Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Conversaciones familiares del Más Allá
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Paul Gaimard

Médico de la Marina y viajero naturalista, fallecido el 11 de diciembre de 1858 a la edad de 64 años; evocado el 24 del mismo mes por uno de sus amigos, el Sr. Sardou.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí; ¿qué deseas?

2. ¿Cuál es tu estado actual? –Resp. Estoy errante como los Espíritus que dejan la Tierra y que tienen el deseo de avanzar en la senda del bien. Nosotros buscamos, estudiamos y después elegimos.

3. ¿Se han modificado tus ideas sobre la naturaleza del hombre? –Resp. Mucho; bien puedes evaluarlo.

4. ¿Qué juicio tienes ahora sobre el género de vida que has llevado durante la existencia que acabas de terminar en este mundo? –Resp. Estoy contento porque he trabajado.

5. Creías que para el hombre todo acababa en la tumba: de ahí tu epicureísmo y el deseo que algunas veces expresabas de vivir siglos para gozar bien la vida. ¿Qué piensas de los vivos que no tienen otra filosofía que ésa? –Resp. Me compadezco de ellos, no obstante esto les sirva: con tal sistema pueden apreciar fríamente todo lo que entusiasma a los otros hombres, y eso les permite juzgar sanamente muchas cosas que fascinan demasiado a los crédulos.

Observación – Es la opinión personal del Espíritu; nosotros la damos como tal y no como máxima.

6. El hombre que se esfuerza moralmente más que intelectualmente, ¿obra
mejor que aquel que se apega sobre todo al progreso intelectual y descuida el progreso moral? –Resp. Sí; el aspecto moral es más importante. Dios da espíritu como recompensa a los buenos, mientras que el progreso moral debe ser adquirido.

7. ¿Qué entiendes cuando dices que Dios da espíritu? –Resp. Una vasta inteligencia.

8. Sin embargo existen muchos seres malos que tienen una vasta inteligencia. –Resp. Ya lo he dicho. Habéis preguntado cuál de los dos progresos valía más adquirir; os he dicho que el progreso moral era preferible; pero aquel que trabaja en perfeccionar su Espíritu puede adquirir un alto grado de inteligencia. ¿Cuándo, pues, comprenderéis con medias palabras?

9. ¿Estás completamente desprendido de la influencia material del cuerpo? –Resp. Sí; lo que se os ha dicho no comprende sino una cierta clase de la Humanidad.

Nota – Varias veces ha sucedido que los Espíritus evocados, incluso algunos meses después de su muerte, han declarado estar todavía bajo la influencia de la materia; pero todos esos Espíritus habían sido hombres que no progresaron ni moral ni intelectualmente. Es a esta clase de la Humanidad que se refiere el Espíritu Paul Gaimard.

10. ¿Has tenido en la Tierra otras existencias además de la última? –Resp. Sí.

11. Esta última, ¿es la consecuencia de la precedente? –Resp. No; ha habido un gran espacio de tiempo entre ambas.

12. A pesar de ese largo intervalo, ¿no podría haber, entretanto, una cierta relación entre esas dos existencias? –Resp. Cada minuto de nuestra vida es la consecuencia del minuto anterior, si así lo prefieres.

Nota – El Dr. B..., que asistía a esta conversación, expresó la opinión de que ciertas tendencias, ciertos instintos que a veces se despiertan en nosotros, bien podrían ser como un reflejo de una existencia anterior. Él citó varios hechos perfectamente constatados de mujeres jóvenes que, en el embarazo, se han visto impelidas a cometer actos feroces, como, por ejemplo, la señora que se arrojó sobre el brazo de un empleado de la carnicería y lo mordió con fuerza; otra que cortó la cabeza de un niño y ella misma la llevó al comisario de la policía; una tercera mujer que mató a su marido, lo cortó en pequeños pedazos –a los que les puso sal– y con los cuales se alimentó durante varios días. El doctor preguntó si, en una existencia anterior, esas mujeres no habían sido antropófagas.

13. Has escuchado lo que acaba de decir el Dr. B...; ¿será que esos instintos, designados con el nombre de antojos de mujeres embarazadas, son consecuencia de hábitos contraídos en una existencia anterior? –Resp. No; son una locura transitoria; una pasión en su más alto grado; la voluntad del Espíritu está eclipsada.

