Muerte de un espírita
(Sociedad, 8 de julio de 1859.)
El Sr. J..., comerciante del Departamento del Sarthe, muerto el 15 de junio de 1859, era un hombre de bien en todos los aspectos y de una caridad sin límites. Había hecho un estudio serio del Espiritismo, del cual era un fervoroso adepto. Como suscriptor de la Revista Espírita, se encontraba en contacto indirecto con nosotros, sin que nos hubiésemos visto. Al evocarlo, tuvimos como objetivo no sólo responder al deseo de sus parientes y amigos, sino el de darle personalmente un testimonio de nuestra simpatía y de agradecerle los conceptos amables que tuvo a bien decir y pensar sobre nosotros. Además, era un tema de estudio interesante para nosotros desde el punto de vista de la influencia que el conocimiento profundo del Espiritismo puede tener acerca del estado del alma después de la muerte.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí desde hace tiempo.
2. Nunca he tenido el placer de veros; no obstante, ¿me reconocéis? –Resp. Os reconozco un tanto mejor porque frecuentemente os he visitado y porque durante mi vida he tenido más de una conversación con vos como Espíritu.
Nota – Esto confirma el hecho muy importante –del cual nosotros hemos tenido numerosos ejemplos– de las comunicaciones que durante la vida los hombres tienen entre sí, sin saberlo. Así, durante el sueño del cuerpo, los Espíritus viajan y se visitan recíprocamente. Al despertar, conservan una intuición de las ideas que ellos han adquirido en esas conversaciones ocultas, pero cuya fuente ignoran. De esta manera, durante la vida tenemos una doble existencia: la existencia corporal que nos da la vida de relación exterior, y la existencia espiritual que nos da la vida de relación oculta.
3. ¿Sois más feliz que en la Tierra? –Resp. ¿Y sois vos que me lo preguntáis?
4. Comprendo; entretanto, disfrutabais de una fortuna honorablemente adquirida que os proporcionaba los gozos de la vida; teníais la merecida estima y consideración, conquistadas por vuestra bondad y beneficencia. ¿Podríais decirnos en qué consiste la superioridad de vuestra felicidad actual? –Resp. Naturalmente consiste en la satisfacción que me da el recuerdo del poco bien que hice y en la certeza del futuro que aquél me promete; ¿y no contáis para nada la ausencia de las inquietudes y de las molestias de la vida? ¿De los sufrimientos corporales y de todos esos tormentos que nosotros creamos para satisfacer las necesidades del cuerpo? Durante la vida tuvieron lugar la agitación, la ansiedad, las angustias incesantes, incluso en medio de la fortuna; aquí, la tranquilidad y el reposo: es la calma después de la tempestad.
5. Seis semanas antes de morir afirmabais que todavía tendríais cinco años más de vida; ¿de dónde os venía esta ilusión, considerando que tantas personas presienten su muerte próxima? –Resp. Un Espíritu benevolente quería alejar de mi pensamiento ese momento que –sin confesarlo– yo tenía la debilidad de temer, aunque supiese del futuro del Espíritu.
6. Habíais profundizado seriamente la ciencia espírita; ¿podríais decirnos si, al entrar en el mundo de los Espíritus, encontrasteis las cosas tal como las habíais figurado? –Resp. De manera aproximada, excepto algunas cuestiones de detalle que yo había comprendido mal.
7. La lectura atenta que hacíais de la Revista Espírita y de El Libro de los Espíritus, ¿os ayudó mucho en eso? –Resp. Indiscutiblemente; esto ha sido lo que principalmente me ha preparado para mi entrada en la verdadera vida.
8. ¿Experimentasteis algún sobresalto al encontraros en el mundo de los Espíritus? –Resp. Es imposible que fuese de otro modo; pero sobresalto no es la palabra, y sí admiración. ¡Las personas están tan lejos de poder hacerse una idea de lo que es esto!
Nota – Aquel que, antes de ir a vivir a un país, lo ha estudiado en los libros, se ha identificado con las costumbres de sus habitantes, con su configuración, con su aspecto, por medio de dibujos, mapas y descripciones, indudablemente se queda menos sorprendido que aquel que no tiene ninguna idea del mismo. Entretanto, la realidad le muestra una multitud de detalles que no había previsto y que lo impresionan. Debe suceder lo mismo en el mundo de los Espíritus, del cual no podemos comprender todas las maravillas, porque hay cosas que sobrepasan nuestro entendimiento.
