Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Urania

Fragmentos de un poema del Sr. de Porry, de Marsella ¡Abríos a mis clamores, velos del santuario!

¡Que el bueno se ilumine y se estremezca el malvado!
Una luz divina me inunda, y mi pecho al agitar,
¡A raudales refulgentes hace brotar la verdad!
Vosotros, graves pensadores cuyos trabajos célebres
Prometen la luz y ofrecen noches lúgubres,
Que con sueños mentirosos y prestigios vanos
Arrulláis sin cesar los dolores humanos,
¡Concilios de eruditos, de tanto orgullo infundidos,
Por la voz de una mujer seréis confundidos!
Ese Dios, que queréis del Universo suprimir,
O que locamente pretendéis definir,
Con vanos sistemas queréis sondear su esencia,
Y pese a todo se revela a vuestra conciencia;
Hasta que, entregados a sutiles debates,
¡Lo proclaman en secreto, en voz alta lo combaten!
Todo por su voluntad nace y se renueva:
Es la Vida Eterna y la Base Suprema;
Todo en Él reposa: el espíritu y la materia;
¡Si retirara su soplo… el Universo perecería!
El ateo ha dicho un día: «Dios es sólo una quimera,
E hija del azar, la vida es pasajera,
El mundo, donde al nacer fue echado el hombre en su debilidad,
Es regido por las leyes de la necesidad.
Cuando la muerte apaga los sentidos y el alma,
El abismo de la nada de nuevo nos reclama;
La Naturaleza, inmutable en su curso eterno,
Acoge nuestros restos en su seno materno.
Usemos los breves instantes que sus favores nos donen;
Que nuestras frentes radiantes de rosas se coronen;
Dios sólo es placer: en nuestros banquetes constantes,
¡Desafiemos la ira de los destinos cambiantes!»

Mas cuando tu conciencia, íntima vengadora,
¡Insensato! Te reproche una culpa embriagadora,
El indigente rechazado por un gesto inhumano,
O el crimen impune con que manchaste tu mano,
¿Será que del seno oscuro de la materia sin vida
Brota en tu corazón la inoportuna luz cristalina
Que devolviendo siempre tus fechorías ante tus ojos,
Te espanta y te vuelve a ti mismo tan odioso?
Entonces, del Soberano que tu audacia rechaza
Sientes el poder infinito que por ti pasa;
Él te acosa, te asedia y, pese a tu esfuerzo violento,
¡Se revela a tu corazón con el grito del remordimiento!...
Evitando a los humanos, quebrado por la maldad,
Buscas de la espesura la negra soledad;
Y al andar sus salvajes recodos, crees que consigues,
¡Escapar a ese Dios que siempre te persigue!
El tigre feliz duerme sobre su presa en jirones:
El hombre, cubierto de sangre, vela entre nubarrones;
Su vista deslumbrada por horroroso fulgor;
Su cuerpo tiembla inundado en frío sudor;
Un ruido sordo y siniestro en sus oídos truena;
Espectros peligrosos lo escoltan, lo rodean;
Y su voz, que una temible confesión formula en el vacío,
Exclama con terror: ¡Piedad, piedad, Dios mío!
Sí, el remordimiento, verdugo de todo ser que piensa,
Nos revela con Dios nuestra inmortal esencia;
Y a menudo la virtud de un arrepentimiento notable
En un glorioso mártir transforma al vil culpable;
De los brutos separando la humana criatura,
El remordimiento es la llama donde nuestra alma se depura;
Y el ser regenerado por su aguijón,
En la escalera del bien avanza un escalón.
Sí, la verdad brilla, y del soberbio ateo
Por sus rayos vengadores es rechazado el planteo.
A su vez a exponer viene el panteísmo
De su loco argumento el capcioso espejismo:
«Oh, mortales fascinados por un sueño risible,
¿Dónde encontraréis a ese Gran Ser invisible?
Está ante vuestros ojos, el Eterno Gran Todo;
Todo forma su esencia, en Él se resume todo;
Dios brilla en el sol, reverdece en la floresta,
Ruge en el volcán y truena en la tormenta,
Florece en los jardines, murmura en el agua bajo las naves,