Observación – El Dr. B... hace observar que efectivamente los médicos consideran esos actos como casos de locura transitoria. Nosotros compartimos esta opinión, pero no por los mismos motivos, puesto que aquellos que no están familiarizados con los fenómenos espíritas son generalmente llevados a atribuirlos únicamente a causas que ellos conocen. Estamos persuadidos de que debemos tener reminiscencias de ciertas disposiciones morales anteriores; incluso agregamos que es imposible que sea de otro modo, pues el progreso solamente se realiza gradualmente; pero éste no es el caso, y lo que lo prueba es que las personas de las cuales acabamos de hablar no daban ninguna señal de ferocidad, fuera de su estado patológico: evidentemente no había en ellas sino una perturbación momentánea de las facultades morales. Se reconoce el reflejo de las disposiciones anteriores a través de otras señales, de alguna manera inequívocas, y que desarrollaremos en un artículo especial, con hechos en su apoyo.

14. En ti, en esta última existencia, ¿ha habido a la vez progreso moral y progreso intelectual? –Resp. Sí, sobre todo intelectual.

15. ¿Podrías decirnos cuál era el género de tu penúltima existencia? –Resp. ¡Oh, yo fui sombrío! Tuve una familia a la que volví infeliz; penosamente lo he expiado más tarde. Pero ¿por qué me preguntas esto? Ha pasado hace mucho y ahora estoy en una nueva fase.

Nota – P. Gaimard murió soltero a la edad de 64 años. Más de una vez se hubo lamentado por no haber formado un hogar.

16. ¿Esperas reencarnar en poco tiempo? –Resp. No; antes quiero investigar. Preferimos este estado de erraticidad, porque el alma es más dueña de sí misma; el Espíritu tiene más conciencia de su fuerza; la carne pesa, obnubila, obstaculiza.

Nota – Todos los Espíritus dicen que en el estado errante ellos investigan, estudian y observan para hacer su elección. ¿No es ésta la contrapartida de la vida corporal? ¿No buscamos durante años, antes de elegir la carrera que creemos más apropiada para seguir nuestro camino? ¿A veces no la cambiamos, a medida que crecemos? ¿Cada día no es empleado en la búsqueda de lo que haremos al día siguiente?

Ahora bien, ¿qué son las diferentes existencias corporales para el Espíritu, sino fases, períodos, días de la vida espírita que es –como sabemos– la vida normal, no siendo la vida corporal más que transitoria y pasajera? ¿Habrá algo más sublime que esta teoría? ¿No está ella en relación con la grandiosa armonía del Universo? Una vez más: no hemos
sido nosotros los que la inventamos, y nos lamentamos por no tener ese mérito; pero cuanto más la profundizamos, más fecunda la encontramos en la solución de problemas hasta ahora inexplicados.

17. ¿En qué planeta piensas o deseas reencarnar? –Resp. No sé; dame tiempo para buscar.

18. ¿Qué género de existencia pedirás a Dios? –Resp. La continuación de esta última; el mayor desarrollo posible de las facultades intelectuales.

19. Parece que siempre pones en primera línea el desarrollo de las facultades intelectuales, haciendo menos caso a las facultades morales, a pesar de lo que has dicho anteriormente. –Resp. Mi corazón no está aún lo bastante formado como para apreciar bien a las otras.

20. ¿Ves a otros Espíritus, y estás en relación con ellos? –Resp. Sí.

21. Entre esos Espíritus, ¿hay alguno que hayas conocido en la Tierra? –Resp. Sí; Dumont d’Urville.

22. ¿Ves también al Espíritu Jacques Arago, con el cual has viajado? –Resp. Sí.

23. ¿Están esos Espíritus en la misma condición que tú? –Resp. No; unos más elevados, otros en condición más baja.

24. Nos referimos a los Espíritus Dumont d’Urville y Jacques Arago. –Resp. No quiero particularizar.

25. ¿Estás satisfecho conque nosotros te hayamos evocado? –Resp. Sí, sobre todo por una persona.

26. ¿Podemos hacer algo por ti? –Resp. Sí.

27. Si te evocáramos dentro de algunos meses, ¿consentirías en responder aún a nuestras preguntas? –Resp. Con placer. Adiós.

