Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

Volver al menú
Los misterios del Tour Saint-Michel en Burdeos

Historia de una momia.

En una de las bóvedas de la torre de Saint-Michel, en Burdeos, vemos un cierto número de cadáveres momificados que no parecen datar de más de dos o tres siglos, y que sin duda fueron llevados a este estado por la naturaleza del suelo. Es una de las curiosidades de la ciudad, y que los extranjeros no dejan de visitar. Todos estos cuerpos tienen la piel completamente apergaminada; la mayoría se encuentran en un estado de conservación que permite distinguir los rasgos faciales y la expresión del rostro; varios tienen uñas de notable frescura; algunos todavía tienen retazos de ropa, e incluso cordones muy finos.

Entre estas momias, hay una que llama especialmente la atención; es la de un hombre cuyas contracciones del cuerpo, de la cara y de los brazos levantados a la boca, no dejan duda sobre su tipo de muerte; es evidente que fue enterrado vivo, y que murió en convulsiones de terrible agonía.

Un nuevo periódico de Burdeos publica una novela en serie bajo el título de Misterios de la torre de Saint-Michel. Conocemos esta obra sólo por su nombre, y por las grandes imágenes enlucidas en todos los muros de la ciudad y que representan la bóveda de la torre. No sabemos, pues, con qué espíritu está concebida, ni la fuente de donde el autor extrajo los hechos que relata. El que vamos a relatar tiene al menos el mérito de no ser fruto de la imaginación humana, ya que viene directamente de ultratumba, lo que quizás haga reír mucho al autor en cuestión. Sea como fuere, creemos que este relato no es uno de los episodios menos llamativos de los dramas que debieron tener lugar en estos lugares; será leído con tanto mayor interés por todos los Espíritas, cuanto que contiene en sí mismo una profunda enseñanza; es la historia del hombre enterrado vivo y de otras dos personas que están unidas a él, obtenida en una serie de evocaciones hechas en la Sociedad Espírita de Saint-Jean d'Angély, en el mes de agosto, y que nos contaron durante nuestra visita. En cuanto a la autenticidad de los hechos, nos remitimos a la observación colocada al final de este artículo.

(Saint-Jean d'Angély, 9 de agosto de 1862. - Médium, Sr. Del…, por tipología.)

1. Pregunta al guía protector: ¿Podemos evocar el Espíritu que animó el cuerpo que vemos en la bóveda de la torre de Saint-Michel en Burdeos, y que parece haber sido enterrado vivo? – R. Sí, y que le sea útil para su enseñanza.

2. Evocación. - (El Espíritu manifiesta su presencia.)

3. ¿Podría decirnos cómo se llamaba cuando animaba el cuerpo del que estamos hablando? - R. Guillaume Remone.

4. ¿Fue su muerte una expiación o una prueba que eligió con el propósito de su avance? – R. Dios mío, ¿por qué, en tu bondad, perseguir tu sagrada justicia? Sabéis que la expiación es siempre obligatoria, y que quien ha cometido un delito no puede evitarlo. Estuve en este caso, eso te dice todo. Después de muchos sufrimientos, logré reconocer mis errores y experimenté todo el arrepentimiento necesario para mi regreso a la gracia ante el Eterno.

5. ¿Puede decirnos cuál fue su delito? – R. Yo había asesinado a mi esposa en su cama.


(10 de agosto. - Médium; Sra. Guérin, por escrito.)

6. Cuando, antes de vuestra reencarnación, elegisteis vuestro tipo de pruebas, ¿sabíais que seríais sepultado vivo? - No; sólo sabía que tenía que cometer un crimen atroz que llenaría mi vida de ardiente remordimiento, y que esta vida terminaría en un dolor insoportable. Pronto reencarnaré; Dios se apiadó de mi dolor y de mi arrepentimiento.

Observación. Esta oración: Yo sabía que tenía que cometer un delito, se explica a continuación, preguntas 30 y 31.

7. ¿La justicia procesó a alguien con motivo de la muerte de su esposa? – R. No; creyeran en una muerte súbita; la había asfixiado.

