Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1862

Allan Kardec

Volver al menú
Olvido de las injurias
(Sociedad Espírita de París; médium: Sra. de Costel.)

Hija mía: el olvido de las injurias es la perfección del alma, así como el perdón de las ofensas hechas a la vanidad es la perfección del Espíritu. A Jesús le fue más fácil perdonar los ultrajes de su Pasión que al último de vosotros perdonar una leve burla. La gran alma del Salvador, habituado a la dulzura, no concebía ni la amargura ni la venganza; las nuestras, acometidas por pequeñas cosas, se olvidan de lo que es grande. A cada día los hombres imploran el perdón de Dios, que desciende sobre ellos como un benéfico rocío; pero sus corazones olvidan esa palabra, repetida incesantemente en la oración. En verdad os digo que la hiel interior corrompe el alma; es la piedra pesada que la fija al suelo y que retarda su elevación. Cuando fuereis criticado, entrad en vosotros mismos; examinad vuestro pecado interior, aquel que el mundo ignora; medid su profundidad y curad vuestra vanidad a través del conocimiento de vuestra miseria. Si la ofensa alcanza al corazón –lo que es más grave–, compadeceos del infeliz que la cometió, como os compadecéis del herido cuya llaga abierta vierte sangre; la piedad es debida a quien aniquila su futuro ser. Jesús, en el Huerto de los Olivos, conoció el dolor humano, pero siempre ignoró la aspereza del orgullo y la pequeñez de la vanidad; Él encarnó para mostrar a los hombres el prototipo de la belleza moral que les debía servir de modelo: no os apartéis nunca de Él. Modelad vuestras almas como cera blanda y haced que vuestra arcilla transformada se vuelva un mármol imperecedero, en el que Dios –el Gran Escultor– pueda inscribir su nombre.

LÁZARO