28. Nos dices adiós; haznos el favor de decirnos hacia adónde vas. –Resp. En este paso (para hablar como lo habría hecho hace unos días) voy a cruzar un espacio mil veces más considerable que el camino que hice en la Tierra en mis viajes, que creía tan lejanos; y esto en menos de un segundo, de un pensamiento. Voy a una reunión de Espíritus donde tomaré lecciones y donde podré aprender mi nueva ciencia, mi nueva vida. Adiós.

Nota – Cualquiera que haya perfectamente conocido al Sr. Paul Gaimard, confesará que esta comunicación se encuentra bien marcada con el sello de su individualidad. Aprender, ver, conocer, era su pasión dominante: es lo que explica sus viajes alrededor del mundo y a las regiones del Polo Norte, así como sus expediciones a Rusia y a Polonia, en la primera aparición del cólera en Europa. Dominado por esta pasión y por la necesidad de satisfacerla, conservaba una rara sangre fría en los mayores peligros; ha sido de esta manera que por su calma y por su firmeza supo librarse de las manos de una tribu de antropófagos que lo habían sorprendido en el interior de una isla de Oceanía.

Una palabra suya caracteriza perfectamente esta avidez de ver hechos nuevos, de asistir al espectáculo de accidentes imprevistos. «¡Qué felicidad! –exclamó un día durante el período más dramático de 1848–, ¡qué felicidad vivir en una época tan fértil en eventos extraordinarios y repentinos!»

Su Espíritu, volcado casi exclusivamente hacia las Ciencias que tratan de la materia organizada, había descuidado bastante a las Ciencias filosóficas; por esto, se podría decir que le faltaba elevación en sus ideas. Sin embargo, ningún acto de su vida prueba que nunca hubiese desconocido las grandes leyes morales impuestas a la Humanidad. En suma, el Sr. Paul Gaimard tenía una bella inteligencia: esencialmente probo y honesto –naturalmente atento–, era incapaz de hacer el menor daño a nadie. Quizá se le puede reprochar solamente el haber sido demasiado amigo de los placeres; pero el mundo y los placeres no corrompieron su juicio ni su corazón: por eso, el Sr. Paul Gaimard ha merecido las añoranzas de sus amigos y de todos aquellos que lo han conocido.

SARDOU
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La Sra. Reynaud
Sonámbula, fallecida en Annonay hace alrededor de un año; su lucidez era notable, sobre todo para las cuestiones médicas, a pesar de ser analfabeta en su estado natural.

Uno de nuestros corresponsales que la había conocido en vida, pensando que se pudiesen obtener datos útiles, nos dirigió algunas preguntas que pidió para hacerle si nosotros juzgásemos oportuno interrogarla, lo que hemos hecho en la sesión de la Sociedad del 28 de enero de 1859. A las preguntas de nuestro corresponsal hemos agregado todas aquellas que nos han parecido tener algún interés.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí; ¿qué deseáis de mí?

2. ¿Tenéis un recuerdo exacto de vuestra existencia corporal? –Resp. Sí, muy preciso.

3. ¿Podéis describirnos vuestra situación actual? –Resp. Es la misma que la de todos los Espíritus que habitan la Tierra: generalmente poseen la intuición del bien, y sin embargo no pueden conseguir la felicidad perfecta, reservada solamente a los que se han elevado más en perfección.

4. Cuando encarnada erais sonámbula lúcida; ¿podríais decirnos si vuestra lucidez de entonces era análoga a la que tenéis hoy como Espíritu? –Resp. No: difería porque no tenía la prontitud ni la precisión que mi Espíritu posee ahora.

5. ¿Es la lucidez sonambúlica una anticipación de la vida espiritual, es decir, un aislamiento del Espíritu con relación a la materia? –Resp. Es una de las fases de la vida terrestre; pero la vida terrestre es la misma que la vida celestial.

6. ¿Qué entendéis al decir que la vida terrestre es la misma que la vida celestial? –Resp. Que la cadena de existencias está formada por eslabones seguidos y continuos: ninguna interrupción viene a detener su curso. Por lo tanto, se puede decir que la vida terrestre es la continuación de la vida celestial precedente y el preludio de la vida celestial futura, y así en adelante para todas las encarnaciones que un Espíritu pueda tener que pasar: lo que hace que no exista entre esas dos existencias una separación tan absoluta como creéis.

