Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

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La Esperanza

Me llamo Esperanza; sonrío a vuestra entrada en la vida; os sigo paso a paso y solamente os dejo en los mundos donde se realizan, para vosotros, las promesas de felicidad que escucháis incesantemente susurrar a vuestros oídos. Soy vuestra amiga fiel; no rechacéis mis inspiraciones: yo soy la Esperanza.

Soy yo la que canta a través del ruiseñor y la que entona en las florestas esas notas lastimeras y cadenciosas que os hacen soñar con el Cielo; soy yo la que inspira a la golondrina el deseo de dar calor a sus amores, al abrigo de vuestras moradas; soy la que se regocija con la tenue brisa que acaricia a vuestros cabellos; la que derrama a vuestros pies los suaves perfumes de las flores de vuestros jardines; ¡pero cuán poco pensáis en esta amiga que tanto se dedica a vosotros! No la rechacéis: es la Esperanza.

Tomo todas las formas para acercarme a vosotros: soy la estrella que brilla en el firmamento; soy el cálido rayo de sol que os vivifica; amparo vuestras noches con dulces sueños; expulso lejos de vosotros las funestas preocupaciones y los pensamientos sombríos; guío vuestros pasos hacia el sendero de la virtud; os acompaño en vuestras visitas a los pobres, a los afligidos, a los moribundos y os inspiro con palabras afectuosas que consuelan. No me rechacéis: yo soy la Esperanza.

¡Soy la Esperanza! En el invierno soy yo la que hace crecer, en la corteza de los robles, el musgo espeso con el cual los pajaritos construyen sus nidos; en la primavera soy yo la que corona el manzano y el almendro con flores blancas y rosadas, y las esparce en la tierra como una alfombra celestial que hace aspirar a mundos felices; estoy con vosotros, sobre todo cuando sois pobres y sufridores; mi voz resuena sin cesar en vuestros oídos. No me rechacéis: yo soy la Esperanza.

No me rechacéis, porque el ángel de la desesperación me hace una guerra encarnizada y se agota en vanos esfuerzos por tomar mi lugar junto a vosotros; no siempre soy la más fuerte, y cuando la desesperación os envuelve con sus alas fúnebres, consiguiendo que me aparte, desvía vuestros pensamientos de Dios e os incita al suicidio; uníos a mí para alejar su funesta influencia y dejad que mis brazos os ampare dulcemente, porque yo soy la Esperanza.

FELICIA, hija de la médium.