El Magnetismo reconocido por el Poder Judicial
En la Revista Espírita del mes de octubre de 1858, hemos publicado dos artículos con los siguientes títulos: Empleo oficial del Magnetismo animal, y El Magnetismo y el sonambulismo enseñados por la Iglesia. En el primero, nos referimos al tratamiento magnético del rey Oscar, de Suecia, aconsejado por sus propios médicos; en el segundo, hemos citado varias preguntas y respuestas extraídas de una obra intitulada: Curso elemental de instrucción cristiana: para uso de catecismos y de escuelas cristianas, publicada en 1853 por el abad Marotte, vicario general de la diócesis de Verdún, y en la cual el Magnetismo y el sonambulismo son claramente definidos y reconocidos. Ahora he aquí que la Justicia viene a darles una notoria sanción por el juicio del Tribunal en lo Correccional de Douai, del 27 de agosto último. Como todos los diarios han informado este juicio, sería inútil repetirlo; por lo tanto, haremos del mismo un relato sumario de las circunstancias.
Un joven, que no conocía el Magnetismo sino de nombre, que nunca lo había practicado y que por consecuencia ignoraba las medidas de prudencia que enseña la experiencia, se propuso un día a magnetizar al sobrino del jefe de comedor del restaurante en el cual cenaba; después de algunos pases, el niño cayó en sonambulismo, pero el improvisado magnetizador no supo cómo hacer para sacarlo de ese estado, que fue seguido por persistentes crisis nerviosas. De esta situación surgió una queja ante la Justicia, presentada por el tío contra el magnetizador. Dos médicos fueron llamados como peritos. He aquí un extracto de sus declaraciones que son casi idénticas, al menos en cuanto a la conclusión. Después de haber descripto y constatado el estado sonambúlico del niño, el primer médico agregó:
“No creo de forma alguna en la existencia de un fluido nuevo, de un agente físico más o menos análogo al magnetismo terrestre, desarrollándose en el hombre bajo la influencia de pases, toques, etc., y que produciría en los sujetos influidos efectos a veces milagrosos.
“La existencia de tal fluido nunca ha sido científicamente demostrado. Lejos de esto, todas las veces que hombres difíciles de engañar, como los miembros de la Academia de Ciencias o los eminentes médicos, han querido verificar los hechos alegados, los príncipes del magnetismo siempre se han rehusado: ellos se excusan en pretextos demasiado manifiestos, y ni la cuestión del hecho, ni la cuestión de la doctrina –con más fuerte razón– han podido ser esclarecidas. Por consiguiente, para el mundo científico no existe magnetismo animal. Sin embargo, de esto no resulta que las prácticas de los magnetizadores no produzcan efecto alguno, y si con razón negamos el magnetismo, ¿no podríamos admitir la magnetización?
“Estoy convencido de que si las imaginaciones nerviosas e impresionables son todos los días provocadas fuertemente por aquellas maniobras, es en ellas mismas que precisamos ver los fenómenos que presentan, y no en una especie de irradiación por parte del experimentador. Esta explicación se aplicaría al caso Jourdain si los ataques que han seguido al primero, suponiendo que hayan sido determinados por la magnetización, se hubiesen ido distanciando y debilitando: un único impulso debería lógicamente producir efectos decrecientes. Ahora bien, sucede exactamente lo contrario: a medida que el tiempo pasa, los ataques se aceleran y aumentan de intensidad. Esta circunstancia me confunde. Una influencia indeterminada está evidentemente en juego: ¿qué influencia será? Los antecedentes y la manera física de ser de Jourdain no me son lo suficientemente conocidos como para que yo pueda atribuirlos a su temperamento, y debo declarar que no sé dónde está la causa.”
Aquí el niño tiene uno de sus ataques. El testigo, así como su colega, constatan contracciones musculares generales crónicas, sensibilidad de la piel y de los ojos, los cuales reaccionan a la acción de luz cuando se abren los párpados; ausencia de espuma en la boca; pulgares flexionados en la palma de las manos. Además, el grito inicial no ocurrió y el acceso termina gradualmente, pasando por el período sonambúlico. Los doctores declaran que el niño no es de forma alguna epiléptico y menos aún cataléptico.
