Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

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Vacaciones de la Sociedad Espírita de París

(Sociedad Espírita de París, 1 de agosto de 1862, - Medium, Sr. E. Vézy.)

Estaréis, pues, separados por algún tiempo, pero los buenos Espíritus estarán siempre con aquellos que pidan su ayuda y apoyo.

Si cada uno de vosotros deja la mesa del maestro, no es sólo para hacer ejercicio o descansar, sino para servir, donde quiera que os quedáis, a la gran causa humanitaria, bajo cuya bandera habéis venido a protegeros.

Bien comprendéis que para el ferviente Espírita no hay horas fijas de estudio; toda su vida es sólo una hora, una hora todavía demasiado corta para la gran obra a la que se dedica: ¡el desarrollo intelectual de los géneros humanos!...

Las ramas no se desprenden del tronco porque se alejan de él, al contrario, dan paso a nuevos brotes que las solidarizan y las unen.

Aprovechad estas vacaciones que os dispersarán, para volveros aún más fervorosos, siguiendo el ejemplo de los apóstoles de Cristo; salid de este cenáculo fuertes y valientes; que vuestra fe y vuestras buenas obras reúnan a vuestro entorno mil creyentes que bendecirán la luz que esparcirás a vuestro alrededor.

¡Coraje! ¡Coraje! ¡El día del encuentro, cuando la bandera del Espiritismo os llamar al combate y se desplegar sobre vuestras cabezas, dejad que todos a vuestro alrededor tengan seguidores que habréis formado bajo vuestro estandarte, y los buenos Espíritus contarán su número y lo llevarán a Dios!

Así que no durmáis, Espíritas, a la hora de la siesta; ¡velad y orad! Ya os lo he dicho y otras voces os lo han hecho oír, el reloj de los siglos da la hora, resuena una vibración, llama a los que están en la noche, ¡ay de los que no quieren prestar oído para escucharlo!

¡Oh Espíritas! id, despertad a los durmientes, y decidles que van a ser sorprendidos por las olas del mar que se levantan con sordos y terribles estruendos; ¡Ved y diles que elijan el lugar del suelo que sea más brillante y sólido, porque aquí están las estrellas que declinan y toda la naturaleza que se mueve, tiembla y se agita!...

Pero después de las tinieblas, aquí está la luz, ¡y aquellos que no habrán querido ver ni oír, emigrarán en esta hora a los mundos inferiores para expiar y esperar allí mucho, mucho tiempo las nuevas estrellas que deben salir e iluminaros! y el tiempo les parecerá una eternidad, porque no verán el fin de sus dolores hasta el día en que comiencen a creer y comprender.

¡Ya no os llamaré hijos, Espíritas, sino hombres, ¡hombres valientes y valerosos! Soldados de la nueva fe, combatid valientemente, armad vuestros brazos con la lanza de la caridad y cubrid vuestros cuerpos con el escudo del amor. ¡Entra en la contienda! ¡alerta! ¡alerta! pisotea el error y la falsedad, y extiende vuestra mano a los que te pregunten: ¿Dónde está la luz? Diles que los que caminan guiados por la estrella del Espiritismo no son pusilánimes, que no se asustan de los espejismos, y sólo aceptan como leyes lo que les manda la fría y sana razón; ¡que la caridad es su lema y que sólo se despojan por sus hermanos en nombre de la solidaridad universal, y no para ganar un paraíso que saben bien que sólo pueden poseer cuando han expiado mucho!... que conozcan a Dios, y que sepan, sobre todo, que Él es inmutable en su justicia, que no puede, por consiguiente, perdonar una vida de culpas acumuladas, por un segundo de arrepentimiento, como no puede castigar una hora de sacrilegio por una eternidad de tortura!...

¡Sí, Espíritas, cuenta los años de arrepentimiento por el número de estrellas, ¡pero la edad de oro vendrá para aquellos que saben contarlas!…

Id pues, obreros y soldados, y volved cada uno con la piedra o el guijarro que ayudará en la construcción del nuevo edificio, y os digo, en verdad, esta vez ya no tendréis que temer la confusión, aunque quieren levantar al cielo la torre que la coronará; Dios, por el contrario, extenderá su mano en vuestro camino para cobijaros de los huracanes.

Aquí está la hora segunda del día, aquí están los siervos que vienen de nuevo del señor a buscar obreros; ¡Vosotros que estáis ociosos, venid, y no esperéis a la última hora!…

San Agustín.