Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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El Sr. Poitevin, aeronauta

Muerto hace alrededor de dos meses de una fiebre tifoidea, contraída en consecuencia de un descenso forzado que él hizo en pleno mar.
Sesión de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas del 11 de febrero de 1859.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí; hablad.

2. ¿Lamentáis la vida terrestre? –Resp. No.

3. ¿Sois más feliz que cuando encarnado? –Resp. Mucho.

4. ¿Qué motivo ha podido llevaros hacia las experiencias aeronáuticas? –Resp. La necesidad.

5. ¿Teníais el pensamiento de servir a la Ciencia? –Resp. De ningún modo.

6. ¿Veis ahora la Ciencia aeronáutica desde otro punto de vista que cuando estabais encarnado? –Resp. No; yo la veía como la veo ahora, porque la apreciaba bien. Veía muchos perfeccionamientos que había que introducir, pero que yo no los podía desarrollar por falta de ciencia; pero esperad: hombres vendrán que le darán la importancia que ella merece y que merecerá un día.

7. ¿Creéis que la Ciencia aeronáutica se volverá un día objeto de utilidad pública? –Resp. Sí, ciertamente.

8. La gran preocupación de los que se ocupan con esta Ciencia es la investigación de los medios para dirigir los globos aerostáticos; ¿pensáis que se llegará a eso? –Resp. Sí, ciertamente.

9. Según vos, ¿cuál es la mayor dificultad que presentan dichos aeróstatos? –Resp. El viento, las tempestades.

10. ¿Entonces no es la dificultad de encontrar un punto de apoyo? –Resp. Si dirigiésemos los vientos, dirigiríamos los globos.

11. ¿Podríais señalar hacia qué punto convendría orientar las investigaciones al respecto? –Resp. Dejemos esto.

12. Cuando encarnado, ¿habíais estudiado los diferentes sistemas propuestos? –Resp. No.

13. ¿Podríais dar consejos a los que se ocupan con estas investigaciones? –Resp. ¿Pensáis que seguirían vuestros consejos?

14. No serían los nuestros, sino los vuestros. –Resp. ¿Queréis un tratado? Lo mandaré hacer.

15. ¿Por quién? –Resp. Por los amigos que me han guiado.

16. Aquí se encuentran dos inventores distinguidos en materia de aerostación: el Sr. Sansón y el Sr. Ducroz, que han obtenido datos científicos muy honorables. ¿Tenéis una idea de sus sistemas? –Resp. No; hay mucho que decir; no los conozco.

17. Admitiendo como resuelto el problema de dirección de los globos aerostáticos, ¿creéis en la posibilidad de una navegación aérea en gran escala, como sobre el mar? –Resp. No, nunca como por el telégrafo.

18. No hablo de la velocidad de las comunicaciones, que jamás puede ser comparada con la del telégrafo, sino del transporte de un gran número de personas y de objetos materiales. ¿Qué resultado se puede esperar con referencia a esto? –Resp. Poca celeridad.

19. Cuando estabais en peligro inminente, ¿pensabais en lo que seríais después de vuestra muerte? –Resp. No; estaba completamente concentrado en mis maniobras.

20. ¿Qué impresión os causaba el pensamiento del peligro que corríais? –Resp. El hábito había embotado el miedo.

21. ¿Qué sensación tuvisteis cuando estabais perdido en el espacio? –Resp. Preocupación, pero felicidad; mi Espíritu parecía escapar de vuestro mundo; sin embargo, las necesidades de hacer maniobras me llamaban con frecuencia a la realidad y me hacían caer en la fría y peligrosa posición en la que me encontraba.

22. ¿Veis con placer que vuestra esposasiga la misma carrera arriesgada que vos? –Resp. No.

23. ¿Cuál es vuestra situación como Espíritu? –Resp. Vivo como vosotros, es decir, que puedo atender a mi vida espiritual como vosotros podéis proveer a vuestra vida material.

Observación – Las curiosas experiencias del Sr. Poitevin, su intrepidez, su notable destreza en las maniobras de los globos aerostáticos, nos hacía esperar de él más elevación y grandeza en sus ideas. El resultado no correspondió a nuestras expectativas; como se ha podido ver, la aerostación no era para él más que una industria, una manera de vivir a través de un género particular de espectáculo; todas sus facultades estaban concentradas en los medios para atraer la curiosidad pública. Es así que, en estas Conversaciones del Más Allá, las previsiones son a menudo inciertas; algunas veces son superadas, en otras uno se depara con menos de lo que se esperaba, lo que es una prueba evidente de la independencia de las comunicaciones.

En una sesión particular, y por intermedio del mismo médium, Poitevin ha dictado los siguientes consejos, para cumplir la promesa que acababa de hacer: cada uno podrá apreciar su valor; nosotros los damos como tema de estudio sobre la naturaleza de los Espíritus y no por su mérito científico, más que discutible.

«Para dirigir a un globo lleno de gas encontraréis siempre las mayores dificultades: la inmensa superficie que él ofrece como presa para los vientos; la poca cantidad de peso que el gas puede llevar; la fragilidad de la envoltura que este aire sutil exige; todas estas causas nunca permitirán dar al sistema aerostático la gran extensión que desearíais verlo tomar. Para que el aeróstato tenga una utilidad real, es preciso que sea un modo de comunicación poderoso y dotado de una cierta rapidez, pero sobre todo poderoso. Hemos dicho que él estaría en un término medio entre la electricidad y el vapor; sí, y por dos razones:

1°) Debe transportar a los viajeros más rápidamente que el ferrocarril, y será menos rápido que el telégrafo, con referencia a los mensajes.

