Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Sociedad Espírita en el siglo XVIII

Al Sr. Presidente de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas: «Señor Presidente,

«No es de 1853 –época en que los Espíritus comenzaron a manifestarse a través del movimiento de las mesas y de los golpes– que data la reanudación de las evocaciones. En el histórico del Espiritismo que leemos en vuestras obras, no hacéis mención a una Sociedad como la nuestra, cuya existencia –con gran sorpresa para mí– fue revelada por Mercier, en su Tableau de Paris (Cuadro de París), edición de 1788, en el capítulo intitulado: Spiritualistes (Espiritualistas), tomo 12°. He aquí lo que él dice:

“¿Por qué la Teología, la Filosofía y la Historia mencionan varias apariciones de Espíritus, genios o demonios? Una parte de la Antigüedad sostenía la creencia de que cada hombre tenía dos Espíritus: uno bueno, que invitaba a la virtud, y el otro malo, que incitaba al mal.

“Una secta nueva cree en el regreso de los Espíritus a este mundo. Escuché a varias personas que realmente fueron persuadidas de que existen médiums para evocarlos. Estamos rodeados por un mundo que no percibimos. Alrededor nuestro hay seres de los cuales no tenemos la más mínima idea; dotados de una naturaleza intelectual superior, ellos nos ven. No hay vacío en el Universo: he aquí lo que aseguran los adeptos de la ciencia nueva.

“Así, el regreso de las almas de los muertos, aceptado en toda la Antigüedad, y del cual se burlaba nuestra Filosofía, es adoptado hoy por hombres que no son ni ignorantes ni supersticiosos. Además, todos esos Espíritus, llamados en las Escrituras los Príncipes del Aire, están siempre bajo las órdenes del Señor de la Naturaleza. Aristóteles dice que los Espíritus aparecen frecuentemente a los hombres porque necesitan unos de los otros. No me refiero aquí sino a lo que nos dicen los adeptos de la existencia de los genios.

“Si se cree en la inmortalidad del alma, es preciso admitir que esta multitud de Espíritus puede manifestarse después de la muerte. Entre esa gran cantidad de prodigios de que están llenos todos los países de la Tierra, si uno solo ocurre, la incredulidad estará errada. Por lo tanto, creo que no habría menos temeridad en negar que en sostener la verdad de las apariciones. Estamos en un mundo desconocido.”

No se podrá acusar a Mercier de incredulidad y de ignorancia, y vemos en el extracto anterior que él de manera alguna rechazó a priori las manifestaciones de los Espíritus, aunque no haya tenido la ocasión de presenciarlas. Pero como hombre sabio, postergaba su juicio hasta tener más amplias informaciones. A propósito del Magnetismo, ya había dicho: "Esto es tan misterioso, tan profundo y tan increíble que, o debemos reírnos o caer de rodillas; yo no hago ni una cosa ni otra: observo y espero".

Sería interesante saber por qué esas evocaciones, reanudadas en 1788, se han interrumpido hasta 1853. Los miembros de la Sociedad, que se ocupaban de dichas evocaciones, ¿habrían perecido durante la Revolución? Es una pena que Mercier no haya dado a conocer el nombre del presidente de aquella Sociedad.

Atentamente,

«Det... Miembro titular de la Sociedad.»

Nota – El hecho relatado por Mercier tiene una importancia capital y un alcance que nadie podrá desconocer. Él prueba, ya en aquella época, que hombres recomendables por su inteligencia se ocupaban seriamente de la ciencia espírita. En cuanto a la causa que llevó a la cesación de esta Sociedad, lo más probable es que las perturbaciones de los acontecimientos que se sucedieron hayan tenido un gran papel en todo eso; pero no es exacto decir que las evocaciones fueron interrumpidas hasta 1853. Es cierto que en esa última época las manifestaciones tomaron un mayor desarrollo, pero está comprobado que ellas nunca cesaron. En 1818 tuvimos en nuestras manos una noticia manuscrita sobre la Sociedad de los Teósofos que existía al comienzo de este siglo, la cual afirmaba que a través del recogimiento y de la oración se podía entrar en comunicación con los Espíritus; era probablemente la continuación de la Sociedad que nos habla Mercier. Desde el año 1800, el célebre abate Faria, de común acuerdo con un canónigo amigo suyo, antiguo misionero en Paraguay, se ocupaba de la evocación y obtenía comunicaciones escritas. Todos los días nos enterábamos que algunas personas las obtenían en París, bien antes de que en América fuera tratada la cuestión de los Espíritus. Pero es necesario decir también que antes de esta época, todos aquellos que poseían este conocimiento hacían misterio del mismo; hoy, que es de dominio público, él se populariza: he aquí toda la diferencia, y si fuese una quimera no se habría implantado en algunos años en los cinco continentes; el buen sentido ya le habría hecho justicia, precisamente porque cada uno está en condiciones de ver y de comprender. Indudablemente nadie negará el progreso que estas ideas hacen a cada día, y esto en los más esclarecidos estratos de la sociedad. Ahora bien, una idea sobre la cual se llama a la razón, que crece en pleno día por la discusión y el examen, no tiene los caracteres de una utopía.