Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

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Conversaciones del Más Allá

El Sr. Jobard

Después de su muerte, el Sr. Jobard se ha comunicado varias veces en la Sociedad, en las sesiones a las cuales él dice que asiste casi siempre. Antes de proceder a su publicación, preferimos esperar obtener una serie de manifestaciones que formasen un conjunto que permitiera apreciarlas mejor. Teníamos la intención de evocarlo en la sesión del 8 de noviembre, cuando él se anticipó a nuestro deseo, comunicándose espontáneamente. (Véase la noticia necrológica, publicada en la Revista Espírita del mes de diciembre de 1861.)

Dictado espontáneo
(Sociedad Espírita de París, 8 de noviembre de 1861; médium: Sra. de Costel)

Estoy aquí, ya que me ibais a evocar, y quiero manifestarme primeramente a esta médium, que hasta ahora hube solicitado en vano.

Deseo, ante todo, contaros mis impresiones en el momento de la separación de mi alma: sentí un estremecimiento inaudito; de repente recordé mi nacimiento, mi juventud, mi edad madura; toda mi vida se presentó nítidamente en mi memoria. Solamente experimentaba un deseo piadoso de encontrarme en las regiones reveladas por nuestra amada creencia; después, toda esa agitación se apaciguó. Yo estaba libre y el cuerpo yacía inerte. ¡Ah, mis queridos amigos, qué alegría es despojarse del peso del cuerpo! ¡Qué placer es poder abarcar el espacio! Sin embargo, no creáis que de repente me haya convertido en un elegido del Señor; no. Estoy entre los Espíritus que, habiendo aprendido un poco, deben aún aprender mucho más. No demoré en acordarme de vosotros, mis hermanos en el exilio, y os aseguro –con toda mi simpatía– que os envuelvo en mis mejores votos. Luego tuve el poder de comunicarme, y lo habría hecho con esta médium, que teme ser engañada; pero que ella se tranquilice, pues nosotros la amamos.

¿Queréis saber qué Espíritus me han recibido? ¿Cuáles han sido mis impresiones? Amigos míos: han sido todos aquellos que
evocamos, todos los hermanos que han compartido nuestros trabajos. He visto el esplendor, pero no puedo describirlo. Me he dedicado a discernir lo que era verdadero en las comunicaciones, dispuesto a rectificar todas las afirmaciones erróneas; en fin, dispuesto a ser el paladín de la verdad en el Otro Mundo, así como lo he sido en el vuestro. Por consiguiente, hablaremos mucho y esto no es más que un preámbulo para mostrar a la estimada médium mi deseo de ser evocado por ella, y a vos mi buena voluntad para responder a las preguntas que me habréis de dirigir.

JOBARD
Conversación

1. Cuando estabais encarnado nos habíais recomendado que os evocáramos cuando dejaseis la Tierra; lo hacemos ahora, no sólo para acceder a vuestro deseo, sino principalmente para renovar el testimonio de nuestra muy sincera y viva simpatía, y también en interés de nuestra instrucción, porque nadie mejor que vos está en condiciones de darnos informaciones precisas sobre el mundo en el que os encontráis. Por lo tanto, estaríamos felices si consintieseis en responder a nuestras preguntas. –Resp. En este momento lo más importante es vuestra instrucción. En cuanto a vuestra simpatía, puedo sentirla, y no la percibo solamente con los oídos, lo que constituye para mí un gran progreso.

2. Para fijar nuestras ideas, a fin de no hablar vagamente, tanto para la instrucción de las personas ajenas a la Sociedad, como para las que están presentes a la sesión, os preguntaremos primero en qué lugar os encontráis aquí y cómo os veríamos si pudiésemos observaros. –Resp. Estoy junto a la médium; me veríais con la apariencia del mismo Jobard que se sentaba a vuestra mesa, porque vuestros ojos mortales –aún vendados– sólo pueden ver a los Espíritus con su apariencia mortal.

3. ¿Tendríais la posibilidad de haceros visible para nosotros? Y si no podéis hacerlo, ¿qué se opone a ello? –Resp. La disposición que os es propia. Un médium vidente me vería: los otros no.

