Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Un Espíritu servicial

Hemos extraído los siguientes pasajes de la carta de uno de nuestros corresponsales en Burdeos:

“Mi estimado señor Allan Kardec, he aquí un nuevo relato de hechos muy extraordinarios que someto a vuestra apreciación, rogando que tengáis a bien verificarlos al evocar al Espíritu que ha sido su autor.

“Una joven dama, que nosotros llamaremos de señora Mally, es la persona por intermedio de la cual han tenido lugar las manifestaciones que constituyen el asunto de esta carta. Esta dama vive en Burdeos y tiene tres hijos.

“Desde corta edad, con alrededor de nueve años, que ella tiene visiones. Una noche, al volver a su casa con la familia, vio en un ángulo de la escalera la forma muy clara de una tía que había fallecido hacía cuatro o cinco años. Lanzó una exclamación: ¡Ah, tía mía! Y la aparición desapareció. Dos años después escuchó una voz que la llamaba, reconociendo en la misma a su tía; el llamado era tan fuerte que no pudo dejar de decir: ¡Entrad, tía mía! Como no abrieron la puerta, ella misma fue a abrirla, y al no ver a nadie, bajó en busca de su madre para informarse si alguien había subido.

“Algunos años después encontramos a esta señora sintiendo la influencia de un Guía o Espíritu familiar, que parece encargado de velar por su persona y por sus hijos, y que presta una multitud de pequeños servicios en la casa, entre otros, el de despertar a la hora marcada a los que están enfermos para tomar sus hierbas medicinales, o aquellos que necesitan salir; ahora bien, por ciertas manifestaciones, él revela su condición moral. Este Espíritu tiene un carácter poco serio; sin embargo, al lado de muestras de liviandad, ha dado pruebas de sensibilidad y de consideración. La señora Mally lo ve comúnmente bajo la forma de una centella o de una gran claridad; pero él se manifiesta a sus hijos bajo la forma humana. Una sonámbula pretendía haber encaminado a la Sra. Mally ese Guía, sobre el cual parecía ejercer cierta influencia. Cuando la señora Mally permanecía algún tiempo sin ocuparse de su Guía, éste tenía el cuidado de que ella lo recordase a través de algunas visiones más o menos desagradables. Por ejemplo, una vez en que ella bajaba sin luz, percibió en el descansillo de la escalera un cadáver cubierto con una mortaja luminosa. Esta dama tiene una gran fuerza de carácter, como veremos más tarde; entretanto, al ver eso, ella no pudo impedir el impacto de recibir una penosa impresión y, cerrando rápidamente la puerta de su cuarto, fue a refugiarse junto con su madre. En otras ocasiones sentía que le tiraban de la ropa o que alguien o algún animal le hacía una especie de roce. Esas contrariedades cesaban cuando ella dirigía un pensamiento a su Guía y, a su turno, la sonámbula reprendía a este último y lo prohibía de atormentarla.

“En 1856, la tercera hija de la señora Mally, de cuatro años de edad, enfermó en el mes de agosto. La niña estaba constantemente inmersa en un estado de somnolencia, que se interrumpía con crisis y convulsiones. Durante ocho días yo mismo he visto a la niña –que parecía salir de su abatimiento– adoptar un semblante sonriente y feliz, con los ojos medio cerrados, sin mirar a aquellos que la rodeaban, tender la mano con un gesto gracioso como para recibir algo, llevarlo a la boca y comerlo, y después agradecer con una sonrisa encantadora. Durante esos ocho días, la niña se ha sustentado con esta alimentación invisible, y su cuerpo recobró la apariencia de su frescura habitual. Cuando ella pudo hablar, parecía haber salido de un largo sueño y contaba visiones maravillosas.

