Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Uno de los miembros de la Sociedad nos da a conocer una carta de uno de sus amigos de Boulogne-sur-Mer, en la cual leemos el siguiente pasaje. Esta carta data del 26 de julio de 1856.

«Desde que por órdenes de los Espíritus he magnetizado a mi hijo, éste se ha vuelto un médium muy raro; por lo menos es lo que él me ha revelado en estado sonambúlico, en el cual yo lo había puesto a petición suya el 14 de mayo último, y cuatro o cinco veces después.

«Para mí está fuera de duda que, despierto, mi hijo conversa libremente con los Espíritus que desea, por intermedio de su guía, que él llama familiarmente de amigo; que a voluntad él se transporta en Espíritu adonde quiere, y voy a citaros un hecho del cual tengo pruebas escritas en mis manos.

«Hace hoy exactamente un mes, estábamos los dos en el comedor. Yo leía el curso de Magnetismo del Sr. Du Potet, cuando mi hijo tomó el libro y lo hojeó; al llegar a un cierto trecho, su guía le dijo al oído: Lee esto. Era la historia de un doctor de América, cuyo Espíritu había visitado a un amigo a 15 ó 20 leguas de allí, mientras dormía. Después de haberlo leído, mi hijo dijo: Me gustaría hacer un pequeño viaje semejante. –¡Pues bien! ¿Adónde quieres ir? –le dijo su guía. –A Londres, respondió mi hijo, a ver a mis amigos, y nombró a aquellos que deseaba visitar.

«Mañana es domingo, fue la respuesta; no estás obligado a levantarte temprano para trabajar. Dormirás a las ocho e irás a viajar a Londres hasta las ocho y media. El próximo viernes recibirás una carta de tus amigos que te harán reproches por haberte quedado tan poco tiempo con ellos.

«Efectivamente, al día siguiente por la mañana, a la hora indicada, se durmió con un sueño muy pesado; a las ocho y media lo desperté: él no se acordaba de nada; por mi parte, no dije una palabra, esperando el resultado.

«El viernes siguiente yo trabajaba en una de mis máquinas y, como de hábito, fumaba, después de almorzar; al observar el humo de la pipa, mi hijo me dijo: ¡Mira! Hay una carta en el humo. – ¿Cómo ves una carta en el humo? –Tú vas a verla, respondió, porque he aquí al cartero que la trae. Efectivamente, el cartero venía a entregar una carta de Londres, en la cual los amigos de mi hijo le reprochaban por haber pasado con ellos solamente algunos momentos el domingo anterior, de las ocho a las ocho y media, relatando una multitud de detalles que sería demasiado largo repetir aquí, entre los cuales el hecho singular de haber comido con ellos. Tengo la carta –como os lo he dicho– que prueba que no he inventado nada.»

Después de haber sido contado el caso anterior, uno de los asistentes dijo que la Historia relata varios hechos semejantes. Citó a san Alfonso de Ligorio, que fue canonizado antes del tiempo requerido, por haberse mostrado simultáneamente en dos lugares diferentes, lo que fue considerado un milagro.

San Antonio de Padua se encontraba en España, y en el momento en que predicaba, su padre (en Padua) marchaba al suplicio, acusado de asesinato. En ese momento san Antonio aparece, demuestra la inocencia de su padre, y da a conocer al verdadero criminal, que más tarde sufrió su castigo. Fue constatado que san Antonio estaba en ese mismo momento en España.

Al haber sido evocado san Alfonso de Ligorio, le hemos dirigido las siguientes preguntas:

1. ¿Es real el hecho por el cual habéis sido canonizado? –Resp. Sí.

2. ¿Es excepcional este fenómeno? –Resp. No; puede presentarse en todos los individuos desmaterializados.

3. ¿Era ése un justo motivo para canonizaros? –Resp. Sí, ya que por mi virtud me había elevado hacia Dios; sin esto no hubiese podido transportarme a dos lugares al mismo tiempo.

4. ¿Merecerían ser canonizados todos los individuos en los cuales este fenómeno se presenta? –Resp. No, porque todos no son igualmente virtuosos.

5. ¿Podríais darnos la explicación de este fenómeno? –Resp. Sí; el hombre, cuando por su virtud se ha desmaterializado completamente y ha elevado su alma hacia Dios, puede aparecer en dos lugares al mismo tiempo; he aquí cómo: el Espíritu encarnado, sintiendo venir el sueño, puede pedir a Dios para transportarse a cualquier lugar. Su Espíritu o alma –como queráis llamarlo– abandona entonces su cuerpo, seguido de una parte de su periespíritu, y deja la materia inmunda en un estado parecido al de la muerte. Digo parecido al de la muerte, porque ha quedado en el cuerpo un lazo que une el periespíritu y el alma a la materia física, y este lazo no puede ser definido. Por lo tanto, el cuerpo aparece en el lugar deseado. Creo que es todo lo que deseáis saber.

6. Esto no nos da la explicación de la visibilidad y de la tangibilidad del periespíritu. –Resp. Al encontrarse el Espíritu desprendido de la materia, según su grado de elevación, puede hacer tangible la materia.

7. Sin embargo, ciertas apariciones tangibles de manos y de otras partes del cuerpo pertenecen evidentemente a los Espíritus de un orden inferior. –Resp. Son los Espíritus superiores que se sirven de Espíritus inferiores para probar la cuestión.

8. ¿Es indispensable el sueño del cuerpo para que el Espíritu aparezca en otros lugares? –Resp. El alma puede dividirse cuando se siente trasladada a un lugar diferente de aquel en que se encuentra el cuerpo.

9. ¿Qué le sucedería a un hombre que está inmerso en el sueño, mientras que su Espíritu aparece en otra parte, si él fuese despertado súbitamente? –Resp. Esto no sucedería, porque si alguien tuviera la intención de despertarlo, el Espíritu volvería al cuerpo y habría de prever la intención, puesto que el Espíritu lee el pensamiento.

Tácito relata un hecho análogo:

Durante los meses que Vespasiano pasó en Alejandría para esperar el retorno periódico de los vientos de verano y de la estación en que el mar se vuelve seguro, sucedieron varios prodigios, a través de los cuales se manifestó el favor del cielo y el interés que los dioses parecían tener por este príncipe...

Estos prodigios aumentaron en Vespasiano el deseo de visitar la sagrada morada del dios para consultarlo sobre asuntos del imperio. Ordenó que el templo fuese cerrado para todos: habiendo allí entrado, y totalmente atento a lo que iba a pronunciar el oráculo, percibió detrás de él a uno de los principales egipcios, llamado Basílides, que sabía que estaba enfermo a muchas jornadas de Alejandría. Se informó con los sacerdotes si Basílides había venido ese día al templo; se informó con los transeúntes si lo habían visto en la ciudad; en fin, envió hombres a caballo y se aseguró que en ese mismo momento él estaba a ochenta millas de distancia. Entonces, no dudó más de que la visión había sido sobrenatural, y el nombre de Basílides le sirvió de oráculo. (TÁCITO. Historias, libro IV, caps. 81 y 82. Traducción de Burnouf.)

Después de que esta comunicación nos fue dada, varios hechos del mismo género –cuya fuente es auténtica– nos han sido contados, y entre ellos están los más recientes, que por así decirlo han tenido lugar en nuestro medio, y que se presentaron en las circunstancias más singulares. Las explicaciones a las que dieron lugar amplían singularmente el campo de las observaciones psicológicas.

La cuestión de los hombres dobles, relegada antiguamente a los cuentos fantásticos, parece así tener un fondo de verdad. Próximamente volveremos sobre el tema.