Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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SEGUNDO ORDEN – ESPÍRITUS BUENOS

Caracteres generales – Predominio del Espíritu sobre la materia; deseo del bien. Sus cualidades y su poder para hacer el bien están en razón del grado a que han llegado: unos tienen el conocimiento, otros la sabiduría y otros la bondad; los más adelantados reúnen el saber a las cualidades morales. Al no estar aún completamente desmaterializados, conservan más o menos –según su rango– los trazos de la existencia corporal, ya sea en la forma del lenguaje o en sus hábitos, en los que incluso vuelven a encontrarse algunas de sus manías; de otro modo, serían Espíritus perfectos.


Comprenden a Dios y al infinito, y gozan ya de la felicidad de los buenos; son dichosos por el bien que hacen y por el mal que impiden. El amor que los une es para ellos la fuente de una dicha inefable no alterada por la envidia, ni por los remordimientos, ni por ninguna de las malas pasiones que atormentan a los Espíritus imperfectos; pero, aún, todos ellos han de pasar pruebas hasta que alcancen la perfección absoluta.


Como Espíritus, inspiran buenos pensamientos, apartan a los hombres de la senda del mal, protegen durante la vida a los que se hacen dignos de su protección y neutralizan la influencia de los Espíritus imperfectos sobre los que no se complacen en tolerarla.


Como encarnados son buenos y benévolos para con sus semejantes; no están movidos por el orgullo, ni por el egoísmo, ni por la ambición; no sienten odio, rencor, envidia ni celos y hacen el bien por el bien mismo.


A este orden pertenecen los Espíritus designados en las creencias vulgares con los nombres de genios buenos, genios protectores y Espíritus del bien. En tiempos de superstición e ignorancia se ha hecho de ellos divinidades benéficas.


Se los puede igualmente dividir en cuatro grupos principales.



Quinta clase. ESPÍRITUS BENÉVOLOS – Su cualidad dominante es la bondad; se complacen en prestar servicios a los hombres y protegerlos, pero sus conocimientos son limitados: su progreso se ha realizado más en el sentido moral que en el sentido intelectual.



Cuarta clase. ESPÍRITUS ERUDITOS – Lo que especialmente los distingue es la amplitud de sus conocimientos. Se preocupan menos con las cuestiones morales que con las científicas, para las cuales tienen más aptitud; pero sólo encaran la ciencia desde el punto de vista de la utilidad, y en ello no mezclan a ninguna de las pasiones que son propias de los Espíritus imperfectos.



Tercera clase. ESPÍRITUS DE SABIDURÍA – Las cualidades morales del orden más elevado forman su carácter distintivo. Sin tener conocimientos ilimitados, están dotados de una capacidad intelectual que les proporciona un juicio recto acerca de los hombres y de las cosas.



Segunda clase. ESPÍRITUS SUPERIORES – Reúnen el conocimiento, la sabiduría y la bondad. Su lenguaje sólo refleja benevolencia y es constantemente digno, elevado y frecuentemente sublime. Su superioridad los hace más aptos que a los otros para darnos las nociones más justas sobre las cosas del mundo incorpóreo, dentro de los límites de aquello que es permitido al hombre conocer. Se comunican de buen grado con aquellos que de buena fe buscan la verdad y cuyas almas están lo suficientemente desprendidas de los lazos terrestres como para comprenderla; pero se alejan de los que solamente están animados por la curiosidad o a quienes la influencia de la materia desvía de la práctica del bien.


Cuando, por excepción, encarnan en la Tierra, es para cumplir una misión de progreso y, entonces, nos ofrecen el tipo de perfección a la que puede aspirar la Humanidad en este mundo.