El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

Volver al menú
CAPÍTULO I
LEY DIVINA O NATURAL

Caracteres de la ley natural. —Origen y conocimiento de la ley natural. —El bien y el mal.
—División de la ley natural.


Caracteres de la ley natural.

614. ¿Qué debe entenderse por ley natural?

«La ley natural es la ley de Dios y la única verdadera para la dicha del hombre. Le indica lo que debe hacer o dejar de hacer, y es desgraciado aquel porque de ella se separa».

615. ¿Es eterna la ley de Dios?

«Es eterna e inmutable como el mismo Dios».

616. ¿Ha podido Dios prescribir en una época a los hombres lo que les hubiese prohibido en otra?

«Dios no puede engañarse, y únicamente los hombres se ven obligados a cambiar sus leyes, porque son imperfectas; pero las de Dios son perfectas. La armonía que arregla al universo material y al moral está fundada en las leyes que Dios ha establecido para siempre».

617. ¿Qué objetos abrazan las leyes divinas? ¿Conciernen a algo más que a la conducta moral?

«Todas las leyes de la naturaleza son divinas, puesto que Dios es autor de todas las cosas. El sabio estudia las leyes de la materia, el hombre de bien las del alma, y las practica».

—¿Es dado al hombre profundizar las unas y las otras?

«Sí, pero no basta una sola existencia».

¿Qué son, en efecto, algunos años para adquirir todo lo que constituye al ser perfecto, si no se considera más que la distancia que separa al salvaje del hombre civilizado? La más larga existencia posible es insuficiente, y con mayor razón aún cuando es abreviada, como sucede en un gran número de casos.

Entre las leyes divinas, las unas reglamentan el movimiento y las relaciones de la materia bruta, tales son las leyes físicas, cuyo estudio es del dominio de la ciencia.

Las otras conciernen especialmente al hombre en si mismo y en sus relaciones con Dios y sus semelantes, y comprenden así las regias de la vida del cuerpo, como las de la del alma. Tales son las leyes morales.

618. ¿Las leyes divinas son unas mismas para todos los mundos?

«La razón dice que deben ser apropiadas a la naturaleza de cada mundo y proporcionadas al grado de adelanto de los seres que los habitan».

Origen y conocimiento de la ley natural.

619. ¿Dios ha dado a todos los hombres medios de conocer su ley?

«Todos pueden conocerla; pero no todos la comprenden. Los que mejor la comprenden son los hombres de bien y los que quieren buscarla. Todos no obstante, la conocerán un día, porque es preciso que se realice el progreso».

La justicia de las diversas encarnaciones del hombre es consecuencia de este principio; porque a cada nueva existencia su inteligencia está más desarrollada, y comprende mejor lo bueno y lo malo. Si todo para él debiese efectuarse en una sola existencia ¿cuál seria la suerte de tantos miles de seres que mueren cada día en el embrutecimiento del estado salvaje, o en las tinieblas de la ignorancia, no habiendo dependido de ellos el ilustrarse? (171–222.)

620. Antes de su unión con el cuerpo, ¿comprende el alma mejor la ley de Dios que después de su encarnación?

«La comprende con arreglo al grado de perfección a que ha llegado y conserva el recuerdo intuitivo después de su unión con el cuerpo; pero los malos instintos del hombre se la hacen olvidar con frecuencia».

621. ¿Dónde está escrita la ley de Dios?

«En la conciencia».

—Puesto que el hombre lleva en la conciencia la ley de Dios, ¿qué necesidad tenía de revelársela?

«La habiá olvidado y desconocido, y Dios quiso que le fuese recordada».

622. ¿Dios ha dado a ciertos hombres la misión de revelar su ley?

«Ciertamente que si y en todos los tiempos ha habido encargados de esa misión. Son espíritus superiores encarnados al objeto de hacer progresar a la humanidad».

623. Los que han pretendido instruir a los hombres en la ley de Dios, ¿no se han engañado a veces, y no los han extraviado frecuentemente con principios falsos?

«Los que no estaban inspirados por Dios y que por ambición se han atribuido una misión que no tenían, pudieron ciertamente extraviarlos. No obstante, como eran en definitiva hombres de genio, en medio de los mismos errores que han enseñado, se encuentran con frecuencia grandes verdades».

624. ¿Cuál es el carácter del verdadero profeta?