Al ser interpelado el testigo con relación a la palabra sonambulismo, con la finalidad de saber si todo no se explicaría admitiéndose que el sujeto –previamente sonámbulo– habría tenido el 15 de agosto un acceso de esta especie de enfermedad, aquél respondió: “Para comenzar, no quedó establecido de modo alguno que el niño fuese sonámbulo y, después, ese fenómeno se habría producido en condiciones completamente insólitas: en vez de suceder a la noche, en medio del sueño natural, habría venido en pleno día y en plena vigilia. Los pases magnéticos me parecen ser la causa del estado actual del niño: no veo otra causa.”
El segundo médico declaró lo siguiente: “He visto al pequeño enfermo el 13 de octubre de 1858; él estaba en un estado sonambúlico, gozando de locomoción voluntaria y recitaba el catecismo. Mi hijo lo vio en la noche del 15: él estaba en el mismo estado y conjugaba el verbo poder. Solamente algún tiempo después es que supe que había sido magnetizado y que un viajero habría dicho: Si él no fuere desmagnetizado, tal vez quede así para toda la vida. Conocí en mi juventud a un estudiante en el mismo estado, y que al ser curado sin recursos médicos, se volvió un hombre distinguido en la profesión que abrazó. Los accidentes por los cuales el enfermo pasó no son más que perturbaciones nerviosas: no hay ningún síntoma de epilepsia ni de catalepsia.”
El Tribunal pronunció la siguiente sentencia:
“Considerando que resulta de los debates que el acusado, el 15 de agosto de 1858, al ejercer imprudentemente sobre la persona del niño Jourdain, de trece años, toques y gestos calificados como pases magnéticos, al menos impresionando con estas acciones y maniobras no habituales la débil imaginación de ese chico, produjo en el paciente una sobreexcitación, un desorden nervioso y, en fin, una lesión o una enfermedad cuyos accesos se repitieron desde esa fecha en diversos intervalos;
“Considerando que esas acciones y maniobras imprudentes que ocasionaron dicha lesión o enfermedad, constituyen delito previsto por el artículo 320 del Código Penal;
“Considerando que ese hecho ocasionó a la parte civil un prejuicio que debe ser reparado;
“Considerando que existen circunstancias atenuantes;
“El Tribunal condena al acusado a 25 francos de multa, a 1200 francos de daños y perjuicios y al pago de los gastos del proceso.”
Nada tenemos que decir sobre el juicio en sí; el Tribunal, ¿estuvo cierto o errado en condenar? La pena, ¿ha sido muy fuerte o muy blanda? Esto no nos compete; la Justicia se ha pronunciado y nosotros respetamos su decisión; entretanto, examinaremos las consecuencias del juicio que tienen un alcance capital. Hubo una condenación, por lo tanto hubo un delito. ¿Cómo el delito fue cometido? La sentencia dice: por toques y gestos calificados como pases magnéticos; por lo tanto, los toques y los pases magnéticos tienen una acción y no son un mero fingimiento. Esos toques y esos pases difieren, por lo tanto, de los toques y de los gestos comunes; pero ¿cómo distinguirlos? En fin, he aquí una cosa importante, porque si no hubiese una diferencia, no se podría tocar al primero que llegue ni hacerle señales sin arriesgarse a hacerlo caer en crisis y sin incurrir en una multa. No compete al Tribunal enseñarnos y mucho menos decirnos cómo los pases y los toques, cuando tienen carácter magnético, pueden producir algún efecto; Él constata el hecho de un accidente y la causa del mismo; su misión es la de apreciar el daño y la reparación que es debida. Pero los peritos llamados a esclarecer al Tribunal van sin duda a enseñarnos al respecto; sin hacer un curso sobre la materia, ellos deben fundamentar su opinión, como se hace en todos los casos de medicina legal, y probar que hablan con conocimiento de causa, porque es la primera condición que un perito debe cumplir. ¡Pero vamos! Lamentamos la lógica de esos señores: sus declaraciones atestiguan una completa ignorancia en aquello que deberían dar su parecer; no sólo desconocen el Magnetismo, como no están familiarizados con los hechos del sonambulismo natural, puesto que creen (al menos uno de ellos) que solamente pueden producirse a la noche y durante el sueño natural, lo que es contrario a la experiencia.
