Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Médiums interesados

En nuestro artículo Escollos de los médiums hemos puesto a la codicia en el número de los defectos que pueden dar motivo a los Espíritus imperfectos. Algunas explicaciones sobre este tema no serán inútiles. Es preciso ubicar en la primera fila de los médiums interesados a los que podrían hacer de su facultad una profesión, dando lo que se acostumbra llamar consultas o sesiones remuneradas. Nosotros no los conocemos, por lo menos en Francia; pero como todo puede volverse un objeto de explotación, nada habría de sorprendente en que un día quisiesen explotar a los Espíritus; resta saber cómo enfocarían la cuestión si una especulación tal intentara introducirse. Sin ser ellos completamente iniciados en el Espiritismo, se comprende lo que esto tendría de degradante; pero cualquiera que conozca un poco las difíciles condiciones en que los Espíritus buenos se comunican con nosotros, su repulsa por todo lo que sea de interés egoísta, y que sepa cuán poco es preciso para alejarlos, nunca podrá admitir que los Espíritus superiores estén a disposición del primero que los evoque a tanto por hora; el simple buen sentido rechaza semejante suposición. ¿No sería también una profanación evocar por dinero a su padre, a su madre, a su hijo o a su amigo? Sin duda que de este modo se pueden obtener comunicaciones, pero ¡Dios sabe de qué fuente! Los Espíritus ligeros, mentirosos, traviesos, burlones y toda esa turba de Espíritus inferiores vienen siempre; ellos están siempre listos a responder a todo; san Luis nos decía el otro día en la Sociedad: Evocad a una roca y ésta os responderá. El que quiera comunicaciones serias debe, ante todo, compenetrarse de la naturaleza de las simpatías del médium con los seres del Más Allá; ahora bien, aquellas que dan afán de lucro no pueden sino inspirar una muy mediocre confianza.

Médiums interesados no son únicamente aquellos que podrían exigir una retribución fija; el interés no siempre se traduce en la expectativa de un lucro material, sino también en los fines ambiciosos de cualquier naturaleza, sobre los cuales se pueden fundar esperanzas personales; éste también es un defecto que saben muy bien usar los Espíritus burlones y del cual se aprovechan con una destreza y con una astucia realmente notables, forjando mentirosas ilusiones en los que así se colocan bajo su dependencia. En resumen, la mediumnidad es una facultad dada para el bien, y los Espíritus buenos se alejan de quien pretenda convertirla en un trampolín para conseguir cualquier cosa que no responda a los designios de la Providencia. El egoísmo es la llaga de la sociedad, y los Espíritus buenos lo combaten; por lo tanto, no es posible suponer que se pongan a su servicio. Esto es tan racional que sería inútil insistir más en este punto.

Los médiums de efectos físicos no están en la misma categoría: estos efectos son generalmente producidos por Espíritus inferiores, poco escrupulosos en lo que respecta a los sentimientos morales; un médium de esta categoría, que quisiese explotar su facultad, podría por lo tanto encontrar quien lo asistiera en esto sin gran repugnancia; pero ahí también se presenta otro inconveniente. El médium de efectos físicos, al igual que el de efectos intelectuales, no ha recibido la facultad para su satisfacción personal: le ha sido dada con la condición de hacer un buen uso de la misma, y si de ella abusa puede serle retirada o incluso volverla perjudicial a sí mismo, porque en definitiva los Espíritus inferiores están subordinados a los Espíritus superiores. Los Espíritus inferiores se complacen en mistificar, pero no les gusta ser mistificados; si de buena gana se prestan a las bromas y a las cosas curiosas, no quieren que se los explote más que a los otros, y prueban a cada instante que tienen su propia voluntad, que obran como y cuando mejor les parece, lo que hace que el médium de efectos físicos esté todavía menos seguro que el médium escribiente, en lo que se refiere a la regularidad de las manifestaciones. Pretender producirlas en días y en horas fijas, sería dar muestras de la más profunda ignorancia. Entonces, ¿qué hacer para ganar dinero? Simular los fenómenos; es lo que puede suceder no sólo con quienes hagan de ello un oficio deliberado, sino también con las personas aparentemente simples que se limitan a recibir cualquier retribución de los visitantes. Si el Espíritu no produce manifestaciones, se lo suple: la imaginación es tan fecunda cuando se trata de ganar dinero; es una tesis que desarrollaremos en un artículo especial, a fin de ponerse en guardia contra el fraude.

De todo lo expuesto, sacamos en conclusión que el más absoluto desinterés es la mejor garantía contra el charlatanismo, porque no existen charlatanes desinteresados; si dicho desinterés ni siempre asegura la buena cualidad de las comunicaciones inteligentes, quita a los Espíritus malos un poderoso medio de acción y cierra la boca a ciertos detractores.