«El verdadero profeta es un hombre de bien inspirado por Dios. Puede conocérsele por sus palabras y por sus hechos. Dios no puede servirse de los labios del mentiroso para enseñar la verdad».

625. ¿Cuál es el tipo más perfecto que Dios ha ofrecido al hombre, para que le sirviese de guía y modelo?

«Contemplad a Jesús».

Jesús es para el hombre el tipo de la perfección moral a que puede aspirar la humanidad en la tierra. Dios nos lo ofrece como el modelo más perfecto, y la doctrina que enseñó es la más pura expresión de su ley; porque estaba animado del espíritu divino y es el ser más puro que ha venido a la tierra.

Si algunos de los que han pretendido instruir al hombre en la ley de Dios lo han extraviado a veces con principios falsos, es porque ellos mismos se han dejado dominar por sentimientos demasiado terrestres, y por haber confundido las leyes que rigen las condiciones de la vida del alma con las que rigen la vida del cuerpo. Muchos han dado como leyes divinas las que sólo eran leyes humanas, creadas para favorecer las pasiones y dominar a los hombres.

626. ¿Las leyes divinas y naturales sólo han sido reveladas a los hombres por Jesús, y antes de él no las conocieron más que por intuición?

«¿No hemos dicho que están escritas en todas partes? Los hombres que han meditado sobre la sabiduría han podido, pues, comprenderlas y enseñarlas desde los más remotos siglos, y con su enseñanza, aunque incompleta, han preparado el terreno para recibir la semilla. Estando escritas las leyes divinas en el libro de la naturaleza, el hombre ha podido conocerlas, cuando ha querido buscarlas, y por esto los preceptos que ella consagra han sido proclamados en todas las épocas por los hombres de bien, y por esto también se encuentran sus elementos en la doctrina moral de todos los pueblos que han salido de la barbarie, aunque incompletos o alterados por la ignorancia y la superstición».

627. Puesto que Jesús enseñó las verdaderas leyes de Dios, ¿cuál es la utilidad de la enseñanza dada por los espíritus? ¿Tienen algo nuevo que enseñarnos?

«La palabra de Jesús era a veces alegórica y en forma de parábola; porque hablaba con arreglo a los tiempos y lugares. Hoy es preciso que la verdad sea inteligible para todos. Es necesario explicar y desarrollar esas leyes, puesto que hay pocas personas que las comprendan y menos aún que las practiquen. Nuestra inisión es la de impresionar los ojos y los oídos para confundir a los orgullosos y desenmascarar a los hipócritas, a los que practican las exterioridades de la virtud y de la religión para encubrir sus vicios. La enseñanza de los espíritus debe ser clara e inequívoca, a fin de que nadie pueda pretextar ignorancia y de que sea posible a cada uno juzgarla y apreciarla con su propia razón. Estamos encargados de preparar el reino del bíen anunciado por Jesús, y por esto no ha de ser lícito que pueda cada cual interpretar la ley de Dios a gusto de sus pasiones, ni falsear el sentido de una ley que es toda amor y caridad».

628. ¿Por qué la verdad no ha sido puesta siempre al alcance dé todo el mundo?

«Es preciso que todo llegue a su tiempo. La verdad es como la luz, a la cual es necesario acostumbrarse poco a poco, pues de otra manera deslumbra».

«Nunca ha sucedido que Dios haya permitido al hombre recibir comunicaciones tan completas e instructivas como las que hoy recibe. Como sabéis, habla en los antiguos tiempos algunos individuos que poseían lo que consideraban como una ciencia sagrada, y de la cual hacían un misterio para los que reputaban profanos. Por lo que conocéis de las leyes que rigen esos fenómenos, debéis comprender que no recibían más que algunas verdades diseminadas en medio de un conjunto equívoco y emblemático la mayor parte de las veces. Sin embargo, para el hombre estudioso no hay ningún sistema filosófico antiguo, ninguna tradición, ni ninguna religión que deba despreciarse; porque todo contiene gérmenes de grandes verdades que, aunque parezcan contradictorias entre sí, aunque esparcidas en medio de infundados accesorios, son fáciles de coordinar, gracias a que el espiritismo os da la clave de una multitud de cosas que, hasta ahora, pudieron pareceros irracionales, y cuya realidad os es demostrada actualmente de un modo irrecusable. No dejéis, pues, de tomar en esos materiales asuntos de estudio, puesto que son muy abundantes y pueden contribuir notablemente a vuestra instrucción».