8. ¿Qué motivo lo llevó a este hecho delictivo? – R. Celos.

9. ¿Fuiste enterrado vivo por accidente? – R. Sí.

10. ¿Recuerdas los momentos de tu muerte? – R. Es algo terrible, imposible de describir. Imagínese estar en un hoyo con diez pies de tierra encima de usted, queriendo respirar y jadeando por aire, queriendo gritar, "¡Estoy vivo!" y sentir su voz apagada; verse morir y no poder pedir ayuda; sentirse lleno de vida y tachado de la lista de los vivos; tener sed y no poder beber; sentir las punzadas del hambre y no poder detenerlo; morir en una palabra en una rabia de los condenados.

11 ¿En este momento supremo pensaste que era el comienzo de tu castigo? – R. No pensé en nada. Morí como un loco, chocando con las paredes de mi féretro, queriendo salir y vivir a todo coste.

Observación. Esta respuesta es lógica y se justifica por las contorsiones en las que se ve, al examinar el cadáver, que el individuo debe haber muerto.

12. ¿Tu Espíritu despejado volvió a ver el cuerpo de William Remone? – R. Inmediatamente después de mi muerte, todavía me veía en la tierra.

13 ¿Cuánto tiempo habéis permanecido en este estado, es decir, con vuestro Espíritu pegado a vuestro cuerpo aunque ya no animándolo? – R. Unos quince a dieciocho días.

14. Cuando pudiste dejar tu cuerpo, ¿dónde te encontraste? – R. Me vi rodeado de una multitud de Espíritus como yo, llenos de dolor, sin atreverse a elevar su corazón a Dios, aún apegados a la tierra, y desesperados de recibir su perdón.

Observación. - El Espíritu atado a su cuerpo y sufriendo todavía las torturas de los últimos momentos, encontrándose luego en medio de los Espíritus dolientes, desesperando de su perdón, ¿no es este el infierno con sus lágrimas y su crujir de dientes? ¿Es necesario convertirlo en un horno con llamas y horcas? Esta creencia en la perpetuidad del sufrimiento es, como sabemos, uno de los castigos infligidos a los Espíritus culpables. Este estado dura mientras el Espíritu no se arrepiente, y duraría para siempre si nunca se arrepintiera, porque Dios perdona sólo al pecador arrepentido. Tan pronto como el arrepentimiento entra en su corazón, un rayo de esperanza le hace vislumbrar la posibilidad de poner fin a sus males; pero el arrepentimiento solo no es suficiente; Dios quiere expiación y reparación, y es a través de sucesivas reencarnaciones que Dios da a los Espíritus imperfectos la oportunidad de mejorar. En la erraticidad toman resoluciones que buscan ejecutar en la vida corporal; es así que, con cada existencia, dejando atrás algunas impurezas, logran gradualmente perfeccionarse y dar un paso adelante hacia la bienaventuranza eterna. La puerta de la felicidad, por tanto, nunca se les cierra, sino que la alcanzan en un tiempo más o menos largo, según su voluntad y el trabajo que hacen sobre sí mismos para merecerla.

No se puede admitir la omnipotencia de Dios sin previo conocimiento; por eso uno se pregunta ¿por qué Dios, sabiendo al crear un alma que tenía que caer sin poder recuperarse, la sacó de la nada para dedicarla al tormento eterno? ¿Así que quería crear almas infelices? Esta proposición es insostenible con la idea de bondad infinita que es uno de sus atributos esenciales. Una de dos cosas, o lo sabía o no lo sabía; si no lo supiera, no es todopoderoso; si lo supiera, no es ni justo ni bueno; ahora bien, quitar una partícula de la infinitud de los atributos de Dios, es negar la Divinidad. Todo se reconcilia, por el contrario, con la posibilidad dejada al Espíritu de reparar sus faltas. Dios sabía que en virtud de su albedrío el Espíritu fallaría, pero también sabía que resucitaría; sabía que por tomar el camino equivocado retrasaba su llegada a la meta, pero que tarde o temprano llegaría, y era para hacerlo llegar más rápido que multiplicaba los avisos en su camino; si no los escucha, es más culpable y merece la prolongación de sus pruebas. ¿De estas dos doctrinas cuál es la más racional?

