún las sentía. Ahora bien, ¿cómo obtener un reparación? Si semejante cosa hubiese sucedido con el Sr. Jobert, él no se inquietaría, porque diría que había sido golpeado por el peroneo largo.

He aquí lo que leemos al respecto en el periódico La Mode (La Moda) del 1º de mayo de 1859:

“La Academia de Medicina continúa la cruzada de los espíritus positivos contra lo maravilloso de cualquier género. Después de haber fulminado, con razón –aunque quizás un poco torpemente–, al famoso doctor negro, por intermedio del Sr. Velpeau, he aquí que acaba de escucharse al Sr. Jobert (de Lamballe) declarar en pleno Instituto, el secreto de lo que él llama la gran comedia de los Espíritus golpeadores, que ha sido representada con tanto éxito en los dos hemisferios.

“Según el célebre cirujano, todos los toc toc y todos los pan pan que de tan buena fe hacen estremecer a las personas que los escuchan; esos ruidos singulares, esos golpes secos aplicados sucesiva y rítmicamente, todos esos signos evidentes, precursores de la llegada y de la presencia de los habitantes del otro mundo, ¡son simplemente el resultado de un movimiento dado a un músculo, a un nervio, a un tendón! Se trata de una singularidad de la Naturaleza, hábilmente explotada para producir, sin que sea posible notarlo, esa misteriosa música que ha encantado y seducido a tanta gente.

“La sede de la orquesta está ubicada en la pierna. Es el tendón del peroneo que va tocando su música en la vaina, que hace todos esos ruidos que se escuchan bajo las mesas, a la distancia o a gusto del prestidigitador.

“Por mi parte, dudo mucho que el Sr. Jobert haya descubierto –como él cree– el secreto de lo que llama "una comedia", y los artículos que han sido publicados en este mismo periódico por nuestro colega, el Sr. Escande, sobre los misterios del mundo oculto, plantean la cuestión con una amplitud muy diferente, sincera y filosóficamente, en el buen sentido de la palabra.

“Pero si los charlatanes de todos los géneros son irritantes con los ruidos de sus bombos, es preciso concordar que a veces esos eruditos señores no lo son menos al pretender apagar las luces de todo lo que brille fuera de los candelabros oficiales.

“No comprenden que la sed de lo maravilloso que devora a nuestra época, tiene exactamente como causas los excesos del Positivismo, hacia donde ciertos espíritus nos han querido arrastrar. El alma humana tiene necesidad de creer, de admirar y de contemplar el infinito. Han trabajado para cerrar las ventanas que el Catolicismo le abría: por eso que ella mira a través de las claraboyas, sean éstas cuales fueren.”

HENRY DE PÈNE


“Nuestro excelente amigo, el Sr. Henry de Pène, ha de permitirnos una observación. Ignoramos cuándo el Sr. Jobert ha hecho ese inmortal descubrimiento y cuál ha sido el día en que lo ha comunicado al Instituto. Lo que sabemos es que esta original explicación ya había sido dada por otros. En 1854, el Dr. Rayer, un célebre cirujano que por ese entonces no dio pruebas de gran perspicacia, presentó al Instituto a un alemán cuya habilidad –según él– también era la clave de todos los knockings y rappingsde los dos mundos. Se trataba, como hoy, de la dislocación de uno de los tendones musculares de la pierna, llamado peroneo largo. Su demostración fue hecha en el acto, y la Academia expresó su reconocimiento por ese interesante informe. Algunos días después, un profesor agregado de la Facultad de Medicina registró el hecho en el Constitutionnel (Constitucional), y tuvo el coraje de añadir que "por fin los científicos se pronunciaron al respecto, y el misterio fue finalmente esclarecido". Esto no impidió que el misterio persistiese y aumentase, a pesar de la Ciencia que, al negarse a hacer experiencias, se contentaba con atacarlo por medio de explicaciones ridículas y burlescas, como las que acabamos de citar. Por respeto al Sr. Jobert (de Lamballe), nos complacemos en pensar que le han atribuido una experiencia que de ninguna manera le pertenece. Algún periódico, en busca de novedades, habrá encontrado en algún rincón olvidado de sus archivos ese antiguo informe del Sr. Rayer, y lo habrá resucitado, publicándolo con su patrocinio, a fin de variar un poco. Mutato nomine, de te fabula narratur. Es lamentable, indudablemente; pero aún es mejor de que si ese periódico hubiese dicho la verdad.”

A. ESCANDE