Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Hemos extraído el siguiente pasaje de la carta de uno de nuestros suscriptores.

«... Hace algunos años he perdido una esposa buena y virtuosa y, a pesar de los seis hijos que me ha dejado, me encontraba en un aislamiento completo, cuando escuché hablar de las manifestaciones espíritas. Poco después yo estaba en medio de un pequeño Círculo de buenos amigos que todas las noches se ocupaban de este objeto. Entonces, en las comunicaciones que hemos obtenido, he aprendido que la verdadera vida no está en la Tierra, sino en el mundo de los Espíritus; que mi Clémence se encontraba allí feliz y que, como los otros, trabajaba para la felicidad de aquellos que había conocido en este mundo. Ahora bien, he aquí el punto sobre el cual deseo ardientemente ser esclarecido por vos.

«Le he dicho una noche a mi Clémence: Mi querida amiga, a pesar de todo nuestro amor, ¿por qué sucedía de no siempre ver las cosas de la misma manera en las diferentes circunstancias de nuestra vida en común, y por qué éramos frecuentemente forzados a hacernos mutuas concesiones para vivir en buena armonía?

«Ella me ha respondido esto: Amigo mío, nosotros éramos personas buenas y honestas; hemos vivido juntos y podemos decir que de la mejor manera posible en esta Tierra de pruebas; pero no éramos nuestras mitades eternas. Estas uniones son raras en la Tierra; aunque puedan ser encontradas, son un gran favor de Dios; los que tienen esa felicidad sienten alegrías que te son desconocidas.

«¿Puedes decirme –le repliqué– si ves a tu mitad eterna? –Sí, dijo ella; es un pobre diablo que vive en Asia; él no podrá unirse a mí sino hasta dentro de años (según vuestra manera de contar). – ¿Estaréis unidos en la Tierra o en otro mundo? –En la Tierra. Pero escucha: yo no puedo describirte bien la felicidad de los seres así unidos; voy a pedir a Eloísa y a Abelardo que consientan en informarte.

«–Entonces, señor, estos seres dichosos vinieron a hablarnos de esa felicidad indescriptible. “Por nuestra voluntad –dijeron–, dos no hacen sino uno; viajamos en los espacios; disfrutamos de todo; nos amamos con un amor sin fin, por encima del cual sólo existe el amor de Dios y de los seres perfectos. Vuestras mayores alegrías no valen una sola de nuestras miradas, ni uno sólo de nuestros abrazos”.

«El pensamiento de las mitades eternas me regocija. Parece que Dios, al crear la Humanidad, la hizo doble, y les ha dicho, al separar las dos mitades de una misma alma: Id por los mundos y buscad las encarnaciones. Si hiciereis el bien, el viaje será corto y os permitiré uniros; si fuere de otro modo, pasarán siglos antes que podáis disfrutar de esta felicidad. Tal es –me parece– la causa principal del movimiento instintivo que lleva a la Humanidad a buscar la felicidad, la cual uno no comprende y no se da el tiempo de comprender.

«Señor, deseo fervientemente ser esclarecido sobre esta teoría de las mitades eternas y me sentiré feliz en encontrar una explicación al respecto en uno de vuestros próximos números...»

Al ser interrogados sobre este punto, Abelardo y Eloísa nos han dado las siguientes respuestas:

Preg. ¿Han sido las almas creadas dobles? –

Resp. Si hubieran sido creadas dobles, las simples serían imperfectas.

Preg. ¿Es posible que dos almas puedan unirse en la eternidad y formar un todo? –

Resp. No.

Preg. Tú y Eloísa ¿formabais, desde el origen, dos almas bien distintas? –Resp. Sí.

Preg. ¿Formáis todavía, en este momento, dos almas distintas? –

Resp. Sí, pero siempre unidas.

Preg. ¿Se encuentran todos los hombres en las mismas condiciones? –

Resp. Según sean más o menos perfectos.

Preg. ¿Están destinadas todas las almas a reunirse un día con otra alma? –

Resp. Cada Espíritu tiene la tendencia a buscar un otro Espíritu que le sea semejante; tú llamas a esto de simpatía.

Preg. ¿Hay en esta unión una condición de sexo? –

Resp. Los Espíritus no tienen sexo. Tanto para complacer el deseo de nuestro suscriptor como para nuestra propia instrucción, hemos dirigido las siguientes preguntas al Espíritu san Luis:

1. Las almas que deben reunirse, ¿están predestinadas a esta unión desde su origen, y cada uno de nosotros tiene en alguna parte del Universo su mitad, a la cual un día estará fatalmente unido? –Resp. No. No existe una unión particular y fatal entre dos almas. La unión existe entre todos los Espíritus, pero en grados diferentes, según el rango que ocupen, es decir, según la perfección que han adquirido: cuanto más perfectos, más unidos. De la discordia nacen todos los males humanos; de la concordia resulta la felicidad completa.

2. ¿En qué sentido se debe entender la palabra mitad, de la cual ciertos Espíritus se sirven a menudo para designar a los Espíritus simpáticos? –Resp. La expresión es inexacta; si un Espíritu fuera la mitad del otro, separado de éste, sería incompleto.

3. Dos Espíritus perfectamente simpáticos, una vez reunidos ¿lo son para la eternidad, o pueden separarse y unirse a otros Espíritus? –Resp. Todos los Espíritus están unidos entre sí; hablo de aquellos que han llegado a la perfección. En las esferas inferiores, cuando un Espíritu se eleva, no es más simpático con aquellos que ha dejado.

4. Dos Espíritus simpáticos, ¿son el complemento uno del otro, o esta simpatía es el resultado de una perfecta identidad? –Resp. La simpatía que atrae un Espíritu al otro es el resultado de la perfecta concordancia de sus tendencias, de sus instintos; si uno tuviera que completar al otro, perdería su individualidad.

5. La identidad necesaria para la simpatía perfecta, ¿no consiste en la similitud de pensamientos y de sentimientos, o bien en la uniformidad de los conocimientos adquiridos? –Resp. En la igualdad de los grados de elevación.

6. Los Espíritus que no son simpáticos hoy, ¿pueden serlo más adelante? –Resp. Sí, todos lo serán. De esta manera, el Espíritu que hoy se encuentra en una esfera inferior, al perfeccionarse llegará a la esfera donde reside el otro. Su reencuentro tendrá lugar más prontamente si el Espíritu más elevado, al soportar mal las pruebas a que se ha sometido, permanece en el mismo estado.

7. Dos Espíritus simpáticos ¿pueden dejar de serlo? –Resp. Ciertamente, si uno fuere perezoso. Estas respuestas resuelven perfectamente la cuestión. La teoría de las mitades eternas es una figura que describe la unión de dos Espíritus simpáticos; inclusive es una expresión usada en el lenguaje común, al hablar de dos esposos, y que no es necesario tomar al pie de la letra; los Espíritus que se han servido de la misma, seguramente no pertenecen al orden más elevado; la esfera de sus ideas es necesariamente limitada y han expresado su pensamiento con los términos que habrían usado durante su existencia corporal. Por lo tanto, es preciso rechazar esta idea de que dos Espíritus creados el uno para el otro deban fatalmente un día unirse en la eternidad, después de haber estado separados durante un lapso de tiempo más o menos largo.