Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

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Pentecostés. (Grupo de Sainte-Gemme -Tarn).

El Espíritu de Dios sopla sobre el mundo para regenerar allí a sus hijos; si, como en los días de los apóstoles, no se manifiesta en forma de lenguas de fuego, no por eso deja de estar realmente presente entre vosotros. Orad pues con fervor al Todopoderoso, para que se digne haceros gozar de todas las ventajas morales, de todos los dones imperecederos que entonces quiso derramar sobre la cabeza de los apóstoles de Cristo. Pedid y recibiréis, y nada bueno y útil para vuestro progreso espiritual os será negado. Orad, pues, una vez más, con fervor; pero deja que tu corazón, y no tus labios, hable; o si tus labios se mueven, que no digan nada que tu corazón no haya pensado previamente. La felicidad que sentirás cuando estés animado por el Espíritu de Dios es tan grande que no puedes imaginarla. De ti depende conseguirlo, y a partir de ese momento considerarás los días que te quedan de vida como un trozo de camino que aún tendrás que recorrer para llegar a tu destino, y donde deberás encontrar al final del día tu cena y un refugio para la noche.

Pero que la relativamente poca importancia que debéis dar a las cosas terrenales no os impida considerar muy serios vuestros deberes materiales; estaríais cometiendo una falta muy grave a los ojos de Dios si no os dedicarais concienzudamente a vuestro trabajo cotidiano. No debemos despreciar nada que haya salido de la mano del Creador; debes disfrutar, en cierta medida, de los bienes materiales que él te ha dado; vuestro deber no es guardarlos para vosotros, sino compartirlos con aquellos de vuestros hermanos a quienes estos dones han sido negados. Conciencia pura, caridad y humildad sin límites, estas son las mejores oraciones para llamar al Espíritu Santo hacia uno mismo. Este es el verdadero Veni Creator (Ven Creador); no es que la oración que se canta en las iglesias no sea una oración que será contestada cada vez que se haga con buen corazón, sino que, como os han dicho varias veces, es la sustancia lo que es todo, la forma poco.

Pedid, pues, con vuestros actos, que el Espíritu Santo venga a visitaros y derrame en vuestra alma la fuerza que da la fe para vencer las miserias de la existencia terrena, y para tender la mano a aquellos de vuestros hermanos a quienes la debilidad de su espíritu les impide ver la luz, sin la cual sólo puedes caminar a tientas a riesgo de magullarte contra todos los obstáculos que se te presenten. La verdadera felicidad, aquella por la que suspira cada uno de vosotros, está ahí; cada uno de ustedes lo tiene a la mano; sólo tiene que querer para apoderarse de él. Toma buenas y firmes resoluciones hoy, y el Espíritu de Dios, con seguridad, no te fallará. Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos por amor de Dios, y habréis solemnizado dignamente el día en que el Espíritu Santo vino a visitar a los apóstoles del cristianismo.

Hipólito Fortoul.