Un oficial superior del ejército de Italia
SEGUNDA CONVERSACIÓN (Sociedad, 1º de julio de 1859. Ver la RE jul. 1859, pág. 189.)
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí; habladme.
2. Habíais prometido volver a vernos, y aprovechamos la ocasión para pediros algunas explicaciones complementarias. –Resp. De buen grado.
3. Después de vuestra muerte, ¿habéis asistido algunos combates que tuvieron lugar? –Resp. Sí, al último.
4. Como Espíritu, cuando sois testigo de un combate y veis a los hombres matarse mutuamente, ¿esto os hace experimentar el sentimiento de horror que nosotros mismos tenemos al ver semejantes escenas? –Resp. Sí, incluso como hombre ya lo sentía; pero por entonces el respeto humano reprimía ese sentimiento como indigno de un soldado.
5. ¿Hay Espíritus que sienten placer al ver esas escenas de matanza? –Resp. Pocos.
6. Al ver esto, ¿qué sentimiento experimentan los Espíritus de un orden superior? –Resp. Gran compasión; casi desprecio. Aquello que vosotros mismos sentís cuando veis a los animales que se dilaceran entre sí.
7. Al asistir a un combate y al ver morir a los hombres, ¿sois testigo de la separación entre el alma y el cuerpo? –Resp. Sí.
8. En ese momento, ¿veis a dos individuos: el Espíritu y el cuerpo? –Resp. No; ¿qué es, pues, el cuerpo? –Preg. Pero no por eso el cuerpo deja de estar allá,
y debe ser distinto del Espíritu. –Resp. Un cadáver, sí; pero no es más un ser.
9. ¿Cuál es la apariencia que el Espíritu tiene para vos en ese momento? –Resp. Levedad.
10. ¿Se aleja el Espíritu inmediatamente del cuerpo? Os ruego que tengáis a bien describirnos lo más explícitamente posible cómo tales cosas suceden y cómo nosotros las veríamos si fuésemos testigos de las mismas. –Resp. Hay pocas muertes realmente instantáneas; la mayor parte del tiempo el Espíritu, cuyo cuerpo acaba de recibir el impacto de una bala o de un cañonazo, dice a sí mismo: «Voy a morir, pensemos en Dios y en el Cielo; adiós, Tierra que amo.» Después de este primer sentimiento, el dolor os arranca de vuestro cuerpo, y es entonces que se puede distinguir al Espíritu que se mueve al lado del cadáver. Esto parece tan natural que la visión del cuerpo muerto no produce ningún efecto desagradable. La vida, al haber sido toda transportada para el Espíritu, atrae la atención solamente hacia éste; es con él que conversamos o a él que damos órdenes.
Nota – Se podría comparar este efecto al que es producido por un grupo de bañistas; el espectador no presta atención a las ropas que ellos han dejado en la playa.
11. Generalmente, el hombre sorprendido por una muerte violenta, durante algún tiempo no cree que está muerto. ¿Cómo se explica su situación y cómo él se puede causar esa ilusión, ya que realmente debe sentir que su cuerpo no es más material ni resistente? –Resp. Lo sabe, y de ninguna manera él se puede causar esa ilusión.
Nota – Esto no es perfectamente exacto; sabemos que los Espíritus se pueden causar esa ilusión en ciertos casos, creyéndose que no están muertos.
12. Una violenta tempestad se desencadenó en el final de la batalla de Solferino; ¿esto se debió a una circunstancia fortuita o a un designio providencial? –Resp. Toda circunstancia fortuita resulta de la voluntad de Dios.
13. ¿Esta tempestad tenía un objetivo? ¿Y cuál era? –Resp. Sí, ciertamente: parar el combate.
14. ¿Ha sido provocada en interés de una de las partes beligerantes? ¿Cuál de ellas? –Resp. Sí, sobre todo para nuestros enemigos.
–Preg. ¿Por qué esto? ¿Podríais explicaros más claramente? –Resp. ¿Me preguntáis por qué? ¿Pero no sabéis que, sin esta tempestad, nuestra artillería no habría dejado escapar a ningún austríaco?
15. Si esa tempestad ha sido provocada, debe haber tenido sus agentes; ¿cuáles eran estos agentes? –Resp. La electricidad.
16. Este es el agente material; ¿pero hay Espíritus que tienen la atribución de dirigir esos elementos? –Resp. No, la voluntad de Dios es suficiente; Él no necesita de ayudantes tan comunes.
(Ver más adelante el artículo sobre las tempestades.)