10. Cuando dejasteis vuestro cuerpo, ¿visteis y reconocisteis inmediatamente a los Espíritus a vuestro alrededor? –Resp. Sí, y a Espíritus queridos.
11. ¿Qué pensáis ahora del futuro del Espiritismo? –Resp. Un futuro aún más bello de lo que pensáis, a pesar de vuestra fe y de vuestro deseo.
12. En lo tocante a las materias espíritas, vuestros conocimientos os permitirán indudablemente respondernos con precisión sobre ciertas cuestiones. ¿Podríais describirnos claramente lo que ocurrió con vos en el instante en que vuestro cuerpo dio el último suspiro y en que vuestro Espíritu se encontró libre? –Resp. Personalmente considero muy difícil hallar un medio de haceros comprender de un modo diferente, que no sea comparándolo con la sensación que uno siente al despertar de un sueño profundo; este despertar es más o menos lento y difícil en razón directa de la situación moral del Espíritu, y nunca deja de ser fuertemente influido por las circunstancias que acompañan a la muerte.
Nota – Esto concuerda con todas las observaciones que han sido hechas sobre el estado del Espíritu en el momento en que se separa del cuerpo; nosotros siempre hemos visto las circunstancias morales y materiales que acompañan a la muerte reaccionar poderosamente sobre el estado del Espíritu en los primeros momentos.
13. ¿Ha conservado vuestro Espíritu la conciencia de su existencia hasta el último momento, y la ha recobrado inmediatamente? ¿Hubo un momento de ausencia de lucidez? ¿Y cuál ha sido su duración? –Resp. Hubo un instante de turbación, pero casi inapreciable para mí.
14. ¿Ha tenido algo de penoso el instante del despertar? –Resp. No, al contrario; yo me sentía –si puedo hablar así– alegre y dispuesto como si hubiese respirado aire puro al salir de una sala llena de humo.
Nota – Comparación ingeniosa y que sólo puede ser la expresión de la verdad.
15. ¿Os recordáis de la existencia que tuvisteis antes de la que acabáis de dejar? ¿Cuál era? –Resp. Puedo recordarla muy bien. Yo era un buen criado junto a un buen señor, que me recibió al mismo tiempo con otros en mi entrada en este mundo bienaventurado.
16. Creo que vuestro hermano se ocupa menos de las cuestiones espíritas de lo que vos os ocupabais. –Resp. Sí, haré conque él tome más interés, si esto me es permitido. Si él supiese lo que se gana con eso, le daría más importancia.
17. Vuestro hermano ha encargado al Sr. B... comunicarme vuestro deceso; ambos esperan ansiosamente el resultado de nuestra conversación; pero serán aún más sensibles a un recuerdo directo de vuestra parte, si consintierais encargarme de decirles algunas palabras para ellos o para otras personas que os extrañan. –Resp. Por vuestro intermedio les diré lo que yo mismo les habría dicho, pero recelo mucho no tener más influencia para con algunos de ellos como la tenía antaño; sin embargo, les ruego encarecidamente, en mi nombre y en el de sus amigos que veo, que reflexionen y que estudien seriamente esta grave cuestión del Espiritismo, aunque no fuese sino por la ayuda que trae para pasar por ese momento tan temido por la mayoría, y tan poco asustador para aquel que se ha preparado de antemano a través del estudio del futuro y por la práctica del bien. Decidles que estoy siempre con ellos, en medio de ellos, que los veo y que seré feliz si sus disposiciones pueden asegurarles, en el mundo en que me encuentro, un lugar del cual no tendrán sino que congratularse. Sobre todo decidle eso a mi hermano, cuya felicidad es mi deseo más anhelado y de quien no me olvido, aunque yo sea más feliz.
18. La simpatía que habéis tenido a bien testimoniarme cuando encarnado, sin haberme visto, me hace esperar que nos encontremos fácilmente cuando yo esté en vuestro medio; y hasta ese momento seré feliz si consintieseis asistirme en los trabajos que me restan hacer para cumplir mi tarea. –Resp. Me tenéis en muy favorable consideración; entretanto, estad convencido de que, si os pudiere ser de alguna utilidad, no dejaré de hacerlo, tal vez aun sin que lo sospechéis.
19. Os agradecemos por haber atendido a nuestro llamado y por las explicaciones instructivas que nos habéis dado. –Resp. Quedo a vuestra disposición; estaré a menudo con vosotros.