“Durante la convalecencia de la niña, hacia el 25 de agosto, tuvo lugar en esta misma casa la aparición de un agénere. Alrededor de las diez y media de la noche, la señora Mally, llevando a la pequeña de la mano, bajó la escalera de servicio cuando percibió a un individuo que subía. La escalera estaba perfectamente iluminada por la luz de la cocina, de manera que la señora Mally pudo distinguir muy bien al individuo, que tenía todas las apariencias de una persona de complexión vigorosa. Llegaron al mismo tiempo al descansillo, encontrándose cara a cara: era un joven de aspecto agradable, bien vestido, con una gorra en la cabeza y teniendo en la mano un objeto que ella no pudo distinguir bien. Sorprendida con este encuentro inesperado a aquella hora de la noche y en una escalera retirada, la señora Mally lo miró sin decirle una palabra e incluso sin preguntarle lo que quería. Por su parte, el desconocido la observó en silencio por un momento, después dio media vuelta y bajó la escalera golpeando el pasamano con el objeto que llevaba y que hacía un ruido similar al de un bastón. Ni bien él desapareció, la señora Mally corrió hacia la sala donde yo me encontraba en ese momento y gritó que había un ladrón en la casa. Nos pusimos a buscarlo con la ayuda de mi perro; todos los rincones fueron examinados; verificamos que la puerta de la calle estaba cerrada, de modo que nadie podría haber entrado, y que además –si lo hicieran– no lograrían cerrarla sin hacer ruido; realmente era poco probable que un malhechor subiese una escalera iluminada y a una hora en la que estuviera expuesto a encontrarse a cada instante con las personas de la casa; por otro lado, ¿cómo podría un extraño haber sido encontrado en esa escalera de servicio que el público no usa? En todo caso, si él se hubiera equivocado, habría dirigido la palabra a la señora Mally, mientras que dio media vuelta y se fue tranquilamente como quien no tiene prisa y como quien conoce el camino. Todas estas circunstancias no nos dejaban la menor duda sobre la naturaleza de ese individuo.

“Este Espíritu se manifiesta a menudo por intermedio de ruidos, tales como los del tambor, a través de golpes violentos en el horno, puntapiés en las puertas –que entonces se abren solas–, o ruidos semejantes a los de piedras que fuesen tiradas contra los vidrios de las ventanas. Cierto día la señora Mally estaba en la puerta de su cocina cuando a su frente vio un pequeño mueble que se abría y que se cerraba varias veces por una mano invisible; en otras ocasiones, al estar ocupada preparando el fuego, ella sintió que le tiraban de la ropa, siendo que también, al subir la escalera, le agarraban el talón. En varias oportunidades él escondió las tijeras y otros objetos de trabajo de ella, los cuales eran puestos en su regazo después de haberlos buscado bastante. Un domingo estaba ocupada en condimentar con un diente de ajo una pata de cordero; de repente sintió que le arrancaban el ajo de sus dedos; creyendo que lo había dejado caer, lo buscó inútilmente; entonces, en un agujero triangular hecho en la propia pierna del cordero, cuya piel había sido retirada, encontró el diente de ajo picado, como para mostrar que una mano extraña lo había puesto allí intencionalmente.

“La hija mayor de la señora Mally, de cuatro años de edad, paseaba con su mamá, y ésta percibió que su hija conversaba con un ser invisible que parecía pedirle bombones; la pequeña cerraba la mano y decía siempre:

–Estos son míos; si quieres otros, cómpralos.

Sorprendida, la madre le preguntó con quién ella hablaba.

–Con este chico que quiere que yo le dé mis bombones –dijo la niña.

–¿Qué chico? –preguntó la madre.

–Este chico que está aquí, a mi lado.

–Pero no veo a nadie.

–¡Ah! Él se fue. Su vestido era blanco y todo frisado.

“En otra oportunidad la pequeña enferma, de quien ya hablé anteriormente, se divertía haciendo pajaritos de papel. ¡Mamá, mamá! –dijo ella–, no permitas que este chico tome mi papel.

–¿Quién? –preguntó la madre.

