Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Los médiums inertes

Entre el número de cuestiones importantes que se relacionan con la ciencia espírita, el papel de los médiums ha sido más de una vez controvertido. El Sr. Brasseur, director del Centro Industrial, ha desarrollado al respecto ideas particulares en una serie de artículos muy bien redactados en el Moniteur de la toilette,[1] y particularmente en el número del mes de agosto pasado, del cual hemos extraído los pasajes que citamos a continuación. Él nos hace el honor de pedirnos nuestra opinión y se la daremos con toda honestidad, sin pretender que nuestra opinión deba convertirse en ley. Dejamos a nuestros lectores y a los observadores que juzguen la cuestión. Además, no tendremos sino que resumir lo que hemos dicho en varias ocasiones sobre ese tema, cuando ya lo hemos tratado con mucho más detalle de lo que podríamos hacerlo aquí, no pudiendo repetir lo que se encuentra en nuestros diversos escritos.

He aquí los principales pasajes de uno de los artículos del Sr. Brasseur, seguidos de nuestras respuestas:

“¿Qué es un médium? ¿El médium es activo o pasivo? Tales son las preguntas efectuadas para esclarecer un tema que preocupa vivamente a las personas deseosas de instruirse en las cosas del Más Allá y, por consiguiente, en sus relaciones con este mundo.

“El pasado 18 de mayo dirigí al Sr. Presidente de la Sociedad Espírita una nota intitulada: Del médium y de los Espíritus. Posteriormente, alrededor del 15 de julio, el Sr. Allan Kardec publicó un nuevo libro con el título: Qué es el Espiritismo. Al abrirlo, creí que iba a encontrar allí una respuesta categórica, pero fue en vano. El autor persiste en sus errores: “Los médiums –dice él en la página 75– son LAS PERSONAS aptas para recibir, de una manera patente, la impresión de los Espíritus y para servir de INTERMEDIARIOS entre el mundo visible y el mundo invisible.

La obra citada no es un curso de Espiritismo; es una exposición sumaria de los principios de la ciencia para uso de las personas que desean adquirir de la misma las primeras nociones, el examen de las cuestiones en detalle y las diversas opiniones, no pudiendo entrar en un cuadro tan restricto y teniendo un objeto especial. En cuanto a la definición que damos de los médiums, nos parece perfectamente clara, y es con esta definición que respondemos a la pregunta del Sr. Brasseur: ¿Qué es un médium? Es posible que ella no responda a su opinión personal; pero, en cuanto a nosotros, hasta ahora no tenemos ninguna razón para modificarla.

“El Sr. Allan Kardec no reconoce al médium inerte. Habla mucho de cajas, cartones o tablitas, pero en esto sólo ve (página 62) apéndices de la mano, cuya inutilidad habría sido reconocida...”

“Entendámonos.”

“Según vos, el médium es un intermediario entre el mundo visible y el mundo invisible; pero, ¿es absolutamente necesario que este intermediario sea una persona? ¿No basta que lo invisible tenga a su disposición cualquier instrumento para manifestarse ante nosotros?”

A esto responderemos decididamente: No, no basta que lo invisible tenga a su disposición cualquier instrumento para manifestarse, porque necesita de la participación fluídica de una persona, y para nosotros esta persona es el verdadero médium. Si bastase al Espíritu tener a su disposición cualquier instrumento, se verían las cestitas o las tablitas escribir solas, lo que nunca se ha visto. La escritura directa, que en apariencia es el hecho más independiente de toda cooperación, sólo se produce bajo la influencia de médiums dotados de una aptitud especial. Hay una consideración poderosa que viene a corroborar nuestra opinión. Según el Sr. Brasseur, el instrumento es lo principal y la persona es lo accesorio; según nosotros, es todo lo contrario. Si fuese de otro modo, ¿por qué las tablitas no se mueven con el primero que llega? Por lo tanto, si para hacerlas mover es necesario estar dotado de una aptitud especial, es porque el papel del médium no es meramente pasivo. Es por eso que esta persona es para nosotros el verdadero médium; como ya lo hemos dicho, el instrumento no es más que un apéndice de la mano, del cual podemos prescindir; y esto es tan verdadero, que toda persona que escribe por medio de una tablita puede hacerlo directamente con la mano, sin la tablita e incluso sin el lápiz, puesto que puede trazar los caracteres con el dedo, mientras que la tablita no escribe sin la persona. Además, todas las variedades de médiums, así como su papel activo o pasivo, son ampliamente desarrolladas en nuestras Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones.

“Separada de la materia por la disolución del cuerpo, el alma no tiene más ningún elemento físico de la Humanidad.”

¿Y qué hacéis con el periespíritu? El periespíritu es el lazo que une el alma al cuerpo, la envoltura semimaterial que el alma posee durante la vida y que conserva después de la muerte: es con esta envoltura que ella se muestra en las apariciones, y esta envoltura es también una materia que, aunque etérea, puede adquirir las propiedades de la tangibilidad.

“Al tomar directamente el lápiz, se ha notado que la persona mezcla sus sentimientos y sus ideas con las ideas y con los sentimientos de lo invisible, de manera que así son dadas sólo comunicaciones con interferencia, mientras que empleando cajas, cartones y tablitas bajo las manos de dos personas reunidas, estas personas permanecen absolutamente extrañas a la manifestación, que es, entonces, únicamente de lo invisible: es por eso que yo declaro que este último medio es superior y preferible al de la Sociedad Espírita.”

