Los banquetes magnéticos
El 26 de mayo, aniversario de nacimiento de Mesmer, han tenido lugar los
dos banquetes anuales que reúnen a la élite de los magnetizadores de París y a
los adeptos del extranjero que a ellos se juntan. Nosotros siempre nos hemos
preguntado por qué esta solemnidad conmemorativa es celebrada por dos
banquetes rivales, donde cada facción bebe a la salud de la otra y donde, sin
resultado, se hacen brindis por la unión. Cuando uno está allí, parece que están
bien cerca de entenderse. Entonces, ¿por qué una escisión entre hombres que
se consagran al bien de la Humanidad y al culto de la verdad? ¿No se les
presenta la verdad bajo el mismo aspecto? ¿Tienen ellos dos maneras de
entender el bien a la Humanidad? ¿Están divididos sobre los principios de su
ciencia? De ningún modo; ellos tienen las mismas creencias; tienen el mismo
maestro que es Mesmer. Si ese maestro, cuya memoria invocan, viene –como
lo creemos– a atender a su llamado, debe sufrir al ver la desunión entre sus
discípulos. Felizmente esta desunión no engendrará guerras como las que, en
el nombre del Cristo, han ensangrentado el mundo para la eterna vergüenza de
los que se decían cristianos. Pero esta guerra, por más inofensiva que sea, y
aunque se limite a golpes de pluma y a beber cada uno por su lado, no es por
eso menos lamentable; nos gustaría de ver a los hombres de bien unidos en un
mismo sentimiento de confraternidad; con esto, la ciencia magnética ganaría
en progreso y en consideración.
Puesto que ambas facciones no están divididas por divergencias
doctrinarias, ¿en qué consiste, entonces, su antagonismo? Sólo podemos ver la
causa de esto en las susceptibilidades inherentes a la imperfección de nuestra
naturaleza, y de la cual los hombres –incluso los superiores– no siempre están
exentos. En todos los tiempos el genio de la discordia ha agitado su antorcha
sobre la Humanidad; es decir, que desde el punto de vista espírita los Espíritus
inferiores, envidiosos de la felicidad de los hombres, encuentran entre ellos un
acceso muy fácil; felices aquellos que tienen bastante fuerza moral para
rechazar sus sugestiones.
Se nos había hecho el honor de invitarnos a las dos reuniones; como tenían
lugar simultáneamente, y porque aún no somos sino un Espíritu muy
materialmente encarnado, no teniendo el don de ubicuidad, sólo hemos podido
atender a una única de esas atentas invitaciones, la que era presidida por el Dr.
Duplanty. Debemos decir que los adeptos del Espiritismo no estaban allí en
mayoría; no obstante, constatamos
con placer que, excepto algunas pequeñas tonterías ofrecidas a los Espíritus en
espirituosas coplas cantadas por el Sr. Jules Lovi, y en aquellos no menos
divertidos cantos del Sr. Fortier –que obtuvo los honores de un bis–, la
Doctrina Espírita no ha sido por parte de nadie objeto de esas críticas
inconvenientes, de las cuales ciertos adversarios no dejan faltar, a pesar de la
educación de la cual ellos se jactan.
Lejos de eso, en un discurso notable y justamente aplaudido, el Dr.
Duplanty ha proclamado abiertamente el respeto que se debe tener por las
creencias sinceras, aun cuando no se las comparta. Sin pronunciarse a favor o
en contra del Espiritismo, sabiamente ha hecho observar que los fenómenos
del magnetismo, revelándonos una fuerza hasta ahora desconocida, deben
volvernos aún más circunspectos para con los que pueden revelarse todavía, y
que al menos sería imprudencia negar lo que no se comprende o lo que no se
ha constatado, sobre todo cuando se apoyan en la autoridad de hombres
honorables, cuyas luces y lealtad no podrían ponerse en duda. Estas palabras
son sabias, y nosotros se las agradecemos al Sr. Duplanty; ellas contrastan
singularmente con las de ciertos adeptos del Magnetismo que sin
consideración esparcen el ridículo sobre una doctrina que confiesan
desconocer, olvidando que ellos mismos han sido en otros tiempos blanco de
los sarcasmos; ellos también han sido mandados a los manicomios y
perseguidos por los escépticos como los enemigos del buen sentido y de la
religión. Hoy que el Magnetismo está rehabilitado por la fuerza de las cosas,
que de él no se ríen más y que sin temor uno puede confesarse magnetizador,
es poco digno y poco caritativo para ellos usar de represalias hacia una ciencia
–hermana de la suya– que no puede prestarle sino un benéfico apoyo.
Nosotros no atacamos a los hombres, dicen ellos; sólo nos reímos de aquello
que nos parece ridículo, hasta que la luz se haga para nosotros. En nuestra
opinión la ciencia magnética, ciencia que nosotros mismos profesamos hace
35 años, deberá ser inseparable de la seriedad; nos parece que a su locuacidad
satírica no le falta asunto en este mundo, no necesitando tomar como blanco a
las cosas serias. Olvidan, pues, que se ha tenido para con ellos el mismo
lenguaje; que ellos mismos también acusaban a los incrédulos de juzgar a la
ligera, y que decían, como nosotros lo hacemos a nuestro turno: «¡Paciencia!
¡El que ríe último ríe mejor!»
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ERRATA
En la Revista Espírita de mayo de 1858 (Nº V), una falta tipográfica ha desnaturalizado
un nombre propio que, por esto mismo, ha perdido su sentido. En la página 141 (respuesta
a la pregunta Nº 25),
174 en lugar de Poryolise, leer: Pergolesi.
ALLAN KARDEC