4. Este lugar es el que ocupabais cuando encarnado, mientras asistíais a nuestras sesiones, sitio que os hemos reservado. Por lo tanto, aquellos que os han visto en él deben suponer que estáis ahí como sucedía por entonces. Si no os encontráis allí con vuestro cuerpo material, estáis con vuestro cuerpo fluídico, que tiene la misma forma; si no os vemos con los ojos del cuerpo, os vemos con los del pensamiento. Si no podéis comunicaros a través de la palabra, podéis hacerlo por medio de la escritura con la ayuda de un intérprete; así, nuestras relaciones con vos no están de modo alguno interrumpidas con vuestra muerte, y podemos conversar tan fácil y completamente como antes. ¿Es exactamente así como suceden las cosas? –Resp. Sí, y vos lo sabéis desde hace mucho tiempo. Ocuparé este lugar a menudo, inclusive sin que lo sepáis, porque mi Espíritu vivirá entre vosotros.

5. No hace mucho tiempo estabais sentado en ese mismo lugar; ¿os parecen extrañas las condiciones en las cuales estáis allí ahora? ¿Qué efecto ha producido en vos este cambio? –Resp. Estas condiciones no me parecen extrañas, porque no sufrí turbación alguna, y mi Espíritu desencarnado goza de una lucidez que no deja en la sombra ninguna de las cuestiones que vislumbre.

6. ¿Recordáis haber estado en estas mismas condiciones antes de vuestra última existencia? ¿Percibisteis algún cambio? –Resp. Recuerdo mis existencias anteriores y constato que he mejorado. Veo y asimilo lo que observo. Por ocasión de mis precedentes encarnaciones, mi Espíritu perturbado no se apercibía de las lagunas terrestres.

7. ¿Recordáis vuestra penúltima existencia, la que precedió a la del Sr. Jobard? –Resp. En mi penúltima existencia he sido un obrero mecánico, atormentado por la miseria y por el deseo de perfeccionar mi trabajo. Como Jobard he realizado los sueños de ese pobre obrero, y agradezco a Dios por su bondad infinita, por haber hecho germinar la planta cuya semilla Él había depositado en mi cerebro.

(11 de noviembre. Sesión particular; médium: Sra. de Costel)
8. Evocación. –Resp. Estoy aquí, encantado por encontrar la ocasión de hablarte (a la médium) y a vosotros también.

9. Nos parece que tenéis una preferencia por esta médium. –Resp. No me lo reprochéis, porque fue necesario que yo desencarnase para testimoniarlo.

10. ¿Ya os habéis comunicado en otros lugares? –Resp. Muy poco me he comunicado; en muchos lugares otro Espíritu ha tomado mi nombre; algunas veces yo estaba cerca de él, sin que pudiese comunicarme directamente; mi muerte es tan reciente que aún estoy sujeto a ciertas influencias terrenas. Es preciso que exista una simpatía perfecta para que yo pueda expresar mi pensamiento. Dentro de poco procederé indistintamente; aún no puedo hacerlo, os lo repito. Cuando un hombre un tanto conocido muere, es llamado de muchos lugares, y miles de Espíritus se apresuran a imitar su individualidad; ha sido esto que sucedió conmigo en varias circunstancias. Os aseguro que pocos Espíritus pueden comunicarse inmediatamente después de su desprendimiento, ni siquiera a través de un médium por el cual tenga preferencia.

11. ¿Vuestras ideas se modificaron un poco desde el viernes? –Resp. Son absolutamente las mismas del viernes. Me he ocupado poco de las cuestiones puramente intelectuales, en el sentido en que las tomáis; ¿cómo yo podría hacerlo, deslumbrado como estoy y atraído por el maravilloso espectáculo que me rodea? Solamente los lazos que tengo con el Espiritismo, que son más poderosos de lo que los hombres pueden concebir, atraen mi ser hacia esta Tierra que abandono, no con alegría –lo que sería una impiedad–, sino con el profundo reconocimiento por la liberación.

12. ¿Veis a los Espíritus que están aquí con nosotros? –Resp. Veo, sobre todo, a Lázaro y a Erasto; después, más alejado, al Espíritu de Verdad que se cierne en el espacio; luego a una multitud de Espíritus amigos que os rodean, solícitos y benévolos. Sed felices, amigos, porque buenas influencias os defienden de las calamidades del error.