AK.

(11 de agosto.)

15. ¿Le resultarían desagradables nuestras preguntas? – R. Eso me trae recuerdos conmovedores; pero ahora que he vuelto a la gracia por mi arrepentimiento, estoy feliz de poder dar mi vida como ejemplo, para proteger a mis hermanos contra las pasiones que podrían conducirlos como a mí.

16. Vuestra clase de muerte, comparada con la de vuestra mujer, nos hace suponer que se os ha aplicado la pena de la represalia, y que en vuestra persona se han cumplido estas palabras de Cristo: "El que hiere con la espada perecerá con la espada”. Así que, por favor, ¿díganos cómo asfixió a su víctima? – R. En su cama, como decía, entre dos colchones, después de ponerle una mordaza para que no llorara.

17. ¿Gozabas de buena reputación en tu barrio? – R. Sí; Yo era pobre, pero honrado y estimado; mi esposa también era de una familia honorable; y fue una noche, durante la cual los celos me habían tenido despierto, que vi a un hombre salir de su habitación; borracho de ira, y sin saber lo que hacía, fui culpable del crimen que te he revelado.

18. ¿Has vuelto a ver a tu esposa en el mundo de los Espíritus? – R. Fue el primer Espíritu que vino a mi vista, como para reprocharme mi crimen. La vi durante mucho tiempo y también infeliz; es sólo desde que me decida que voy a reencarnar que me deshago de su presencia.

Observación. - La visión constante de las víctimas es uno de los castigos más habituales a los Espíritus criminales. Aquellos que se sumergen en la oscuridad, lo cual es muy común, a menudo no pueden escapar de ella. No ven nada excepto lo que les puede recordar su crimen.

19. ¿Le has pedido que te perdone? – R. No; huíamos unos de otros constantemente, y siempre nos encontrábamos uno frente al otro para torturarnos.

20. Sin embargo, ya que te arrepentiste, ¿era necesario pedir perdón? – R. Tan pronto como me arrepentí, nunca más la volví a ver.

21. ¿Sabes dónde está ella ahora? – R. No sé qué le pasó, pero te será fácil averiguarlo gracias a tu guía espiritual, San Juan Bautista.

22. ¿Cuáles han sido tus sufrimientos como Espíritu? – R. Estaba rodeado de Espíritus desesperados; yo mismo nunca pensé que alguna vez saldría de este estado infeliz; ninguna luz de esperanza brillaba en mi alma endurecida; la vista de mi víctima coronó mi martirio.

23. ¿Cómo fuiste llevado a un mejor estado? – R. De entre mis hermanos desesperados, un día apunté a un propósito que, pronto comprendí, sólo podía alcanzar a través del arrepentimiento.

24. ¿Cuál fue este propósito? – R. Dios, del cual todo ser tiene la idea a pesar de sí mismo.

25. Ya habéis dicho dos veces que pronto reencarnaréis; ¿Es una indiscreción preguntarte qué tipo de pruebas has elegido? – R. La muerte segará a todos los seres que me serán queridos, y yo mismo pasaré por las enfermedades más abyectas.

26. ¿Eres feliz ahora? – R. Relativamente sí, ya que veo el fin de mi sufrimiento; en realidad no.

27. Desde el momento en que caíste en letargo, hasta el momento en que despertaste en tu ataúd, ¿viste y escuchaste lo que sucedía a tu alrededor? – R. Sí, pero tan vagamente que pensé que estaba soñando.

28. ¿En qué año murió? – R. En 1612.

29. (A San Juan Bautista.) ¿No fue G. Remone obligado por el castigo, sin duda, a acudir a nuestra evocación para confesar su crimen? Esto parece seguirse de su primera respuesta, en la que habla de la justicia de Dios. – R. Sí, se vio obligado a hacerlo, pero se resignó voluntariamente a ello cuando vio en él una forma más de agradar a Dios sirviéndole en sus estudios espíritas.