Pero no es ahí que está la parte más notable de la declaración, sobre todo del primer testigo; él ha dicho: y si CON RAZÓN negamos el magnetismo, ¿no podríamos admitir la magnetización? En verdad, no sé si es una sutileza de lógica, pero confieso con toda humildad que esto sobrepasa a mi inteligencia, y que muchas personas están como yo, porque sería lo mismo que decir que se puede magnetizar sin magnetismo, como si se dijera que un hombre puede recibir bastonazos, pero que el bastón que ha sido usado para golpearlo no existe. Ahora bien, nosotros creemos firmemente que, de acuerdo con el conocido refrán que dice: hasta que se pruebe lo contrario, para dar bastonazos es necesario un bastón y, por analogía, para magnetizar es necesario el magnetismo, del mismo modo que para purgar es necesario de un purgante; nuestra inteligencia no llega hasta el punto de comprender los efectos sin las causas.
Diréis lo siguiente: “–Nosotros no negamos el efecto; al contrario, lo constatamos; lo que negamos es la causa que vos dais a ese efecto. Decís que entre vuestros dedos y el paciente existe algo invisible que llamáis fluido magnético; nosotros decimos que no hay nada, que ese fluido no existe. Ahora bien, si ese fluido es el magnetismo, vuestros gestos son la magnetización”. –De acuerdo; admitís así que simples gestos, sin intermediario, pueden producir crisis nerviosas, efectos sonambúlicos, catalépticos y otros, únicamente porque la imaginación ha sido impactada; vamos a suponer que sea así. Entonces quisiera ver que una persona sea impresionada por medio de esos gestos y que esta impresión llegue a punto de hacerla dormir en pleno día y contra su voluntad, lo que ya sería un hecho muy notable, convengamos. ¿Pero ese sueño es un sueño natural, causado por la monotonía de los movimientos, como dicen algunos? En este caso, ¿cómo explicaréis la instantaneidad del sueño producido en algunos segundos? ¿Por qué no despertáis tan fácilmente a dicho adormecido, sacudiéndole el brazo? Dejemos para después, por diversas razones, muchos otros fenómenos igualmente poco explicados por vuestro sistema; pero hay uno cuya solución podréis dar, sin duda, porque imagino que no habréis hecho una teoría sobre un tema tan serio, sin haberos asegurado que la misma resuelve todos los casos, teoría que debería ser lo menos arriesgada, ya que la habéis enunciado en pleno Tribunal; por lo tanto, debéis estar seguro de vosotros mismos. ¡Pues bien! Os pido, para instrucción del público y de todas las personas bastante simples como para creer en la existencia del fluido magnético, que tengáis a bien resolver a través de vuestro sistema las dos siguientes cuestiones:
1°) Si los efectos atribuidos al fluido magnético no son más que el resultado de una imaginación impactada y fuertemente impresionada, ¿cómo se producen sin el conocimiento de la persona, cuando ésta es magnetizadadurante el sueño natural o cuando está en una habitación vecina sin ver al magnetizador y sin saber que está siendo magnetizada?