13. Una pregunta más, os lo ruego. ¿Conocéis las causas de vuestra muerte? –Resp. No me habléis de esto todavía.

Nota – La Sra. de Costel dice haber recibido una comunicación en su casa, en la cual le anunciaban que el Sr. Jobard había muerto porque él quería superar los límites actualmente asignados al Espiritismo. Así, su partida habría sido precipitada por este motivo. Personalmente, el Sr. Jobard no se ha explicado al respecto. Varias otras comunicaciones parecerían corroborar la opinión anterior; pero lo que resalta de ciertos hechos es una especie de misterio sobre las verdaderas causas de su muerte precipitada que, uno dice, será explicada más tarde.

(Sociedad, 22 de noviembre de 1861)
14. Cuando estabais encarnado compartíais la opinión que ha sido emitida sobre la formación de la Tierra a través de la incrustación de cuatro planetas, los cuales se habrían fundido por medio de una soldadura. ¿Conserváis aún esa misma creencia? –Resp. Es un error. Los nuevos descubrimientos geológicos prueban las convulsiones de la Tierra y su formación sucesiva. Como los otros planetas, la Tierra tuvo su vida propia, y Dios no ha tenido necesidad de ese gran desorden o de esa agregación de planetas. El agua y el fuego son los únicos elementos orgánicos de la Tierra.

15. También pensabais que los hombres podían entrar en estado cataléptico por un tiempo ilimitado, y que el género humano había sido traído a la Tierra de esa manera. –Resp. Ilusión de mi imaginación, que siempre superaba sus límites. La catalepsia puede ser larga, pero no indeterminada. Son tradiciones y leyendas, aumentadas por la imaginación oriental. Amigos míos, ya he sufrido mucho al rememorar las ilusiones que mi Espíritu ha nutrido: no os engañéis con las mismas. Yo había aprendido mucho y mi inteligencia –puedo decirlo–, apta para apropiarse de esos vastos y diversos estudios, había conservado de mi última encarnación el amor por lo maravilloso y por lo que integraba el conjunto extraído de las imaginaciones populares.

(Burdeos, 24 de noviembre de 1861; médium: Sra. de Cazemajoux)
16. Evocación. –Resp. Entonces, ¿vamos a recomenzar? ¡Pues bien! ¿Qué deseáis? Estoy aquí.

17. Acabamos de enterarnos de vuestra muerte. Como uno de los paladines de nuestra Doctrina, ¿tendríais a bien responder a algunas preguntas nuestras? –Resp. Hacedlas, aunque yo no sé bien con quién estoy; pero los Espíritus me dicen que esta médium ha obtenido algunas disertaciones insertadas en la Revista y que me han agradado; es preciso que, a mi turno, yo también ofrezca mis comunicaciones. –No hace mucho tiempo que me ausenté de la Tierra; dentro de algunos años reencarnaré allí para retomar el curso de la misión que debía cumplir, porque la misma ha sido detenida por el ángel de la liberación.

18. Habláis de una misión que debíais cumplir en la Tierra; ¿podríais darla a conocer? –Resp. Misión de progreso intelectual y de progreso moral en estado de germen. La Doctrina o la ciencia espírita contiene los elementos fecundos que deben desarrollar, hacer crecer y madurar las ideas modernas de libertad, de unidad y de fraternidad; es por eso que no se debe temer en darle un impulso vigoroso que la hará transponer los obstáculos con una fuerza que nada podrá dominar.

19. Al marchar más rápido que el tiempo, ¿no debemos temer que la Doctrina sea perjudicada? –Resp. Derribaríais a sus adversarios; vuestra lentitud les permite ganar terreno. No me gusta el paso lento y pesado de la tortuga; prefiero el vuelo audaz del rey de los aires.

Nota – Esto es un error; los adeptos del Espiritismo ganan terreno a cada día, mientras que sus adversarios lo pierden. El Sr. Jobard es siempre entusiasta; él no comprende que con prudencia se llega con más seguridad al objetivo, mientras que al arrojarse de cabeza contra los obstáculos, se arriesga a comprometer su causa. A. K.