Suspira suavemente en la voz de las aves,
Y pinta en los aires los tejidos diáfanos;
Es Él que nos anima y mueve nuestros órganos;
Es Él que piensa en nosotros; los seres diversos
Son Él mismo; en una palabra: Dios es el Universo.»
¡Cómo! ¡Dios se manifiesta de sí mismo oponente!
¡Es cordero y lobo, es tórtola y serpiente!
Se vuelve a veces piedra, a veces planta o animal;
Su naturaleza contraria conjuga el bien y el mal,
¡Recorre los grados desde el bruto hasta el arcángel!
¡Eterna antítesis, es luz y es barro frágil!
Es pequeño y grande, cobarde y valiente,
¡Inmortal y moribundo, dice la verdad y miente!...
Es al mismo tiempo víctima y opresor,
Cultiva la virtud, se revuelca en el crimen y el error;
Es al mismo tiempo Lamettriey Platón,
Sócrates y Melito, Marco Aurelio y Nerón;
¡Servidor de la gloria y la ignominia ciega...!
¡A sí mismo a su vez se afirma y se niega!
Contra su propia esencia afila el hierro,
Se consagra al paraíso, se condena al infierno,
Invoca la nada; y para colmo de ultraje,
¡Su voz burla y maldice de su magnífica obra el paisaje!...
¡Oh! No, mil veces no, ese dogma monstruoso
Jamás pudo nacer de un corazón virtuoso.
Hundido en sus remordimientos donde el crimen se expía,
El temerario autor de la doctrina impía,
En el seno de los placeres, se sintió espantar
Por la imagen de un Dios que no pudo negar;
Y para liberarse de Él, ¡blasfemo entre blasfemos!...
Lo ha unido a sí mismo y al mundo que vemos.
El ateo al menos, presa de igual traba,
Osando negar a Dios, no lo degrada.
...................................

Dios, al que la raza humana ha buscado sin cesar,
Dios quiere que se lo adore, no que se lo conozca al pasar,
Es de los diversos seres, el principio y el destino:
Pero, para llegar hasta Él ¿cuál es pues el camino?
No es la Ciencia, efímero espejismo, farsante,
Que fascina nuestros ojos con su imagen brillante,
Que burlando siempre un deseo sin fuerza,
Desaparece bajo la mano que atraparla piensa.

Eruditos, que escombros sobre escombros amontonan,
¡Vuestros sistemas vanos como sombras pasan!
Ese Dios, que sin perecer nadie puede ver,
Cuya esencia guarda un terrible poder,
Mas que por sus hijos nutre un amor tierno,
¡A menos de igualarlo, no puedes comprenderlo!
¡Ah! Para unirse a Él, para reencontrarlo un día en su fulgor,
El alma debe tomar prestadas las alas del Amor.
Echemos al viento el orgullo y las cenizas de la duda;
Dios mismo a los creyentes allanará la ruta:
Su amor infinito nunca se ha alejado
Del alma que con sinceridad lo ha buscado,
Y que, pisoteando las riquezas y los placeres de la vida
A confundirse con su pura esencia aspira.
Pero ese Dios, que al corazón quiere humilde y piadoso,
Que destierra de su seno al déspota orgulloso,
Que se oculta del sabio, que se entrega al prudente,
No tolera compartir, como un celoso amante;
Y para agradarle es necesario a los mundanos prestigios
Oponerles constantemente inflexibles desprecios.
¡Felices pues sus hijos que, en soledad,
De lo bueno, verdadero y bello hacen su única heredad!
¡Feliz pues el hombre justo, absorto por entero
En el triple fulgor de ese divino foco primero!
En medio de las penas cuyo cortejo abunda, profundo,
En el círculo estrecho de nuestro pobre mundo,
Parecido al oasis que florece en el desierto,
El tesoro de la Fe para su alma está abierto;
Y Dios, sin mostrarse, en su corazón se insinúa,
Y le brinda una alegría para el vulgo ignorada, pura.
Entonces, de su destino el prudente está satisfecho;
De una calma inalterable guarda el provecho;
De un velo estrellado cuando la noche lo rodea,
En su lecho apacible se duerme, y saborea,
En los sueños brillantes que embriagan su corazón,
El celestial gusto anticipado de la suprema unción.
Tu alma, alterada por la ardiente sed de la verdad,
¿De la Creación el misterio pretende sondear?...
Como un pintor ha conocido primero en su alma fiel
La obra maestra encantadora que da a luz su pincel,
El Eterno extrae todo de su propia natura,
Pero no se confunde con su criatura

