Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Cuando aparecieron los primeros fenómenos espíritas, algunas personas pensaron que este descubrimiento (si lo podemos llamar así) iba asestar un golpe fatal al Magnetismo, y que de ello resultaría como con los inventos, donde el más perfeccionado hace olvidar a su antecesor. Este error no tardó en disiparse y rápidamente se reconoció el parentesco próximo de estas dos ciencias. En efecto, ambas son basadas en la existencia y en la manifestación del alma, y lejos de combatirse, pueden y deben prestarse mutuo apoyo: ellas se completan y se explican entre sí. Sus respectivos adeptos difieren, no obstante, en algunos puntos: ciertos magnetistas * aún no admiten la existencia o, por lo menos, la manifestación de los Espíritus; creen que pueden explicarlo todo por la sola acción del fluido magnético, opinión que nosotros nos limitamos a constatar, reservándonos para debatirla más adelante.Nosotros mismo la hemos compartido al principio; pero, como tantos otros, hemos tenido que rendirnos a la evidencia de los hechos. Al contrario, todos los adeptos del Espiritismo adhieren al magnetismo; todos admiten su acción y reconocen en los fenómenos sonambúlicos una manifestación del alma. Además, esta oposición se debilita a cada día, y es fácil prever que no está lejano el tiempo donde cualquier distinción habrá cesado. Esta divergencia de opiniones no tiene nada que deba sorprender. En el comienzo de una ciencia aún tan nueva, es muy común que cada uno, al encarar la cuestión desde su punto de vista, se haya formado una idea diferente. Las ciencias más positivas han tenido –y aún tienen– sus partidarios que sostienen con ardor teorías contrarias; los estudiosos han levantado escuelas contra escuelas, banderas contra banderas y, muy a menudo para su dignidad, su polémica se ha vuelto irritante y agresiva a raíz del amor propio herido, porque ha salido de los límites de un sabio debate. Esperemos que los adeptos del Magnetismo y del Espiritismo, mejor inspirados, no den al mundo el escándalo de discusiones muy poco edificantes y siempre fatales a la propagación de la verdad, de cualquier lado que ella esté. Se puede tener una opinión, sostenerla y debatirla; pero el medio de esclarecerse no es el de difamar, procedimiento muy poco digno de hombres serios, que se vuelven innobles si el interés personal está en juego.

El Magnetismo ha preparado los caminos al Espiritismo, y los rápidos progresos de esta última Doctrina son indiscutiblemente debidos a la divulgación de las ideas de la primera. De los fenómenos magnéticos, del sonambulismo y del éxtasis a las manifestaciones espíritas hay sólo un paso; su conexión es tal que, por así decirlo, es imposible hablar de uno sin hablar del otro. Si tuviéramos que permanecer fuera de la ciencia magnética, nuestro cuadro estaría incompleto, y se lo podría comparar a un profesor de Física que se abstuviese de hablar de la luz. Sin embargo, como el Magnetismo ya tiene entre nosotros órganos especiales justamente acreditados, sería superfluo insistir sobre un tema tratado con la superioridad del talento y de la experiencia; por lo tanto, no hablaremos sino accesoriamente, pero lo suficiente como para mostrar las íntimas relaciones de dos ciencias que, en realidad, no son más que una.

Debíamos a nuestros lectores esta profesión de fe, a la que damos término rindiendo un justo homenaje a los hombres de convicción que, arrostrando el ridículo, los sarcasmos y los sinsabores, se han consagrado valientemente a la defensa de una causa enteramente humanitaria. Sea cual fuere la opinión de los contemporáneos, ésta correrá por su cuenta –opinión que es siempre más o menos el reflejo de vivas pasiones–, pero la posteridad les hará justicia; ella colocará los nombres del barón Du Potet, director del Journal du Magnétisme (Periódico del Magnetismo), del Sr. Millet, director de la Union magnétique (Unión Magnética), al lado de sus ilustres antecesores: el marqués de Puységur y el emérito Deleuze. Gracias a sus perseverantes esfuerzos, el Magnetismo –que se ha vuelto popular– ha puesto un pie en la Ciencia oficial,donde ya se habla de él en voz baja. Esta palabra ha entrado en el lenguaje usual; ya no amedrenta más, y cuando alguien se dice magnetizador, ya no se le ríen en la cara.

ALLAN KARDEC


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* El magnetizador es el que practica el magnetismo; magnetista se dice de aquel que adopta sus principios. Se puede ser magnetista sin ser magnetizador, pero no se puede ser magnetizador sin ser magnetista. [Nota de Allan Kardec.]