20. Entonces, ¿cómo explicar los designios de Dios os sacando de la Tierra de manera tan súbita, si Él tenía en vos el instrumento
necesario para la marcha rápida de la Humanidad hacia el progreso moral e intelectual? –Resp. ¡Oh! ¡Qué palanca tendría una parte de los espíritas con mis ideas! Pero no; ¡el miedo los paraliza!

21. ¿Podéis explicarnos los designios de Dios al llamaros antes del término de vuestra misión? –Resp. No me siento molesto; veo y aprendo para ser más fuerte cuando suene la hora de la lucha. Redoblad el fervor y la dedicación por la noble y santa causa de la Humanidad; una única existencia no es suficiente para que tenga lugar la crisis que debe transformar a la sociedad, y muchos de entre vosotros –que preparáis los caminos– renaceréis después de algún tiempo para ayudar de nuevo a la obra santa y bendita. Ya os he dicho lo suficiente por esta noche, ¿no es así? Pero estoy a vuestra disposición; volveré, porque sois un adepto bueno y fervoroso. Adiós; en esta noche quiero asistir a la sesión de nuestro querido maestro Allan Kardec.

22. No habéis respondido a mi pregunta sobre los designios de Dios al llamaros antes del término de vuestra misión. –Resp. Somos instrumentos adecuados para ayudar en sus designios; Él nos dobla a su voluntad y nos pone nuevamente en escena cuando lo cree útil. Por consiguiente, sometámonos a sus decretos sin intentar ahondarlos, porque nadie tiene el derecho de rasgar el velo que oculta a los Espíritus sus decretos inmutables.

¡Adiós!
JOBARD.

(Passy, 20 de diciembre de 1861; médium: Sra. de Dozon)
23. Evocación. –Resp. No sé por qué me evocáis; no soy nada para vosotros y, por lo tanto, no os debo nada. Además, no os responderé sin el Espíritu de Verdad, que me dice que ha sido Kardec quien os ha pedido que me llamaseis. ¡Pues bien! Estoy aquí; ¿qué debo deciros?

24. En efecto, el Sr. Allan Kardec nos solicitó que os evocáramos con el objetivo de realizar el control de diversas comunicaciones vuestras, comparándolas entre sí; es un estudio, y esperamos que consintáis en atendernos en interés de la ciencia espírita, describiendo vuestra situación y vuestras impresiones desde que dejasteis la Tierra. –Resp. Yo no estaba cierto en todo durante mi vida terrena: ahora comienzo a saberlo; al depurarse de la turbación, mis ideas llegan a una nueva claridad y, desde entonces, reveo los errores de mis creencias. Esto es una gracia de la bondad de Dios, pero un poco tardía. El Sr. Allan Kardec no tenía una simpatía total por mi Espíritu, y así debía ser: él es positivo en su fe; a menudo yo soñaba y buscaba a la par de la realidad. No sé exactamente lo que yo quería, a no ser una vida mejor de la que tenía; el Espiritismo me la ha mostrado, y el más esclarecido de los espíritas me ha levantado el velo de la vida de los Espíritus. Ha sido LA VERDAD quien lo inspiró; El Libro de los Espíritus ha hecho una verdadera revolución en mi alma y un bien imposible de describir. Pero mi Espíritu ha tenido dudas sobre varias cosas, que hoy se me presentan con una nueva claridad. Ya os lo he dicho al inicio de esta comunicación: al liberarse de la turbación, el Espíritu me ha mostrado lo que yo no veía. El Espíritu se aparta; su desprendimiento aún no es total; entretanto, ya se ha comunicado varias veces; pero –cosa singular, quizá para vosotros– es el cambio que se hace a los ojos de los evocadores en las comunicaciones del Espíritu Jobard.

Enseguida, esta misma médium obtuvo la siguiente comunicación espontánea:

Jobard era un Espíritu investigador, queriendo subir, siempre subir. Las ideas espíritas le parecían un cuadro muy estrecho. Jobard representaba el espíritu de curiosidad; él quería saber, siempre saber. Esa necesidad, esa sed lo han impulsado a investigaciones que sobrepasaban los límites de aquello que Dios quiere que sepáis; ¡pero que no se intente arrancar el velo que cubre los misterios de Su poder! Jobard puso sus manos sobre el arca y fue fulminado. Esto es una enseñanza: buscad el Sol, pero no tengáis la audacia de fijarlo, porque quedaréis ciegos. ¿Dios no os da bastante al enviaros los Espíritus? Por lo tanto, dejad a la muerte el poder que Dios le ha otorgado: el de levantar el velo a quien es digno de ello; entonces podréis ver a Dios, el Sol de los Cielos, sin ser cegados ni fulminados por el poder que os dice: «No vayáis más lejos». He aquí lo que debo deciros.