–Sí, este chico tomó mi papel; y la niña se puso a llorar.

–¿Pero dónde está él?

–¡Ah! Está saliendo por la ventana. Es un chico demasiado travieso.

“Esta misma niña un día saltó en la punta de los pies hasta perder el aliento, a pesar de que su madre se lo había prohibido, pues temía que eso le hiciera mal. De repente, la pequeña paró y exclamó: "¡Ah! ¡El Guía de mamá!" Le preguntaron qué significaba esto; ella dijo que había visto un brazo que la detuvo cuando ella saltaba y que la forzaba a permanecer quieta. Agregó que ella no tenía miedo y que inmediatamente pensó en el Guía de su madre. Los hechos de ese género se renovaron frecuentemente, pero los mismos se tornaron familiares para los niños, que no tenían miedo alguno porque el pensamiento del Guía de su mamá les venía espontáneamente.

“La intervención de este Guía se hubo manifestado en circunstancias más serias. La señora Mally había alquilado una casa con jardín en la comuna de Cauderan. Esta casa se encontraba aislada y rodeada de vastas praderas; ella vivía solamente con sus tres hijos y una profesora. Por aquel entonces la comuna era infestada de bandidos que depredaban las propiedades circundantes y que naturalmente codiciaban una casa que sabían que era habitada por dos mujeres solas; así, todas las noches venían a robar, intentando forzar las puertas y las contraventanas. Durante tres años la señora Mally vivió en esa casa en constantes sobresaltos, pero a cada noche ella se recomendaba a Dios y, después de la oración, su Guía se manifestaba bajo la forma de una centella. Durante la noche, cuando varias veces los ladrones intentaron robar, una súbita claridad iluminaba el cuarto, y ella escuchaba una voz que le decía: "No temas: ellos no entrarán". En efecto, ellos nunca consiguieron entrar en la casa. No obstante, para mayor precaución, ella portaba armas de fuego. Una noche en que los percibió merodeando su casa, ella les disparó dos tiros de pistola que acertaron a uno de ellos, pues escuchó gemidos, pero al día siguiente habían desaparecido. Este hecho ha sido relatado en los siguientes términos por un diario de Burdeos:

"Nos han informado un hecho que denota un cierto coraje por parte de una señora que vive en la comuna de Cauderan:

"Una dama que ocupa una casa aislada en esta comuna tiene como compañía a una señorita que se encarga de la instrucción de sus hijos.

"En una de las noches anteriores, esta dama había sido víctima de una tentativa de robo. Al día siguiente ambas se pusieron de acuerdo en hacer guardia, y si fuese necesario vigilarían durante la noche.

"Hicieron lo que habían combinado. De esta manera, cuando los ladrones se presentaron para concluir el objetivo de la víspera, encontraron quien los recibiese. Apenas tuvieron la precaución de no entablar conversación con los moradores de la casa sitiada. La señora de la cual hemos hablado, al percibir que ellos rondaban la casa, abrió la puerta y dio un tiro de pistola que debe haber acertado a uno de los ladrones, porque al día siguiente se encontró sangre en el jardín.

"Hasta este momento no se ha podido descubrir a los autores de esta segunda tentativa."

“Haré referencia, de memoria, a otras manifestaciones que tuvieron lugar en esta misma casa de Cauderan, durante la permanencia de esas damas. Durante la noche se escuchaban frecuentemente ruidos extraños, semejantes a bolas rodando en el piso, o de leña arrojada al suelo; entretanto, por la mañana todo estaba en perfecto orden.

“Señor, si lo creéis conveniente tened a bien evocar al Guía de la señora Mally e interrogadlo sobre las manifestaciones que acabo de relataros. Principalmente consentid en preguntarle si la sonámbula, que ha pretendido haberle encaminado ese Guía, tiene el poder de retomarlo, y si él se retiraría en el caso en que la sonámbula llegara a fallecer. (...)”