Nota – Durante la vida terrestre el Espíritu o alma puede obrar independientemente de la materia, y en ciertos momentos el hombre goza de la vida espiritual, ya sea durante el sueño o incluso en el estado de vigilia. Como las facultades del Espíritu son ejercidas a pesar de la presencia del cuerpo, existe entre la vida terrestre y la del Más Allá una correlación constante, que hizo que la Sra. Reynaud dijese que era la misma: la siguiente respuesta define claramente su pensamiento.

7. Entonces, ¿por qué no todos son sonámbulos? –Resp. No ignoráis que todos vosotros lo sois en grados diferentes, durante el sueño e incluso en vigilia.

8. Comprendemos que todos nosotros lo seamos más o menos durante el sueño, puesto que el estado de sueño es una especie de sonambulismo imperfecto; pero ¿qué entendéis al decir que incluso lo somos en el estado de vigilia? –Resp. ¿No tenéis intuiciones de las cuales no os dais cuenta, y que no son otra cosa que una facultad del Espíritu? El poeta es un médium, un sonámbulo.

9. Vuestra facultad sonambúlica, ¿ha contribuido para vuestro desarrollo como Espíritu después de la muerte? –Resp. Poco.

10. En el momento de la muerte, ¿habéis estado mucho tiempo en turbación? –Resp. No; me reconocí enseguida: estaba rodeada de amigos.

11. ¿Atribuís a la lucidez sonambúlica vuestro pronto desprendimiento? –Resp. Sí, un poco. Yo conocía por anticipado el destino de los moribundos; pero esto no me hubiera servido de nada si no tuviese un alma capaz de encontrar una vida mejor, por más buenas facultades que tuviere.

12. ¿Se puede ser un buen sonámbulo sin ser un Espíritu de orden elevado? –Resp. Sí. Las facultades están siempre en relación: sólo que vosotros os equivocáis al creer que tales facultades requieran buenas disposiciones; no, lo que creéis bueno es a menudo malo. Si no lo comprendéis, lo desarrollaré de la siguiente manera:

Hay sonámbulos que conocen el futuro, que narran hechos pasados y de los cuales ningún conocimiento tienen en su estado normal; hay otros que saben describir los caracteres de aquellos que los interrogan, que indican exactamente el número de años, una suma de dinero, etc. Esto no exige ninguna superioridad real; es simplemente el ejercicio de la facultad que posee el Espíritu y que se manifiesta en el sonámbulo adormecido. Lo que exige una superioridad real es el uso que pueda hacerse para el bien; es la conciencia del bien y del mal; es conocer mejor a Dios de lo que lo conocen los hombres; es poder darles consejos apropiados, a fin de hacerlos progresar en la senda del bien y de la felicidad.

13. El uso que un sonámbulo hace de su facultad, ¿influye sobre el estado de su Espíritu después de la muerte? –Resp. Sí, y mucho, como el uso bueno o malo de todas las facultades que Dios nos ha dado.

14. ¿Podéis explicarnos cómo teníais conocimientos médicos sin haber hecho ningún estudio? –Resp. Es siempre una facultad espiritual; otros Espíritus me aconsejaban; yo era médium: es el estado de todos los sonámbulos.

15. Los medicamentos prescriptos por un sonámbulo, ¿son siempre indicados por otros Espíritus, o también le son suministrados por instinto, como sucede con los animales que van a buscar la hierba que les es saludable? –Resp. Les son indicados si piden consejos, en el caso donde su experiencia no sea suficiente. Él los conoce por sus cualidades.

16. ¿Es el fluido magnético el agente de la lucidez de los sonámbulos, como la luz para nosotros? –Resp. No, es el agente del sueño.

17. El fluido magnético, ¿es el agente de la visión, en el estado de Espíritu? –Resp. No.

18. ¿Nos veis aquí tan claramente como si estuvierais encarnada? –Resp. Mejor ahora: lo que veo más es el hombre interior.

19. ¿Nos veríais igualmente si estuviésemos en la oscuridad? –Resp. Del mismo modo.

20. ¿Nos veis de la misma manera, mejor o peor de lo que nos habríais visto en vida, pero en sonambulismo? –Resp. Mejor todavía.

21. ¿Cuál es el agente o el intermediario que os hace ver? –Resp. Mi Espíritu. No tengo ojos, ni pupilas, ni retina, ni pestañas, y sin embargo os
veo mejor de lo que cualquiera de vosotros vería a su vecino: es a través de los ojos que veis, pero es vuestro Espíritu quien ve.