LA VERDAD.

(Sociedad, 3 de enero de 1862; médium: Sra. de Costel)
Nota – El Sr. Jobard se ha manifestado varias veces en la casa del Sr. P... y de la Sra. P..., miembros de la Sociedad. Entre otras, una vez se ha mostrado espontáneamente a una sonámbula –y sin que hubieran pensado en él– que lo describió de una manera muy exacta y dijo su nombre, aunque nunca lo hubiese conocido. Al haberse establecido una conversación entre él y el Sr. P..., por intermedio de la sonámbula, el Espíritu Jobard recordó diversas particularidades que no dejaron ninguna duda sobre su identidad. Una cosa, sobre todo, los había impresionado: es que, en la única ocasión en que lo vieron en la Sociedad, durante casi toda la sesión, él mantuvo fijamente los ojos en ellos, como si hubiese identificado a personas de su conocimiento; ellos habían olvidado esta circunstancia, y el Espíritu Jobard se las recordó por intermedio de la sonámbula. El Sr. y la Señora P..., que nunca habían tenido ningún contacto con él cuando estaba encarnado, deseaban saber el motivo de la simpatía que él parecía tener por ellos. Al respecto, él dictó la siguiente comunicación:

¡Incrédulo! ¡Tú tenías necesidad de esta confirmación de la sonámbula para creer en mi identidad! ¡Ingrato! Me has olvidado durante mucho tiempo bajo el pretexto de que otros se acuerdan más. Pero dejemos los reproches y conversemos: abordemos el tema para el cual me has evocado. Puedo explicar fácilmente por qué mi atención se había fijado en esa pareja que me era extraña, pero que una especie de instinto, de doble vista, de presciencia me hacía reconocer. Después de mi liberación, he visto que nosotros nos habíamos conocido antes, y yo volví a ellos: esta es la palabra.

Comienzo a vivir espiritualmente, más apacible y menos turbado por las evocaciones que de todos lados llegan hasta mí. La moda reina también entre los Espíritus; cuando la moda Jobard sea sustituida por otra y cuando yo haya caído en el olvido humano, entonces solicitaré a mis amigos serios –me refiero a aquellos que no se han olvidado de mí– que me evoquen. Entonces ahondaremos las cuestiones tratadas muy superficialmente, y vuestro Jobard, completamente transfigurado, podrá seros útil, lo que desea de todo corazón.

JOBARD

(A la médium, Sra. de Costel.) – He regresado; tú deseas saber por qué manifiesto una preferencia por ti. Cuando yo era un mecánico, tú eras poetisa, ¡y te conocí en el hospital donde moriste, señora!

(Montreal [Canadá], 19 de diciembre de 1861)
El Sr. Henri Lacroix nos escribe desde Montreal relatándonos que él había enviado tres cartas al Sr. Jobard, pero que éste sólo había recibido dos; la tercera correspondencia llegó demasiado tarde, y solamente la primera fue respondida. Al enterarse de su muerte a través de los periódicos, el Sr. Lacroix recibió comunicaciones de varios Espíritus, firmadas por Voltaire, Volney, Franklin, atestiguando que la noticia era falsa y que el Sr. Jobard se encontraba muy bien. La Revista Espírita acaba de disipar sus dudas al confirmar lo ocurrido. Fue entonces que el Espíritu Jobard, al haber sido evocado, le dio la siguiente comunicación, de la cual el Sr. Lacroix nos solicita que efectuemos el control de la exactitud de la misma.

Mi querido maestro: he desencarnado, conforme decís; pero no estoy muerto, ya que os hablo. Aquellos que se encargaron de deciros que yo no había fallecido, quizá han querido jugaros una mala pasada. No los conozco aún, pero los conoceré y sabré el motivo que los ha hecho actuar así. Escribid a Kardec y yo os responderé. Creo que no podré responderos a través de la mesa, pero en todo caso intentaré y haré lo mejor. Las dos cartas que he recibido de vos han contribuido fuertemente para causar mi muerte; más tarde sabréis cómo.