30. Este Espíritu se equivocó indudablemente cuando dijo (pregunta 6): “Sabía que tenía que cometer un crimen”. Probablemente sabía que estaría expuesto a cometer un crimen, pero teniendo su libre albedrío bien podría no sucumbir a la tentación. – R. Se explicó mal; debería haber dicho: “Sabía que mi vida estaría llena de remordimientos”. Era libre de elegir otro tipo de prueba; ahora bien, para tener remordimiento, es necesario suponer que cometería una mala acción.

31. ¿No podríamos admitir que sólo tenía su libre albedrío en un estado errante eligiendo tal o cual prueba, pero que, una vez elegida esta prueba, ya no tenía, como encarnado, la libertad de no cometer la acción, y que el crimen necesariamente debería haber sido cometido por él? – R. Podría evitarlo; su libre albedrío lo tuvo como Espíritu y en estado de encarnado; por lo tanto, pudo resistir, pero sus pasiones lo arrastraron.

Observación. - Es evidente que el Espíritu no se había dado cuenta plenamente de su situación; confundió la prueba, es decir la tentación de hacer, con la acción; y al sucumbir, pudo creer en una acción fatal elegida por él, que no sería racional. El libre albedrío es el privilegio más hermoso del espíritu humano, y una prueba contundente de la justicia de Dios que hace del Espíritu el árbitro de su destino, ya que de él depende acortar sus sufrimientos o prolongarlos por su insensibilidad y su mala voluntad. Suponer que pudiera perder su libertad moral cuando encarnada sería quitarle la responsabilidad de sus actos. Podemos ver de esto que debemos admitir sólo después de un examen maduro ciertas respuestas de los Espíritus, especialmente cuando no están en todos los aspectos en conformidad con la lógica.

AK.

32. ¿Debemos suponer que un Espíritu puede, como prueba, elegir una vida de crímenes, ya que elige el remordimiento, que no es más que la consecuencia de la infracción de la ley divina? – R. Puede elegir la prueba para exponerse a ella, pero, teniendo su libre albedrío, tampoco puede sucumbir. Así G. Remone había elegido una vida llena de penas domésticas que despertarían en él la idea de un crimen, que iba a inundar su vida de remordimiento si lo cumplía. Por lo tanto, quería probar esta prueba para intentar salir victorioso.

Vuestro lenguaje está tan fuera de armonía con la manera de comunicarse de los Espíritus, que sucede muy a menudo que hay que hacer rectificaciones en las frases que os dan los médiums, especialmente los médiums intuitivos; por la combinación de fluidos, les transmitimos la idea de que traducen más o menos bien, según sea más o menos fácil esta combinación entre el fluido de nuestro periespíritu y el fluido animal del médium.

Sra. Remone.

(12 de agosto.)

33. (A San Juan.) ¿Podríamos evocar el Espíritu de la mujer de G. Remone? – R. No; ella está reencarnada.

34. ¿En la tierra? – R. Sí.

35. Si no podemos evocarla como Espíritu errante, ¿no podríamos evocarla encarnada, y vosotros no podríais decirnos cuándo dormirá? -R. Puedes en este momento, porque las noches para este Espíritu son los días para ti.

36. Evocación del Espíritu de la Sra. Remone. - (El Espíritu se manifiesta.)

37. ¿Recuerdas la existencia en la que te llamaban señora Remone? – R. Sí; ¡Vaya! ¿Por qué me haces recordar mi vergüenza y mi desgracia?

38. Si estas preguntas te causan algún dolor, las detendremos. – R. Te lo ruego.

39. Nuestro objetivo no es molestarte; no te conocemos, y probablemente nunca lo haremos; sólo queremos hacer estudios espirituales. – R. Mi mente está tranquila, ¿por qué quieres agitarla con recuerdos dolorosos? ¿No puedes hacer estudios sobre Espíritus errantes?

40. (A San Juan.) ¿Debemos cesar nuestras preguntas que parecen despertar un recuerdo doloroso en este Espíritu? – R. Le insto a que lo haga; es todavía una niña, y el cansancio de su Espíritu reaccionaría sobre su cuerpo; además, es más o menos la repetición de lo que le dijo su marido.

