Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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El Sr. Girard de Codemberg

Antiguo alumno de la Escuela Politécnica, miembro de varias sociedades culturales y autor de un libro titulado: Le Monde spirituel, ou science chrétienne de communiquer intimement avec les puissances célestes et les âmes heureuses.

Muerto en noviembre de 1858; evocado el 14 de enero siguiente en la Sociedad.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí; ¿qué queréis de mí?

2. ¿Venís con gusto a nuestro llamado? –Resp. Sí.

3. ¿Queréis decirnos qué pensáis actualmente del libro que habéis publicado? –Resp. He cometido algunos errores, pero hay en el mismo algo de bueno y, sin jactancia, soy muy llevado a creer que vosotros mismos aprobaríais lo que he dicho allí.

4. Habéis dicho principalmente que tuvisteis comunicaciones con la madre del Cristo; ¿veis ahora si realmente era Ella? –Resp. No, no era Ella, sino un Espíritu que tomaba su nombre.

5. ¿Con qué objetivo el Espíritu tomaba ese nombre? –Resp. Él me veía transitar por el camino del error y aprovechaba para que yo me complicase aún más; era un Espíritu perturbador, un ser ligero, más propenso al mal que al bien; se sentía feliz al ver mi falsa alegría. Yo era su juguete, como los hombres lo son a menudo de sus semejantes.

6. ¿Cómo vos, dotado de una inteligencia superior, no percibisteis el ridículo de ciertas comunicaciones? –Resp. Estaba fascinado, y creía que todo lo que me decían era bueno.


7. ¿No pensáis que esta obra puede hacer mal, en el sentido de que se presta al ridículo con respecto a las comunicaciones del Más Allá? –Resp. En este sentido, sí; pero también he dicho que tiene algo de bueno y de verdadero; desde otro punto de vista, la misma impresiona a los ojos de las masas, y frecuentemente encontráis un buen germen en aquello que nos parece malo.

8. ¿Sois más feliz ahora que cuando estabais encarnado? –Resp. Sí, pero tengo mucha necesidad de esclarecerme, porque todavía estoy en la niebla que se sigue a la muerte; soy como el escolar que comienza a deletrear.

9. Cuando encarnado, ¿conocisteis El Libro de los Espíritus? –Resp. Nunca le presté atención; yo tenía ideas preconcebidas; en esto pecaba, porque no profundizaba ni estudiaba demasiado todas las cosas; pero el orgullo es siempre lo que nos causa ilusión. Además, esto es propio de los ignorantes, en general: no quieren estudiar sino aquello que prefieren y sólo escuchan a los que los halagan.

10. Pero vos no erais un ignorante: vuestros títulos son la prueba de esto. –Resp. ¿Qué es el sabio de la Tierra delante de la ciencia del Cielo? Además, siempre existe la influencia de ciertos Espíritus interesados en apartarnos de la luz.

Nota – Esto corrobora lo que ya se ha dicho, de que ciertos Espíritus inspiran el alejamiento de las personas que pueden dar consejos útiles y desbaratar sus maquinaciones. Esta influencia nunca es la de un Espíritu bueno.

11. Y ahora, ¿qué pensáis de este libro? –Resp. No podría hablar del mismo sin elogiarlo; pero nosotros no elogiamos, como bien lo sabéis.

12. ¿Se ha modificado vuestra opinión sobre la naturaleza de las penas futuras? –Resp. Sí; yo creía en las penas materiales; ahora creo en las penas morales.

13. ¿Podemos hacer algo que os sea agradable? –Resp. Siempre; haced cada uno por mí una pequeña oración a la noche; os agradeceré por esto; no lo olvidéis.

Nota – El libro del Sr. de Codemberg ha provocado una cierta sensación y, debemos decirlo, una penosa sensación entre los adeptos esclarecidos del Espiritismo, a causa de la extrañeza de ciertas comunicaciones que se prestan bastante al ridículo. La intención era loable, porque era un hombre sincero; pero él es un ejemplo del dominio que ciertos Espíritus pueden ejercer, adulando y exagerando las ideas y los prejuicios de los que no examinan con suficiente severidad los pros y los contras de las comunicaciones espíritas. Sobre todo nos muestra el peligro de difundirlas muy ligeramente al público, porque ellas pueden ser un motivo de repulsión, al fortalecer a ciertas personas en su incredulidad, haciendo así más mal que bien, al darles armas a los enemigos de la causa. Por lo tanto, jamás seríamos demasiado circunspectos al respecto.