Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Novena clase. ESPÍRITUS IMPUROS – Tienen inclinación hacia el mal y hacen de éste el objeto de sus preocupaciones. Como Espíritus, dan consejos pérfidos, promueven la discordia y la desconfianza y, para engañar mejor, adoptan todas las máscaras. Se vinculan a los caracteres bastante débiles capaces de ceder a sus sugestiones, a fin de arrastrarlos hacia la perdición, y están satisfechos cuando consiguen retardar su adelanto al hacerlos sucumbir en las pruebas que enfrentan. En las manifestaciones se los reconoce por su lenguaje; la trivialidad y la grosería de sus expresiones, tanto entre los Espíritus como entre los hombres, son siempre un indicio de inferioridad moral y hasta intelectual. Sus comunicaciones revelan la bajeza de sus inclinaciones, y si quieren inducir a engaño hablando de una manera sensata, no pueden desempeñar su papel por mucho tiempo y terminan siempre por delatar su origen. Ciertos pueblos han hecho de ellos divinidades maléficas, y otros los designan con los nombres de demonios, genios malos o Espíritus del mal. Los seres vivos a quienes animan, cuando están encarnados, tienen inclinación hacia todos los vicios que engendran las pasiones viles y degradantes: el sensualismo, la crueldad, la bellaquería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia. Hacen el mal por el placer de hacerlo –muy a menudo sin motivos–, y por odio al bien escogen casi siempre sus víctimas entre las personas honradas. Son flagelos para la Humanidad, sea cual fuere la clase social a que pertenezcan, y el barniz de la civilización no los libra del oprobio y de la ignominia.