Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Continuamos citando el opúsculo del Sr. Blanck, redactor del Journal de Bergzabern. *

«Los hechos que vamos a relatar han tenido lugar del viernes 4 al miércoles 9 de marzo de 1853; después, nada semejante se produjo. En esta época, Philippine no dormía más en el cuarto que conocemos: su cama había sido transferida a la pieza vecina, donde todavía se encuentra ahora. Las manifestaciones han tomado tal carácter de extrañeza que es imposible admitir la explicación de esos fenómenos por la intervención de los hombres. Además, son tan diferentes de las que fueron observadas anteriormente, que todas las primeras suposiciones se han desmoronado.

Se sabe que en el cuarto donde dormía la niña, las sillas y los otros muebles habían sido frecuentemente derribados, y que las ventanas se abrían con estruendo bajo golpes redoblados. Desde hace cinco semanas ella se encuentra en el cuarto común, donde –una vez llegada la noche y hasta el día siguiente– hay siempre luz; por lo tanto, se puede ver perfectamente lo que allí pasa. He aquí el hecho que ha sido observado el viernes 4 de marzo.

Philippine no estaba todavía acostada; se encontraba en medio de un cierto número de personas que conversaban sobre el Espíritu golpeador, cuando de repente el cajón de una mesa muy grande y muy pesada, ubicada en el cuarto, fue tirado y empujado con gran ruido y con una rapidez extraordinaria. Los asistentes se quedaron muy sorprendidos con esta nueva manifestación; en el mismo momento la propia mesa se puso en movimiento en todos los sentidos y se dirigió hacia la chimenea, cerca de la cual Philippine estaba sentada. Perseguida –por así decirlo– por este mueble, ella debió dejar su lugar y huir hacia el centro del cuarto; pero la mesa se volvió en esta dirección y se detuvo a medio pie de la pared. Fue colocada en su lugar habitual, de donde no se movió más; pero las botas que se encontraban debajo, y que todos pudieron ver, fueron lanzadas al centro del cuarto, con gran espanto de las personas presentes. Uno de los cajones comenzó a deslizarse por sus correderas, abriéndose y cerrándose por dos veces, al principio muy rápidamente y después más lentamente; cuando estaba completamente abierto, fue sacudido con estruendo. Un paquete de tabaco dejado sobre la mesa cambiaba de lugar a cada instante. Los golpes y las raspaduras se hacían escuchar en la mesa. Philippine, que por entonces gozaba de una muy buena salud, se encontraba en medio de la reunión y de ninguna manera parecía inquieta con todas esas extrañezas que se repetían a cada noche desde el viernes; pero el domingo ellas fueron aún más notables.

El cajón fue varias veces abierto y cerrado violentamente. Después de haber estado en su antiguo dormitorio, Philippine se volvió súbitamente presa de un sueño magnético y se dejó caer en un asiento, donde las raspaduras se hicieron escuchar varias veces. Las manos de la niña estaban en sus rodillas y la silla se movía tanto a la derecha como a la izquierda, hacia adelante y hacia atrás. Se veían levantarse las patas delanteras del asiento, mientras que la silla se balanceaba con un equilibrio sorprendente sobre las patas traseras. Al haber sido Philippine transportada al centro del cuarto, fue más fácil observar ese nuevo fenómeno. Entonces, al dar la orden, la silla giraba, avanzaba o retrocedía más o menos rápido, ya sea en un sentido como en el otro. Durante esta danza singular, los pies de la niña, como paralizados, se arrastraban en el suelo; con gemidos, ella se quejaba de dolores de cabeza, llevando varias veces la mano a su frente; después, al despertarse de repente, se puso a observar hacia todos los lados, no pudiendo comprender su situación: su malestar la había dejado. Ella se acostó; entonces, los golpes y las raspaduras que se habían producido en la mesa se hicieron escuchar en la cama con fuerza y de una manera alegre.

Algún tiempo antes se escucharon los sonidos espontáneos de una campanilla, y esto dio la idea de atarla a la cama; luego comenzó a sonar y a moverse. Lo que sucedió de más curioso en esta circunstancia fue que, al haber sido la cama levantada y desplazada, la campanilla permaneció inmóvil y en silencio. Hacia la medianoche todos los ruidos cesaron y los asistentes se retiraron.

El lunes 15 de mayo, a la noche, se fijó a la cama una campanilla mayor; luego se escuchó un ruido ensordecedor y desagradable. El mismo día, por la tarde, las ventanas y la puerta del dormitorio se abrieron, pero silenciosamente.

Debemos narrar también que la silla en la cual Philippine estaba sentada el viernes y el sábado, al haber sido llevada por su padre al centro del cuarto, parecía mucho más liviana que de costumbre: se diría que una fuerza invisible la sostenía. Al querer empujarla, uno de los asistentes no encontró ninguna resistencia: la silla parecía deslizarse por sí misma sobre el suelo.

El Espíritu golpeador permaneció en silencio durante tres días: jueves, viernes y sábado santos. No fue sino en el día de Pascua que los golpes recomenzaron con campanadas, golpes rítmicos que componían un aria. El 1° de abril las tropas cambiaron de guarnición y dejaron la ciudad con la banda de música al frente. Cuando pasaron delante de la casa de los Senger, el Espíritu golpeador ejecutó en la cama, a su manera, el mismo fragmento musical que se tocaba en la calle. Poco tiempo antes se había escuchado en el cuarto como los pasos de una persona, y como si se hubiera arrojado arena en el piso.

El gobierno del Palatinado se ha preocupado con los hechos que acabamos de narrar, y ha propuesto al Sr. Senger poner a su hija en una casa de salud en Frankenthal, proposición que ha sido aceptada. Hemos sabido que, en su nueva residencia, la presencia de Philippine ha dado lugar a los prodigios de Bergzabern y que los médicos de Frankenthal –tanto como los de nuestra ciudad– no han podido determinar la causa. Además, estamos informados que sólo los médicos tienen acceso a la jovencita. ¿Por qué han tomado esta medida? Lo ignoramos, y no nos permitiremos criticarla; pero si lo que la ha ocasionado no es más que el resultado de alguna circunstancia particular, creemos que podrían haber dejado que se llegase cerca de la interesante niña, si bien no a todos, al menos a las personas recomendables».

Nota – No tuvimos conocimiento de los diferentes hechos que hemos informado sino por el relato publicado por el Sr. Blanck; pero una circunstancia acaba de ponernos en relación con una de las personas que más apareció en todo este caso, y que ha tenido a bien suministrarnos al respecto documentos circunstanciados del más alto interés. Igualmente, a través de la evocación, hemos obtenido explicaciones muy curiosas y muy instructivas sobre este Espíritu golpeador, ya que él mismo se ha manifestado a nosotros. Como esos documentos nos han llegado demasiado tarde, postergaremos su publicación para el próximo número.


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* Debemos la traducción de este interesante opúsculo a la cortesía de uno de nuestros amigos: el Sr. Alfred Pireaux, empleado de la administración de Correos. [Nota de Allan Kardec.]