Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

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Un remedio dado por los Espíritus

Este título hará sonreír al incrédulo; ¡Que importa! se reían de muchas otras cosas, lo que no impidió que estas cosas fueran reconocidas como verdades. Los buenos Espíritus se interesan por los sufrimientos de la humanidad; con razón buscan aliviarlos, y en muchas ocasiones han probado que pueden, cuando son lo suficientemente elevados para tener el conocimiento necesario, porque ven lo que los ojos del cuerpo no pueden ver; ellos prevén lo que el hombre no puede prever.

El remedio en cuestión aquí, fue dado en las siguientes circunstancias a la señorita Hermance Dufaux [1], quien nos dio la fórmula con autorización para publicarla en beneficio de quienes la necesiten. Un pariente suyo, muerto hacía mucho tiempo, había traído de América la receta de un ungüento, o mejor aún, un ungüento de maravillosa eficacia para toda clase de llagas o heridas. A su muerte se perdió esta receta; no lo había comunicado. Señorita Dufaux estaba afectada por un dolor de pierna muy grave y muy antiguo, que había resistido todo tratamiento; cansada de haber usado en vano tantos remedios, preguntó un día a su Espíritu protector si no había cura posible para ella. "Sí, respondió; usa el ungüento de tu tío. - Pero sabes muy bien que la receta está perdida. Te la daré, dijo el Espíritu”; luego dictó lo siguiente:

Azafrán 20 centigramos.

Comino 4 gramos.

Cera amarilla 31 a 32 gramos.

Aceite de almendras dulces una cucharada llena.

Derretir la cera y luego agregar el aceite de almendras dulces; añadir el comino y el azafrán encerrados en una bolsita de tela, y dejar hervir a fuego lento durante diez minutos. Para su uso, esta pomada se extiende sobre un trozo de tela y se aplica sobre la parte enferma, renovándola cada día.


Señorita Dufaux habiendo seguido esta prescripción, su pierna se curó en poco tiempo, la piel se reformó, y desde entonces está muy bien y no ha ocurrido ningún accidente.

Su lavandera también se curó felizmente de una enfermedad similar.

Un obrero se había herido con un fragmento de una guadaña que había entrado profundamente en la herida y había producido hinchazón y supuración. Estábamos hablando de hacer la amputación. Por el uso de este ungüento desapareció la hinchazón, cesó la supuración y salió la pieza de hierro de la herida. En ocho días este hombre se puso de pie y pudo reanudar su trabajo.

Aplicado en uñas, abscesos, paroniquias, resulta en poco tiempo y cicatriza inmediatamente. Actúa atrayendo los principios morbosos de la herida que purifica, y provocando, si es necesario, la salida de cuerpos extraños, como astillas de hueso, madera, etc.

Parecería que también es muy efectivo para las costras y en general para todas las afecciones de la piel.

Su composición, como vemos, es muy sencilla, fácil, y en todo caso muy inofensiva; por lo tanto, siempre puede intentarlo sin miedo.

[1] Médium que escribió la historia de Juana de Arco.