Aunque las manifestaciones espíritas hayan tenido lugar en todas
las épocas, es indiscutible que hoy se producen de una manera
excepcional. Interrogados sobre este hecho, los Espíritus han sido
unánimes en sus respuestas: «Los tiempos marcados por la
Providencia para una manifestación universal han llegado –nos
dicen. Ellos son los encargados de disipar las tinieblas de la
ignorancia y de los prejuicios; es una nueva era que comienza y que
prepara la regeneración de la Humanidad.» Este pensamiento se
encuentra desarrollado de una manera notable en una carta que
hemos recibido de uno de nuestros suscriptores y de la cual hemos
extraído el siguiente pasaje:
«Cada cosa viene a su tiempo; el período que acaba de transcurrir
parece haber sido especialmente destinado por el Todopoderoso al
progreso de las Ciencias matemáticas y físicas, y probablemente ha
sido teniendo en vista disponer a los hombres a los conocimientos
exactos que se habría opuesto durante largo tiempo a las
manifestaciones de los Espíritus, como si estas manifestaciones
pudiesen perjudicar al positivismo que exige el estudio de las
Ciencias; en una palabra, ha querido habituar al hombre a pedir a las
Ciencias de observación la explicación de todos los fenómenos que
debían producirse ante sus ojos.
«El período científico parece hoy llegar a su término y, después de
los inmensos progresos que ha visto cumplirse, no sería imposible
que el nuevo período que debe sucederle fuese consagrado por el
Creador a las iniciaciones del orden psicológico. En la inmutable ley
de perfectibilidad que ha establecido para los humanos, ¿qué puede
Él hacer después de haberlos iniciado en las leyes físicas del
movimiento y haberles revelado los motores con los cuales cambian
la faz del globo? El hombre ha sondado las profundidades más
lejanas del espacio; la marcha de los astros y el movimiento general del Universo no guardan más secretos para él;
lee en las capas geológicas la historia de la formación del globo; a su
voluntad, la luz se transforma en imágenes duraderas; domina el
rayo; con el vapor y la electricidad suprime las distancias, y el
pensamiento atraviesa el espacio con la rapidez del relámpago.
Llegado a este punto culminante en que la Historia de la Humanidad
no ofrece ningún ejemplo, cualquiera que haya podido ser el grado
de su adelanto en los siglos pasados, me parece racional pensar que
el orden psicológico le abre una nueva carrera en la senda del
progreso. Al menos es lo que se podría deducir de los hechos que se
producen en nuestros días y que se repiten en todas partes. Por lo
tanto, esperemos que el momento se aproxime –si es que aún no ha
llegado–, en el cual el Todopoderoso ha de iniciarnos en nuevas,
grandes y sublimes verdades. Cabe a nosotros comprenderlo y
secundarlo en la obra de la regeneración.»
Esta carta es del Sr. Georges, del cual hemos hablado en nuestro
primer número. No podemos sino felicitarlo por sus progresos en
la Doctrina; la visión elevada que él desarrolla muestra que la
comprende bajo su verdadero punto de vista; para él no se resume en
la creencia en los Espíritus y en sus manifestaciones: es toda una
filosofía. Nosotros admitimos, como él, que entramos en el período
psicológico, y las razones que nos da son perfectamente
racionales, sin creer, no obstante, que el período científico haya
dicho su última palabra; al contrario, creemos que nos reserva
muchos otros prodigios. Estamos en una época de transición,
donde los caracteres de ambos períodos se confunden.
Los conocimientos que los Antiguos poseían sobre las
manifestaciones de los Espíritus, de ninguna manera serían un
argumento contra la idea del período psicológico que se prepara. En
efecto, notemos que en la Antigüedad esos conocimientos estaban
circunscriptos a un círculo estrecho de hombres de élite; al respecto,
el pueblo sólo tenía ideas falseadas por los prejuicios y desfiguradas
por el charlatanismo de los sacerdotes, que se servían de las mismas
como un medio de dominación. Como lo hemos dicho en otra
parte, esos conocimientos nunca se han perdido y las
manifestaciones siempre se han producido; pero ellos han
permanecido en el estado de hechos aislados, porque
indudablemente el tiempo para comprenderlos no había llegado. Lo
que hoy sucede tiene un carácter totalmente diferente: las
manifestaciones son generales; sacuden a la sociedad desde lo más
bajo hasta lo más alto. Los Espíritus no enseñan más en los recintos
misteriosos de los templos inaccesibles al vulgo. Esos hechos
suceden en plena luz; hablan a todos un lenguaje inteligible por
todos; por lo tanto, todo anuncia una nueva fase para la Humanidad
desde el punto de vista moral.