Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Uno de los escollos que presentan las comunicaciones espíritas es el de los Espíritus impostores que pueden inducir al error sobre su identidad y que, al abrigo de un nombre respetable, intentan pasar los más groseros absurdos. En muchas ocasiones hemos explicado sobre este peligro, que deja de serlo para cualquiera que examine, a la vez, la forma y el fondo del lenguaje de los seres invisibles con los cuales esté en comunicación. No podemos repetir aquí lo que hemos dicho sobre ese tema; léase atentamente al respecto en esta Revista, en El Libro de los Espíritus y en nuestras Instrucciones Prácticas, * y se verá que nada es más fácil que precaverse contra semejantes fraudes, por poco de buena voluntad que en esto se ponga. Reproducimos solamente la siguiente comparación que habíamos citado en alguna parte: «Suponed que en un cuarto vecino al que estáis se encuentren varios individuos que no conocéis, que no podéis ver, pero que escucháis perfectamente; ¿no sería fácil reconocer su conversación, si son ignorantes o sabios, personas honestas o malhechores, hombres serios o atolondrados, gente de buena compañía o sujetos groseros?»

Tomemos otra comparación sin salir de nuestra humanidad material: Supongamos que un hombre se os presente con el nombre de un distinguido literato; ante ese nombre, lo recibís al principio con toda la debida consideración a su supuesto mérito; pero si él se expresa como un hombre grosero, reconoceréis inmediatamente sus intenciones y lo expulsaréis como a un impostor.

Sucede lo mismo con los Espíritus: se los reconoce por su lenguaje; el de los Espíritus superiores es siempre digno y en armonía con la sublimidad de los pensamientos; nunca la trivialidad mancha la pureza. La grosería y la bajeza de las expresiones sólo pertenecen a los Espíritus inferiores. Todas las cualidades y todas las imperfecciones de los Espíritus se revelan por su lenguaje, y con razón se les puede aplicar este adagio de un célebre escritor: El estilo es el hombre.

Estas reflexiones nos son sugeridas por un artículo que encontramos en el Spiritualiste de la Nouvelle-Orléans del mes de diciembre de 1857. Es una conversación que se estableció, a través de un médium, entre dos Espíritus, uno dándose el nombre de Padre Ambrosio y el otro el de Clemente XIV. El Padre Ambrosio era un respetable eclesiástico, muerto en Luisiana en el siglo pasado; era un hombre de bien, de gran inteligencia, y que ha dejado un recuerdo venerado.

En este diálogo, donde el ridículo disputa con lo innoble, es imposible confundirse sobre la cualidad de los interlocutores, y es preciso concordar que los Espíritus que han mantenido dicho diálogo han tomado muy pocas precauciones para enmascararse; porque ¿cuál es el hombre de buen sentido que podría un solo instante suponer que el Padre Ambrosio y Clemente XIV hubieran podido rebajarse a tales trivialidades, que se parecen más a una escena burlesca? Comediantes del más bajo nivel que hiciesen una parodia de esos dos personajes, no se expresarían de otro modo.

Estamos persuadidos que el Círculo de Nueva Orleáns –donde sucedió el hecho– lo ha comprendido como nosotros; dudar de esto sería injuriarlos; sólo lamentamos que a la publicación no la hayan hecho seguir de algunas observaciones correctivas, que hubieran impedido a las personas superficiales tomarlo como un modelo de estilo serio del Más Allá. Pero apresurémonos en decir que ese Círculo no tiene apenas comunicaciones de ese género: las hay de muy diferente orden, donde se encuentra toda la sublimidad del pensamiento y de la expresión de los Espíritus superiores.

Hemos pensado que la evocación del verdadero y del falso Padre Ambrosio pudiese ofrecer un asunto útil de observación sobre los Espíritus impostores; en efecto, es lo que ha tenido lugar, así como se puede juzgar por la siguiente conversación:

1. Muerto en Luisiana en el siglo pasado y habiendo dejado un recuerdo venerado, ruego a Dios Todopoderoso que permita al verdadero Padre Ambrosio, en Espíritu, comunicarse con nosotros. – Resp. Estoy aquí.

2. ¿Quisierais decirnos si realmente vos habéis mantenido la conversación relatada en el Spiritualiste de la Nouvelle-Orléans con Clemente XIV, y cuya lectura hemos hecho en nuestra última sesión? –Resp. Lamento por los hombres que han sido engañados por los Espíritus, de los cuales también me compadezco.

3. ¿Cuál es el Espíritu que ha tomado vuestro nombre? –Resp. Un Espíritu farsante.

4. Y el interlocutor, ¿era realmente Clemente XIV? –Resp. Era un Espíritu simpático al que había tomado mi nombre.

5. ¿Cómo pudisteis haber permitido que se hayan dicho semejantes cosas en vuestro nombre, y por qué no habéis venido a desenmascarar a los impostores? –Resp. Porque no siempre puedo impedir a los hombres y a los Espíritus que se diviertan.