Quien, de la inteligencia habiendo recibido el fuego,
Es libre de elevarse a Dios o de caer ciego.
Obra de su Pensamiento, de su palabra obra,
Cada creación de su seno parte… y vuela sin demora,
En un círculo por inflexibles leyes trazado,
A cumplir el destino cuya elección ha marcado.
Como el artista, Dios piensa antes de producir.
Como él, lo que ha creado podrá destruir;
Ahora bien, fuente inagotable de seres diversos
Y de mundos sembrados en el inmenso Universo,
Dios, la Fuerza sin freno, de su Vida de eterno esplendor,
A sus creaciones transmite una chispa, su fulgor,
El libro o el cuadro por el artista inventado,
Producto inerte, inmóvil, yace atrapado;
Pero el Verbo que brota de su Omnipotencia,
Se libera y alumbra su propia existencia;
Sin cesar se transforma y jamás perece;
Del inerte metal hacia el espíritu reluce,
El Verbo creador duerme en la planta,
Sueña en el animal y en el hombre despierta;
De grado en grado sube y crece,
De la Creación la unidad resplandece,
En los mares de éter forma una cadena inmensa
Que en el arcángel termina, que en la piedra comienza.
Obedeciendo a las leyes que rigen sus medios,
Cada elemento se acerca o aleja de Dios;
Ya sea que al mal sucumba o al bien se consagre,
Cada ser inteligente según su voluntad se eleva o cae.
Ahora bien, si el hombre al vivir en la atmósfera del mal,
Se rebaja por el crimen al lugar del animal,
En ángel puede transformarse, y este ángel
Paso a paso puede devenir arcángel.
En su trono brillante este arcángel sentado,
Es libre de guardar su personalidad, a su agrado,
O de identificarse en el seno de la Omnipotencia
Que puede asimilar una perfecta esencia.
Así más de un arcángel, en celeste mansión,
Con Dios se reunió por un exceso de amor;
Pero otros, celosos de su gloria suprema,
Fascinados por el orgullo, ese padre del odio que envenena,
Han querido de lo Más Alto discutir los decretos,
Y sumergirse en la noche que oculta sus secretos;

