Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Señora Ida Pfeiffer, célebre viajera

(Sociedad, 7 de septiembre de 1859.)

El siguiente relato ha sido extraído de Mi segundo viaje alrededor del mundo, de la Señora Ida Pfeiffer, página 345.

“Puesto que voy a hablar de cosas tan extrañas, es preciso que yo haga mención de un acontecimiento enigmático que sucedió hace varios años en Java y que tuvo tanta repercusión, que llegó a llamar la atención del gobierno.

“En la residencia de Cheribonhabía una casita en la cual, según decía el pueblo, aparecían Espíritus. Al caer la tarde, comenzaban a llover piedras de todos los lados en el cuarto, y por todas partes caían escupidas de siri.[1] Las piedras, así como también los escupitajos, caían muy cerca de las personas que se encontraban en la pieza, pero sin herirlas ni alcanzarlas. Parece que todo esto era principalmente dirigido contra un niño. Se habló tanto de este asunto inexplicable que finalmente el gobierno holandés encargó a un oficial superior, que merecía su confianza, para examinarlo. Éste puso alrededor de la casa a hombres serios y fieles, con la orden de prohibir la entrada o la salida de cualquier persona; examinó todo escrupulosamente y, poniendo en su regazo al niño mencionado, se sentó en el cuarto fatal. Al atardecer, la lluvia de piedras y de siri comenzó como de costumbre: todo caía cerca del oficial y del niño, sin alcanzarlos. Nuevamente se examinó cada rincón, cada recoveco, pero no se descubrió nada: el oficial no podía entender lo sucedido. Mandó recoger las piedras, haciéndolas marcar y esconder en un lugar bien alejado. Fue todo en vano: las propias piedras volvieron a caer en la pieza a la misma hora. Finalmente, para poner un término a esa historia inconcebible, el gobernador ordenó derrumbar la casa.”

La persona que ha compilado este hecho, en 1853, ha sido una mujer verdaderamente superior, menos por su instrucción y por su genio que por la increíble energía de su carácter. Además de esa ardiente curiosidad y de ese coraje indomable, que han hecho de ella la más notable viajera que jamás haya existido, la Señora Pfeiffer no tenía en su carácter nada de excéntrico. Era una mujer de una piedad suave y esclarecida, habiendo dado prueba muchas veces de que estaba lejos de ser supersticiosa: ella tenía como ley contar solamente lo que hubiese visto por sí misma, o lo que obtuviera de fuente segura. (Ver la Revue de Paris del 1° de septiembre de 1856 y el Dictionnaire des Contemporains, de Vapereau.)

1. Evocación de la Señora Pfeiffer. –Resp. Estoy aquí.

2. ¿Estáis sorprendida con nuestro llamado y por encontraros entre nosotros? –Resp. Estoy sorprendida con la rapidez de mi viaje.

3. ¿Cómo fuisteis avisada que deseábamos hablaros? –Resp. Fui traída aquí sin sospechar de nada.

4. Entretanto, debéis haber recibido algún aviso. –Resp. Una atracción irresistible.

5. ¿Dónde estabais cuando os llamamos? –Resp. Estaba junto con un Espíritu que tengo la misión de guiar.

6. ¿Tuvisteis conciencia de los lugares que habéis cruzado para llegar hasta aquí, o aquí os encontrasteis súbitamente, sin transición? –Resp. Súbitamente.

7. ¿Sois feliz como Espíritu? –Resp. Sí, no se puede ser más feliz.

8. ¿De dónde os venía ese acentuado gusto por los viajes? –Resp. Yo había sido marino en una vida anterior, y el gusto que tenía por los viajes en esa existencia se reflejó en ésta, a pesar del sexo que yo había elegido para sustraerme a eso.

9. ¿Vuestros viajes han contribuido para vuestro adelanto
como Espíritu? –Resp. Sí, porque los hice con un espíritu de observación, que me faltó en la existencia precedente en que sólo me ocupaba del comercio y de los intereses materiales: es por esto que yo creía que iba avanzar más en una vida sedentaria; pero Dios, tan bueno y tan sabio en sus designios –que no podemos penetrar–, permitió que usase mis inclinaciones para ponerlas a servicio del adelanto que yo solicitaba.

10. De las naciones que habéis visitado, ¿cuál es la que os pareció más avanzada y que mereció vuestra preferencia? ¿No habíais dicho, cuando encarnada, que pondríais ciertas tribus de Oceanía por encima de las naciones civilizadas? –Resp. Era una idea errada. Hoy prefiero a Francia, porque comprendo su misión y preveo su destino.

11. ¿Cuál es el destino que prevéis para Francia? –Resp. No puedo deciros su destino; pero su misión es la de esparcir el progreso, las luces y, por consiguiente, el verdadero Espiritismo.

12. Los salvajes de Oceanía, ¿en qué os parecían más adelantados que los americanos? –Resp. Encontré en aquéllos, dejando a un lado los vicios vinculados al estado salvaje, cualidades serias y sólidas que no encontré en éstos.

13. ¿Confirmáis el hecho que habría sucedido en Java y que está relatado en vuestras obras? –Resp. Lo confirmo en parte; el hecho ocurrido con las piedras marcadas y arrojadas nuevamente merece una explicación: eran piedras similares, pero no las mismas.

14. ¿A qué atribuís ese fenómeno? –Resp. No sabía a qué atribuirlo: me preguntaba si, en efecto, el diablo existiría; respondí a mí misma: No, y me quedaba en eso.

15. Ahora que comprendéis la causa, ¿podríais decirnos de dónde venían esas piedras? ¿Eran transportadas o fabricadas especialmente por los Espíritus? –Resp. Eran transportadas. Para ellos era más fácil traerlas que aglomerarlas.

16. Y ese siri, ¿de dónde provenía? ¿Era fabricado por ellos? –Resp. Sí: era más fácil y, además, inevitable, puesto que hubiera sido imposible encontrarlo totalmente preparado.

17. ¿Cuál era el objetivo de esas manifestaciones? –Resp. Como siempre, llamar la atención y hacer constatar un hecho del que tanto se habló y del cual se buscaba una explicación.

Nota – Alguien observa que esta constatación no podría llevar a ningún resultado serio entre tales pueblos; pero responden que hay un resultado real, ya que, por el relato y el testimonio de la Señora Pfeiffer, el hecho llegó al conocimiento de los pueblos civilizados, que lo comentan y que extraen sus consecuencias. Además, los holandeses han sido llamados para constatarlos.

18. ¿Debería haber un motivo especial en lo que respecta principalmente al niño, atormentado por esos Espíritus? –Resp. El niño poseía una influencia favorable: he aquí todo, puesto que personalmente no sufrió toque alguno.

19. Ya que esos fenómenos eran producidos por los Espíritus, ¿por qué cesaron cuando la casa fue demolida? –Resp. Cesaron porque juzgaron inútil continuar con los mismos, lo que no significa que no hubiesen podido continuar.

20. Os agradecemos por haber venido y por haber tenido a bien responder a nuestras preguntas. –Resp. Estoy enteramente a vuestra disposición.



[1] Preparación que los javaneses mascan continuamente y que da a la boca y a la saliva un color de sangre. [Nota de la autora del texto transcripto.]