41. ¿Se han perdonado G. Rémone y su esposa por sus errores? – R. No; para ello deben llegar a un mayor grado de perfección.

42. Si estos dos Espíritus se encontraran en la tierra en estado encarnado, ¿qué sentimientos tendrían el uno por el otro? – R. Solo experimentarían antipatía.

43. G. Rémone al ver de nuevo, como visitante, su cuerpo en la bóveda de Saint-Michel, ¿experimentaría una sensación desconocida para otros curiosos? – R. Sí; pero este sentimiento le parecería muy natural.

44. ¿Ha visto su cuerpo desde que fue levantado del suelo? – R. Sí.

45. ¿Cuáles fueron sus impresiones? - R. Cero; sabéis muy bien que los Espíritus liberados de su envoltura ven las cosas de aquí abajo con ojos diferentes a los de vosotros encarnados.

46. ¿Podríamos obtener alguna información sobre la posición actual de la Sra. Remone? – R. Preguntéis.

47. ¿Cuál es su sexo hoy? – R. Una mujer.

48. ¿Su país natal? – R. Ella es la hija de un rico comerciante de las Indias Occidentales.

49. Las Indias Occidentales pertenecen a varias potencias; ¿Cuál es su nación? – R. Vive en La Habana.

50. ¿Podríamos saber su nombre? – R. No preguntes.

51. ¿Qué edad tiene? – R. Once años.

52. ¿Cuáles serán sus pruebas? – R. La pérdida de su fortuna; un amor ilegítimo y desesperanzado, unido a la miseria y al trabajo más doloroso.

53. Dices amor ilegítimo; ¿Amará, pues, a su padre, a su hermano o a alguno de los suyos? – R. Amará a un hombre consagrado a Dios, solo y sin esperanza de retorno.

54. Ahora que conocemos las pruebas de este Espíritu, si lo invocáramos de vez en cuando durante su sueño, en los días de sus desdichas, ¿no podríamos darle algún consejo para animarse y poner su esperanza en Dios?; ¿influiría eso en las resoluciones que podría tomar en el estado de vigilia? – R. Muy poco; esta joven ya tiene una imaginación ardiente y una cabeza de hierro.

55. Habéis dicho que, en el país donde ella vive, las noches son para nosotros los días; ahora, entre La Habana y Saint-Jean d'Angély, sólo hay una diferencia de cinco horas y media; como aquí eran las dos a la hora de la evocación, ¿debía estar en La Habana a las ocho y media de la mañana? – R. Bueno, ella todavía estaba durmiendo cuando la mencionaste, mientras que tú habías estado despierto durante mucho tiempo. Uno duerme hasta tarde en estas regiones cuando uno es rico y no tiene nada que hacer.

Observación. - Varias lecciones surgen de esta evocación. Si en la vida exterior de relación el Espíritu encarnado no recuerda su pasado, liberado durante el descanso del cuerpo, recuerda. No hay, pues, solución de continuidad en la vida del Espíritu, quien, en sus momentos de emancipación, puede echar una mirada retrospectiva a sus existencias anteriores, y traer de vuelta una intuición que puede guiarlo en el estado de vigilia.

Ya hemos señalado, en muchas ocasiones, las desventajas que, en el estado de vigilia, presentaría la memoria precisa del pasado. Estas evocaciones nos proporcionan un ejemplo. Se ha dicho que si G. Remone y su esposa se conocieran, sentirían aversión el uno por el otro; ¡Qué sería si recordaran a sus antiguas relaciones! El odio entre ellos inevitablemente despertaría; en lugar de dos seres simplemente antipáticos o indiferentes entre sí, ¡tal vez serían enemigos mortales! Con su ignorancia, son más ellos mismos, y caminan más libremente en el nuevo camino que les toca transitar; el recuerdo del pasado los inquietaría humillándolos ante sus propios ojos y ante los ojos de los demás. El olvido no les hace perder el beneficio de la experiencia, porque nacen con lo que han adquirido en inteligencia y moralidad; son lo que ellos mismos hicieron; es para ellos un nuevo punto de partida. Si a las nuevas pruebas que tendrá que soportar G. Remone se añadiera el recuerdo de los suplicios de su última muerte, sería un suplicio atroz que Dios quiso librarle echando un velo sobre el pasado para él.

