El médium que sirvió de intérprete a Privat d’Anglemont en la Sociedad, al haber tenido la idea de evocarlo en particular, obtuvo de él la siguiente conversación. Parece que este Espíritu tuvo por él un cierto afecto, ya sea porque encontró un instrumento fácil o porque se estableció entre ambos una simpatía. Este médium es un joven principiante en la carrera literaria y sus prometedores ensayos anuncian aptitudes que sin duda Privat tendrá el placer de alentar.
1.
Evocación.
–
Resp. Estoy aquí; ya estoy contigo desde hace algún tiempo; esperaba esta evocación de tu parte. He sido yo quien hace poco te ha inspirado algunos buenos pensamientos que has tenido; querido amigo, esto era para confortarte un poco y para hacerte soportar con más coraje las penas de este mundo. ¿Creéis, pues, que yo no he sufrido también –más de lo que se imagina–, todos vosotros que sonreís de mis excentricidades? Y bajo esa coraza de indiferencia que yo siempre llevaba, ¡cuántas tristezas y dolores no he escondido! Sólo tenía una cualidad muy preciosa para un literato o para un artista: no importa en qué ocasión, yo siempre he amenizado mis sufrimientos con alegría. Cuando sufría demasiado, yo hacía chistes, juegos de palabras, bromas. ¡Cuántas veces el hambre, la sed y el frío han golpeado a mi puerta! ¡Y cuántas veces les respondí con una prolongada y alegre carcajada! Carcajada simulada, dirás. ¡Pues bien! No, no amigo mío, te confieso que yo era sincero. ¿Qué quieres? Siempre he tenido el más despreocupado carácter que se pueda tener. Nunca me preocupé con el futuro, con el pasado ni con el presente. Siempre viví como un verdadero bohemio, subsistiendo a cada día, gastando cinco francos cuando los tenía e incluso cuando no los tenía; y no era más rico, cuatro días después de haber recibido dinero, de lo que lo había sido en la víspera.
Ciertamente no deseo a nadie esta vida inútil, incoherente e irracional que he llevado. Las excentricidades no son más de nuestro tiempo; por esto mismo, las nuevas ideas han hecho muy rápidos progresos. Es una vida de la que de ninguna manera me jacto, y de la cual a veces me avergüenzo. La juventud debe ser estudiosa: a través del trabajo debe buscar fortificar su inteligencia, a fin de conocer y apreciar mejor a los hombres y a las cosas.
Jóvenes, desengañaos si creéis que al salir del colegio ya sois hombres completos o sabios. Tenéis la llave para saber todo; ahora os corresponde trabajar y estudiar, entrando más decididamente en el vasto campo que se os ofrece, cuyos caminos han sido allanados por vuestros estudios en el colegio. Sé que la juventud precisa de distracciones: lo contrario sería ir contra la naturaleza; sin embargo, no debéis buscarlas en exceso, porque aquel que en la primavera de la vida sólo pensó en el placer, prepara para más tarde penosos remordimientos. Es entonces que la experiencia y las necesidades de este mundo le enseñan que los momentos perdidos nunca más se recuperan. Los jóvenes necesitan lecturas serias: los autores antiguos son frecuentemente los mejores, porque sus buenos pensamientos sugieren otros. Sobre todo, ellos deben evitar las novelas, que solamente instigan la imaginación y dejan el vacío en el corazón. Las novelas sólo deben ser toleradas como distracción, una vez que otra, o para algunas de esas damas que no tienen nada mejor que hacer. ¡Instruíos, instruíos! Perfeccionad la inteligencia que Dios os ha dado; únicamente a este precio seremos dignos de vivir.
–
Preg. Tu lenguaje me sorprende, estimado Privat. Sin duda te has presentado ante mí con un aspecto muy espirituoso, pero no como un Espíritu profundo, y ahora... –
Resp. ¡Alto ahí!, joven; detente. Coincido en que yo he aparecido o, mejor dicho, me he comunicado con todos vosotros como un Espíritu poco profundo; pero ocurre que no estaba aún totalmente desprendido de mi envoltura terrestre, y el estado de Espíritu todavía no se había presentado en toda su realidad. Amigo, ahora soy un Espíritu, nada más que un Espíritu. Siento que voy a experimentar todo como los otros, y mi vida en la Tierra no me parece más que un sueño; ¡y qué sueño! Estoy parcialmente habituado a este nuevo mundo, que debe ser mi morada por algún tiempo.