2°) Si los toques o los pases magnéticos pueden producir crisis nerviosas y estados sonambúlicos, ¿cómo estos mismos pases y toques pueden producir el efecto contrario, destruir lo que han hecho, calmar las crisis nerviosas más violentas que han ocasionado y hacer cesar súbitamente el estado sonambúlico como por encanto? ¿Entonces es por un efecto de la imaginación que la persona no ve ni oye lo que sucede a su alrededor? ¿O es necesario admitir que se puede obrar sobre la imaginación sin el concurso de la imaginación, lo que sería bien posible, puesto que se puede magnetizar sin el magnetismo? Esto me recuerda una pequeña anécdota. Un imprudente estaba manejando un fusil; un tiro es disparado y mata a otro individuo. Un perito es llamado para examinar el arma; él declara que el individuo ha muerto por causa de un tiro de fusil, pero que el fusil no estaba cargado. ¿No es el mismo caso de nuestro magnetizador, que impacta al magnetizado pero sin magnetismo? Seguramente el Tribunal de Douai, en su alta sabiduría, no se detuvo en estas contradicciones sobre las cuales no debía pronunciarse. Como ya lo dijimos, sólo consideró el efecto producido; declaró que este efecto fue producido por toques y pases magnéticos; no tenía que decidir si existe en nosotros un fluido magnético; pero el juicio no deja de constatar de una manera auténtica que el magnetismo es una realidad; de otro modo no habría condenado a alguien por haber hecho gestos insignificantes. Que esto sea una lección para los imprudentes, que juegan con lo que no conocen.
En la opinión que han dado, esos señores no percibieron que llegaron a un resultado diametralmente opuesto a su objetivo, al atribuir a los magnetizadores un poder que éstos están lejos de reivindicar. En efecto, los magnetizadores afirman que ellos sólo obran con la ayuda de un intermediario; que cuando este intermediario les falta, su acción es nula; ellos no se reconocen con el poder de dar bastonazos sin bastón, ni de matar con un fusil que no está cargado. ¡Vamos! En nombre de esa teoría estos señores hacen aún otro prodigio, puesto que obran sin tener nada en las manos ni en los bolsillos. Hay cosas, realmente, que no pueden ser tomadas en serio; les pedimos perdón por ello, pero eso no disminuye en nada su mérito. Pueden ser médicos muy hábiles y eruditos; sin duda fue por esto que el Tribunal los ha consultado; solamente nos permitimos criticar su opinión en lo que se refiere al magnetismo. Finalizamos con una observación importante. Si el Magnetismo es una realidad, ¿por qué no es reconocido oficialmente por la Facultad? Habría muchas cosas que decir al respecto; nosotros nos limitaremos a una sola consideración y a preguntar ¿por qué los descubrimientos que hoy son más respetados no fueron aceptados de entrada por las corporaciones científicas? Dejo a otros el cuidado de responder. La clase médica está dividida sobre la cuestión del Magnetismo, así como con relación a la Homeopatía, a la Alopatía, a la Frenología, al tratamiento del cólera, a los purgantes, a las sangrías y a tantas otras cosas, de modo que una opinión a favor o en contra es siempre una opinión individual que no tiene fuerza de ley; lo que hace la ley es la opinión general, que se forma por los hechos, a pesar de toda oposición, y que ejerce sobre los más recalcitrantes una presión irresistible. Es lo que ocurre con el Magnetismo, así como con el Espiritismo; y no vamos muy lejos al decir que la mitad de los médicos reconoce y admite hoy el magnetismo, y que tres cuartos de los magnetizadores son médicos; sucede lo mismo con el Espiritismo, que cuenta en sus filas con una multitud de médicos y de hombres de Ciencia. Por lo tanto, ¡qué importa la oposición sistemática o más o menos interesada de algunos! Dejad que el tiempo disipe el amor propio herido y las mezquinas preocupaciones; la verdad puede ser escarnecida, pero no destruida, y la posteridad registra el nombre de los que la han combatido o sostenido. Si el Magnetismo fuese una utopía, hace tiempo que no se volvería a hablar del mismo, mientras que, como su hermano el Espiritismo, echa raíces por todos los lados; por lo tanto, ¡luchad contra las ideas que invaden el mundo entero, de arriba bajo de la escala social!