Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

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Bienaventurados los pobres de espíritu

Las diferentes acciones merecedoras del Espíritu después de la muerte son sobre todo las del corazón, más que las de la inteligencia. Bienaventurados los pobres de espíritu no quiere decir únicamente bienaventurados los que son desprovistos de inteligencia, sino también bienaventurados aquellos que, llenos de dones intelectuales, no los emplean para el mal, porque son un arma poderosa para atraer a las masas. Entretanto, como decía últimamente Gérard de Nerval,[1] la inteligencia desconocida en la Tierra tendrá un gran mérito ante Dios. En efecto, el hombre que es poderoso en inteligencia y que lucha contra todas las circunstancias desdichosas que lo acometen, debe regocijarse con estas palabras: «Los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos»; esto no debe entenderse únicamente en el orden material, sino también en las manifestaciones del Espíritu y en las obras de la inteligencia humana. Las cualidades del corazón son meritorias, porque las circunstancias que pueden impedirlas son muy pequeñas, muy raras y muy fútiles. La caridad debe brillar por todas partes, a pesar de todos y para todos, como el Sol brilla para todo el mundo. El hombre puede impedir que la inteligencia de su prójimo se manifieste, pero no puede hacer nada con respecto al corazón. Las luchas contra la adversidad, las angustias del dolor pueden paralizar los impulsos del genio, pero no pueden detener los de la caridad.

[1] Alusión a una comunicación de Gérard de Nerval. [Nota de Allan Kardec.]