6. Concebimos esto para los Espíritus; pero con respecto a las personas que han recibido esas palabras, son personas serias y que de ninguna manera buscaban divertirse. –Resp. Con más razón: ellos deberían haber pensado que tales palabras sólo podrían ser el lenguaje de Espíritus burlones.

7. ¿Por qué los Espíritus no enseñan en Nueva Orleáns principios en todos los puntos idénticos a los que enseñan aquí? –Resp. La Doctrina que os es dictada pronto les servirá; no habrá más que una.

8. Puesto que esta Doctrina debe ser enseñada allí más adelante, nos parece que si lo hubiera sido inmediatamente anticiparía el progreso y habría evitado, en el pensamiento de algunos, una lamentable incertidumbre. –Resp. Los caminos de Dios son a menudo impenetrables; ¿no existen otras cosas que os parecían incomprensibles en los medios que Él emplea para llegar a sus fines? Es preciso que el hombre se ejercite en distinguir lo verdadero de lo falso, pero todos no podrían recibir la luz súbitamente sin ser encandilados.

9. ¿Quisierais decirnos, os lo ruego, vuestra opinión personal sobre la reencarnación? –Resp. Los Espíritus son creados ignorantes e imperfectos: una sola encarnación no puede serles suficiente para aprender todo; es preciso que se reencarnen para progresar con las bondades que Dios les destina.

10. ¿Puede la reencarnación tener lugar en la Tierra o solamente en otros globos? –Resp. La reencarnación se da según el progreso del Espíritu, en mundos más o menos perfectos.

11. Esto no nos dice claramente si puede tener lugar en la Tierra. – Resp. Sí, puede tener lugar en la Tierra; y si el Espíritu la pide como misión, eso debe ser más meritorio para él que pedir avanzar más rápido en mundos más perfectos.

12. Rogamos a Dios Todopoderoso que permita al Espíritu que ha tomado el nombre del Padre Ambrosio comunicarse con nosotros. – Resp. Estoy aquí, pero no queráis confundirme.

13. ¿Eres tú realmente el Padre Ambrosio? En el nombre de Dios, te intimo a decir la verdad. –Resp. No.

14. ¿Qué piensas de lo que has dicho en su nombre? –Resp. Pienso como pensaban los que me escucharon.

15. ¿Por qué te has servido de un nombre respetable para decir semejantes tonterías? –Resp. A nuestros ojos los nombres no son nada: las obras lo son todo; como se podía ver lo que yo era por lo que yo decía, no le atribuí consecuencias a la usurpación de este nombre.

16. ¿Por qué en nuestra presencia no mantienes tu impostura? – Resp. Porque mi lenguaje es una piedra de toque con la cual no podéis engañaros.

Nota – Varias veces se nos ha dicho que la impostura de ciertos Espíritus es una prueba para nuestro juicio; es una especie de tentación que Dios permite para que, como lo ha dicho el Padre Ambrosio, el hombre pueda ejercitarse en distinguir lo verdadero de lo falso.

17. Y tu compañero Clemente XIV, ¿qué piensas de él? –Resp. Él no es mejor que yo; ambos tenemos necesidad de indulgencia.

18. En el nombre de Dios Todopoderoso, te pido que vengas. – Resp. Estoy aquí desde que está el falso Padre Ambrosio.

19. ¿Por qué has abusado de la credulidad de personas respetables, para dar una falsa idea de la Doctrina Espírita? –Resp. ¿Por qué estamos inclinados a faltas? Porque no somos perfectos.

20. ¿Ambos no pensasteis que un día vuestra bellaquería sería descubierta, y que los verdaderos Padre Ambrosio y Clemente XIV no habrían de expresarse como vosotros lo habéis hecho? –Resp. Las bellaquerías ya fueron descubiertas y castigadas por Aquel que nos creó.

21. ¿Sois de la misma clase que los Espíritus a los que llamamos golpeadores? –Resp. No, porque aún es preciso tener razonamiento para hacer lo que hicimos en Nueva Orleáns.

22. (Al verdadero Padre Ambrosio.) ¿Os ven aquí estos Espíritus impostores? –Resp. Sí, y sufren al verme.

23. Estos Espíritus ¿son errantes o reencarnados? –Resp. Errantes; ellos no son lo bastante perfectos como para desprenderse si estuviesen encarnados.

24. Y vos, Padre Ambrosio, ¿en qué estado estáis? –Resp. Encarnado en un mundo feliz y sin nombre para vosotros.

25. Nosotros os agradecemos los esclarecimientos que habéis tenido a bien darnos; ¿tendríais la bondad de venir otras veces entre nosotros, para decirnos algunas buenas palabras y darnos un dictado que pueda mostrar la diferencia entre vuestro estilo y el de aquel que había tomado vuestro nombre? –Resp. Estoy con aquellos que quieren el bien dentro de la verdad.

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* Obra agotada, reemplazada por El Libro de los Médiums. [Nota de Allan Kardec.]