Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Problemas morales Sobre el Suicidio

Preguntas dirigidas a san Luis por intermedio del Sr. C..., médium psicofónico y vidente, en la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, sesión del 12 de octubre de 1858.

1. ¿Por qué el hombre que tiene la firme intención de suicidarse se rebela ante la idea de ser muerto por otro, y se defendería contra los ataques en el mismo momento en que va a cumplir su propósito? – Resp. Porque el hombre tiene siempre miedo a la muerte; cuando se suicida está sobreexcitado, tiene la cabeza trastornada, y lleva a cabo ese acto sin coraje ni temor y –por así decirlo– sin tener conocimiento de lo que hace, mientras que si tuviese discernimiento no veríais tantos suicidios. El instinto del hombre lo lleva a defender su vida y, durante el tiempo que transcurre entre el instante en que su semejante se aproxima para matarlo y el momento en que el acto es cometido, hay siempre un movimiento de repulsión instintiva de la muerte que lo lleva a rechazar ese fantasma que no es pavoroso sino para el Espíritu culpable. El hombre que se suicida no experimenta ese sentimiento, porque está rodeado de Espíritus que lo instigan, que lo asisten en sus deseos y que le hacen perder completamente el recuerdo de que no es él mismo, o sea, el recuerdo de sus parientes, de aquellos que lo aman y de una otra existencia. En ese momento, el hombre es todo egoísmo.

2. Aquel que está hastiado de la vida, pero que no desea quitársela y quiere que su muerte sirva para algo, ¿es culpable de buscarla en un campo de batalla, defendiendo a su país? –Resp. Siempre. El hombre debe seguir el instinto que le es dado; cualquiera que sea el curso que siga, cualquiera que sea la vida que lleve, está siempre asistido por Espíritus que lo conducen y lo dirigen sin él saberlo; ahora bien, buscar ir en contra de sus consejos es un crimen, puesto que están ahí para dirigirnos y, cuando queremos obrar por nosotros mismos, esos buenos 303 Espíritus están allí para ayudarnos. Pero sin embargo, si el hombre – arrastrado por su propio Espíritu– quiere dejar esta vida, es abandonado, y reconoce su falta más tarde cuando se encuentra obligado a recomenzar otra existencia. Para elevarse, el hombre debe ser puesto a prueba; detener sus actos, poner obstáculos a su libre albedrío sería ir contra Dios y, en este caso, las pruebas se volverían inútiles, ya que los Espíritus no cometerían faltas. El Espíritu ha sido creado simple e ignorante; por lo tanto, para llegar a las esferas felices es necesario que progrese, que se eleve en ciencia y en sabiduría, y no es sino en la adversidad que el Espíritu adquiere la elevación del corazón y comprende mejor la grandeza de Dios.

3. Uno de los asistentes observó que cree ver una contradicción entre estas últimas palabras de san Luis y las precedentes, cuando él ha dicho que el hombre puede ser instigado al suicidio por ciertos Espíritus que a esto lo incitan. En este caso, cedería a un impulso que le sería extraño. –Resp. No hay contradicción. Cuando dije que el hombre instigado al suicidio estaba rodeado de Espíritus que a eso lo incitaban, no hacía referencia a los Espíritus buenos, que hacen todos los esfuerzos para desviarlo de esa idea; esto debería estar sobrentendido; todos nosotros sabemos que tenemos un ángel guardián o, si preferís, un guía familiar. Ahora bien, el hombre tiene su libre albedrío; si a pesar de los buenos consejos que le son dados persevera en esa idea que es un crimen, él la lleva a cabo y en esto es asistido por Espíritus ligeros e impuros que lo rodean, que están felices en ver que al hombre –o Espíritu encarnado– también le falta coraje para seguir los consejos de su buen guía y, a menudo, de los Espíritus de sus parientes muertos que lo rodean, sobre todo en semejantes circunstancias.