Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Problema moral - Los caníbales

Uno de nuestros suscriptores nos dirige la siguiente pregunta, rogándonos que fuese respondida por los Espíritus que nos asisten, si ya no ha sido resuelta por nosotros.

“Después de un lapso de tiempo más o menos largo, los Espíritus errantes desean y piden a Dios la reencarnación como medio de adelanto espiritual. Ellos tienen la elección de las pruebas y, usando el libre albedrío, eligen naturalmente aquellas que les parecen más adecuadas a dicho adelanto, en el mundo donde la reencarnación les está permitida. Ahora bien, durante su existencia en la erraticidad, que emplean en instruirse (son ellos quienes nos lo dicen), deben aprender cuáles son las naciones que mejor pueden hacerles alcanzar el objetivo que se proponen. Ven a tribus feroces, antropófagas, y tienen la certeza de que al encarnarse entre ellas, se volverán feroces y comerán carne humana. Seguramente que no será allí donde han de encontrar su progreso espiritual; sus instintos brutales apenas habrán adquirido más consistencia por la fuerza del hábito. Por lo tanto, su objetivo habrá fallado si escogieren encarnaciones entre este o aquel pueblo primitivo.

“Sucede lo mismo con ciertas posiciones sociales. Es ciertamente entre éstas que se presentan obstáculos invencibles al adelanto espiritual. No citaré sino a los jiferos en los mataderos, a los verdugos, etc. Dicen que estas personas son necesarias: unas, porque no podemos prescindir de la alimentación animal; otras, porque es preciso ejecutar las sentencias judiciales, ya que así lo requiere nuestra organización social. No es menos cierto que el Espíritu que se encarna en el cuerpo de un niño destinado a seguir una u otra de esas profesiones, debe saber que elige un camino falso y que se priva voluntariamente de los medios que pueden llevarlo a la perfección. ¿No podría suceder, con el permiso de Dios, que ninguno de esos Espíritus quisiese esos géneros de existencia y, en ese caso, en qué esas profesiones se volverían necesarias en nuestro estado social?”

La respuesta a esta pregunta se desprende de todas las enseñanzas que nos han sido dadas; por lo tanto, nosotros podemos responderla sin tener necesidad de someterla nuevamente a los Espíritus.

Es evidente que un Espíritu ya adelantado, como por ejemplo el de un europeo esclarecido, no puede elegir como medio de progreso una existencia salvaje: en vez de avanzar, eso sería retrogradar. Pero sabemos que nuestros propios antropófagos no están en el último grado de la escala, y que hay mundos donde el embrutecimiento y la ferocidad no tienen analogía en la Tierra. Por lo tanto, esos Espíritus son aún inferiores a los más inferiores de nuestro mundo, y para ellos es un progreso encarnar entre nuestros salvajes. Si no aspiran a más alto, es porque su inferioridad moral no les permite comprender un progreso más completo. El Espíritu sólo puede avanzar gradualmente; debe pasar sucesivamente por todos los grados, de manera que cada paso adelante sea una base para asentar un nuevo progreso. Él no puede atravesar de un salto la distancia que separa la barbarie de la civilización, como el escolar no puede pasar, sin transición, del abecé a la Retórica, y es en eso que vemos una de las necesidades de la reencarnación, que se encuentra verdaderamente en consonancia con la justicia de Dios; de otro modo, ¿qué sería de esos millones de seres que mueren en el último estado de degradación, si ellos no tuviesen los medios de alcanzar la superioridad? ¿Por qué Dios los habría desheredado de los favores concedidos a otros hombres? Lo repetimos por ser un punto esencial: en razón de su inteligencia limitada, ellos sólo comprenden lo que es mejor desde sus estrechos límites y desde su punto de vista. Sin embargo, los hay quienes se extravían al querer subir demasiado alto, y que nos dan el triste espectáculo de la ferocidad en medio de la civilización; si éstos retornasen entre los caníbales, aún ganarían.

Estas consideraciones se aplican también a las profesiones de las que habla nuestro corresponsal; ellas ofrecen evidentemente una superioridad relativa para ciertos Espíritus, y es en este sentido que se debe concebir la opción que hacen. En igual posición, ellas pueden incluso ser elegidas como expiación o como misión, porque ninguna existe en la cual no se pueda encontrar la oportunidad de hacer el bien y de progresar por la propia manera de ejercerlas.

En cuanto a la cuestión de saber en qué se volverían esas profesiones en caso de que ningún Espíritu quisiese hacerse cargo de las mismas, está resuelta de hecho; desde el momento en que los Espíritus que las ocupan vienen de más abajo, no hay que temer en verlos desocupados. Cuando el progreso social permita suprimir el oficio de verdugo, es el puesto que faltará y no los candidatos; éstos irán a presentarse entre otros pueblos o entre otros mundos menos avanzados.