Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

Volver al menú
El Libro de los Espíritus entre los salvajes

Sabíamos que El Libro de los Espíritus tiene lectores simpáticos en todas las partes del mundo, pero por cierto no habríamos sospechado en encontrarlo entre los salvajes de América del Sur, si no fuese por una carta que nos ha sido enviada de Lima hace algunos meses, cuya traducción integral creemos un deber publicarla, en razón del hecho significativo que la misma contiene y cuyo alcance cada uno ha de comprender. Ella trae consigo su comentario, al cual no le agregaremos ninguna reflexión.

“Muy honorable señor Allan Kardec,

“Disculpadme por no escribiros en francés; entiendo este idioma por la lectura, pero no puedo escribirlo correcta e inteligiblemente.

“Hace más de diez años que frecuento los pueblos aborígenes que viven en la ladera oriental de los Andes, en estas regiones de América de los confines del Perú. Vuestro El Libro de los Espíritus, que adquirí en un viaje a Lima, me acompaña en estas soledades; deciros que lo he leído con mucho interés y que lo releo sin cesar, no debe sorprenderos; tampoco yo vendría a perturbaros por tan poca cosa, si no creyese que ciertas informaciones pueden interesaros, y si no tuviera el deseo de obtener de vos algunos consejos que espero de vuestra bondad, no dudando que vuestros sentimientos humanos estén de acuerdo con los sublimes principios de vuestro libro.

“Estos pueblos que llamamos salvajes lo son menos de lo que se cree generalmente; si se desea decir que viven en chozas en lugar de palacios, que no conocen nuestras Artes ni nuestras Ciencias, que ellos ignoran la etiqueta de las personas civilizadas, son ciertamente salvajes; pero con relación a la inteligencia, se encuentran en ellos ideas de una rectitud admirable, de una gran agudeza de observación y de sentimientos nobles y elevados. Comprenden con una maravillosa facilidad, y sin comparación tienen la mente menos tosca que los campesinos de Europa. Desprecian lo que les parece inútil en lo que atañe a la simplicidad que les basta a su género de vida. La tradición de su antigua independencia está siempre viva entre ellos: es por eso que tienen una insuperable aversión por sus conquistadores; pero si odian a la raza en general, se vinculan a los individuos que les inspiran una confianza absoluta. Es debido a esta confianza que puedo vivir en su intimidad, y cuando me encuentro en medio de ellos, estoy más seguro que en ciertas grandes ciudades. Cuando los dejo, se quedan tristes y me hacen prometerles que regresaré; cuando vuelvo, toda la tribu está de fiesta.

“Estas explicaciones eran necesarias para lo siguiente:

“Os he dicho que tenía conmigo El Libro de los Espíritus. Un día se me ocurrió traducirles algunos pasajes, y fui fuertemente sorprendido al ver que ellos lo comprendían mejor de lo que yo había pensado, en razón de ciertas observaciones muy juiciosas que hacían. He aquí un ejemplo.

“La idea de renacer en la Tierra les parecía totalmente natural, y uno de ellos me dijo un día: Después de muertos, ¿podremos renacer entre los blancos? –Ciertamente, respondí. –¿Entonces tal vez tú eres uno de nuestros parientes? –Es posible. –Sin duda es por eso que eres bueno con nosotros y que nosotros te amamos. –También es posible. –Entonces cuando nosotros encontremos a un blanco es preciso no hacerle mal, porque quizás sea uno de nuestros hermanos.

“Señor, indudablemente admiraréis, como yo, esta conclusión de un salvaje, y el sentimiento de fraternidad que ésta hizo brotar en él. Además, la idea de los Espíritus de ninguna manera es nueva para ellos: está en sus creencias, y están persuadidos de que se puede conversar con los parientes fallecidos y de que éstos vienen a visitar a los encarnados. El punto importante de eso es sacar partido para moralizarlos, y no creo que esto sea algo imposible, porque ellos aún no tienen los vicios de nuestra civilización. Es aquí que yo necesitaría los consejos de vuestra experiencia. En mi opinión, es un error creer que sólo podemos influir en las personas ignorantes hablándoles a los sentidos; por el contrario, pienso que esto es mantenerlas en ideas estrechas y desarrollar en ellas la tendencia a la superstición. Creo que el razonamiento, cuando uno sabe ponerse al alcance de esas inteligencias, tendrá siempre una influencia más duradera.

“A la espera de la respuesta que tengáis a bien obsequiarme, me despido atentamente.”

DON FERNANDO GUERRERO