Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Mundos intermediarios o transitorios

Hemos visto, por una de las respuestas dadas en el artículo precedente, que habría –al parecer– mundos destinados a los Espíritus errantes. La idea de estos mundos no estaba en el pensamiento de ninguno de los asistentes, y nadie la hubiera pensado si no fuese la revelación espontánea de Mozart, nueva prueba de que las comunicaciones espíritas son independientes de toda opinión preconcebida. Con el objetivo de profundizar esta cuestión, nosotros la hemos sometido a otro Espíritu, fuera de la Sociedad y por intermedio de otro médium, que de esto no tenía ningún conocimiento.

1. (A san Agustín.) ¿Existen –como se nos ha dicho– mundos que sirven a los Espíritus errantes como estaciones y puntos de reposo? –Resp. Sí, pero son graduales, es decir, que ocupan posiciones intermediarias entre los otros mundos, según la naturaleza de los Espíritus que pueden ir allí, y que en éstos gozan de un mayor o menor bienestar.

2. Los Espíritus que habitan en esos mundos, ¿pueden dejarlos a voluntad? –Resp. Sí; los Espíritus que se encuentran en esos mundos pueden dejarlos para dirigirse hacia donde deban ir. Imaginadlos como aves de paso que se detienen en una isla, esperando recobrar sus fuerzas para dirigirse hacia su destino.

3. ¿Progresan los Espíritus durante esas estaciones en los mundos intermediarios? –Resp. Ciertamente; los que se reúnen así lo hacen con el objetivo de instruirse y de poder obtener más fácilmente el permiso para ir a lugares mejores, y conseguir la posición que han obtenido los elegidos.

4. Por su naturaleza especial, ¿esos mundos son perpetuamente destinados a los Espíritus errantes? –Resp. No; su posición no es más que transitoria.

5. ¿Están habitados, al mismo tiempo, por seres corporales? –Resp. No.

6. ¿Tienen dichos mundos una constitución análoga a la de otros planetas? –Resp. Sí, pero la superficie es estéril.

7. ¿Por qué esta esterilidad? –Resp. Aquellos que los habitan no tienen necesidad de nada.

8. Esa esterilidad ¿es permanente o deriva de su naturaleza especial? –Resp. No, son transitoriamente estériles.

9. Esos mundos ¿deben entonces hallarse desprovistos de bellezas naturales? –Resp. La Naturaleza se traduce en las bellezas de la inmensidad, que no son menos admirables que lo que vosotros llamáis bellezas naturales.

10. ¿Existen esos mundos en nuestro sistema planetario? –Resp. No.

11. Puesto que su estado es transitorio, ¿estará un día nuestra Tierra en ese número? –Resp. Ya lo estuvo.

12. ¿En qué época? –Resp. Durante su formación.

Observación – Esta comunicación confirma una vez más esa gran verdad de que nada es inútil en la Naturaleza; cada cosa tiene su objetivo y su destino. Nada está vacío; todo está habitado, y la vida está en todas partes. Así, durante la larga serie de los siglos que han transcurrido antes de la aparición del hombre en la Tierra, durante esos lentos períodos de transición atestiguados por las capas geológicas, incluso antes de la formación de los primeros seres orgánicos, no había ausencia de vida sobre esa masa informe, en ese árido caos donde los elementos estaban confundidos, ya que allí encontraban refugio seres que no tenían nuestras necesidades ni nuestras sensaciones físicas. Dios ha querido que, inclusive en este estado imperfecto, la Tierra sirviera para algo. Por lo tanto, ¿quién se atrevería a decir que entre esos miles de millones de mundos que circulan en la inmensidad, uno solo –uno de los más pequeños, perdido en la multitud– tuviese el privilegio exclusivo de estar habitado? ¿Cuál sería, entonces, la utilidad de los otros? ¿Dios los habría creado apenas para recrear nuestra vista? Suposición absurda, incompatible con la sabiduría que emana de todas sus obras. Nadie discutirá que en esta idea de los mundos aún inadecuados para la vida material –y no obstante poblados por seres vivos apropiados a ese medio–, existe algo de grande y de sublime, donde quizá se encuentra la solución de más de un problema.