AK.
Jacques Noulin.

(15 de agosto.)

56. (A San Juan.) ¿Podemos mencionar al cómplice de la Sra. Remone? – R. Sí.

57. Evocación. - (El Espíritu se manifiesta.)

58. Jura en nombre de Dios que eres el Espíritu del que fue rival de Remone. – R. Lo juraré en nombre de quien tú quieras. – Júralo en el nombre de Dios. - Lo juro en el nombre de Dios.

59. ¿No pareces un Espíritu muy avanzado? – R. Métete en tus propios asuntos y déjame ir.

Observación. ‑ Como no hay puertas cerradas para los Espíritus, si pide que lo dejen ir es porque un poder superior lo obliga a quedarse, sin duda para su educación.

60. Nos ocupamos de nuestros propios asuntos, porque queremos saber cómo en la próxima vida se recompensa la virtud y se castiga el vicio. – R. Sí, querida mía, cada uno recibe premio o castigo, según sus obras; por lo tanto, trate de caminar derecho.

61. Vuestra bravuconería no nos asusta; ponemos nuestra confianza en Dios; pero todavía pareces muy retrasado. – R. Sigo siendo Gros-Jean como antes.

62. ¿No puedes responder preguntas serias con seriedad? – R. ¿Por qué se dirigen a mí, gente seria? Estoy más inclinado a reír que a hacer filosofía; siempre me ha gustado la mesa bien servida, las mujeres amables y el buen vino.

63. (Al ángel de la guarda de la médium.) ¿Puede darnos alguna información sobre este Espíritu? – R. No está lo suficientemente avanzado como para darle buenas razones.

64. ¿Sería peligroso entrar en comunicación con él? ¿Podríamos llevarlo a mejores sentimientos? – R. Le podría beneficiar más a él que a ti. Pruébelo, es posible que pueda convencerlo de que mire las cosas desde otro punto de vista.

65. (Al Espíritu.) ¿Sabes que el Espíritu debe progresar?; ¿que debe, a través de sucesivas encarnaciones, llegar a Dios de quien pareces estar muy lejos? – R. Nunca lo pensé. y luego estoy tan lejos de eso! No quiero emprender un viaje tan largo.

Observación. - He aquí, pues, un Espíritu que, por su ligereza y su falta de avance, no sospecha la reencarnación. Cuando le llegue el momento de reanudar una nueva existencia, ¿qué elección podrá hacer? Evidentemente una elección en relación con su carácter y sus hábitos, con miras a gozar, y no con miras a expiar, hasta que su Espíritu esté lo suficientemente desarrollado para comprender las consecuencias. Es la historia del niño inexperto que se lanza temerariamente a todas las aventuras y que adquiere experiencia a su cargo. Recordemos aquí que, para los Espíritus retrasados, incapaces de hacer una elección con conocimiento de causa, existen encarnaciones obligatorias.
A.K.

66. ¿Conocías a G. Remone? – R. Sí, de verdad, pobre diablo…

67. ¿Sospechó que él había matado a su esposa? – R. Era un poco egoísta, preocupándome más por mí que por los demás. cuando supe de su muerte, la lamenté sinceramente y no busqué la causa.

68. ¿Cuál era su posición entonces? – R. Yo era un pobre secretario del alguacil; un mensajero como dices hoy.

69. Después de la muerte de esta mujer, ¿alguna vez pensó en ella? – R. No me recuerdes todo eso.

70. Queremos recordarte esto, porque te ves mejor de lo que te haces a ti mismo. – R. A veces sí que lo pensaba, pero como no me preocupaba con mi naturaleza, el recuerdo pasó como un relámpago, sin dejar rastro.