22. ¿Tenéis conciencia de la oscuridad? –Resp. Sé que ésta existe para vosotros: no para mí.

Nota – Esto confirma lo que siempre se nos ha dicho: que la facultad de ver es una propiedad inherente a la propia naturaleza del Espíritu y que reside en todo su ser; en el cuerpo está localizada.

23. ¿Puede la doble vista ser comparada al estado sonambúlico? –Resp. Sí: es una facultad que no viene del cuerpo.

24. ¿Emana el fluido magnético del sistema nervioso o está esparcido en la masa atmosférica? –Resp. Del sistema nervioso; pero el sistema nervioso lo extrae de la atmósfera, su fuente principal. La atmósfera no lo posee en sí misma; él viene de los seres que pueblan el Universo: no es la nada que lo produce; al contrario, es la acumulación de vida y de electricidad que esa multitud de existencias libera.

25. ¿Es el fluido nervioso un fluido propio o sería el resultado de una combinación de todos los otros fluidos imponderables que penetran en los cuerpos, como el calor, la luz, la electricidad? –Resp. Sí y no: vosotros no conocéis suficientemente esos fenómenos como para hablar así; vuestros términos no expresan lo que queréis decir.

26. ¿De dónde proviene el entorpecimiento producido por la acción magnética? –Resp. De la agitación producida por la sobrecarga del fluido que turba al magnetizado.

27. El poder magnético, en el magnetizador, ¿depende de su constitución física? –Resp. Sí, pero mucho más de su carácter: en una palabra, de sí mismo.

28. ¿Cuáles son las cualidades morales que en un sonámbulo pueden ayudar al desarrollo de su facultad? –Resp. Las buenas: me preguntáis las que pueden ayudar.

29. ¿Cuáles son los defectos que más lo perjudican? –Resp. La mala fe.

30. ¿Cuáles son las cualidades más esenciales en el magnetizador? –Resp. El corazón; las buenas intenciones siempre constantes; el desinterés.

31. ¿Y los defectos que lo perjudican más? –Resp. Las malas tendencias, o mejor dicho, el deseo de perjudicar.

32. Cuando encarnada, ¿veíais a los Espíritus en vuestro estado sonambúlico? –Resp. Sí.

33. ¿Por qué todos los sonámbulos no los ven? –Resp. Todos los ven por momentos y en diferentes grados de claridad.

34. ¿De dónde proviene, en ciertas personas que no son sonámbulas, la facultad de ver a los Espíritus en el estado de vigilia? –Resp. Esto es dado por Dios, como a otros la inteligencia o la bondad.

35. ¿Procede esta facultad de una organización física especial? –Resp. No.

36. ¿Puede perderse esta facultad? –Resp. Sí, como puede ser adquirida.

37. ¿Cuáles son las causas que pueden hacerla perder? –Resp. Ya lo hemos dicho: las malas intenciones. Como primera condición es necesario proponerse realmente a hacer de ella un buen uso; una vez definido esto, juzgad si merecéis este favor, porque no es dado inútilmente. Lo que daña a los que la poseen, es que a ella se mezcla casi siempre esa infeliz pasión humana que vosotros conocéis tan bien (el orgullo), incluso con el deseo de llevar los mejores resultados; se jactan de lo que no es sino obra de Dios, y a menudo quieren hacerlo en provecho propio. Adiós.

38. ¿Dónde iréis al dejarnos? –Resp. A mis ocupaciones.

39. ¿Podríais decirnos cuáles son vuestras ocupaciones? –Resp. Las tengo como vosotros; en principio trato de instruirme y por esto me incorporo a las sociedades mejores que yo; me ejercito en hacer el bien, y mi vida transcurre en la esperanza de alcanzar una mayor felicidad. Nosotros no tenemos ninguna necesidad material a satisfacer, y por consecuencia toda nuestra actividad se concentra en nuestro progreso moral.

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Hitoti, jefe tahitiano

Un oficial de la Marina, presente en la sesión de la Sociedad del 4 de febrero último, manifestó el deseo de evocar a un jefe tahitiano llamado Hitoti, que había conocido personalmente durante su estancia en Oceanía.