JOBARD

Al respecto, el Sr. Jobard fue evocado el 10 de enero en la Sociedad de París y respondió que reconocía ser el autor de esa comunicación, pero que la supuesta descripción trazada después no era él ni de él, lo que nosotros creemos sin dificultad, porque no se parece de modo alguno a él.

Preg. ¿Cómo las dos cartas que habéis recibido pudieron contribuir con vuestra muerte? –Resp. No puedo y no quiero decir aquí sino una cosa: ha sido la lectura de esas dos cartas, después de haber comido, que ha determinado la congestión que me llevó o –si preferís– que me liberó.

Nota – Mientras la médium escribía esta respuesta, y antes de que fuese leída, otro médium recibió la siguiente respuesta de su Guía particular:

«Es una explicación difícil, que él no os dará en detalle; hay cosas que Jobard no puede decir aquí».

Preg. El Sr. Lacroix desea saber por qué razón varios Espíritus vinieron espontáneamente a desmentir la noticia de vuestra muerte. –Resp. Si él hubiese prestado más atención, habría fácilmente reconocido la superchería. ¡Cuántas veces será necesario repetir que debemos desconfiar –casi absolutamente– de las comunicaciones espontáneas dadas sobre un hecho, afirmando o negando deliberadamente! Los Espíritus sólo engañan a los que se dejan engañar.

Nota – Durante esta respuesta, otro médium escribió lo siguiente: «Son Espíritus charlatanes que no se preocupan con la verdad. Hay ciertos Espíritus que son como los hombres: reciben una noticia y la afirman o la niegan con la misma facilidad».

Es evidente que los nombres que han firmado el desmentido de la muerte del Sr. Jobard son apócrifos. Para reconocer esto bastaría considerar que Espíritus como Franklin, Volney y Voltaire se ocupan de cosas más serias, y que semejantes detalles son incompatibles con su carácter; solamente esto ya debería
inspirar dudas sobre la identidad de los mismos y, por consecuencia, sobre la veracidad de las comunicaciones. No estaría de más repetirlo: un estudio previo, completo y atento de la ciencia espírita puede por sí solo proporcionar los medios para desbaratar las mistificaciones de los Espíritus embusteros, a los cuales están expuestos todos los principiantes que no tienen la experiencia necesaria.

Preg. Habéis respondido solamente a la primera carta del Sr. Lacroix; él desea obtener una respuesta a las dos últimas, y sobre todo a la tercera correspondencia que –como él dijo– tenía un sello particular que sólo por vos podría ser comprendido. –Resp. Él la obtendrá más tarde; por el momento no puedo responder. Sería inútil provocar dicha respuesta, pues de lo contrario él podría estar cierto de que no sería yo el que respondería.

(Sociedad Espírita de París, 21 de febrero de 1862; médium: Srta. Stéphanie)
Cuando la Sociedad abrió una suscripción a favor de los obreros de Lyon, un miembro contribuyó con 50 francos, de los cuales 25 eran por cuenta propia, y los otros 25 en nombre del Sr. Jobard. Al respecto, este último dio la siguiente comunicación:

Una vez más voy a responder, mi estimado Kardec: me siento halagado y agradecido por no haber sido olvidado por mis hermanos espíritas. Agradezco al generoso corazón que os ha entregado la ofrenda que yo habría donado si aún habitase en vuestro mundo. En el mundo que habito ahora no hay necesidad de dinero; me fue necesario, pues, recurrir a la bolsa de la amistad para dar pruebas materiales de que yo estaba conmovido por el infortunio de mis hermanos de Lyon. Bravos trabajadores que cultiváis fervorosamente la viña del Señor: es preciso que creáis que la caridad no es una palabra vana, puesto que pequeños y grandes os han dado muestras de simpatía y de fraternidad. Estáis en la gran vía humanitaria del progreso; ¡que Dios os permita manteneros en ella para que podáis ser más felices; los Espíritus amigos os sostendrán y triunfaréis!

JOBARD