Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Los banquetes magnéticos

El 26 de mayo, aniversario de nacimiento de Mesmer, han tenido lugar los dos banquetes anuales que reúnen a la élite de los magnetizadores de París y a los adeptos del extranjero que a ellos se juntan. Nosotros siempre nos hemos preguntado por qué esta solemnidad conmemorativa es celebrada por dos banquetes rivales, donde cada facción bebe a la salud de la otra y donde, sin resultado, se hacen brindis por la unión. Cuando uno está allí, parece que están bien cerca de entenderse. Entonces, ¿por qué una escisión entre hombres que se consagran al bien de la Humanidad y al culto de la verdad? ¿No se les presenta la verdad bajo el mismo aspecto? ¿Tienen ellos dos maneras de entender el bien a la Humanidad? ¿Están divididos sobre los principios de su ciencia? De ningún modo; ellos tienen las mismas creencias; tienen el mismo maestro que es Mesmer. Si ese maestro, cuya memoria invocan, viene –como lo creemos– a atender a su llamado, debe sufrir al ver la desunión entre sus discípulos. Felizmente esta desunión no engendrará guerras como las que, en el nombre del Cristo, han ensangrentado el mundo para la eterna vergüenza de los que se decían cristianos. Pero esta guerra, por más inofensiva que sea, y aunque se limite a golpes de pluma y a beber cada uno por su lado, no es por eso menos lamentable; nos gustaría de ver a los hombres de bien unidos en un mismo sentimiento de confraternidad; con esto, la ciencia magnética ganaría en progreso y en consideración.

Puesto que ambas facciones no están divididas por divergencias doctrinarias, ¿en qué consiste, entonces, su antagonismo? Sólo podemos ver la causa de esto en las susceptibilidades inherentes a la imperfección de nuestra naturaleza, y de la cual los hombres –incluso los superiores– no siempre están exentos. En todos los tiempos el genio de la discordia ha agitado su antorcha sobre la Humanidad; es decir, que desde el punto de vista espírita los Espíritus inferiores, envidiosos de la felicidad de los hombres, encuentran entre ellos un acceso muy fácil; felices aquellos que tienen bastante fuerza moral para rechazar sus sugestiones.

Se nos había hecho el honor de invitarnos a las dos reuniones; como tenían lugar simultáneamente, y porque aún no somos sino un Espíritu muy materialmente encarnado, no teniendo el don de ubicuidad, sólo hemos podido atender a una única de esas atentas invitaciones, la que era presidida por el Dr. Duplanty. Debemos decir que los adeptos del Espiritismo no estaban allí en mayoría; no obstante, constatamos con placer que, excepto algunas pequeñas tonterías ofrecidas a los Espíritus en espirituosas coplas cantadas por el Sr. Jules Lovi, y en aquellos no menos divertidos cantos del Sr. Fortier –que obtuvo los honores de un bis–, la Doctrina Espírita no ha sido por parte de nadie objeto de esas críticas inconvenientes, de las cuales ciertos adversarios no dejan faltar, a pesar de la educación de la cual ellos se jactan.

Lejos de eso, en un discurso notable y justamente aplaudido, el Dr. Duplanty ha proclamado abiertamente el respeto que se debe tener por las creencias sinceras, aun cuando no se las comparta. Sin pronunciarse a favor o en contra del Espiritismo, sabiamente ha hecho observar que los fenómenos del magnetismo, revelándonos una fuerza hasta ahora desconocida, deben volvernos aún más circunspectos para con los que pueden revelarse todavía, y que al menos sería imprudencia negar lo que no se comprende o lo que no se ha constatado, sobre todo cuando se apoyan en la autoridad de hombres honorables, cuyas luces y lealtad no podrían ponerse en duda. Estas palabras son sabias, y nosotros se las agradecemos al Sr. Duplanty; ellas contrastan singularmente con las de ciertos adeptos del Magnetismo que sin consideración esparcen el ridículo sobre una doctrina que confiesan desconocer, olvidando que ellos mismos han sido en otros tiempos blanco de los sarcasmos; ellos también han sido mandados a los manicomios y perseguidos por los escépticos como los enemigos del buen sentido y de la religión. Hoy que el Magnetismo está rehabilitado por la fuerza de las cosas, que de él no se ríen más y que sin temor uno puede confesarse magnetizador, es poco digno y poco caritativo para ellos usar de represalias hacia una ciencia –hermana de la suya– que no puede prestarle sino un benéfico apoyo. Nosotros no atacamos a los hombres, dicen ellos; sólo nos reímos de aquello que nos parece ridículo, hasta que la luz se haga para nosotros. En nuestra opinión la ciencia magnética, ciencia que nosotros mismos profesamos hace 35 años, deberá ser inseparable de la seriedad; nos parece que a su locuacidad satírica no le falta asunto en este mundo, no necesitando tomar como blanco a las cosas serias. Olvidan, pues, que se ha tenido para con ellos el mismo lenguaje; que ellos mismos también acusaban a los incrédulos de juzgar a la ligera, y que decían, como nosotros lo hacemos a nuestro turno: «¡Paciencia! ¡El que ríe último ríe mejor!»

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ERRATA

En la Revista Espírita de mayo de 1858 (Nº V), una falta tipográfica ha desnaturalizado un nombre propio que, por esto mismo, ha perdido su sentido. En la página 141 (respuesta a la pregunta Nº 25), 174 en lugar de Poryolise, leer: Pergolesi.

ALLAN KARDEC