71. ¿Cuál era tu nombre? – R. Eres muy curioso, y si no me hubiera obligado, ya te hubiera dejado en la estacada con tu moral y tus sermones.

72. Vosotros vivisteis en una época religiosa; ¿Nunca has orado por esta mujer a la que amabas? – R. Es así.

73. ¿Has vuelto a ver a G. Remone y su esposa en el mundo de los Espíritus? – R. Fui a buscar buenos niños como yo, y cuando esos llorones quisieron mostrarse, les di la espalda. No me gusta hacerme daño, y...

74. Continúa. – R. No soy tan hablador como tú; me detendré ahí, si no te importa.

75. ¿Estás feliz hoy? – R. ¿Por qué no? Me divierto en hacer bromas para los que no lo sospechan, y que creen tratar con buenos Espíritus; desde que nos han cuidado, hemos estado haciendo buenos trucos.

76. Esto no es felicidad; la prueba de que no eres feliz es que dijiste que te obligaron a venir; ahora bien, no es ser feliz verse obligado a hacer lo que desagrada. – R. ¿No tenemos siempre superiores? eso no te impide ser feliz. Cada uno lleva su felicidad donde la encuentra.

77. Podéis, con algún esfuerzo, especialmente a través de la oración, alcanzar la felicidad de quienes os mandan. – R. No pensé en eso. me harás ambicioso. ¿No me estás engañando, siempre? No molestéis a mi pobre Espíritu por nada.

78. No os engañamos; así que trabaja en tu avance. – R. Tienes que meterte en demasiadas molestias, y yo soy perezoso.

79. Cuando somos perezosos, le pedimos a un amigo que nos ayude; así te ayudaremos; rezaremos por ti. – R. Reza pues, para que yo mismo me decida a rezar.

80. Rezaremos, pero ores de tu parte. – R. ¿Crees que si rezara eso me daría ideas en la línea de las tuyas?

81. Sin duda; pero orad de vuestro lado; te evocaremos el jueves 21, para ver los progresos que habrás hecho y para darte un consejo, si te puede ser de agrado. – R. Adiós entonces.

82. ¿Nos dirás tu nombre ahora? - R. Jacques Noulin.

Al día siguiente se invocó nuevamente al Espíritu y se le hicieron varias preguntas sobre la Sra. Remone; sus respuestas fueron poco edificantes y del tipo de las primeras. San Juan, consultado, respondió: “Hicisteis mal en perturbar este Espíritu y despertar en él la idea de sus antiguas pasiones. Hubiera sido mucho mejor esperar el día señalado; estaba en un nuevo problema para él; vuestra evocación lo había arrojado a ideas de un orden muy diferente de sus ideas habituales; aún no había podido tomar una decisión muy positiva, pero se estaba preparando para probar la oración. Déjalo hasta el día que le hayas indicado; hasta entonces, si escucha a los buenos Espíritus que quieren ayudaros en vuestra buena obra, podéis obtener algo de él.”

(Jueves 21.)

83. (A San Juan.) Desde nuestra última evocación, ¿ha reparado Jacques Noulin? – R. Oró, y la luz vino a su alma: ahora cree que está destinado a ser mejor y está listo para trabajar en ello.

84. ¿Qué camino debemos seguir por su causa? – R. Pregúntale el estado actual de su alma, y haz que mire dentro de sí mismo, para que se dé cuenta de su cambio.

85. (A Jacques Noulin.) ¿Lo has pensado, como nos prometiste, y nos puedes decir cuál es tu forma de ver las cosas hoy? – R. En primer lugar, quiero darle las gracias. me has ahorrado muchos años de ceguera. Desde hace unos días he comprendido que Dios es mi meta; que debo hacer todo lo posible para hacerme digno de llegar a él. Se abre una nueva era para mí; la oscuridad se ha disipado y ahora veo el camino que debo seguir. Mi corazón está lleno de esperanza y sostenido por los buenos Espíritus que vienen en ayuda de los débiles. Voy a caminar por este nuevo camino donde ya he encontrado la tranquilidad y que me debe llevar a la felicidad.