Observación – Esta comunicación es indiscutiblemente una de las que describen la vida espiritual con mayor claridad; ofrece una poderosa enseñanza en lo tocante a la influencia que las ideas espíritas ejercen sobre nuestro estado después de la muerte.
Esta conversación parece haber dejado algo que desear al amigo que nos ha comunicado la muerte del Sr. J...: «Este último –respondió él– no conservó en su lenguaje el sello de la originalidad que él tenía con nosotros. Mantuvo una reserva que no observaba con nadie; su estilo, que era incorrecto, cortado, contrasta con este estilo inspirado: él se atrevía a todo; refutaba severamente a quien formulase una objeción contra sus creencias; para convertirnos, nos derrotaba haciéndonos pedazos. En su aparición psicológica, no da a conocer ninguna particularidad de los numerosos vínculos que tenía con una multitud de personas con las cuales se relacionaba. Todos nosotros hubiésemos gustado de vernos citados por él, no para satisfacer nuestra curiosidad, sino para nuestra instrucción. Hubiéramos querido que hablase claramente de algunas ideas emitidas por nosotros en su presencia, en nuestras conversaciones. A mí personalmente, podría haberme dicho si yo estaba o no equivocado al detenerme en tal o cual consideración; si aquello que yo le había dicho era verdadero o falso. De manera alguna nos habló de su hermana, aún viva y tan digna de interés.»
Después de esta carta, nosotros hemos evocado nuevamente al Sr. J... y le hemos dirigido las siguientes preguntas:
20. ¿Tenéis conocimiento de la carta que he recibido en respuesta al envío de vuestra evocación? –Resp. Sí, he visto cuando la escribían.
21. ¿Tendríais la bondad de darnos algunas explicaciones sobre ciertos pasajes de esta carta, y esto –como bien lo comprendéis– con un fin instructivo, únicamente para proporcionarnos elementos para una respuesta? –Resp. Si lo creéis útil, sí.
22. Han considerado extraño que vuestro lenguaje no haya conservado el sello de la originalidad; parece que, cuando encarnado, erais bastante severo en la discusión. –Resp. Sí, pero el Cielo y la Tierra son bien diferentes, y aquí
yo encontré a maestros. ¡Qué queréis! Me impacientaban con sus objeciones extravagantes; yo les mostraba el Sol, y ellos no lo querían ver; ¿cómo tener sangre fría? Aquí no tenemos que discutir; todos nos entendemos.
23. Esos señores se sorprenden de que no los tengáis interpelado nominalmente para refutarlos, como lo hacíais cuando encarnado. –Resp. ¡Que se sorprendan! Yo los espero; cuando vengan a juntarse a mí, entonces verán quién de nosotros tenía razón. Será necesario que ellos vengan hacia acá –lo quieran o no–, y algunos más temprano de lo que imaginan. Su jactancia caerá como el polvo abatido por la lluvia; la fanfarronería... (Aquí el Espíritu se detiene y se rehúsa a terminar la frase.)
24. Ellos infieren que no les demostrasteis todo el interés que tenían derecho de esperar de vos. –Resp. Les deseo el bien, pero no puedo hacer nada contra la voluntad de ellos.
25. También se sorprenden que no les habéis dicho nada sobre vuestra hermana. –Resp. ¿Están ellos, pues, entre ella y yo?
26. El Sr. B... hubiera gustado que hubieseis dicho lo que él os contó en la intimidad; habría sido para él y para los otros un medio de esclarecimiento. –Resp. ¿Para qué repetir lo que él ya sabe? ¿Piensa que no tengo otras cosas que hacer? ¿Ellos no tienen todos los medios de esclarecimiento que yo tuve? ¡Que los aprovechen! Les garantizo que se sentirán bien. En cuanto a mí, bendigo al Cielo por haberme enviado la luz que me abrió el camino de la felicidad.
27. Pero es esta luz que ellos desean y serían felices si la recibiesen de vos. –Resp. La luz brilla para todos; ciego es aquel que no quiere ver; éste ha de caer en el precipicio y ha de maldecir su ceguera.
28. Vuestro lenguaje me parece impregnado de una gran severidad. –Resp. ¿Ellos no me consideraban demasiado manso?
29. Os agradecemos por haber tenido a bien venir, y por los esclarecimientos que nos habéis dado. –Resp. Siempre a vuestra disposición, porque sé que es para el bien.