–
Preg. ¿Cuánto tiempo crees que vas a permanecer como Espíritu, y qué haces en tu nueva existencia? ¿Cuáles son tus ocupaciones? –
Resp. El tiempo que debo permanecer como Espíritu está en las manos de Dios, y durará –tanto como puedo concebir, supongo– hasta que Dios considere mi alma lo bastante depurada como para encarnar en una región superior. En cuanto a mis ocupaciones, son casi nulas. Aún estoy errante, y esto es una consecuencia de la vida que he llevado en la Tierra. Es así que lo que me parecía un placer en vuestro mundo es ahora una pena para mí. Sí, es verdad, me gustaría tener una ocupación seria, interesarme por alguien que mereciese mi simpatía, inspirarle buenos pensamientos; pero, querido amigo, ya conversamos bastante y, si me lo permites, voy a retirarme. Adiós; si necesitas de mí, no tengas recelo de llamarme: acudiré con placer. ¡Coraje! ¡Sé feliz!
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Dirkse Lammers
(Sociedad, 11 de noviembre de 1859.)
El Sr. Van Br..., de La Haya, presente en la sesión, relata el siguiente hecho que le es personal.
En una reunión espírita a la cual él asistía en La Haya, un Espíritu que decía llamarse
Dirkse Lammers se manifestó espontáneamente. Interrogado sobre las particularidades que le conciernen y sobre el motivo de su visita en medio de personas que no lo conocían y que no lo llamaron, él cuenta su historia de esta manera:
«Yo vivía en 1592 y me ahorqué en el local en que estáis en este momento, en un establo que por entonces existía en el mismo lugar donde actualmente se encuentra esta casa. He aquí en qué circunstancias: Yo tenía un perro, y mi vecina tenía gallinas. Mi perro mató a sus gallinas y, para vengarse, la vecina lo envenenó. En mi cólera, golpeé y herí a esta mujer; ella entabló una acción judicial contra mí y fui condenado a tres meses de cárcel y a 25 florines de multa. Aunque la condena fue bastante leve, no por esto tuve menos odio del abogado X..., que fue quien la pidió, y resolví vengarme de él. Por consiguiente, lo esperé en un camino poco frecuentado que él recorría todas las tardes en dirección a Loosduinen, cerca de La Haya; yo lo estrangulé y lo colgué en un árbol. Para hacer creer que era un suicidio, puse en su bolsillo un papel previamente preparado, como siendo escrito por él, en el cual decía que nadie debería ser acusado de su muerte, ya que él mismo se había quitado la vida. Desde ese momento el remordimiento me persiguió y, tres meses después, me ahorqué –como ya dije– en el local donde estáis. Arrastrado por una fuerza a la cual no puedo resistir, vengo a confesar mi crimen, en la esperanza de que quizás esto pueda traer algún alivio al sufrimiento que estoy padeciendo desde entonces.»
Este relato, hecho con detalles tan circunstanciales, sorprendió a la asamblea. Al haberse tomado informaciones, a través de investigaciones realizadas en el registro civil, se verificó efectivamente que en 1592 un abogado llamado X... se había ahorcado en el camino de Loosduinen.
Al haber sido evocado en la sesión de la
Sociedad del 11 de noviembre de 1859, el Espíritu Dirkse Lammers se manifestó por actos de violencia, quebrando los lápices. Su letra era irregular, gruesa, casi ilegible, y el médium experimentó una extrema dificultad para trazar los caracteres.
1.
Evocación. Estoy aquí. ¿Qué queréis?
2. ¿Reconocéis aquí a una persona con la cual os
comunicasteis últimamente? –
Resp. Ya he dado bastantes pruebas de mi lucidez y de mi buena voluntad: esto debería ser suficiente.
3. ¿Con qué objetivo os habéis comunicado espontáneamente en lo del Sr. Van Br...? –
Resp. No sé; he sido enviado hacia allá; por mí mismo no tenía muchos deseos de contar lo que he sido forzado a decir.
4. ¿Quién os ha obligado a hacerlo? –
Resp. La fuerza que nos conduce: nada más sé al respecto; a pesar de no quererlo, he sido arrastrado y forzado a obedecer a los Espíritus que tenían el derecho de ser obedecidos.
5. ¿Estáis contrariado por venir a nuestro llamado? –
Resp. Bastante: aquí no es mi lugar.