86. ¿Eras verdaderamente feliz, como nos dijiste? – R. Era muy infeliz. Lo veo ahora, pero me encontré feliz como todos aquellos que no miran por encima de sí mismos. No pensé en el futuro; iba, como en la tierra, a ser descuidado, sin darme la molestia de pensar seriamente. ¡Vaya! ¡Cómo deploro la ceguera que me ha hecho perder un tiempo tan precioso! Hiciste un amigo, no lo olvides. Llámame cuando quieras, y si puedo, vendré.

87. ¿Qué piensan de vuestra disposición los Espíritus con los que os juntáis? – R. Se ríen de mí que escuchaba a los buenos Espíritus cuya presencia y consejo todos odiábamos.

88. ¿Le permitirían ir a verlos de nuevo? – R. Solo me preocupa mi avance; además, los ángeles buenos que me vigilan y que me rodean con su cuidado ya no me permiten mirar atrás sino para mostrarme cuál fue mi humillación.

Observación. - Ciertamente no hay medios materiales para determinar la identidad de los Espíritus que se manifestaron en las evocaciones anteriores, por lo que no lo afirmaremos de manera absoluta. Hacemos esta reserva para aquellos que creerían que aceptamos ciegamente todo lo que viene de los Espíritus; más bien pecamos por un exceso de desconfianza; es que debemos tener cuidado de no dar como verdad absoluta lo que no se puede controlar; ahora bien, a falta de pruebas positivas, debemos limitarnos a advertir la posibilidad y buscar pruebas morales a falta de pruebas físicas. En el hecho de que se trata, las respuestas tienen un evidente carácter de probabilidad y sobre todo de alta moralidad; no vemos ninguna de esas contradicciones, ninguna de esas fallas en la lógica que ofenden el sentido común y revelan el engaño; todo está ligado y enlazado perfectamente, todo concuerda con lo que ya ha demostrado la experiencia; por lo tanto, podemos decir que la historia es al menos probable, que ya es mucho. Lo cierto es que no se trata de una novela inventada por los hombres, sino de una obra medianímica; si fuera un capricho de la mente, sólo podría venir de un Espíritu ligero, porque los Espíritus serios no se divierten con contar cuentos, y los Espíritus ligeros siempre se dejan visible la punta de las orejas. Añadamos que la Sociedad Espírita de Saint-Jean d'Angély es uno de los centros más serios y mejor dirigidos que hemos visto, y que está compuesta sólo por personas tan loables por su carácter como por sus conocimientos, aplicando incluso, si se puede decir así, escrúpulos en exceso; puede juzgarse por la sabiduría y el método con que se plantean y formulan las preguntas; también todas las comunicaciones allí obtenidas atestiguan la superioridad de los Espíritus que se manifiestan. Por lo tanto, las evocaciones anteriores se realizaron en excelentes condiciones, tanto por el entorno como por la naturaleza de los médiums; es al menos para nosotros una garantía de absoluta sinceridad. Agregaremos que la veracidad de este relato nos ha sido atestiguada de la manera más explícita por varios de los mejores médiums de la Sociedad de París.

Considerando la cosa sólo desde el punto de vista moral, surge una seria cuestión. Aquí hay dos Espíritus, Remone y Noulin, extraídos de su situación y llevados a mejores sentimientos por la evocación y los consejos que se les dan. Uno puede preguntarse si habrían permanecido infelices en el caso de que uno no los hubiera evocado, y ¿qué pasa con todos los Espíritus sufrientes que uno no evoca? La respuesta ya está dada en la Historia de un Maldito (Espíritu de Castelnaudary) publicada en la Revista de 1860. Añadiremos que estos dos Espíritus habiendo llegado al momento en que podían ser tocados por el arrepentimiento y recibir la luz, circunstancias providenciales, aunque aparentemente fortuitas, han causado su evocación, ya sea para su bien, o para nuestra instrucción; la evocación era un medio, pero a falta de ella, a Dios no le faltan recursos para acudir en auxilio de los desdichados, y se puede estar seguro de que todo Espíritu que quiere avanzar encuentra siempre auxilio de una forma u otra.

AK.