1. Evocación. –Resp. ¿Qué deseáis?

2. ¿Podríais decirnos por qué habéis abrazado, de preferencia, la causa francesa en Oceanía? –Resp. Amaba a esta nación; además, mi interés me lo ordenaba.

3. ¿Habéis quedado satisfecho con el viaje a Francia que le hemos proporcionado a vuestro nieto y con los cuidados que le hemos dado? –Resp. Sí y no. Tal vez este viaje haya perfeccionado mucho a su Espíritu, pero esto lo ha vuelto completamente ajeno a su patria al darle ideas que nunca deberían haber nacido en él.

4. De las distinciones que habéis recibido del gobierno francés, ¿cuáles son las que os han dado más satisfacción? –Resp. Las condecoraciones.

5. Y entre las condecoraciones, ¿cuál preferís? –Resp. La Legión de Honor.

Nota – Esta circunstancia era ignorada por el médium y por todos los asistentes; ha sido confirmada por la persona que hacía la evocación. Aunque el médium que servía de intermediario fuese intuitivo y no mecánico, ¿cómo este pensamiento habría podido ser el suyo? Podría concebírselo para una cuestión banal, pero esto es inadmisible cuando se trata de un hecho positivo, del cual nada podía haberle dado una idea.

6. ¿Sois más feliz ahora que cuando estabais encarnado? –Resp. Sí, mucho más.

7. ¿En qué estado se encuentra vuestro Espíritu? –Resp. Errante, pero debo reencarnarme en poco tiempo.

8. ¿Cuáles son vuestras ocupaciones en la erraticidad? –Resp. Instruirme.

Nota – Esta respuesta es casi general en todos los Espíritus errantes; los que son más adelantados moralmente agregan que se ocupan en hacer el bien y que asisten a los que necesitan de consejos.

9. ¿De qué manera os instruís, ya que no debéis hacerlo del mismo modo que cuando encarnado? –Resp. No; trabajo mi Espíritu y viajo. Entiendo que esto es poco inteligible para vosotros; por cierto, lo sabréis más tarde.

10. ¿Cuáles son las regiones que frecuentáis con más gusto? –Resp. ¿Regiones? No viajo más por vuestra Tierra, estad bien persuadidos de esto; voy más alto y más abajo, moral y físicamente. He visto y examinado con el mayor cuidado mundos a vuestro naciente y a vuestro poniente que están todavía en un estado de barbarie espantosa, y a otros que son elevados que están sumamente por encima de vosotros.

11. Habéis dicho que en poco tiempo estaríais reencarnado, ¿sabéis en qué mundo? –Resp. Sí, he estado en él varias veces.

12. ¿Podéis designarlo? –Resp. No.

13. ¿Por qué en vuestros viajes dejáis a un lado a la Tierra? –Resp. Ya la conozco.

14. Aunque no viajéis más por la Tierra, ¿pensáis todavía en algunas personas que aquí has amado? –Resp. Poco.

15. ¿No os ocupáis más, pues, con aquellos que os han manifestado afecto? –Resp. Poco.

16. ¿Los recordáis? –Resp. Muy bien; pero nos volveremos a ver y espero pagar todo eso. Me preguntáis si me ocupo con ellos. No, pero no por esto los olvido.

17. ¿No habéis vuelto a ver a ese amigo al cual yo hacía alusión hace poco
y que, como vos, está muerto? –Resp. Sí, pero nos volveremos a ver más materialmente; estaremos encarnados en la misma esfera y nuestras existencias han de vincularse.

18. Os agradecemos por haber tenido a bien responder a nuestro llamado. –Resp. Adiós; trabajad y pensad.

Nota – La persona que ha hecho la evocación y que conoce las costumbres de esos pueblos, declaró que esta última frase concuerda con sus hábitos; es entre ellos una expresión usual, de algún modo banal, y que el médium no podría adivinar. Igualmente reconoce que toda la conversación se ajusta al carácter del Espíritu evocado y que su identidad es evidente para él.

La respuesta a la pregunta 17 ofrece una particularidad notable: Estaremos encarnados en la misma esfera y nuestras existencias han de vincularse. Está comprobado que los seres que se han amado se vuelven a encontrar en el mundo de los Espíritus, pero además parece –según muchas respuestas análogas– que pueden ligarse algunas veces en una otra existencia corporal, donde las circunstancias los aproximen sin que ellos lo sospechen, ya sea por los lazos de parentesco o por relaciones de amistad. Esto nos da la razón de ciertas simpatías.