Ese Dios cuya mirada los reduciría a polvo,
Los tiznó apenas con su ardiente rayo.
Desde entonces, en el Universo errantes, desfigurados,
Por el asalto de los remordimientos devorados,
Esos ángeles perdidos por su audacia funesta,
Ya no osan mostrarse ante el pórtico celeste;
Y la vergüenza, afilando su aguijón interno,
Entrega su corazón rebelde a los tormentos del infierno,
Mientras el hombre puro cuyas pruebas supera,
De triunfo en triunfo al paraíso se eleva.
Esos mundos diversos en el infinito sembrados,
Que hieren tu mirada con sus rayos inflamados,
Que giran en el éter del vacío universal,
Así como los Espíritus, en escalas agrupados están.
De globos diversos esos luminosos haces
Son vastas estancias, celestes naves
Donde singlan en el espacio, a enormes distancias,
De Espíritus graduados las cohortes inmensas.
Hay mundos puros y mundos horribles:
Sin trabas reinan en los mundos felices,
Tres principios divinos: honra, amor, justicia,
Del orden social cimentando el edificio con pericia;
Sin cesar queridos por todos sus habitantes,
De su felicidad son testimonio constante.
Otros globos, entregados a insolente extravío,
De los ángeles rebeldes han seguido el vestigio:
Esos mundos, de su propia desdicha artesanos,
La ley de Dios han sustituido por la de sus propias manos;
Y en su suelo, donde brama una horrible tormenta,
La multitud de sus huestes impuras se lamenta.
Nuestro globo novicio, en sus pasos cansinos,
Flota hasta hoy entre esos dos destinos.
Si ha ultrajado la moral, si a la Naturaleza ultrajó,
Cuando un globo del crimen la medida colmó;
Y sus huéspedes hundidos en placeres ardientes,
Han cerrado sus oídos a la voz de los videntes;
Cuando del Verbo Divino la más ligera pista
En ese mundo cegado se disipa y se eclipsa,
Entonces del Omnipotente la ira se desencadena
Desciende sobre el rebelde y a expiar le ordena:
Los arcángeles justicieros con sus alas poderosas
Golpean la tierra impía… y sus mareas caudalosas,

Desde una inmensa altura sus niveles superando,
Precipitan sus aguas en el suelo arrasado;
En los volcanes subterráneos estalla y arde la llama,
Los pedazos de ese mundo en el éter desparrama;
Y el Ser Soberano cuya ira despertó,
¡Quiebra ese globo impuro que en Él no creyó!
Nuestra Tierra endeble es una estancia de pruebas
Donde el justo que sufre, de sus lágrimas abreva,
Lágrimas que, al purificar poco a poco su corazón,
Preparan su camino hacia un mundo mejor.
Y no es en vano, cuando el descanso nos sumerge, risueños,
En los dulces arrebatos de la embriaguez de un sueño,
Con un rápido impulso somos llevados adelante
Hacia un astro nuevo de claridad radiante;
Y sobre vastas florestas creemos vagar
Por un pueblo de honestos recorridas sin cesar;
Vemos ese globo iluminado de soles
Con rayos blancos, colorados, azules,
Cruzan por los aires sus tintes dorados,
¡Colorean esos bellos campos con tonos variados!...
Si tu corazón en este mundo se mantiene virtuoso,
Habrás de dirigirte hacia esos globos preciosos
Donde la paz regocija, donde habita la sabiduría,
Donde reina de la felicidad la eterna soberanía.
Sí, tu alma las ve, esas radiantes mansiones
Que el Cielo siempre embellece con sus favores,
Donde el Espíritu se depura y se eleva de grado en grado,
Mientras el perverso sigue un camino alocado,
Y del reino del mal recorriendo los enclaves,
Desciende uno por uno a los abismos infernales.
Espejo donde el Universo refleja su imagen,
Nuestra alma presagia esos destinos que difieren.
El alma, esa fuerza viva que domina los sentidos,
Que sus mínimos deseos de inmediato han obedecido,
Que, como llama cautiva en un vaso de barro,
Consume en sus transportes su traje delicado;
El alma, que del pasado guarda el souvenir
Y sabe leer a veces en el oscuro porvenir,
No es una efímera centella del fuego vital:
Tú mismo lo sientes, tu alma es inmortal.
En los campos del espacio y de la eternidad,
Conserva su permanencia y su identidad,

No, el alma nunca muere, sólo cambia su dominio,
Y por siempre se pasea de sitio en sitio.
Nuestra alma, aislándose del mundo exterior,
A veces puede conquistar un sentido superior;
Y en la embriaguez del sueño magnético,
Hacerse de una nueva vista y del don profético;
Liberada un instante de los terrestres lazos,
Sin obstáculos recorre los aéreos campos;
Y con un ágil salto, al infinito arrojada de repente,
Vuela a través de los cuerpos y lee la mente.