El buen y el mal.

629. ¿Qué definición puede darse de la moral?

«La moral es la regla para portarse bien, es decir, la distinción entre el bien y el mal. Está fundada en la observación de la ley de Dios. El hombre se porta bien cuando todo lo hace con la mira y para bien de todos; porque entonces observa la ley de Dios».

630. ¿Cómo puede distinguirse el bien del mal?

«El bien es todo lo que está conforme con la ley de Dios, y el mal todo lo que de ella se separa. Así, pues, hacer el bien es conformarse con la ley de Dios; hacer el mal es infringirla».

631. ¿El hombre tiene por si mismo medios de distinguir lo que es bueno de lo que es malo?

«Sí, cuando cree en Dios y quiere saberlo. Dios le ha dado la inteligencia para discernir lo uno de lo otro».

632. El hombre sujeto al error como está, ¿no puede equi vocarse en la apreciación del bien y del mal, y creer que obra bien cuando en realidad obra mal?

«Jesús os lo dijo: mirad lo que quisierais que se os hiciese o no se os hiciese; todo se reduce a esto. No os engañaréis nunca».

633. La regla del bien y del mal que podría llamarse de reciprocidad o de solidaridad, no puede aplicarse a la conducta del hombre para consigo mismo. ¿Le sirve la ley natural de regla para esa conducta y de guía seguro?

«Cuando coméis mucho os indigestáis. Pues bien, Dios es quien os da la medida de lo que os es necesario, y cuando la traspasáis, sois castigados. En todo sucede lo mismo. La ley natural traza al hombre el limite de sus necesidades, y cuando lo salva, es castigado con el sufrimiento. Si el hombre escuchase en todo, esa voz que le dice basta, se excusana la mayor parte de los males que achacan a la naturaleza».

634. ¿Por qué está el mal en la naturaleza de las cosas? Hablo del moral. ¿No podría Dios haber creado a la humanidad en mejores condiciones?

«Ya te lo hemos dicho: Los espíritus fueron creados sencillos e ignorantes. (115) Dios deja al hombre la elección del camino, y tanto peor para él, si toma el malo, pues será más larga su peregrinación. Si no existiesen montes,. el hombre no podría comprender que se puede subir y bajar, y si no existiesen rocas, no comprendería que hay cuerpos duros. Es preciso que el espíritu adquiera experiencia, y para.ello ha de conocer el bien y el mal. De aquí que haya unión entre el espíritu y el cuerpo». (119.)

635. Las diferentes posiciones sociales crean nuevas necesidades que no son las mismas para todos los hombres. ¿Parece, pues, que la ley natural no es una regla uniforme?

«Las diferentes posiciones son naturales y están conformes con la ley del progreso, lo que no quebranta la unidad de la ley natural que se aplica a todos».

Las condiciones de la existencia del hombre cambian según los tiempos y los lugares, y resultan de ello necesidades diferentes y posiciones sociales apropiadas a estas necesidades. Puesto que semejante diversidad está en el orden de las cosas, es conforme a la ley de Dios, que no deja de ser una en su principio. A la razón toca distinguir las necesidades reales de las ficticias o de convención.

636. ¿El bien y el mal son absolutos para todos los hombres?

«La ley de Dios es igual para todos; pero el mal depende especialmente de la volúntad de hacerlo. El bi'en siempre es bien y el mal es siempre mal, cualquiera que sea la posicióri del hombre. La diferencia está en el grado de responsabilidad».

637. ¿El salvaje que, cediendo a su instinto, se alimenta de carne humana, es culpable?

«He dicho que el mal depende de la voluntad. Pues bien, el hombre es más culpable, cuanto mejor sabe lo que hace».

Las circunstancias dan al bien y al mal una gravedad relativa. El hombre comete a veces faltas, que no por ser consecuencia de la posición en que le ha colocado la sociedad, son menos reprensibles; pero la responsabilidad está en proporción de los medios que tiene de comprender el bien y el mal. Así es que el hombre ilustrado que comete una simple injusticia es más culpable ante Dios que el salvaje ignorante que se entrega a sus instintos.

638. El mal parece a veces ser una consecuencia de la fuerza de las cosas, y tal sucede, por ejemplo, en ciertos casos, cuando es necesaria la destrucción hasta de nuestro prójimo. ¿Puede decirse entonces que hay infracción de la ley de Dios?