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Un Espíritu ligero

El Sr. J..., uno de nuestros compañeros de la Sociedad, había visto varias veces llamas azules rondando su cama. Al tener la certeza de que era una manifestación, tuvimos la idea –el 20 de enero último– de evocar a uno de esos Espíritus, a fin de compenetrarnos sobre su naturaleza.

1. Evocación. –Resp. ¿Qué quieres de mí?

2. ¿Con qué objetivo te has manifestado en la casa del Sr. J...? –Resp. ¿Qué te importa?

3. A mí poco me importa, es cierto; pero esto no es indiferente para el Sr. J... –Resp. ¡Ah, qué bella razón!

Nota – Estas primeras preguntas han sido realizadas por el Sr. Kardec. El Sr. J... prosiguió el interrogatorio.

4. Es que no recibo a cualquier uno de buen grado en mi casa. –Resp. Te equivocas: yo soy muy bueno.

5. Hazme, pues, el favor de decirme lo que hacías en mi casa. –Resp. ¿Crees por acaso que, porque soy bueno, debo obedecerte?

6. Me han dicho que eres un Espíritu ligero. –Resp. Se me ha hecho intempestivamente una muy mala reputación.

7. Si es una calumnia, pruébalo. –Resp. No quiero.

8. Bien que yo podría emplear un medio para hacerte decir quién eres. –Resp. Esto me divertiría un poco: palabra de honor.

9. Te intimo a decirme lo que hacías en mi casa. –Resp. Yo solamente tenía el objetivo de divertirme.

10. Esto no está de acuerdo con lo que me han dicho los Espíritus superiores. –Resp. He sido enviado a tu casa y tú sabes la razón. ¿Estás contento?

11. Entonces has mentido. –Resp. No.

12. ¿No tenías, pues, malas intenciones? –Resp. No; te han dicho lo mismo que yo.

13. ¿Podrías decirme cuál es tu clase entre los Espíritus? –Resp. Me gusta tu curiosidad.

14. Ya que pretendes ser bueno, ¿por qué me contestas de una manera tan poco conveniente? –Resp. ¿Por ventura te he insultado?

15. No; pero ¿por qué respondes de modo evasivo y te rehúsas a darme las informaciones que te pido? –Resp. Soy libre para hacer lo que quiero, bajo el comando de ciertos Espíritus.

16. Vamos, veo con placer que comienzas a volverte menos inconveniente, y presiento que me he de relacionar contigo más amablemente. –Resp. Pon tus frases a un lado: así será mucho mejor.

17. ¿Con qué forma estás aquí? –Resp. No tengo forma.

18. ¿Sabes lo que es el periespíritu? –Resp. No; a menos que sea el viento.

19. ¿Qué podría yo hacer que te sea agradable? –Resp. Ya te lo he dicho: cállate.

20. La misión que has venido a cumplir en mi casa, ¿te ha hecho avanzar como Espíritu? –Resp. Ése es otro asunto; no me hagas tales preguntas. Sabes que obedezco a ciertos Espíritus: dirígete a ellos; en cuanto a mí, pido para irme.

21. ¿Hemos tenido malas relaciones en otra existencia, y sería ésa la causa de tu mal humor? –Resp. Tú no te acuerdas de las cosas malas que has dicho de mí, y esto a quien quería escucharlas. Cállate, te digo.

22. No he hablado de ti sino lo que me han dicho los Espíritus superiores a tu respecto. –Resp. Has dicho también que yo te había obsesado.

23. ¿Estás satisfecho con el resultado que has obtenido? –Resp. Eso es asunto mío.

24. ¿Quieres entonces que siempre conserve de ti una mala opinión? –Resp. Es posible; me voy.

Nota – Por las conversaciones que hemos relatado se puede ver la extrema diversidad que existe en el lenguaje de los Espíritus, según el grado de su elevación. El de los Espíritus de esta naturaleza es casi siempre caracterizado por la brusquedad y por la impaciencia; cuando son llamados a las reuniones serias percibimos que no vienen de buen grado; tienen prisa en irse porque no están cómodos en medio de sus superiores y de personas que de algún modo los ponen en aprietos con preguntas. No sucede lo mismo en las reuniones frívolas, donde se divierten con sus chistes: están como en su casa y lo disfrutan mucho.