Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Comunicaciones recibidas fuera de la Sociedad y leídas en la misma

(Comunicación obtenida por la Srta. de P...)


La bondad del Señor es eterna. Él no quiere la muerte de sus hijos queridos; pero, ¡oh, hombres!, reflexionad que depende de vosotros adelantar el reino de Dios en la Tierra o de atrasarlo; que sois responsables unos por los otros; que mejorándoos a vos mismos, trabajáis por la regeneración de la Humanidad. La tarea es grande; la responsabilidad pesa sobre cada uno, y nadie puede eximirse. Abrazad con fervor la gloriosa tarea que el Señor os impone y haced como el Cristo os ha dicho: La mies es mucha, mas los obreros pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

Pero he aquí que somos enviados como obreros de vuestros corazones; sembramos allí el buen grano; tened cuidado en no sofocarlo. Regadlo con las lágrimas del arrepentimiento y de la alegría; del arrepentimiento, por haber vivido desde hace tanto tiempo en una tierra maldecida por los pecados del género humano, distante del único Dios verdadero, adorando los falsos goces del mundo, que sólo dejan disgustos y tristezas en el fondo de la copa. Llorad de alegría, porque el Señor os ha concedido gracia; porque quiere adelantar la llegada de sus hijos bienamados al seno paternal; porque quiere que todos os revistáis de la inocencia de los ángeles, como si nunca os hubieseis alejado de Él.

El único que os ha mostrado el camino para regresar a esta gloria primitiva; el único al que no podéis reprochar, porque nunca se equivocó en sus enseñanzas; el único justo ante Dios; en fin, el único que deberíais seguir para que seáis agradables a Dios, es el Cristo: sí, el Cristo, vuestro Divino Maestro que habéis olvidado y menospreciado durante siglos. Amadlo, porque Él ruega incesantemente por vosotros; quiere venir en vuestro socorro. ¡Cómo! ¡La incredulidad aún resiste! ¡Las maravillas del Cristo no pueden abatirla! ¡Las maravillas de toda la Creación permanecen impotentes ante esos Espíritus burlones, sobre este polvo que no puede prolongar por un sólo minuto su miserable existencia! Esos eruditos que imaginan que son los únicos que poseen todos los secretos de la Creación, no saben de dónde vienen, ni hacia adónde van y, aún así, niegan todo y desafían a todos; porque conocen algunas de las leyes más comunes del mundo material, creen que pueden juzgar el mundo inmaterial o, mejor dicho, dicen que no existe nada de inmaterial, que todo debe obedecer a esas mismas leyes materiales que llegaron a descubrir.

Pero vosotros, ¡cristianos! Sabed que no podéis negar nuestra intervención sin que, al mismo tiempo, neguéis al Cristo y a toda la Biblia, porque no hay una única página donde no encontréis trazos del mundo visible en relación con el mundo invisible. Decid entonces: ¿sois o no sois cristianos?

REMBRAND
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(Otra comunicación, recibida por el Sr. Pêc...)

Cada hombre tiene en sí mismo lo que vosotros llamáis: una voz interior. Es aquello que el Espíritu llama: la conciencia, juez severo que preside todas las acciones de vuestra vida. Cuando el hombre está solo, escucha a esta conciencia y evalúa las cosas en su justo valor; frecuentemente tiene vergüenza de sí mismo: en este momento reconoce a Dios. Pero la ignorancia –fatal consejera– lo arrastra y le pone la máscara del orgullo; ante vosotros, él se presenta engreído en su vacuidad, buscando engañaros con el aplomo que aparenta. Pero el hombre de corazón recto no tiene soberbia en la cabeza; escucha con provecho las palabras del sabio; siente que no es nada, y que Dios es todo; busca instruirse en el libro de la Naturaleza, escrito por la mano del Creador. Eleva su Espíritu y expele de su envoltura las pasiones materiales que a menudo os extravían. Una pasión que os domina es un guía peligroso: recordad esto, amigo. Dejad reír al escéptico: su risa se extinguirá; a la hora extrema, el hombre se vuelve creyente. De esta manera, piensa siempre en Dios, porque únicamente Él no se equivoca. Recuerda que apenas existe un camino que conduce hacia Él: la fe y el amor a los semejantes.

UN MIEMBRO DE LA FAMILIA