2°) No está en el medio de esos dos sistemas, porque participa a la vez del aire y de la tierra, sirviéndole ambos de camino: está entre el cielo y el mundo.

«No me habéis preguntado si, a través de ese medio, conseguiríais visitar otros planetas. No obstante, este pensamiento es el que ha inquietado a muchos cerebros angustiados, y cuya solución colmaría de asombro a todo vuestro mundo. No, no lo conseguiréis. Imaginad, pues, que para cruzar esos espacios inauditos para vosotros, de millones y millones de leguas, la luz tarda años; por consiguiente, ved cuánto tiempo sería necesario para alcanzarlos, incluso llevados por el vapor o por el viento.

«Volviendo al tema principal, os decía al comienzo que no era preciso esperar mucho de vuestro sistema actualmente empleado; pero obtendréis mucho más al comprimir el aire, actuando sobre el mismo de forma fuerte y extensa; el punto de apoyo que buscáis está delante vuestro, os rodea por todos lados; con él os chocáis a cada uno de vuestros movimientos, obstaculiza diariamente vuestro camino e influye sobre todo lo que tocáis. Pensad bien sobre esto y extraed de esta revelación todo lo que podáis: sus deducciones son enormes. Nosotros no podemos tomaros de la mano y haceros forjar las herramientas necesarias para ese trabajo; no podemos daros, palabra por palabra, una inducción; es preciso que vuestro Espíritu trabaje, que madure sus proyectos, sin lo que no comprenderíais aquello que hicieseis y no sabríais manejar vuestros instrumentos; nosotros mismos seríamos obligados a mover y abrir todos vuestros émbolos, y las circunstancias imprevistas que un día u otro vendrían a dificultar vuestros esfuerzos, os arrojarían en vuestra primera ignorancia.

«Por lo tanto, trabajad y encontraréis lo que estéis buscando; conducid a vuestro Espíritu en la dirección que os indicamos y aprended por la experiencia, que nosotros no os inducimos al error.»

Observación – Estos consejos, aunque contienen indiscutibles verdades, no por esto dejan de denotar a un Espíritu poco esclarecido en ciertos puntos de vista, ya que él parece ignorar la verdadera causa de la imposibilidad de alcanzar otros planetas. Es una prueba más de la diversidad de aptitudes y de luces encontradas en el mundo de los Espíritus, como en la Tierra. Es por la multiplicidad de observaciones que se llega a conocerlo, a comprenderlo y a juzgarlo. Es por eso que damos muestras de todos los géneros de comunicaciones, teniendo el cuidado de hacer resaltar al fuerte y al débil. La comunicación de Poitevin termina con una consideración muy justa, que nos parece haber sido suscitada por un Espíritu más filosófico que el suyo; además, él había dicho que esos consejos serían redactados por sus amigos, que nada enseñan de definitivo.

Aquí encontramos, aún, una nueva prueba de que los hombres que han tenido una especialidad en la Tierra, no siempre son los más apropiados para esclarecernos como Espíritus, sobre todo si no son lo suficientemente elevados para desprenderse de la vida terrestre.

Es de lamentar que, para el progreso de la Aeronáutica, la mayoría de esos hombres intrépidos no puedan poner su experiencia a servicio de la Ciencia, mientras que los teóricos, ajenos a la práctica, son como marineros que nunca han visto el mar. Indiscutiblemente, un día habrá ingenieros en aerostática, como hay ingenieros navales, pero eso sólo será posible cuando aquellos pudiesen ver y sondar por sí mismos las profundidades del océano aéreo. ¡Cuántas ideas no les serían dadas por el contacto real con los elementos, ideas que escapan a las personas del oficio! Porque sea cual fuere su conocimiento, ellos no pueden, desde el fondo de sus gabinetes, percibir todos los escollos; por lo tanto, si un día esta Ciencia debe volverse una realidad, sólo lo será por intermedio de ellos. A los ojos de mucha gente, eso es aún una quimera, y he aquí por qué los inventores, que en general no son capitalistas, no encuentran el apoyo ni el estímulo necesarios. Cuando la aerostación dé dividendos –incluso en esperanzas– y pueda ser comercializada, no le han de faltar capitales. Hasta que esto suceda, es necesario contar con la devoción de aquellos que ven el progreso antes que la especulación. Mientras haya parcimonia en los medios de ejecución, habrá fracasos por la imposibilidad de hacer ensayos en larga escala o en condiciones apropiadas. Serán forzados a proceder con mezquindad, lo que es un mal, en esto como en todas las cosas. El éxito solamente será alcanzado al precio de bastantes sacrificios para entrar plenamente en el camino de la práctica, y quien dice sacrificio dice exclusión de toda idea de beneficio. Esperemos que el pensamiento de dotar al mundo de la solución de un gran problema, aunque no sea más que desde el punto de vista de la Ciencia, inspire algún desinterés generoso. Pero lo primero que hay que hacerse sería dar a los teóricos los medios de adquirir la experiencia del aire, inclusive a través de los medios imperfectos que poseemos. Si Poitevin hubiese sido un hombre de saber y si hubiera inventado un sistema de locomoción aérea, indiscutiblemente hubiese inspirado más confianza a aquellos que nunca abandonaron el suelo, y probablemente hubiera encontrado los recursos que son negados a los otros.