Esta opinión podría ser verdadera si no fuese contraria a millares de hechos observados, ya sea en la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas o en otros lugares, y que prueban hasta la evidencia más patente que los médiums animados, incluso los intuitivos, y con más fuerte razón los médiums mecánicos, pueden ser instrumentos absolutamente pasivos y gozar de la más completa independencia de pensamientos. En el médium mecánico, el Espíritu actúa sobre la mano, la cual recibe un impulso totalmente involuntario y desempeña el papel que el Sr. Brasseur llama de médium inerte, ya sea que esté sola o con un lápiz, o apoyada sobre un objeto móvil provisto de un lápiz.

En el médium intuitivo, el Espíritu actúa sobre el cerebro, que transmite el movimiento al brazo a través de la corriente del sistema nervioso, y así en adelante. El médium mecánico escribe sin tener la menor conciencia de lo que produce: el acto precede al pensamiento; en el médium intuitivo, el pensamiento acompaña al acto e inclusive lo precede algunas veces: es entonces el pensamiento del Espíritu que atraviesa el pensamiento del médium. Y si a veces ellos parecen confundirse, su independencia no por eso es menos manifiesta, cuando, por ejemplo, el médium escribe, incluso por intuición, cosas que él NO PUEDE saber, o completamente contrarias a sus ideas, a su manera de ver y a sus propias convicciones: en una palabra, cuando él piensa blanco y escribe negro. Además de esto hay tantos hechos espontáneos e imprevistos que, para aquel que ha estado en condiciones de observarlos, no cabe ninguna duda. El papel del médium es aquí el de un intérprete que recibe un pensamiento extraño, que lo transmite, que debe comprenderlo para transmitirlo y que, sin embargo, no lo asimila. Es lo que sucede con los médiums parlantes, que reciben el impulso sobre los órganos de la palabra, como otros lo reciben en el brazo o en la mano, y también lo que ocurre con los médiums auditivos, que escuchan claramente una voz que les habla y les dicta lo que deben escribir. ¿Y qué diréis de los médiums videntes, a los cuales los Espíritus se muestran con la forma que tenían cuando encarnados, médiums que los ven circular a nuestro alrededor, ir y venir como una multitud que tenemos bajo los ojos? ¿Y los médiums impresionables, que sienten los toques ocultos, la impresión de los dedos y hasta las uñas, que arañan la piel y que dejan marcas? ¿Esto puede suceder con un ser que nada tiene de materia? ¿Y los médiums de doble vista que, perfectamente despiertos y en pleno día, ven claramente lo que ocurre a la distancia? ¿No es una facultad propia, un género de mediumnidad? La mediumnidad es la facultad de los médiums; los médiums son las personas accesibles a la influencia de los Espíritus y que pueden servirles de intermediarios. Tal es la definición que se encuentra en el Petit Dictionnaire des Dictionnaires Français, recopilado por Napoléon Landais, y hasta el presente nos parece que da una idea exacta de la misma.

No discutimos la utilidad de los instrumentos que el Sr. Brasseur designa con el nombre de médiums inertes, nombre que él tiene la completa libertad de asignarles, si considera útil hacer esta distinción. Indiscutiblemente ellos tienen una ventaja, como resultado de la experiencia, para las personas que todavía no han visto nada; pero como la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas sólo está compuesta por personas que no son más principiantes, cuyas convicciones ya se han formado, y como no hace ninguna experiencia para satisfacer la curiosidad del público –que Ella no convoca a sus sesiones, a fin de no ser perturbada en sus investigaciones y observaciones–, esos medios primitivos no le enseñan nada de nuevo; es por eso que la Sociedad emplea medios más rápidos, puesto que posee un gran experiencia sobre el tema para saber distinguir perfectamente la naturaleza de las comunicaciones que recibe.

No seguiremos al Sr. Brasseur en todos sus razonamientos sobre los cuales apoya su teoría. Temeríamos debilitarlos al truncarlos y, en la imposibilidad de reproducirlos integralmente, preferimos remitir a nuestros lectores que quisieren tomar conocimiento de ellos al periódico que él redacta con un talento indiscutible, y en el cual se encuentran sobre el mismo asunto artículos del Sr. Jules de Neuville, muy bien escritos, pero que no tienen sino un error a nuestros ojos: el de no haberlos precedido de un estudio suficientemente profundo de la materia, lo que habría evitado muchas cuestiones que él juzgaría superfluas.

En resumen, y de acuerdo con la Sociedad Espírita, persistimos en considerar a las personas como los verdaderos médiums, que pueden ser activos o pasivos, según su naturaleza y su aptitud; si así lo desean, que llamen a los instrumentos de médiums inertes; es una distinción que puede ser útil, pero estarían en un error si les asignasen el papel y las propiedades de los seres animados en las comunicaciones inteligentes. Decimos inteligentes porque aún es necesario hacer la distinción entre ciertas manifestaciones espontáneas puramente físicas. Es un tema que ya hemos tratado ampliamente en la Revista.

[1] Periódico de exposiciones. Modas. Literatura. Teatro. Calle de l’Échiquier Nº 15. [Nota de Allan Kardec.]