«Aunque necesario, no deja de ser un mal; pero semejante necesidad desaparece a medida que el alma se purifica pasando de una existencia a otra, y entonces el hombre es más culpable, cuando falta, porque comprende mejor».

639. El mal que hacemos, ¿no es a menudo resultado de la poskión que nos han creado los otros hombres, y quienes son en este caso los más culpables?

«El mal recae en quien lo causa. Así el hombre que es llevado al mal por la posición que le han creado sus semejantes, es menos culpable que los que lo han causado; porque cada uno sufrirá la pena no sólo del mal que haya hecho, sino que también del que haya provocado».

640. El que no hace el mal, pero que se aprovecha del que otro ha hecho, ¿es culpable en el mismo grado?

«Es como si lo cometiera, porque el que se aprovecha participa de él. Quizá hubiese retrocedido ante la ejecución; pero, si encontrándola realizada, la aprovecha, es porque la aprueba y porque hubiese hecho otro tanto, si hubiese podido, o si se hubiese atrevido».

641. ¿El deseo del mal es tan reprensible como el mal mismo?

«Según y cómo: hay virtud en resistir voluntariamente al mal cuyo deseo siente, sobre todo cuando se tiene posibilidad de realizarlo. Pero si sólo se deja de hacer por falta de ocasión, se es culpable».

642. ¿Basta no hacer mal para ser grato a Dios y asegurar su posición futura?

«No; es preciso hacer el bien según la posibilidad; porque cada uno responderá de todo el mal que haya sido hecho a consecuencia del bien que no haya hecho».

643. ¿Hay personas que por su posición no tengan posibilidad de hacer el bien?

«No hay nadie que no pueda hacer el bien, sólo el egoísta carece siempre de ocasión. Basta estar en relación con otros hombres para tener ocasión de hacer el bien, y cada día de la vida ofrece la posibilidad todo el que no esté cegado por el egoísmo; porque hacer el bien no consiste únicamente en ser caritativo, sino en ser útil con arreglo a la posibilidad, siempre que vuestro socorro pueda ser necesario».

644. El centro en que se encuentran ciertos hombres, ¿no es para ellos el primitivo origen de muchos vicios y crímenes?

«Sí; pero también esta es una prueba escogida por el espíritu en estado de libertad, quien ha querido exponerse a la tentación para adquirir mérito resistiéndole».

645. Cuando el hombre está en cierto modo sumergido en la atmósfera delvicio, ¿no viene a ser el mal para él una atracción casi irresistible?

«Atracción, sí; irresistible, no; porque en medio de esa atmósfera de vicio encuentras a veces grandes virtudes. Estos son espíritus que han tenido fuerzas para resistir, y que al mismo tiempo han tenido la misión de ejercer una buena influencia en sus semejantes».

646. El mérito del bien que se hace, ¿está subordinado a ciertas condiciones, o de otro modo, hay diferentes grados en el mérito del bien?

«El mérito del bien está en la dificultad, y no lo hay en hacerlo sin trabajo y cuando nada tuesta. Dios atiende más al pobre que parte su único pedazo de pan, que no al rico, que sólo da lo superfluo. Jesús lo dijo con motivo del donativo de la viuda».

División de la ley natural.

647. ¿Toda la ley de Dios está contenida en la máxima del amor al prójimo enseñada por Jesús?
«Ciertamente que esta máxima contiene todos los deberes de los hombres entre si pero es preciso enseñarles la aplicación, pues de otro modo la descuidarían como hoy lo hacen. Además, la ley natural comprende todas las circunstancias de la vida, y esta máxima no es más que una parte. Son necesarias al hombre reglas precisas, pues los preceptos generales y muy vagos dejan demasiadas puertas abiertas a la interpretación».

648. ¿Qué pensáis de la división de la ley moral en diez partes, comprendiendo las leyes sobre la adoración, el trabajo, la reproducción, la conservación, la destrucción, la sociedad, el progreso, la igualdad, la libertad, y en fin, las leyes de justicia, amor y caridad?

«Esta división de la ley de Dios en diez partes es la de Moisés, y puede abarcar todas las circunstancias de la vida, lo cual es esencial. Puedes, pues, adoptarla, sin que por ello tenga nada de absoluto lo mismo que todos los otros sistemas de clasificación, que dependen del aspecto bajo el cual se considera una cosa. La última ley es la más importante, y por su medio es como más puede adelantar el hombre en la vida espiritual, porque las resume todas».