6. ¿Sois feliz como Espíritu? –
Resp. ¡Bella pregunta!
7. ¿Qué podemos hacer para os ser agradables? –
Resp. ¡Podríais hacer algo que sea agradable para mí!
8. Ciertamente: la caridad nos ordena que seamos útiles siempre que podamos, ya sea con los Espíritus como con los hombres. Puesto que sois infeliz, rogaremos para vos la misericordia de Dios: nos comprometemos a orar por vos. –
Resp. Después de siglos, estas son las primeras palabras de esa naturaleza que me han sido dirigidas. ¡Oh! ¡Gracias, gracias! ¡Por Dios! Que esta no sea una promesa vana, os lo ruego.
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Michel François
(Sociedad, 11 de noviembre de 1859.)
Michel François, herrador que vivía hacia fines del siglo XVII, se dirigió al intendente de la Provenza y le anunció que un espectro le apareció, ordenándole que fuera a revelar al rey Luis XIV ciertas cosas secretas de gran importancia. Lo dejaron partir hacia la corte en el mes de abril de 1697. Unos garantizan que él habló con el rey; otros dicen que el rey se rehusó a verlo. Lo que es cierto, agregan algunos, es que en lugar de ser enviado al manicomio, él obtuvo dinero para su viaje y la exención de tallasy otros impuestos reales.
1.
Evocación. –
Resp. Estoy aquí.
2. ¿Cómo habéis sabido que deseábamos hablaros? –
Resp. ¿Por qué me hacéis esta pregunta? ¿No sabéis que estáis rodeado de Espíritus que avisan a aquellos con los cuales queréis comunicaros?
3. ¿Dónde estabais cuando os llamamos? –
Resp. En el espacio, porque aún estoy errante.
4. ¿Estáis sorprendido por encontraros en medio de encarnados? –
Resp. De manera alguna; entre los mismos me encuentro frecuentemente.
5. ¿Os recordáis de vuestra existencia, en 1697, bajo el reinado de Luis XIV, cuando por entonces erais herrero? –
Resp. Muy confusamente.
6. ¿Recordáis la revelación que queríais hacer al rey? –
Resp. Me acuerdo que yo tenía que hacerle una revelación.
7. ¿Le hicisteis esa revelación? –
Resp. Sí.
8. Habéis dicho que un espectro os apareció y os ordenó que fueseis a revelar ciertas cosas al rey; ¿quién era ese espectro? –
Resp. Era el espectro de su hermano.
9. ¿Podéis decir su nombre? –
Resp. No; vos me comprendéis.
10. ¿Era el hombre designado con el nombre de Máscara de Hierro? –
Resp. Sí.
11. Ahora que estamos lejos de aquel tiempo, ¿podríais decirnos cuál era el objeto de esa revelación? –
Resp. Era justamente el de informarlo sobre su muerte.
12. ¿La muerte de quién? ¿De su hermano? –
Resp. Sí, claro.
13. ¿Qué impresión causó al rey vuestra revelación? –
Resp. Una impresión donde se mezclaban la tristeza y la satisfacción; además, esto quedó suficientemente probado por la manera con que me trató.
14. ¿Cómo él os trató? –
Resp. Con bondad y afabilidad.
15. Dicen que un hecho similar sucedió con Luis XVIII. ¿Sabéis si esto es verdad? –
Resp. Creo que ocurrió algo semejante, pero no estoy totalmente informado al respecto.
16. ¿Por qué aquel Espíritu os eligió para esa misión, justamente a vos, un hombre desconocido, en lugar de elegir a un personaje de la corte que se hubiera aproximado al rey más fácilmente? –
Resp. Fui puesto en su camino, dotado de la facultad que él deseaba encontrar y que era necesaria, y también porque a un personaje de la corte no le habrían aceptado la revelación: pensarían que se informó por otros medios.
17. ¿Cuál era el objetivo de esta revelación, ya que el rey sería necesariamente informado de la muerte de su hermano, antes de saberlo por vos? –
Resp. Era para hacerlo reflexionar sobre la vida futura y acerca del destino a que podía exponerse, como realmente se expuso: su fin ha sido manchado por acciones con las cuales él creía asegurarse un futuro, que podría haber sido mejor con la práctica de aquella revelación.
[1] Preparación que los javaneses mascan continuamente y que da a la boca y a la saliva un color de sangre.
[Nota de la autora del texto transcripto.]